viernes, 12 de enero de 2007

Trágico presidente

José Luis Rodríguez Zapatero, al que un diario anglosajón acertó a definir como «presidente por accidente», en alusión a su llegada al poder manipulando la masacre del 11-M, está a punto de convertirse en uno de esos personajes trágicos cuya estadía en el poder acarrea desgracias a un país durante varias generaciones, tal es el daño producido por unas decisiones políticas tan obcecadas como erróneas.


Fernando VII, al abolir la heroica Constitución de Cádiz, desterrar a los liberales por dos veces y no aclarar su sucesión, es quizás el más terrible ejemplo de cómo la nación española puede arrastrar durante tres generaciones y tres guerras civiles entre liberales y carlistas una desdicha tan terrible como la de haber tenido a Tigrekán I, El Rey Felón, entre sus monarcas.

Pues bien, Zapatero va camino de convertirse en el Fernando VII de nuestra moderna democracia. En apenas tres años ya ha destrozado el régimen constitucional de 1978, acaso el más sólidamente fundado desde la Pepa de 1812. «La musa del escarmiento» que invocaba Azaña en sus Memorias hizo que los españoles entendieran la lección de la Guerra Civil y la dictadura posterior, no menos dictadura si hubiera ganado el otro bando. De ahí el consenso, la Transición, la Constitución del 78 y una alternancia en el poder que sólo en 2004 tuvo aspectos dudosamente legítimos, aunque legales.

Pero desde que llegó a La Moncloa, acaso antes, Zapatero está empeñado en la creación de un régimen al estilo del PRI o de esa II República que, de la mano del PSOE, nos llevó a la Guerra Civil. Su empeño en forjar una alianza infame con ETA y los separatistas para marginar al PP e impedir cualquier alternancia democrática nos ha llevado a la miserable cadena de hechos que culminaban, hasta ahora, en el atentado de Barajas.

Pero todos los días, como Fernando VII, Zapatero hace más siniestro su legado. Ayer volvió a definir la hazaña de ETA en el aeropuerto de Madrid como un «trágico accidente», demostrando que, o no está en condiciones psicológicas de asumir sus responsabilidades, o carece de la más elemental altura ética para dirigir a la nación por las tormentas que él mismo ha desatado. Ha dicho muy certeramente Alcaraz, el presidente de la AVT al que Zapatero ha perseguido desde que llegó al poder, que «habla, siente y padece como los propios terroristas y quienes les apoyan». Y es muy cierto.

En su descargo, podría alegarse que vive en estado de shock desde el ridículo cosechado cuando le volaron el parking de Barajas 12 horas después de que anunciara un año aún mejor que el anterior en lo que al terrorismo se refiere. Roto el consenso, rota la unidad antiterrorista, rotas cada una de las manifestaciones en respuesta a la ETA, rota la nación, Zapatero, trágico presidente por accidente, es el Fernando VII del siglo XXI.

Federico Jiménez Losantos, Comentarios liberales
El Mundo, 12-01-2007


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