jueves, 2 de diciembre de 2010

Reformas. ¿Por qué vamos a creer a Zapatero?. Por Emilio J. González

Zapatero probablemente va a hacer todo lo que ha dicho. El problema es que, con ello, no entra en las verdaderas raíces de nuestros problemas, que son las que hay que atacar.

El presidente del Gobierno acaba de anunciar una minibatería de medidas para combatir la crisis, entre las cuales destacan una rebaja de impuestos a las pymes, la supresión de la ayuda de 420 euros a los parados que hayan perdido el derecho a la prestación por desempleo y la privatización parcial de Aena y Loterías del Estado. Con ello Zapatero pretende dar la idea de que está haciendo todo cuanto se halla en su mano para superar los graves problemas que sufre nuestra economía. ¿Por qué vamos a creerle?

Lo que acaba de anunciar Zapatero, de entrada, es algo que podía haber dicho y hecho hace mucho tiempo. Sin embargo, hemos tenido que esperar hasta que la evolución de la prima de riesgo ha puesto a la economía española al borde del colapso para hacerlo. ¿Qué revela esto? Pues que ZP sigue jugando con Bruselas, con el BCE y con los mercados y no está dispuesto a tomar ninguna decisión hasta que las cosas ya son insostenibles. Su estrategia es guardarse estos conejos en la chistera para sacarlos cuando la economía española está al borde del precipicio y, con ello, tratar de ganar un poco más de tiempo. Se trata de dar satisfacción a los mercados cuando las cosas ya están al límite y a las autoridades europeas cuando éstas exigen medidas a cambio de su intervención a favor de nuestro país. Porque, no nos llamemos a engaño, la reducción del diferencial de tipos con Alemania que se inició desde que ayer llegó a los tres puntos porcentuales no es, precisamente, un ejercicio de confianza en Moncloa y su inquilino, sino el resultado de las intervenciones del Banco Central Europeo comprando deuda española para evitar la crisis definitiva del euro. A eso, y no a otra cosa, obedece que los mercados hoy estén un poco más tranquilos. Y Zapatero, cómo no, paga el precio de la ayuda con este anuncio que podría haber realizado hace mucho tiempo, pero que se había guardado para una ocasión como ésta. Con esta forma de gobernar, no es de extrañar que la economía española vaya a la deriva y camino de estrellarse contra las rocas.


Además, como dice el refrán, una cosa es el dicho y otra el hecho, lo cual viene que ni pintado con relación a Zapatero. Porque desde que se desencadenó la crisis hace ya más de tres largos años, el presidente del Gobierno ha dicho y anunciado muchas cosas pero no ha hecho ninguna de ellas. No hay que olvidar que a principios de este año, cuando los mercados dieron a España su primer gran aviso, Zapatero prometió reformar el sistema de pensiones. Sin embargo, todavía no ha empezado a hacerlo ni, por lo que parece, tiene la menor intención de llevarlo a cabo. La Comisión Europea, no obstante, se lo exige, no tanto porque las pensiones sean el origen de nuestros graves problemas presupuestarios, que no lo son, sino porque, como ZP lo anunció, se ha convertido en la vara de medir la verdadera disposición del Ejecutivo a hacer lo que hay que hacer, a tomar las duras decisiones que hay que tomar, para salir de la crisis. Y como en Moncloa y en el Consejo de Ministros no hacen más que marear la perdiz con este asunto, aquí nadie confía en que Zapatero de verdad tenga la más mínima voluntad de apechugar con lo que tiene que apechugar para que salgamos de ésta.

Las cosas no van a cambiar porque el Gobierno, en esta ocasión, de verdad ponga en marcha las medidas que ha anunciado, en parte porque algunas de ellas no tienen coste político, como la rebaja de impuestos a las pymes o la privatización parcial de Aena y Loterías del Estado; en parte porque necesita dinero desesperadamente y la única forma de conseguirlo es empezando a vender los pocos muebles que quedan en la casa y dejando de pagar esa ayuda de 420 euros a los parados que han perdido el derecho a la prestación por desempleo (un programa que, en última instancia, no es más que el chocolate del loro en medio de tanta orgía de gasto público como hay en España).

Zapatero probablemente va a hacer todo lo que ha dicho. El problema es que, con ello, no entra en las verdaderas raíces de nuestros problemas, que son las que hay que atacar. De clarificar de una vez por todas las condiciones para que las empresas puedan acogerse al despido de 20 días por año trabajado, nada de nada. De auténticos recortes drásticos en el gasto estatal y autonómico para reducir de verdad el déficit presupuestario, ni palabra. Es más, esta misma semana el Gobierno ha vuelto a tirar otros 25 millones de euros con programas de ayudas como el de apoyo a los gays de Perú. De clarificar las cuentas de las entidades financieras dejando de sostener artificialmente los precios del suelo y la vivienda, aunque ello implique más de una quiebra de cajas de ahorros y de promotores inmobiliarios, ni la menor mención, pese a que, mientras no se aclaren estas cosas, los mercados financieros van a seguir cerrados para nuestra economía. ¿Por qué vamos a creer, entonces, en Zapatero y su voluntad de hacer lo que tiene que hacer para salir de la crisis? Porque mientras no aborde de verdad la reforma laboral, la del sector financiero, la del gasto público y la de las pensiones no hay nada que hacer.


