martes, 26 de diciembre de 2006

Epílogo feliz al cuento de Navidad

Como el epílogo feliz que le habría gustado escribir al director de EL MUNDO en su Cuento de Navidad del pasado domingo, los dos agentes de la Policía Nacional, encarcelados por Del Olmo, pudieron salir de prisión para celebrar la Nochebuena con sus familiares.

Un empresario que desea permanecer en el anonimato se presentó el día 24 en el sindicato policial para aportar en metálico los 70.000 euros que faltaban para completar la fianza exigida por el juez. Los restantes 230.000 euros habían sido recaudados gracias a la contribución de más de 5.000 ciudadanos que, en estas fechas, han protagonizado un hermoso y solidario gesto hacia estos dos agentes.

Correspondiendo más allá de la profesionalidad al ahinco de nuestro periódico y a la generosidad de todos ellos, Cajamadrid abrió una de sus oficinas para extender el talón conformado que exigía la Justicia. La carrera contra reloj concluyó en el despacho del juez Del Olmo, que casualmente estaba de guardia. El magistrado intentó poner todo tipo de trabas burocráticas para no poner en libertad a las policías, pero se vio obligado a hacerlo cuando tuvo el cheque y el dinero restante en sus manos.

Un desenlace a tono con el espíritu navideño, que pone en contraste la humanidad y la solidaridad de esos miles de ciudadanos frente a la mezquindad de los responsables de Interior, la Fiscalía de la Audiencia Nacional y el juez Del Olmo, que han quedado retratados estos días.

No es exagerado decir que los agentes Celestino Rivera y Jesús Parrilla han sido objeto de una arbitrariedad sin precedentes por tres razones. La primera, por su encarcelamiento con débiles e inconsistentes indicios de un delito de revelación de secretos. La única prueba es que Rivera expresó su preocupación a este periódico de que el delito de tráfico de explosivos quedara impune. La segunda razón es que la prisión preventiva no estaba justificada por la gravedad del delito. Y la tercera, la disparatada fianza de 150.000 euros por persona, el triple de la impuesta a señalados dirigentes de Batasuna.

Por añadidura y para colmar esos agravios comparativos, la injusta sanción de empleo y sueldo impuesta por Interior. ¿Por qué Rubalcaba no ha actuado con el mismo criterio con Santano y compañía, imputados por delitos más graves?

La respuesta es muy sencilla: Interior pretende amedrentar a los policias honestos que puedan estar tentados a denunciar irregularidades o corrupción.

Esta vez, la sociedad civil, estimulada por nuestro periódico, la Cope y otros medios, ha ganado la partida a esa maquinaria de poder que opera de forma implacable con quien se le enfrenta. Como en el cuento de Dickens, y sin que sirva de precedente, el espíritu de la Navidad ha triunfado en este sórdido episodio.

Editorial de El Mundo, 26-12-2006

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