jueves, 10 de marzo de 2011

Derechos humanos. La maestra Europa castiga a EEUU. Por Cristina Losada

Pensará el contribuyente que la UE dedica su dinero a fomentar la democracia allí donde no existe y resulta que lo invierte en dar lecciones de derechos humanos a la principal democracia del globo.

La obsesión antiamericana, como demostraba Revel, no es una patología circunscrita a esos países donde el odio a Estados Unidos es explícito y violento. Sin quemas de banderas y efigies del Tío Sam, aunque también haya aquelarres en fechas señaladas, la enfermiza condición aqueja por igual a Europa y, en concreto, a sus elites políticas. Sólo así se entiende el dato que revelaba The Daily Telegraph y recogía The Wall Street Journal. La Comisión Europea dedica millones de euros a financiar a lobbies contrarios a la pena de muerte en Norteamérica bajo un programa destinado a promover los derechos humanos en el mundo. La burocracia bruselense no da un duro de ese proyecto para respaldar a los disidentes cubanos y, en cambio, apoya la abolición de la pena capital en los USA con más dinero del que entrega a grupos pro-democráticos en Irán o Birmania.

No hablamos de que partidos de izquierda colaboren con la causa abolicionista de la progresía americana, sino de la generosa ayuda de una institución que se quiere respetable e ideológicamente transversal, como la Comisión Europea. De ella depende el Instrumento Europeo por la Democracia y los Derechos Humanos, cuya lista de donaciones en 2009 incluye 2,6 millones de euros para la labor descrita. Uno puede estar contra la pena capital, pero actuar como si EEUU fuese uno de los países donde "se encuentran más amenazados" los derechos humanos, desborda los límites racionales y morales aceptables. A tenor de las cantidades desembolsadas, a la Comisión Europea le preocupan más las contadas ejecuciones en una democracia con Justicia independiente que las numerosísimas que se practican en países dictatoriales donde el Estado de derecho ni está ni se le espera.

Pensará el contribuyente que la UE dedica su dinero a fomentar la democracia allí donde no existe y resulta que lo invierte en dar lecciones de derechos humanos a la principal democracia del globo. Pero cómo si no podría Europa mantener su superioridad moral frente a esa salvaje América, que nunca fue fascista ni comunista y combatió contra los dos totalitarismos nacidos aquí, en nuestro suelo. ¡Eso no se perdona! Eso se premia con animadversión y desprecio. Y de tal manera que Europa, sus dirigentes, ha acabado por defender sus valores no frente a quienes los pisotean cada día –son otras culturas, un respeto– sino frente al país donde mejor ha arraigado la civilización liberal. Tanto molesta ese triunfo.


Libertad Digital - Opinión

Procesión sin santo. Por M. Martín Ferrand

Blanco ha tenido que desmontar la fiesta prevista para el 3 de abril en Vistalegre, en «los carabancheles».

A José Blanco (López) le beneficia el recuerdo vaporoso y castizo de su homónimo José Blanco (Ruiz). Al primero, el vicesecretario general del PSOE, no le gusta que le llamen Pepe y, menos aún, Pepiño que fue, en sus arranques, cuando cayó del caballo del PSP de Enrique Tierno Galván y se subió en el coche en el que ahora viaja de copiloto, nombre de guerra y combate. El segundo, natural de Logroño y símbolo del Madrid de los años del hambre, no quería ser José y como Pepe Blanco se presentaba en los teatros que le dieron fama con su Cocidito madrileñoy otras coplas emblemáticas de un tipismo que ya se desvanece. Blanco, el gallego, no tiene aún cincuenta años y del otro, del riojano, se cumplen en estos días los cien años de su nacimiento, que, dicho sea de paso y que, como Alberto Ruiz-Gallardón ha abjurado del madrileñismo, merece un homenaje en la Puerta del Sol que administra la felizmente repuesta Esperanza Aguirre.