Libertad Digital - Opinión

Lo del PSC y lo del PSOE. Por Edurne Uriarte

¿Fue el liderazgo de Zapatero? ¿Fue el nacionalismo de Montilla? ¿Quién es el culpable del batacazo histórico del PSC? Naturalmente, el PSC dice que fue Zapatero y el PSOE dice que fue el nacionalismo de Montilla. Como si el nacionalismo de Montilla y el liderazgo pro-nacionalista de Zapatero pudieran separarse. Pues si hay un rasgo que une la trayectoria de ambos partidos en la última década es la apuesta por el nacionalismo frente al españolismo. Bajo Zapatero en toda España y bajo Maragall y Montilla en Cataluña.

Con la incomodidad, eso sí, de una parte del PSOE que nunca vio con buenos ojos el nacionalismo de Zapatero y del PSC pero que tuvo que tragar porque el PSOE de Zapatero ganaba elecciones. Y que ahora, en el ocaso de Zapatero, tiene argumentos para influir en una evolución más españolista del partido. Comenzando por el rotundo fracaso del modelo nacionalista del PSC.


Es cierto que hay una enorme disparidad en el comportamiento de los votantes catalanes en Autonómicas o en Generales. Que el PSC cosechó un 26,8% del voto en el 2006, pero luego pasó al 45% en las Generales de 2008. Pero también es cierto que, desde 1999, el PSC está en caída constante en todas las Autonómicas hasta llegar al récord de este domingo mientras que se mantiene en Generales. O que los votantes catalanes cada vez lo son menos del PSC y más del PSOE.

O que es mucho más lo que perjudica el PSC al PSOE que al revés. No sólo en Cataluña sino en el resto de España donde ni entienden la conversión del PSC ni, sobre todo, están contentos con el fracaso de la alternativa nacionalista de Zapatero al cierre del Estado de las Autonomías del PP. De ganar las Generales por la diferencia en Cataluña a perderlas estrepitosamente en las demás Comunidades, en parte por Cataluña, y con el PSC hecho trizas. Es la perspectiva que ahora va a plantear el PSOE más españolista.


ABC - Opinión

Zapatero. ¿La izquierda trasnochada?. Por Cristina Losada

Propiciar una extrema polarización era condición necesaria, y se vio que suficiente, para atraer al desencantado habitante de la izquierda "romántica y trasnochada", que apenas abrevaba ya en ningún estanque.

No es nada semejante al "largo telegrama" del diplomático norteamericano George Kennan, aquel texto de 1946, de gran realismo y perspicacia, que fulminaba los "sueños de una feliz colaboración" con los soviéticos. Pero, ahora, cualquier mensaje filtrado adquiere, por el hecho de serlo, una relevancia injustificada. Es el caso del retrato de urgencia de Zapatero que la diplomacia estadounidense en España envió a Washington, en el que, a fin de orientarse en terreno tan abstruso, le describía como representante de una izquierda romántica y trasnochada. Para empezar por el final, diré que ese juicio hace pensar que los trasnochados, y hasta un pelín románticos, son los autores del comentario. Aunque habla en su favor una segunda y más atinada descripción del presidente como un político cortoplacista, sólo pendiente del cálculo electoral inmediato. Una y otra valoración casan mal. El romanticismo no se compadece con la calculadora.

Cosa distinta es que Zapatero pretendiera dotarse de la imagen que recogían, en los dos adjetivos, los diplomáticos. Si algo representa el José Luis Rodríguez que emerge a partir de 2001, cuando abandona el "cambio tranquilo", su papel de Sagasta y su pose de keynesiano con unas gotas liberales, para declararle al PP una guerra sin cuartel y sin prisioneros, es el intento del PSOE por hacerse con una identidad adversaria. Por diferenciarse de manera radical de su rival político y subrayar, en rojo, una frontera entre derecha e izquierda que se había vuelto borrosa y permeable. Propiciar una extrema polarización era condición necesaria, y se vio que suficiente, para atraer al desencantado habitante de la izquierda "romántica y trasnochada", que apenas abrevaba ya en ningún estanque. Y, en efecto, los socialistas lograron reagrupar el voto de "izquierdas". El elevado coste que, para la convivencia y el interés común, supuso la consecución de aquel propósito, es otra historia, que aún no ha llegado a su término.

