Los primeros síntomas aparecieron con la derrota del PP en las elecciones generales del 2008, cuando Esperanza Aguirre se presentó en sociedad como alternativa a la resignación (“Yo no me resigno”). O sea, como alternativa a Mariano Rajoy. Todo se quedó en un ruidoso amago. Pero el daño ya estaba hecho. Y desde entonces la presidenta madrileña ha sido una agitadora permanente contra el liderazgo de Rajoy, siempre dispuesta a explicar por qué con este candidato el PP nunca le ganará las elecciones al PSOE.
El marianismo se recostó en Valencia para apuntalar su vocación de supervivencia. Allí estaba su amigo Camps, que le ofrecía un sólido anclaje electoral e institucional. También puso sus complacencias en Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid y enemigo íntimo de Esperanza Aguirre, por aquello de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Ahí están los cuatro protagonistas drama: Rajoy, Camps, Aguirre y Gallardón. En torno a ellos entran y salen los actores secundarios y las estrellas invitadas: Rodrigo Rato, Ignacio González, Manuel Cobo, Ricardo Costa, Manuel Fraga, José María Aznar etc. Y como escenarios de la crisis interna, el caso Gürtel y la batalla por la presidencia de Cajamadrid.
El antimarianismo de guardia la presenta como una crisis de liderazgo. Nadie tan elocuente como Manuel Pizarro y su fábula pastoril: si el pastor no va delante las ovejas se desparraman. Calla Pizarro que en el rebaño hay lobos con piel de cordero y carneros disfrazados de ovejas. Se admiten apuestas sobre el disfraz que le cuadra a Aznar, otro de los que se apuntan a la falta de liderazgo como la clave de la vigente crisis interna del PP. Al ex presidente del Gobierno también le ha dado por hacer pedagogía de manual: partido, proyecto y líder. Tres elementos imprescindibles para la conquista del poder. Uno de cada, claro. Lo que no puede haber es dos proyectos, dos partidos y más de un líder.
Cráneo privilegiado el de Aznar. Aunque no hacen falta tantos rodeos para hacerle esta entrada sucia a su sucesor, que no es la primera. Bastaría con que dijese con toda claridad si siente que acertó o se equivocó con Mariano Rajoy. Es decir, si le reconoce o no como su propia criatura política. Y así todos sabrían a qué atenerse en el PP cuando, en medio del desaliento de la militancia y la sensación de jaula de grillos que está transmitiendo como partido, suenen algunas voces pidiendo un congreso extraordinario para confirmar en la presidencia a Mariano Rajoy o, en su caso, buscarse otro pastor para mantener unidas a las ovejas.
el confidencial - Opinión
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