miércoles, 28 de noviembre de 2007

La chica de Qatif

Los que siguen estos comentarios saben que hace años que pido inútilmente una ruptura radical con el régimen de Arabia Saudí. Tanto por escrito como en la radio vengo diciendo que a los déspotas que desde hace un siglo afligen aquel lujoso yermo y administran su oleaginosa riqueza deberían prohibirles la entrada en España y el estiaje en Marbella. Y que la cobardía de todo Occidente, empezando por EEUU, al no plantar cara a un régimen que puede ser un aliado eventual pero que es enemigo mortal de las libertades, sólo puede favorecer la causa del islamismo radical al que los saudíes financian y perjudicar a quienes en los países que padecen el islamofascismo, luchan contra él.

Sin embargo, el poder de intimidación del islam en las sociedades más laicas e incluso en los sectores más cristianos ha llegado a tal extremo que la derecha no se atreve a atacar la tiranía en nombre del Corán cuando se produce en Riad y la izquierda no osa atacar a un régimen al que siempre vincula con los intereses petroleros, políticos y militares de EEUU. Los progres están demasiado ocupados defendiendo a Hamas, a Irán, a sus íntimos aliados Chávez, Kirchner o Castro, para ocuparse de la chica de Qatif, esa muchacha saudí violada por siete hombres en un aparcamiento pero que ha sido condenada a 200 latigazos que pueden causarle la muerte. ¿Razón? La ley islámica castiga que estaba dentro de un coche con un hombre que no era de su familia, un exnovio que tenía fotos que ella, esta pobre mujer, quería rescatar antes de su boda.

No es cierto, como aducen puntillosamente los especialistas, que la chica de Qatif haya sido condenada por ser violada. Cierto. Es muchísimo peor: la condenan, quizás, a la muerte física, y, sin quizás, a la muerte civil por estar en un coche con un hombre al que no pertenece, como si esa mujer fuera un bulto o una mercancía, dentro de ese esclavismo generalizado que padece la mujer en los países islámicos. No sólo en ellos, desde luego, pero sí en todos ellos, más que en cualquier civilización importante y sin aspecto de mejorar nada. Y esa ley monstruosa, inhumana aunque -o quizá porque- se proclama divina, es como una violación continua a media población por parte de la otra media.

Pero ni siquiera con la excusa de que los déspotas de Riad son amigos de Bush se ha producido una manifestación importante de las feministas de guardia, de las políticas de cuota y de las diversas especies titiriteras. Por desgracia, no sólo los progres brillan por su ausencia ante un islam liberticida al que se abrazan como sustituto del comunismo en su lucha a muerte contra los valores de Occidente, sino que la derecha que los defiende tampoco se hace notar en la calle, los medios o el Parlamento.

¿Para cuándo una moción pidiendo la ruptura de relaciones con los déspotas saudíes?

Federico Jiménez Losantos, Comentarios Liberales
Libertad Digital, 28-11-2007

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