Llámesele identidad o nuevo look, que también tiene su parte capilar y estética, la transformación se hizo con los materiales a mano. Arcaicos unos, posmodernos, otros, pero alejados todos de las coordenadas tradicionales de la izquierda. Escribía hoy un ex ministro de Blair en El Mundo que "la izquierda europea tiene políticas para las mujeres, para los homosexuales, para los niños, para los artistas, pero ¿las tiene para la clase obrera?". Ni las tiene, ni puede, ni quiere. Esa sí sería la izquierda trasnochada. No es la de ZP.


Libertad Digital - Opinión

Houdini ataca de nuevo. Por Fernándo Fernández

Zapatero no es Xavi. Sus movimientos no tienen el ritmo del Barça. Son más bien espasmos de supervivencia.

COMO en el mítico Sábado Noche, el presidente de gobierno vuelve a sorprendernos con una ilusión pasajera. La magia produce efectos inmediatos, pero necesariamente breves porque la ilusión no cambia la realidad, solo la disimula. Y no cabe ya confiar en que los ciudadanos españoles ni los acreedores internacionales se sientan hipnotizados por el personaje. Rodríguez Zapatero no es Xavi. Sus movimientos no tienen el ritmo, la elegancia ni la eficacia del Barça. Son más bien espasmos de supervivencia, juegos tácticos para ganar unos días, actos reflejos de quien prefiere esconderse antes que afrontar su declive político —Cataluña— y económico —el diferencial de la deuda—. Al menos Mourinho tuvo el valor de reconocer en público su ridículo.

Pese a los absurdos desmentidos de estos días, el presidente se ha sacado de la manga un nuevo paquete económico. Como sus innumerables ediciones anteriores, el programa contiene aspectos interesantes pero marginales. La confianza no mejora cuando un gobierno acosado improvisa una respuesta lateral. Menos aún cuando la presenta retando a la oposición a una pelea de gallos. Es de esperar que los populares no caigan en la tentación y aprueben lo que de sensato hay. Pero también que no se dejen amedrentar por las cínicas apelaciones a un patriotismo que se exige como apoyo incondicional a la última ocurrencia de la factoría de ilusiones de Moncloa. Lo presentado dista mucho de lo que exigen las circunstancias. Y las formas no son precisamente una invitación al diálogo sino un nuevo episodio de matonismo gubernamental.


Hay cosas positivas. El gobierno hace caja vendiendo activos, aunque no sean las islas del Egeo, para convencer a los inversores de que el Estado no es insolvente. Como lo hace a regañadientes, sin un programa consistente y negociado de privatizaciones, de enajenación de los muchos reductos del Estado productor no genera confianza. Se puede entender en alguien que ha personificado en el británico Cameron la respuesta neoliberal, pero no compartir. Porque no están los tiempos para nostalgias ideológicas y son más de cuatro mil las empresas, fundaciones y consorcios de capital público en los tres niveles de la Administración. Convendría una revisión en profundidad. Es también positiva la reducción del impuesto sobre sociedades en beneficio de pymes y autónomos, pero no nos olvidemos que las grandes pueden no crear empleo directo, pero son clientes y proveedoras de la pyme y el tipo medio impositivo es alto, muy alto en comparación europea. La eliminación del impuesto obligatorio que recaudan las Cámaras de Comercio es una medida liberalizadora de grandes consecuencias. Pero cuidado, una institución de más de cien años de existencia no sobrevive si no cumple una función importante de apoyo a la profesionalización e internacionalización de la empresa española. Hay que preservar esas actividades, el conocimiento y expertise que atesoran. Quizás es el momento para que la sociedad civil responda al reto, pero habrá que estar atento a los detalles y evitar que suponga una pérdida de independencia de la empresa española.

En definitiva, Zapatero en estado puro. Un nuevo golpe de efecto, pero la letra pequeña está sin definir. Cambios interesantes pero menores que no evitarán que los inversores sigan hablando de la reforma de las pensiones, la restructuración de las Cajas de Ahorros y la sostenibilidad de las cuentas públicas en el Estado de las Autonomías. Ni acabará con la crisis del euro y los problemas políticos del presidente.


ABC - Opinión

Nueva vuelta de tuerca a los planes anticrisis de Zapatero. Por Antonio Casado

Todos los líderes europeos llevan setenta y dos horas en estado de vigilia permanente. Se cruzan las llamadas telefónicas entre las principales cancillerías de esa UME en la que, según Trichet, no funciona la “E”. Bien visto. Esperan que hoy se ponga la pilas el BCE con mensajes “federalizantes” (quien ataca a un socio ataca a la sociedad) a los inversores internacionales.