El Blanco contemporáneo vive grandes tribulaciones. Unas, las de su cargo ministerial, le vuelven a enfrentar a los privilegiados empleados de AENA, el ente público adscrito a Fomento y poblado por raros especímenes laborales entre los que, según vamos viendo, los más normalitos son los controladores aéreos. Las restantes y mayoritarias congojas del personaje, las del dirigente socialista y baranda de la próxima campaña electoral, le confunden tanto como le espolean. Pretende ganar unas elecciones, municipales en toda España y autonómicas en buena parte de ella, al servicio del partido que lidera José Luis Rodríguez Zapatero; pero sin enseñarle en público, vergonzantemente, tratando de que la opinión pública no asocie la inconsistencia del todavía presidente del Gobierno con los deseos de un partido que, simultáneamente, trata de ocultar su sigla y su emblema.

Por el momento, Blanco (López) ha tenido que desmontar la fiesta prevista para el 3 de abril en Vistalegre, en «los carabancheles», que cantaba su homónimo. Quieren hacer la procesión sin lucir al santo, cosa difícil, y parece ser, además, que el santo ofrece resistencia a que le pongan la caperuza del despiste y el olvido. Esa será, al final, la tónica de la campaña desde los cuarteles socialistas y, pienso, para no perder la señal del alquiler de la plaza de Carabanchel y darle uso en la fecha prevista, podría organizarse un homenaje a Blanco (Ruiz) en su centenario y en evocación de sus canciones llenas de hambre y esperanza. Madrid, como cantaba el castizo, tiene seis letras y, creo recordar, la última «D» era en la copla la de la dignidad. Ustedes me entienden y, supongo, Blanco (López) también.


ABC - Opinión

Se reanima el quinielismo sucesorio en torno a Zapatero. Por Antonio Casado

La infección urinaria de Rubalcaba, la fecha del próximo Comité Federal, la suspensión del mitin socialista de Vistalegre, un corrillo de Zapatero con Bono, Rajoy y Moragas, o una posterior reunión solo de Zapatero con Bono. Cualquier cosa le vale al guadiana sucesorio del PSOE.

Ayer se disparó el quinielismo. Las apuestas se inclinan por la evasión de Zapatero (no repetición de candidatura) antes de las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo, después de escuchar una vez más al presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, que claveteó en la radio su idea de que Zapatero debería desvelar sus intenciones antes de la campaña electoral que se avecina.

Le podría venir bien a los intereses del señor Fernández Vara, que piensa repetir candidatura autonómica, no a la causa general del PSOE. Carece de sentido esperar que Zapatero vaya a retratarse antes del 22 de mayo. Salvo que el anuncio fuese la voluntad de repetir candidatura, cosa nada probable (de ser así, ya lo habría dicho). De lo cual se deducen dos cosas:


Primera, la tardanza en hacer el anuncio significa que no piensa volver a encabezar la candidatura socialista en unas elecciones generales. Y segunda, no lo anunciará de ninguna manera antes del 22 de mayo porque, entre otras razones, le haría un flaco favor a su partido. Si Zapatero hiciera lo que le piden Vara y Barreda el PSOE estaría regalando a sus adversarios el argumento de la interinidad. Si para el PP -y no solo para el PP-, ya no tienen credibilidad las decisiones de Zapatero, nos podemos imaginar la credibilidad que tendrían las decisiones a tomar después de autoimponerse la condición de presidente provisional durante el año que le queda a la Legislatura.
«La sucesión de Zapatero se ha convertido en un guadiana que distorsiona la política de comunicación del PSOE.»
Si el presidente del Gobierno mantiene la incertidumbre siempre podrá sostener que, aunque no piense repetir, no es de peor condición aspirar a ganar por tercera vez que, como en el caso de Mariano Rajoy, arriesgarse a sufrir una tercera derrota consecutiva. En cambio, si anunciase ya mismo que no se presentará estaría admitiendo su inferioridad frente al adversario. Eso por un lado. Por otro, tendría que comunicarse con los ciudadanos no como un presidente del Gobierno legitimado y en activo, sino como un juguete roto. ¿Así durante un año? Zapatero y su estado mayor no cometerán ese error.

