Impedir el derecho a trabajar viola los derechos individuales de los empleados de los colectivos de la nación.
NO hay mucho ambiente en la calle ante la huelga del día 29. Unos, porque no les parece oportuna, otros, porque no les inspiran confianza los líderes sindicales que la han convocado y no pocos, porque no pueden permitirse perder el salario de ese día, el caso es que el entusiasmo es mínimo. Ni siquiera en las organizaciones sindicales. Ya conocen el comentario de Fernández Toxo: «Una putada». Como se va al dentista, porque no hay otro remedio, tras la putada que les ha hecho el Gobierno con los recortes.
En realidad, estamos ante una huelga que no gusta a nadie. El Gobierno ha tomado las medidas de ajuste porque se las imponía Bruselas. Los sindicatos han convocado la huelga porque tenían que reaccionar para salvar la cara y el público general, por alguna de las tres razones arriba descritas. ¡Con lo bien que vivíamos todos, el Gobierno convencido de que su única tarea era acabar con el PP, los sindicatos conchabados con él y los españoles convencidos de que éramos ricos! Hasta que la puñetera crisis vino a acabar con ese castillo de naipes.
En realidad, estamos ante una huelga que no gusta a nadie. El Gobierno ha tomado las medidas de ajuste porque se las imponía Bruselas. Los sindicatos han convocado la huelga porque tenían que reaccionar para salvar la cara y el público general, por alguna de las tres razones arriba descritas. ¡Con lo bien que vivíamos todos, el Gobierno convencido de que su única tarea era acabar con el PP, los sindicatos conchabados con él y los españoles convencidos de que éramos ricos! Hasta que la puñetera crisis vino a acabar con ese castillo de naipes.
Los sindicatos son los más apurados. De no actuar, y fuerte, quedará al descubierto lo que son: un grupo más de presión, y ni siquiera de la entera clase trabajadora, sino sólo de los trabajadores con empleo fijo, cada vez menos, y de sus dirigentes, arropados por los «liberados» y por cuantos en «cursos de formación» o actividades similares viven del dinero del Estado. De ahí que se la jueguen en esta huelga y hayan puesto a todo vapor su maquinaria para que sea un éxito. Una baja de participación evidenciaría lo poco que pintan.
Y como son conscientes del ambiente que reina en la calle, esto es, de los muchos que están dispuestos a acudir al trabajo, tratan de impedírselo, dejando en la mínima expresión el transporte público, que es el medio usual de desplazamiento para la inmensa mayoría de la población. Es decir, que si muchos no llegan a su trabajo, no es porque no quieran, sino porque no pueden. Lo que nos conduce a un viejo problema no resuelto: el de los servicios mínimos, sobre todo en los transportes públicos. Pues si hay un derecho a la huelga, hay también un derecho a trabajar. Impedir este último viola los derechos individuales de esos trabajadores y los colectivos de la nación. No hay derecho superior en una democracia, donde el bien común prevalece sobre cualquier otro. Pero resulta que la huelga sigue sin regular, siendo fundamental. Más, cuando el derecho a la huelga incluye el derecho a hacer huelga a la huelga. Pero pedir a nuestros políticos que se ocupen de las cosas trascendentales es pedir peras al olmo. Ellos, a lo suyo, las próximas elecciones.
Y como son conscientes del ambiente que reina en la calle, esto es, de los muchos que están dispuestos a acudir al trabajo, tratan de impedírselo, dejando en la mínima expresión el transporte público, que es el medio usual de desplazamiento para la inmensa mayoría de la población. Es decir, que si muchos no llegan a su trabajo, no es porque no quieran, sino porque no pueden. Lo que nos conduce a un viejo problema no resuelto: el de los servicios mínimos, sobre todo en los transportes públicos. Pues si hay un derecho a la huelga, hay también un derecho a trabajar. Impedir este último viola los derechos individuales de esos trabajadores y los colectivos de la nación. No hay derecho superior en una democracia, donde el bien común prevalece sobre cualquier otro. Pero resulta que la huelga sigue sin regular, siendo fundamental. Más, cuando el derecho a la huelga incluye el derecho a hacer huelga a la huelga. Pero pedir a nuestros políticos que se ocupen de las cosas trascendentales es pedir peras al olmo. Ellos, a lo suyo, las próximas elecciones.
ABC - Opinión