Un Consejo Europeo extraordinario puede ser convocado en cualquier momento para tomar decisiones conjuntas destinadas a frenar una tormenta especulativa contra el euro por sus flancos más débiles. Ahí está España. El Gobierno ya ha aprendido a hacer traducción simultánea del lenguaje de los mercados. Si no es el plan B del que hablaba hace unos días Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, sí puede hablarse de una nueva vuelta de tuerca.

En materia de política fiscal, la clave sigue siendo la misma: más ingresos, menos gastos. Austeridad, recortes, menos presión impositiva a las pymes, adiós a las cuotas obligatorias de las Cámaras de Comercio, privatizaciones en aeropuertos, loterías del Estado y mercado de trabajo. Lo anunció ayer el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero.


Un paso más en el discurso restrictivo del 27 de mayo (el “tijeretazo”), del que se resiente la coletilla social. Recuerden: “recortes pero sin renunciar a las prestaciones”. Varapalo al segundo término de la ecuación, que pierde los 426 euros para los parados de solemnidad. Si hay recursos que sean para activar el empleo y no para practicar la caridad con los desempleados, según la inesperada doctrina expuesta por Valeriano Gómez. “España debe aspirar a gastar mucho menos en atender a los parados y más en políticas de activación del empleo”, tenía declarado el nuevo ministro de Trabajo.
«Varapalo al segundo término de la ecuación, que pierde los 426 euros para los parados de solemnidad. Si hay recursos que sean para activar el empleo y no para practicar la caridad con los desempleados.»
Y en esas estábamos cuando el presidente Zapatero, agobiado por la desconfianza de los mercados y la exposición de nuestra economía a los ataques especulativos, decidió que no se le había perdido nada en Bolivia y Argentina, si se comparaba con lo que podía perder en Europa con la que estaba cayendo. Cuando ayer tarde se conoció la noticia de la suspensión de su viaje latinoamericano, en ciertos medios políticos y mediáticos se interpretó como una señal de que un Zapatero desbordado por los acontecimientos de las últimas horas, con espectaculares bajadas del IBEX y alarmantes subidas en la prima de riesgo de la deuda española, estaba a punto de tirar la toalla. No encajaba con la recuperación bursátil y el sosiego de los mercados después de anunciarse un suplementario plan anticrisis. Pero si encajaba con los negros augurios que en el entorno del PP se habían hecho sobre un inevitable plan de rescate de España. “Antes de diciembre”, según Cristóbal Montoro. Y así se lo trasladó el coordinador de Economía del PP a los consejeros autonómicos de su partido que asistieron hace unos días a la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera.

Como en la jornada de ayer la Bolsa experimentó un repentino subidón (4,4 %), al tiempo que se producía una notable bajada de nuestra prima de riesgo (hasta los 251 puntos básicos), Rajoy optó por desviar el tiro hacia el feo de Zapatero hacia los países hermanos. A saber: “Iberoamérica es una prioridad de la política exterior española y ningún presidente ha faltado jamás a las cumbres”. De prioridades se trata. Y estos momentos el presidente del Gobierno y quien puede serlo dentro de poco están obligados a no jugar con las cosas de comer.


El Confidencial - Opinión

Menos es nada. Por Martín Ferrand

El común denominador de las nuevas medidas reside en el aumento de ingresos para el Estado.

HABRÁ que mirarlas con detalle; pero, en principio, es bueno que el Gobierno anuncie un manojo de medidas, diz que liberalizadoras, para atajar los problemas sociales y económicos que nos angustian. Sigue sin ofrecer un plan integral, un programa que vaya mucho más allá de lo previsto en la Ley de Presupuestos, con el que buscar soluciones duraderas y eso, dada la situación, no es bastante. Es insuficiente y podría ser, además, contradictorio. El común denominador de las nuevas medidas gubernamentales, con excepción de la que se refiere a la Cámara de Comercio —uno de los muchos anacronismos que nos chupa la sangre desde tiempos remotos—, reside en el aumento de ingresos para el Estado. Incluso con la privatización —la venta— de porciones de algunos aeropuertos y de las loterías. Eso, en principio, está muy bien aunque privatizar sin liberalizar al mismo tiempo es vender las joyas de la abuelita, no establecer supuestos firmes para la continuidad de los ingresos. Lo prioritario, aunque políticamente conflictivo, es la reducción de los gastos públicos. Sin grandes traumas se pueden recortar, en las tres Administraciones, más de un 15 por ciento en las partidas actuales y, además, establecer con ello un foco de ejemplaridad en la conducta del poder que, sobre su valor de bálsamo para la opinión pública, puede producir efectos didácticos que conduzcan también a una racionalización del gasto privado y al incremento del ahorro de las personas, la más eficaz de las vías de financiación de las empresas.

Entre las medidas que se nos anuncian hay una que puede crear una gran tensión social: la no renovación de la ayuda de 426 euros que viene recibiendo un buen número de parados de larga duración. Es algo necesario y, además, conveniente; pero no se deben descuidar los mecanismos asistenciales complementarios que alivien el problema que ello generará. Hasta ahora es la familia, la más sólida y profunda de todas las instituciones españolas, la que viene atemperando los rigores económicos del paro; pero esa institución familiar tiene sus límites, económicos y de resistencia, y no abarca del mismo modo a los españoles que a los inmigrantes sin empleo.

Es de celebrar que, por fin, el Gobierno apunte una mínima capacidad de reacción frente a las circunstancias adversas; pero conviene insistir en que los parches, como los que se anuncian, son meros paliativos. No son el cimiento de una solución honda y duradera. De ahí la gran inquietud: ¿El Gobierno Zapatero está en condiciones políticas, psicológicas y técnicas de ir más allá, de atacar las raíces del problema y reconducir la situación?


ABC - Opinión

ERC. El vía crucis de Benach. Por José García Domínguez

Magra paga, si bien se mira. Sobre todo, considerando el trajín padecido por ese varón de formación platónica –como el filósofo de Atenas, Benach elaboró su pensamiento en un jardín–.

Con el preceptivo alivio, acuso recibo de que Ernest Benach no quedará expuesto a la cruda intemperie después del descalabro de la Esquerra tal como temíamos los no avisados. Así, la Generalidad, siempre previsora por ventura, tiene establecido de antiguo un estipendio de 104.000 euros anuales en atención a los servicios prestados por los ex presidentes de la asamblea doméstica. Una cortesía de la que Benach habrá de disfrutar a lo largo de los próximos cuatro ejercicios. Aunque no concluirá ahí el agradecimiento de los contribuyentes a su ímproba labor por Cataluña. Pues, como no podía ser menos, a través del oportuno decreto igual se habilitó una pensión vitalicia de 78.000 euros al año, compatible con cualquier otra renta pública o privada, que recaerá en el mentado una vez alcanzada la edad de jubilación.

Magra paga, si bien se mira. Sobre todo, considerando el trajín padecido por ese varón de formación platónica –como el filósofo de Atenas, Benach elaboró su pensamiento en un jardín–. Y es que, por imperativo de la alta responsabilidad caída sobre sus espaldas, se vería forzado a emprender setenta viajes internacionales a los más remotos confines del planeta. En agotador promedio, 1,6 desplazamientos fuera de España al mes. Una obligación extenuante para cualquiera, por mucho que en el empeño Benach se hiciera auxiliar, como es natural, por una nutrida comitiva de asistentes, secretarios, voceras, traductores, cocheros, pajes, ayudas de cámara et altri.

De Italia a Japón, de Australia a Polonia, de París a México, de Corea del Sur a Toronto, de California a Bulgaria, de Argentina a Nueva York, no hubo rincón del globo que pudiera rehuir visitar junto a su innúmera escolta. Tal ha sido el vía crucis del que acaba de ser exonerado por los electores. Un sacrificio, el suyo, que encima chocó con la incomprensión del común. Repárese en el sentido de profundis que no ha mucho publicó en su blog. "Mis tareas como presidente del Parlament exigen el uso de determinadas infraestructuras que en ningún caso pueden ser consideradas un capricho personal", escribiría, dolido, tras instalar en la infraestructura Audi A8 un reposapiés, una tele extraplana, y una mesita plegable donde poder merendar como un señor. Lo dicho, un vía crucis.


Libertad Digital - Opinión

Barrunto de tormenta. Por Ignacio Camacho

Zapatero nunca sufre ataques de sensatez por convicción; sólo rectifica cuando se avecina una catástrofe.

ZAPATERO nos tiene tan acostumbrados a su contumacia que cuando se vuelve sensato da que pensar. Este hombre nunca sufre ataques de responsabilidad por propio convencimiento; si se comporta de un modo razonable conviene prepararse para lo peor porque sólo rectifica cuando se avecina una catástrofe. Sus decisiones más cuerdas suelen ser volantazos bruscos, reacciones desesperadas, a menudo inútiles, provocadas por una situación crítica que no ha visto venir o se ha negado a aceptar hasta el último momento. Tiene un estilo suicida de gobernar que jamás reconoce a tiempo las señales de peligro. Su hábito de equivocarse es tal que convierte los escasos aciertos en señal de emergencia.