Sin embargo, el quinielismo no cesa. Los dirigentes del PSOE no supieron explicar ayer la suspensión del acto electoral del día 3 de abril en Vistalegre (Madrid) sin que la marea especulativa lo mezclase con las intenciones del presidente sobre su futuro. Dicen en Ferraz que “no hay gato encerrado”, pues sólo se trata de centrar la campaña en los problemas locales y regionales que afectan directamente al ciudadano, lo cual no anticipa la intención de aparcar a Zapatero.

Asunto distinto es que se anunciase antes la suspensión del mitin que la territorialización de la campaña. O que Zapatero, en el comité federal del sábado, volviese a dar claves poco territoriales y muy nacionales para afrontar la campaña del 22 de mayo, como el elogio de la vocación modernizadora del PSOE y la preeminencia de la marca de partido sobre el candidato. Eso sí encajaba con el acto de Vistalegre. Pero al hacerse la corrección en el comité electoral, los mensajeros volvimos a quedar descolocados. Y además se demostró que la sucesión de Zapatero se ha convertido en un guadiana que distorsiona la política de comunicación del PSOE.


El Confidencial - Opinión

Elecciones. Los tristes presagios de Vistalegre. Por José García Domínguez

La gran sangría del PSOE se estaría produciendo por el flanco derecho de sus antiguos votantes, no por el izquierdo, mucho más fiel a la marca. Una novedad llamada a poner punto y final a la última rémora del Spain is different de Fraga.

Rendida la última frontera que aún escindía el análisis político del marujeo consustancial a la prensa del corazón, el abortado mitin de Vistalegre dará, sin duda, para iluminar muy sesudas chácharas a cuenta de si habrá de ser fulanito, menganito o zutanita el candidato del PSOE en las generales de 2012. Asunto trascendental, dicen, para el resultado de los comicios. Así el patio, aún es más de agradecer, tan exótico, el rigor intelectual vertido por José Ignacio Wert en su último análisis demoscópico, ése que acaba de airear en las páginas de El País. Una radiografía del mapa electoral que revela al común cierta novedad desconcertante por insólita, a saber, los españoles, contra todo pronóstico, se habrían vuelto normales.

O eso parece desprenderse de sus pesquisas con los datos del CIS. Y normal significa homologable al resto del Occidente más o menos civilizado. De confirmarse, pues, el diagnóstico asistiríamos a la extinción, acaso por muerte natural, de último rasgo castizo que singularizaba al censo patrio. Me refiero a ese lugar común sociológico que convertía a la izquierda volátil, César Molinas dixit, en eterno árbitro de los resultados. Es sabido, aquí, entre los enterados y arriolas de turno siempre ha imperado idéntico mantra: el objetivo primero del PP en cualquier campaña ha de ser que no acudan a las urnas los que le detestan, y para el PSOE que sí se acerquen a los colegios cuantos le desprecian.

Y es que la partida toda giraría en torno a una heterogénea izquierda errática que, aun repugnándole el Partido Popular, solo concedería votar a los socialistas tras protegerse la nariz con unas pinzas. Fue norma en tiempos de la República, cuando la abstención o no de los anarquistas inclinaba la suerte hacia uno de los dos bloques. E igual había venido sucediendo hasta ahora. De ahí lo anti-intuitivo del análisis empírico de Wert. Pues, contra lo que ordena el prejuicio al uso, la gran sangría del PSOE se estaría produciendo por el flanco derecho de sus antiguos votantes, no por el izquierdo, mucho más fiel a la marca. Una novedad llamada a poner punto y final a la última rémora del Spain is different de Fraga. Y, de paso, a toda esperanza para los socialistas, sea quien sea el candidato. Sic transit gloria mundi.


