Como aquí el Partido Socialista, Obama y su equipo han decidido apostar por una precampaña dirigida a la parte más extrema de su electorado, a las minorías y, ahora, a los indignados norteamericanos, aún más ridículos, si cabe, que los nuestros.
La decisión contrasta con el estilo de la campaña del 2008, cuando los demócratas vertían sobre los electores eslóganes balsámicos e insignificantes, destinados a recoger un sufragio lo más amplio posible. Indica, como en el caso español, un notable grado de desesperación e incluso una punta de pulsión suicida que no augura nada bueno para el estado de salud, por así decirlo, de Estados Unidos.
Por eso no ha sido buena la noticia de que Chris Christie se retiraba de la carrera para la candidatura republicana. Christie es el gobernador de New Jersey, hombre arquetípico de un Estado caracterizado por su voluntad de atenerse a la realidad de los hechos, por su claridad, su franqueza… su prosaísmo, se podría decir, frente a los altos vuelos líricos, tan inanes y zapaterescos, del actual presidente. Nada de eso impide a Christie tener posiciones propias en muchos aspectos. Tal vez por su apego a la realidad de las cosas, Christie es un hombre moderado, centrista, dialogante y nada dogmático.
Ha sido eso, sin duda, lo que le ha llevado a retirarse de la carrera electoral. Las bases republicanas están exasperadas por la política de Obama, y responden al estímulo con una dosis extra de radicalismo. Sin embargo, lo que sirvió para movilizar al electorado en 2010, cuando el Partido Republicano parecía a punto de colapsarse, no sirve para elegir una figura de significado tan universal, en cierto sentido, como es el presidente. Christie parecía hecho a propósito para conseguir este sufragio.
Por otro lado, frente a la capacidad de destrucción de los soñadores hace falta alguien capaz de presentar una gran idea, un horizonte de cambio que devuelva la confianza a la gente. Desde esta perspectiva, Rick Perry, gobernador de Texas, presenta algunas bazas notables que empañan las salidas de tono excéntricas que le enajenarán a los electores más templados: una de las bazas del Tea Party fue no meterse en asuntos morales. Mitt Romney, el antiguo gobernador de Massachussets, parece ahora el más presidenciable, pero tiene un perfil tecnócrata que no acaba de hacer de él un candidato verosímil en un país en el que el presidente tiene que suscitar la identificación de sus compatriotas. Quizás el hispano Marco Rubio, como vicepresidente, pueda echarle una mano, y así se va preparando para cuando los hispanos volvamos a tomar toda América.
Va emergiendo Herman Cain, modelo del hombre hecho a sí mismo, empresario de éxito, con los pies en el suelo y capacidad para infundir confianza. Es cierto que Cain carece de experiencia política, pero eso mismo, en un momento en el que se requiere cambiar las formas políticas de los últimos años, puede acabar convirtiéndose en una ventaja. Como se ve, entre España y Estados Unidos hay diferencias inmensas pero también algunas similitudes.
La Razón – Opinión