El paquete de medidas de ajuste y privatización que anunció ayer para calmar a los mercados y enfriar el calentón de la deuda —cogiendo por sorpresa a una oposición que reaccionó con escasa generosidad y menos cintura; al fin y al cabo se trata de una rendición tardía y forzosa a las recetas del propio PP— es una noticia positiva matizada por la ingrata sospecha de que obedece a la inminencia de acontecimientos desagradables. El zapaterismo ha creado un clima propicio para que impere la pesimista Ley de Murphy sobre la inoportunidad de las alegrías prematuras. La secuencia, sembrada de graves indicios de desconfianza, ha sido idéntica a la de la crisis de mayo. El presidente se ha pasado dos semanas rechazando la evidencia del riesgo de intervención hasta propagar el desconcierto general, y esta nueva e improvisada vuelta de tuerca sobre sí mismo permite conjeturas sospechosas; no hace ni diez días que descartó con solemne aplomo una eventual ampliación de las reformas. Algo ha sucedido para obligarle a la enésima pirueta, y ese algo no puede ser sino la certidumbre de una amenaza inmediata. Eso o que los empresarios que acudieron el sábado a Moncloa estuvieron insólitamente convincentes. O las dos cosas.

Pero lo que ha despertado la inquietud y sembrado de rumores la muy rumorológica atmósfera de la capital es la tajante cancelación in extremisde la inminente gira presidencial por Hispanoamérica. De nuevo Zapatero acierta al corregir la idea irresponsable de largarse por esos mundos en una situación poco tranquilizadora para el país, pero esta clase de decisiones juiciosas son tan infrecuentes que provocan la alarma. Madrid era ayer tarde un remolino de cuchicheos desasosegantes, murmullos nerviosos y cábalas iniciáticas; pocas cosas agitan más la Corte que una noticia opaca y susceptible de interpretaciones dramáticas. La escenografía propiciaba la especulación: el cielo sombrío y el viento gélido de otoño ofrecían con su arrastre de hojas secas un oscuro, simbólico barrunto de tormenta.


ABC - Opinión

Más remiendos

Casi al mismo tiempo que llegaba a Madrid un alto representante del Tesoro norteamericano, enviado por Obama para evaluar la política económica del Gobierno español, Zapatero sorprendía en el Congreso a propios y extraños con el anuncio de una serie de medidas para reducir el déficit e incentivar la actividad empresarial, que serán aprobadas en el Consejo de Ministros de mañana. Tan repentina ha sido la decisión del presidente que incluso ha tenido que alterar su agenda oficial y suspender la visita a Argentina y Bolivia con motivo de la Cumbre Iberoamericana, cita obligada de todo presidente español. Es obvio que la caída en picado de la confianza internacional en nuestra economía registrada el martes, tras desautorizar Bruselas las previsiones del Gobierno, ha forzado a Zapatero a adelantar medidas adicionales, parte de las cuales forman parte de la Ley de Economía Sostenible, que languidece en un interminable trámite parlamentario. Es decir, se vuelve a repetir la misma secuencia que en mayo obligó al presidente socialista a anunciar un drástico recorte del déficit, después de que Obama, Merkel y Sarkozy le presionaran en esa dirección. Habría sido mucho mejor que Zapatero se hubiera adelantado a los mercados, en vez de ir a su rebufo, con una batería de reformas sólida, coherente y contundente. Pero al actuar como lo ha hecho, la imagen que ofrece es la de un gobernante que improvisa, que reacciona a trompicones y que sólo acierta a dar respuestas fragmentarias. No es, desde luego, lo más adecuado para aplacar a los mercados y acallar a sus críticos. Sin embargo, las medidas adelantadas ayer son en su conjunto positivas y van en la dirección correcta, por más que algunas de ellas puedan resultar impopulares. Así, resulta razonable la privatización de los aeropuertos de Madrid y Barcelona, del 49% de AENA y del 30% de las Loterías del Estado, operaciones que allegarán unos 14.000 millones a las arcas públicas. También resulta comprensible la supresión del subsidio de 426 euros para los desempleados sin prestación, medida adoptada hace año y medio por motivos electorales, pero de dudosa eficacia y nulo control, que se había convertido en una rémora para reducir el déficit. En cuanto a la batería destinada a aliviar a las empresas, sobre todo a las pymes, no es oro todo lo que reluce. Es positivo la generalización de amortización en el impuesto de sociedades hasta 2015, la eliminación del canon a las cámaras de Comercio y la simplificación de la burocracia para crear una empresa. Pero no está claro que la rebaja fiscal a las empresas que facturan menos de 10 millones sea significativa, ni siquiera apreciable; el enunciado suena bien, no obstante su eficacia parece muy limitada. Por lo demás, las reformas en el ámbito laboral (agencias privadas de colocación, orientadores de empleo e integración de los nuevos funcionarios en la Seguridad Social) son pequeños pasos para redondear un paquete que aun siendo plausible es insuficiente. España tiene bastantes resortes para salir con fuerza de la crisis, pero si el Gobierno se limita a bailar al son de los mercados y a remendar el traje, en vez de confeccionar un plan de choque sin resquicios ni trucos, la agonía será interminable.

