domingo, 15 de agosto de 2010

Palabras que matan. Por José María Carrascal

No es sólo que nuestra recuperación sea debilísima y nuestro presidente, poco fiable.

HAY frases suyas que merecen entrar en la antología del disparate político. Como aquella de «Catalanes, os daré lo que salga de vuestro parlamento». O aquella otra: «El accidente de ayer en Barajas», referido al atentado terrorista que costó dos vidas. El tiempo nos dirá si hay que incluir también en ellas la de «Tomás Gómez es bueno. Trinidad Jiménez, buenísima». Frases que resumen su insensatez e ignorancia, su improvisación y falta de principios. Para él, las palabras son meras pegatinas que se ponen a los problemas, sin otro valor que el de las hojas secas que se lleva el viento.

Pero si en España estas frases del presidente del Gobierno se toleran, en el extranjero se toman muy en serio, y la última: «Hay margen para recuperar algunos de los recortes en obras públicas», ha tenido el efecto de uno de esos tornados que no dejan títere con cabeza a su paso. La Bolsa se ha pegado un batacazo mayúsculo y la prima de riesgo del bono español se disparó hasta los 187 puntos, con lo que todo lo que habíamos adelantado con las pruebas de riesgo de nuestros bancos se perdió de golpe. ¿Por qué lo dijo? Posiblemente, pensó que la caída de los intereses de nuestra deuda conseguida con el duro plan de ajuste le permitiría suavizarlo, y se apresuró a anunciarlo. Pero, como todo el que vende la piel del oso antes de haberlo cazado, lo que consiguió fue justo lo contrario: la vuelta de las dudas hacia España y hacia su deuda. Con lo que se queda sin margen para inversiones en obras públicas y regresamos al furgón de cola europeos donde estábamos hace un mes.


No es sólo que nuestra recuperación sea debilísima y nuestro presidente, poco fiable. Es que está haciendo lo que hace de mala gana, que es la peor forma de hacer las cosas. Como en su negociación con ETA o con la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto catalán, en la crisis económica ha tenido que aceptar los hechos porque no le quedaba otro remedio y tomar las medidas de ajuste porque se las han impuesto. Pero a la menor, vuelve a las andadas. En el fondo y en la forma, todo apunta que sigue convencido de que sus planes son los correctos, mientras todos los demás están equivocados. Y es que las personas como él no tienen remedio. Desasociados de la realidad al no haber tenido nunca que lidiar con ella, con cuatro ideas fijas en la cabeza que no han removido ni remozado desde su primera juventud, navegan por el mundo como sonámbulos, convencidos de su superioridad e impávidos ante sus fracasos, por grandes y evidentes que sean. Por lo general, son inofensivos e incluso divertidos por la magnitud de sus dislates. Excepto cuando llegan a una Presidencia de Gobierno.

ABC - Opinión

0 comentarios: