Según mi amigo economista, el capitalismo tradicional sostenía que si tú tienes dos vacas y vendes una por un poco más de lo que había costado, compras un toro con las ganancias y se lo presentas a la vaca que te queda que, tras haber leído un folleto de educación sexual para adolescentes, decide compensarte con un embarazo no deseado –el ser vivo ternerita–, entonces ganarás un poco más de dinero que podrás invertir en más vacas… El ciclo sin fin. Pero este método, que precisaba de trabajo, buena suerte, paciencia y honradez, es cosa del pasado y ya nadie lo practica. Economía rusa: tú tienes dos vacas pero lo que te gustaría es tener cinco vacas porque crees que te lo mereces y porque el estado te exige tener cinco vacas. Cuentas tus dos vacas y te salen cinco vacas. Para asegurarte vuelves a contar y te salen trescientas cuarenta y siete vacas. Cuentas de nuevo y te sale una vaca. Miras la botella de vodka Stolichnaya y suspiras.
Economía italiana: tú tienes dos vacas. Te parece que las vacas no están bien diseñadas. Dios tiene su delegación terrenal al lado de Roma, y piensas que hasta Él se hizo ayudar por grandes estilistas como Miguel Ángel para exportar correctamente Su producto, de modo que contratas a una modista, un delineante, un diseñador y un arquitecto milanés. Pintan, pelan, asean y decoran a tus dos vacas. Su leche es lo de menos. Convierten a las vacas en unas piezas de sugerentes líneas redondeadas que transmiten perfectamente los valores de lujo y calidez además de lucir una línea vanguardista, funcionalidad y conexión con la naturaleza. Te asocias con una firma holandesa que se encarga de exportar a China cientos de miles de vacas en diferentes acabados y gran variedad de coloridos. Tus dos vacas mueren de estrés sobre unas láminas de espuma técnica fonoabsorbente, pero para entonces tu marca, Vacasace, ya es famosa en el mundo entero y tú reconoces, en una cena en Mónaco con lo mejorcito de las casas reales europeas, que a ti las vacas siempre te han importado un bledo. Economía española: tú tienes dos vacas porque te las dejó en herencia tu tío Arsenio, que era funcionario. Sabes que tienes dos vacas porque lo leíste en el testamento, pero no sabes dónde se meten las vacas. A veces oyes un cencerro al atardecer, pero cuando acaba el partido de fútbol que están retransmitiendo gratis por la tele y te decides a asomarte a la puerta de la calle, ya han desaparecido otra vez las puñeteras vacas. Tu cuñado dice que, en realidad, las vacas son una entelequia inventada por el director de la caja de ahorros del pueblo, un especulador, y que deberías denunciar al ayuntamiento por permitir que las vacas anden sueltas por la calle y que así presionas al poder y a lo mejor consigues un crédito del ICO y te puedes comprar dos vacas. Pero te cuesta creerlo y, además, mañana es puente.
La Razón - Opinión
1 comentarios:
Ángela cada día más cerca de Ítaca
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