viernes, 16 de noviembre de 2007

Nacionalismo lingüístico. Por Amando de Miguel

Suelen ser textos antológicos para calibrar la mentalidad nacionalista que casi siempre degenera en violencia. A través de ellos vamos comprendiendo que el nacionalismo se basa en el resentimiento.

José Luis Gutiérrez (periodista erasmista) me dice que cómo es que derrocho tanta paciencia con los nacionalistas arriscados que me escriben. Generalmente llegan parapetados en nombres camuflados, lo que les permite utilizar la cabeza para embestir. Suelen ser textos antológicos para calibrar la mentalidad nacionalista que casi siempre degenera en violencia. A través de ellos vamos comprendiendo que el nacionalismo se basa en el resentimiento.

El análisis presenta una aplicación muy práctica. Es un futurible, pero yo así lo veo. Supongamos que el PP ganara las próximas elecciones. Sería el momento para materializar una de esas visitaciones que hace Ibarreche a la Moncloa, pero ahora vendría no como jefe de Estado, sino como servidor del mismo. Imagino la escena. Rajoy dice al lendacari: "Tiene usted un mes para hacer que desaparezca la ETA y para que todos sus miembros y cómplices se entreguen a la Justicia. En el entretanto, usted se compromete a renunciar a las veleidades secesionistas. De no plegarse a esas dos exigencias, el Gobierno aplicará el artículo 155 de la Constitución y suspenderá las competencias del Gobierno y del Parlamento vascos". Por si alguien entendiera que ese decorado resulta un tanto fantasioso, diré que el País Vasco actual ha caminado ya un gran trecho en el sentido de la secesión política. El terrorismo y la amenaza de un referéndum son dos piezas de la maquinaria secesionista. Ambas piezas se mueven con el mismo objetivo de lograr que los vascos no nacionalistas se vayan del País Vasco. De paso, el nacionalismo gobernante en el País Vasco ha logrado erosionar del todo la idea de España. La palabra "español" ya solo aparece como insulto en los círculos sociales predominantes del País Vasco.

Por el otro lado, lo español se mantiene en el País Vasco por un reducido círculo en torno al PP. Son "los últimos de Filipinas", valientes ellos. A falta de otras razones para fundamentar el secesionismo, los nacionalistas vascos de todos los partidos (con la única excepción del PP) trabajan en la dirección de acabar con el idioma castellano. Presumen estos gudaris lingüísticos de ser bilingües, pero realmente son de lengua bífida. De momento, pueden sentirse orgullosos; han acabado con la idea de España en el País Vasco, por lo menos en los círculos oficiales y en los educativos. Prácticamente el País Vasco es ya independiente. Sin embargo, el idioma español no desaparece de Euskaherría. Los huesos de Unamuno se estremecen de emoción.

María Dolores Aguirre (Vizcaya) comenta que en su casa siempre se ha dicho que hablan español, no castellano. Compara la situación como si un francés dijera que no habla francés sino provenzal. Entiende que el vascuence que se habla realmente es distinto en la costa que en el interior, en Vizcaya o en San Sebastián. Doña María Dolores tuvo que aprender vascuence para optar a una plaza en el Hospital de Basurto. En la oposición se puntuaba tanto saber vascuence como toda la carrera de Medicina más el MIR y diez años de residencia en un hospital. No le sirvió de nada aprender el euzkera. Sus compañeros del hospital la llamaban "perra española", lo que hizo que abandonara el trabajo.

Nacho Gil narra su sorpresa al tratar de entrar en la web de la Generalidad de Cataluña. Cuando se teclea www.gencat.es no funciona; hay que teclear www.gencat.cat. Comenta don Nacho: "Otro gran avance necionalista con nuestros impuestos (soy catalán)".

Jesús Hernández (Hospitalet de Llobregat, Barcelona) da cuenta de la extraña habilidad de la casa Vodafone. Publica unas tarifas dirigidas especialmente a los inmigrantes hispanoamericanos... en catalán. En las tiendas Vodafone ponen unos carteles para animar a los hispanoamericanos a que llamen a sus familias del otro lado del Atlántico. Los textos de esos carteles están también en catalán. Mi comentario expresa una doble perplejidad. (1) Vodafone se adapta maravillosamente al Gobierno, no a los clientes. Es una curiosa manera de entender la "responsabilidad social corporativa". (2) Los nacional-socialistas del Gobierno catalán estarán satisfechos con su política de inmersión lingüística.

