Quizás no haya que esperar más de cuatro décadas, lo que ha tardado en llegar el espectacular giro en el caso de la muerte del estudiante izquierdista Benno Ohnesorg, abatido a tiros por el policía Karl Heinz Kurras. Fue durante una manifestación el 2 de junio de 1967. El asesinato de Ohnesorg -a manos de la policía «capitalista y fascista»- fue el detonante del movimiento violento de protesta que sacudiría a Alemania. Y generó las bases para el terrorismo alemán, tanto del llamado significativamente «2. Juni» como de la Fracción del Ejército Rojo (RAF) que durante muchos años mantuvo en estado de excepción -en algún momento contra las cuerdas- a la RFA. La muerte de Ohnesorg dividió a la sociedad, puso en riesgo la democracia y causó la muerte de decenas de inocentes. Ahora, 42 años después -como resultado del análisis de los archivos de la policía política (Stasi) de la Alemania comunista (RDA)- se ha sabido que Kurras, el policía que disparó a matar a Ohnesorg, era un miembro de la Stasi infiltrado en la policía de Berlín oeste. Kurras, de 81 años, ya ha confesado. Al izquierdista Ohnesorg lo mató la izquierda comunista. Para desestabilizar a la RFA, sembrar el odio y cambiar su historia. Aquí y ahora no se trata de hacer paralelismo alguno. Eso sí, Zapatero muestra ya en los mítines la mirada trastornada y el rictus descompuesto de los líderes bolcheviques de provincias cuando amenazaban al enemigo y acusaban al traidor de impedirle cumplir con brillantez su plan quinquenal. Impotente, vierte odio y discordia por doquier. Es peligroso. Dentro y fuera pueden aprovechar su siembra quienes no nos quieren bien. Alguien debiera advertírselo. Pero me dicen que Zapatero ya sólo escucha las voces que oye en su interior.
ABC - Opinión
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