Es evidente que, además, el ambiente social no acompaña a los socialistas. La crisis ha hecho más exigentes y desconfiados a los ciudadanos frente a manipulaciones propagandísticas. Cuando la situación económica era favorable, resultaba fácil cargar contra la derecha. Ahora, el desprestigio de la izquierda como gobernante parece estar variando el sentido de la percepción de los electores, algo que se refleja incluso en el grado de conocimiento y de valoración de los cabeza de lista al Parlamento europeo. Mayor Oreja es mucho más conocido que Juan Fernando López Aguilar y algunos sondeos lo sitúan por delante en valoración popular, rompiendo así la tendencia que lastra a los candidatos del PP y pese a la contumacia socialista en presentar al ex ministro del Interior como representante de la derecha dura y extrema. No era difícil prever que la imagen pública de Jaime Mayor Oreja seguiría vinculada a grandes logros en la lucha contra ETA y a una forma muy serena de hacer política. Los socialistas no han intuido correctamente el cambio de ciclo y hasta sus guiones para los vídeos de campaña siguen anclados en 2004, aparte de generar efectos en contra por describir una Europa ultra y hostil, que ofende la imagen de nuestros socios europeos.
También es probable que el PSOE se esté resintiendo de la falta de perfil político en algunas de sus más recientes incorporaciones, tanto a la dirección del partido como al Gobierno, lo que no ha impedido que asuman importantes responsabilidades, quizá excesivas para sus méritos previos. Aun así, el PP no debe dar por ganadas estas elecciones, porque el PSOE también es una marca política sólida, asentada en una amplia organización. Pero Zapatero va a necesitar algo más que vivir de las rentas de su partido para ganar el 7-J.
ABC - Editorial
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