Libertad Digital - Opinión

La mili que nunca existió. Por Ignacio Camacho

El Gobierno que suprimió la mili se las apañó para pasar a la posteridad como campeón del belicismo.

UNO de los errores más notables del aznarato fue sin duda el modo en que desperdició el rédito político de suprimir la mili. El Gobierno del PP no sólo no supo vender esta medida de potencial electoral decisivo en el voto juvenil, sino que se las apañó para pasar a la posteridad como un campeón del militarismo belicista. Fue un caso histórico de incompetencia para el marketing, de inadaptación comunicativa o de mala conciencia ideológica. Para empezar, lejos de desarrollar una campaña de propaganda enfocada en el salto cualitativo que suponía la desaparición del servicio obligatorio en un país donde había regiones —País Vasco, Cataluña y Navarra— con un ochenta por ciento de objetores e insumisos, el aznarismo puso el énfasis en la creación del Ejército profesional y permitió que la opinión pública centrase el debate en los problemas de reclutamiento. En una época en que sobraba el empleo hubo que cazar a lazo aspirantes a soldado, y el ministro Trillo fue zarandeado por rebajar incluso los coeficientes mentales mínimos de la requisitoria. Aquello fue un dislate de pardillos; una de las medidas más populares que puede tomar un Gobierno se convirtió en un manantial de problemas que Aznar terminó de agravar estrenando la nueva milicia en el desembarco de Perejil y luego enredándose en el lío maldito de Irak. El resultado de un manejo tan inepto de la comunicación política lo vimos ayer, en la intentona mediopensionista con que el zapaterismo ha celebrado la efemérides de los diez años sin ponderarla en exceso por ser logro ajeno ni poder apropiársela del todo por no constituir éxito propio.

La liquidación de dos siglos de mili hubiese constituido un arma nuclear en manos de la maquinaria de agit-propsocialista, capaz de transformar casi en un programa electoral una foto de la ministra Chacón desfilando embarazada ante un escuadrón de tropa. El zapaterismo debe de considerar una especie de injusticia histórica haber llegado tarde a esta frontera social que habría redondeado su gloria adanista y su retórica del «ansia infinita de paz». Pero como se da el pequeño detalle de que se adelantó el odiado líder del centro-derecha, se ha tenido que conformar con una conmemoración de circunstancias y un pellizco de monja en el culo de Trillo, ninguneado para la ocasión de forma inexplicable. O lo que es peor, explicable desde un gratuito, rencoroso y cicatero ejercicio de sectarismo.

Entre la falta de perspicacia de Aznar y la ausencia objetiva de mérito de Zapatero, la vieja miliserá pronto un remoto escenario de batallitas de cincuentones para arriba, un eco del pasado diluido como por generación espontánea. Quizá en el fondo su desaparición sí constituya una cierta paradoja, un bucle de la Historia: la decidió a cencerros tapados quien no se la supo adjudicar y los que hubieran hecho con ella encaje de bolillos se han quedado con las ganas.