La Razón - Editorial

La prioridad es otra

Zapatero debe acelerar las reformas y pactar con el PP cómo ordenar las finanzas autonómicas

Sucede con las medidas económicas que anunció ayer el presidente del Gobierno que tomadas una a una son razonables, incluso beneficiosas, pero es dudoso que en conjunto solucionen el grave problema de confianza que pesa sobre la deuda española (pública y privada). Está bien que se amplíe el número de empresas que pueda acogerse a la rebaja del impuesto sobre sociedades o que se aumente la gestión privada de los aeropuertos; quizá incluso tenga sentido privatizar una parte de la lotería (económicamente pocos ingresos aportará a la corrección del déficit) y seguro que viene bien eliminar la obligatoriedad de las cuotas empresariales a las Cámaras de Comercio. Tiene sentido que se mejore la intermediación laboral, para que los parados tengan más fácil encontrar empleo; y la supresión de la ayuda de los 426 euros, un duro golpe para los más castigados por la crisis, alivia las arcas públicas. Son medidas, sin embargo, que resuelven poco, porque la gravedad de los tiempos exige otras respuestas.

Las decisiones urgentes son de otra índole. Hay que cortar de manera inmediata el aumento de la prima de riesgo y alejar la amenaza de la intervención o rescate. Se trata de evitar que España caiga en una situación como Irlanda o Grecia. Y para ello no basta lo anunciado ayer. Las medidas que sí sirven se conocen de antiguo. Justo es decir que algunas, quizás las más importantes, no dependen del Gobierno. Como pudo observarse ayer, la posibilidad de que el BCE anuncie hoy que comprará deuda de los países "tocados" disparó la euforia en las Bolsas y rebajó la prima de riesgo de España hasta los 250 puntos básicos. Pero otras sí están enteramente en su mano. Por orden de importancia, tiene que acelerar el saneamiento del mercado financiero, anunciar la reforma del sistema de pensiones en tiempo y forma (algo más preciso que las vagas explicaciones del ministro de Trabajo, Valeriano Gómez) y cerrar la reforma laboral.

Hay una receta que reduciría al mínimo la inquietud de los inversores sobre la solvencia de la deuda española, que depende en parte del Gobierno: un acuerdo político con el PP para poner orden en las desquiciadas finanzas autonómicas. Poner orden significa imponer los planes de austeridad, de forma que cumplan los objetivos de déficit, y cerrar el paso a las desdichadas emisiones de deuda patriótica, iniciadas por Cataluña y que ahora pretende imitar Valencia. Abonan la tesis de que las arcas autonómicas están vacías.

Alejar el riesgo de quiebra del sistema autonómico es cuestión de supervivencia. En esta decisión debe estar implicado el PP, aunque solo sea porque muchas de las fuentes de generación de deuda proceden de su gestión en el Gobierno. La iniciativa para impulsar tal acuerdo corresponde al Gobierno; y si el PP no se siente concernido en un pacto de tal naturaleza, que la opinión pública lo sepa. Para que no quepa duda sobre quienes denigran la solvencia exterior de España.


El País - Editorial

Medidas muy insuficientes en la buena dirección

El recorte que requieren nuestras descontroladas administraciones públicas para volver a generar confianza y sentar las bases de la recuperación exige algo más que una tijera de uñas.

Veinticuatro horas después de que Campa, Salgado y Alonso justificaran con los más variados e insostenibles pretextos la pasividad del Gobierno ante la desatada desconfianza de los inversores hacia la solvencia de nuestro país, Zapatero se ha descolgado con el anuncio de un paquete de medidas tales como una rebaja fiscal para las pymes, la regulación de las agencias privadas de colocación, la eliminación del subsidio de 426 euros para parados sin prestación o la privatización del 49% de Aena y del 30% de Loterías del Estado.

Qué duda cabe de que la privatización, la reducción del gasto público y una menor presión fiscal para las empresas son medidas, todas ellas, encaminadas en la buena dirección. Sin embargo, son clamorosamente insuficientes si lo que se pretende con ellas es algo más que una efímera relajación de la ruinosa prima de riesgo que está padeciendo nuestro país. El recorte que requieren nuestras descontroladas administraciones públicas para volver a generar confianza y sentar las bases de la recuperación exige algo más que una tijera de uñas, pues al cabo deja intacto el grueso de reformas y recortes que son necesarios para que España salga del hoyo.


