Alavedra y Prenafeta, tal para cual, son nombres inseparables del tiempo en que Jordi Pujol era president de la Generalitat. Eran sus manos más largas y sus intérpretes y mensajeros más fieles. Interlocutores indispensables para quienes, desde dentro, aspiraban al progreso económico o, desde fuera, intentaban asentarse en Cataluña. Grandes personajes de CiU. Ahora, Oriol Pujol, hijo del Pujol al que llamábamos molt honorable -otra expresión polisémica -, en su calidad de portavoz de CiU en el Parlament, acaba de anunciar la suspensión de militancia de los dos notables de su partido que, junto con otros del PSC, están imputados en la trama de corrupción urbanística de turno, algo inseparable del folclore nacional e hiperdesarrollado a orillas del Besós. En un gesto de singular ternura y evidente compañerismo, el hereu del ex president, veterinario de carrera, ha manifestado el «apoyo y afecto» de su partido hacia los suspendidos de militancia.
Hace noventa años, Julio Camba, magistral y preciso, escribía en estas páginas que los catalanes «ayudados del mar, de la tierra... y de los aranceles han pasado del periodo heroico al periodo industrial. (...) Su cocina es sabrosa y barata. Su moral es menos austera que la moral de Castilla, y también es barata». ¿Qué podría añadir yo, que sólo soy de La Coruña, al certero y magistral diagnóstico de Camba que, además de ser de Pontevedra -de Villagarcía de Arosa-, es paradigma incuestionable en este pobre oficio de contar lo que pasa y tratar de valorarlo sin demasiadas ofuscaciones?
ABC - Opinión
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