Es inacabable la lista de testimonios sobre la batallona cuestión de las lenguas españolas. Se suma el de Carlos Iradier Larrea (nacido en Barcelona):

Después de muchos años viajando por este mundo de Dios, puedo dar fe de que el catalán que aprendí en mi niñez no me ha servido absolutamente para nada, si exceptuamos una visita que realicé al Centro Catalán de Caracas, donde pude practicarlo durante quince minutos. El resto de mis 70 años de uso de razón me he comunicado fácilmente con la gente mediante el castellano (o español) y el inglés. Mi cuñado Álvaro, de La Coruña, prefiere hablar castellano cuando visita Lisboa, ya que le entienden mucho mejor [que con el gallego]. ¿Cuando dejarán algunos españoles de hacer el ridículo con sus nacionalismos trasnochados? Esperemos que recuperen pronto el uso de razón.

José Mará Navia-Osorio se revuelve contra un libertario galleguista cuya crítica se ha recogido en este rincón. Don José María opina que bien está ser bilingüe; por ejemplo, gallego y castellano:

Al ser bilingüe puede hacerse entender en más países. No creo que nadie se lo niegue, es la riqueza del bilingüismo, que es lo deseable y una suerte para quienes aprenden desde la cuna ambos idiomas. Es la misma suerte que tienen los niños españoles cuya madre es inglesa o francesa; son bilingües sin esfuerzo, una situación envidiable. Tiene razón al afirmar que el gallego es uno de los idiomas universales que se hablan en España. Lo que no tengo tan claro es que, como él dice, un gallego de Corcubión se entiende con un brasileño de Recife mejor que un santanderino con un cubano. Lo dudo pero no es cosa de enfadarse por ese asunto. De todas maneras es una bendición no ser nacionalista porque cuando escribo o discuto sobre estas cosas de la lengua lo paso muy bien y me río y en cambio los pobres nacionalistas se pillan unos berrinches terribles y lo pasan mal. Aunque los que de verdad lo pasan mal son los niños castellano-parlantes catalanes que ya no pueden hablar su idioma ni en los recreos del colegio. Aquí pasamos de las bromas a palabras mayores.

El nacionalismo no solo afecta a las regiones llamadas bilingües o históricas. Hay también un nacionalismo localista, de campanario. José María Navia-Osorio nos ilustra al respecto:

A los nacionalistas lingüísticos les falta sentido del humor. No hay más que leer los correos agresivos que le envían. Es como si tuvieran complejo de inferioridad y creyeran que el resto de los españoles no tuviéramos mejor cosa que hacer que ocuparnos de ellos. Hace muchos años les pasaba lo mismo a los gijoneses con respecto a Oviedo. Muchos pensaban que los ovetenses no teníamos mayor ocupación que ofenderles. El periódico El Comercio tenía un director cuyo éxito radicaba en denunciar los atropellos de los de la capital. Era el oráculo del gijonismo, aunque había nacido en Galicia. Cuando consiguieron cambiar el nombre de provincia de Oviedo por Asturias los agravios se multiplicaron. Como mi mujer es de Gijón, yo leía muchas veces ese periódico en casa mis suegros. Recuerdo la columna indignada del director del periódico que denunciaba que un gijonés había recibido una carta en la que se leía " Gijón (Oviedo)" lo que más le ofendía era que la carta había llegado a su destinatario porque el cartero había cometido el cuasi delito de no devolverla por "dirección desconocida". También solían montar numeritos cuando en los aeropuertos se referían al "aeropuerto de Oviedo". A veces iban a protestar a los mostradores de información y pedían la hoja de reclamaciones.

El nacionalismo aldeano tiene su representación asturiana en la exaltación de su lengua privativa. Don José María lo sigue viendo con ironía:

Pero si se trata de tirar el dinero haciendo oficial el asturiano que no cuenten conmigo. Y que tampoco pretendan "normalizar" mi lengua autóctona, que no materna. Pero si se trata de hablar asturiano el idioma que yo me sé es el que oí de niño, no el que pretenden imponer los "académicos de la LLingua". Los académicos utilizan muchísimas palabras que yo no entiendo, entre otras cosas porque siempre buscan la palabra que menos se parezca al castellano, para que los "extranjeros" no nos entiendan.

Cuando el asturiano sea co-oficial a los funcionarios se nos exigirá un certificado de que sabemos hablarlo. El certificado lo dará la Academia de la LLingua. Les tendremos que pagar unos derechos de examen. Nos suspenderán porque no sabremos hablar nuestra lengua materna (vaya madres tan raras tuvimos, debían ser mudas o polacas). Nos darán clases, pagando claro, para que aprobemos. Como son muy generosos a lo mejor no nos obligan a examinarnos y bastará con que acreditemos haber ido a un curso de Llingua asturiana que no será gratuito.

Libertad Digital - Opinión - Amado de Miguel - 16/11/2007

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