Y es que, lejos de medidas aisladas e insuficientes como las que nos ocupan y que dan imagen de improvisación, se necesita un plan integral que afronte de verdad y de manera urgente la necesidad de poner coto al despilfarro público, especialmente el autonómico. Dicho plan debería incluir también un programa de privatizaciones mucho más ambicioso, especialmente la de las cajas de ahorro, así como una auténtica liberalización del mercado laboral y energético. Eso, por no hablar de una no menos urgente reforma de nuestro insostenible sistema de pensiones.

Al no entrar en todos estos terrenos decisivos, el gesto de Zapatero, no por positivo, deja de ser eso, un gesto. Es más, incluso si nos centramos en las medidas anunciadas, cabe preguntarse algo tan relevante como cuándo van a llevarse a cabo. Aunque el presidente haya asegurado que el viernes lo explicará, así como que anunciará alguna otra medida adicional de menor calado, ya podemos también señalar algunos aspectos nada estimulantes e incluso contradictorios con las medidas ya comentadas. Tal es el caso de la propuesta de que los servicios públicos de empleo cuenten con otros 1.500 "orientadores" con el supuesto objetivo de facilitar la creación de puestos de trabajo, o el anuncio de que los funcionarios de nuevo ingreso se integrarán en el Régimen General y que el Régimen de Clases Pasivas "quedará a extinguir".

Y es que, ¿qué sentido tiene esta reducción del gasto público y esta mayor participación de las ETTs cuando al tiempo se anuncia la contratación de un millar y medio de inútiles "orientadores" a cargo del dinero del contribuyente? Y en cuanto al régimen funcionarial, lo que hay que limitar al máximo son funcionarios de nuevo ingreso.

Por otro lado, aunque el principal partido de la oposición no sólo tenga el derecho sino el deber de denunciar lo contradictorio, improvisado, tardío y, sobre todo, insuficiente de lo anunciado por Zapatero, también tiene el deber de apoyarlo en lo que de positivo tiene. Un deber que alcanza también al de mostrar una alternativa que mejore todo aquello que considere insuficiente. Sin renunciar a la crítica, la del PP debe ser una oposición constructiva y responsable. A no ser, claro está, que a lo que aspire Rajoy sea gobernar en un erial como el que Zapatero, paso a paso, improvisación tras improvisación, va construyendo.


Libertad Digital - Opinión

Zapatero, a la desesperada

España necesita un plan estratégico estructurado y coherente que no fragmente las soluciones, sino que afronte la crisis de manera global.

HASTA ayer mismo, el mensaje oficial del Ministerio de Economía, impulsado por el presidente del Gobierno, era que no se adoptarían nuevas medidas de ajuste para reducir el déficit e impulsar la economía. Sin embargo, a la primera de cambio, Zapatero se ha desdicho de este compromiso y no solo no ha vuelto a dejar en evidencia a su vicepresidenta económica, Elena Salgado, sino que ha decidido aplazar su gira a Iberoamérica para no desconectarse de una crisis cuya peligrosidad aumenta por días para España y Portugal. Los anuncios hechos ayer por Zapatero son pasos en la buena dirección. Pero, como suele ser habitual en el presidente del Gobierno, son pasos tardíos, incompletos y claramente agónicos. Son medidas a la desesperada, porque lo que necesita España es un plan estratégico estructurado y coherente que no fragmente las soluciones, sino que afronte la crisis de manera global. El Gobierno va a suprimir la ayuda de 426 euros a los parados, cuando el nuevo ministro de trabajo dijo que se mantendrían; va a rebajar la fiscalidad de las pequeñas y medianas empresas, que son las principales víctimas de la crisis; y va a privatizar parcialmente la gestión de los aeropuertos y de Loterías del Estado. Podría decirse que a buenas horas llegan estas medidas, aunque es mejor tomarlas que no tomarlas. Sin embargo, son otra vez testimonio de la falta de criterio con que Rodríguez Zapatero gestiona la crisis y dirige su Gobierno. Tras años de constante descalificación de las llamadas «políticas liberales» y de acusaciones contra los gobiernos del PP por su responsabilidad en la crisis, Zapatero se descubre a sí mismo como un liberal de última hora, privatizando sector público, cortando por lo sano el gasto social y bajando impuestos al sector empresarial de los autónomos. Por pedir medidas como estas, especialmente la reducción fiscal a las Pymes, Rajoy ha sido tachado de antisocial y antipatriota. La soberbia de Zapatero le impedirá reconocer su error, tanto como el acierto del PP, y volverá a excluir a la oposición de cualquier pacto posible, aunque los hechos demuestren —como sucedió con la propuesta del PP de reducir 15.000 millones el gasto público— que Zapatero tiene que acabar haciendo, tarde y mal, algunas de las cosas que le propone Rajoy. Tarde y mal porque estas medidas habrían sido mucho más eficaces hace un año. Hoy son insuficientes y demuestran que Zapatero siempre llega con retraso a los problemas.

ABC - Editorial