ABC - Opinión

Colgarse medallas ajenas

Todo lo relacionado con las Fuerzas Armadas y la defensa de la nación forma parte de lo que suele denominarse cuestión de Estado, y sus líneas fundamentales, que emanan de la Constitución, deben preservarse de la lucha partidista y el pugilato político. Así ha sido, en líneas generales, desde los años de la Transición, pero desde 2004 para acá se han producido varias fracturas de ese consenso debido al sectarismo del Gobierno socialista. Y como para muestra basta un botón, ayer la ofreció la ministra de Defensa al excluir al PP del acto que rememoraba el décimo aniversario del servicio militar. Para empezar, la supresión de la mili fue decisión y obra del Gobierno de Aznar, hecho que Carme Chacón ha pretendido ocultar no invitando al ministro que la hizo efectiva, Federico Trillo. Además de una descortesía, la actitud de la ministra socialista parecía atender más a sus objetivos de promoción interna en el partido que a un acto en torno al cual reflexionar sobre el derecho y el deber constitucional que es la defensa nacional. Por su sectarismo genético, el Gobierno ha malbaratado una excelente ocasión para cohesionar la relación entre la clase política y las Fuerzas Armadas. La supresión de la mili supuso un hito histórico en la organización y transformación de los ejércitos. La incorporación de España a las estructuras militares e institucionales de Europa, que puso fin a décadas de aislamiento, unida a la rápida transformación de nuestra sociedad, exigió la profesionalización de las Fuerzas Armadas, la renovación tecnológica y una mayor eficiencia en la gestión. En este contexto, la utilidad y las bondades que rindió el servicio militar durante muchas décadas, verdadero elemento de cohesión social entre los españoles, no fueron suficientes para garantizar su supervivencia. Es revelador que fuera un presidente de Gobierno de derechas el que lo eliminara, aunque el término exacto es el de «suspensión», pues jurídicamente no ha sido suprimido. Por eso resulta especialmente deplorable la ceremonia organizada ayer por Chacón, como si quisiera ponerse a título póstumo una medalla con la que soñó la izquierda durante años. Al margen de que la mili se haya quedado obsoleta en la nueva estructura militar donde priman las instituciones supranacionales, lo cierto es que algunos de los valores que encarnaba no han sido recogidos por la sociedad civil, y el testigo de la defensa nacional ha quedado en manos exclusivas de los militares. Grave error que ningún Gobierno ha sabido o querido subsanar. Y más que error, un incumplimiento del artículo 30.1de la Constitución, que establece: «Los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España». No parece un asunto baladí y bien merecería un desarrollo legislativo para que todos los españoles, sean de la comunidad que sean, puedan ejercer un derecho del cual se derivan grandes beneficios para toda la sociedad, como la cohesión interna, la revalorización institucional, la coordinación para hacer frente a amenazas externas, no sólo militares, y el fortalecimiento democrático. Pero la empresa resultará baldía si es la propia ministra de Defensa la que actúa de modo inapropiado.

La Razón - Editorial

Sombras aeroportuarias

Las huelgas convocadas por los trabajadores de AENA pueden terminar volviéndose en su contra.

Los sindicatos UGT, Comisiones Obreras y USO contemplan llevar a cabo 22 jornadas de huelga si el Gobierno sigue adelante con sus planes de privatizar hasta un 49% de AENA, la empresa pública encargada de gestionar los aeropuertos. De acuerdo con los portavoces sindicales, su oposición no se refiere tanto a la privatización misma como al hecho de que los aeropuertos de Madrid y Barcelona estén incluidos en ella. Temen que, pese a las garantías ofrecidas por el Gobierno, la privatización acabe reduciendo los derechos de los trabajadores de dos centros de tanta dimensión como Barajas y El Prat

Aunque las primeras jornadas de la protesta tendrían lugar en abril, existe en principio escaso margen para que las partes alcancen un acuerdo antes de esa fecha. La razón es que las posiciones de partida se refieren más a cuestiones de principio, como es la privatización o no de los dos mayores aeropuertos españoles, y no a materias sobre las que, por su propia naturaleza, podría existir una aproximación. Aun así, es importante que tanto los sindicatos como el Gobierno se hayan mostrado dispuestos a negociar.


La eventual huelga de los trabajadores de AENA se enfrenta a una opinión pública recelosa y adversa. El paro salvaje de los controladores aéreos el pasado 3 de diciembre, coincidiendo con un largo fin de semana, dejó las sensibilidades a flor de piel. Y aunque entre los trabajadores de AENA ahora convocados por las centrales no se encuentren los controladores, que disponen de su propio sindicato y son quienes despiertan mayor desconfianza, nuevas jornadas de dificultades aeroportuarias se pueden volver contra los huelguistas, debilitando su capacidad de presión. El desgaste podría ser mayor para ellos que para el Gobierno, por más que tampoco saliera indemne.

Las fechas escogidas por los sindicatos, coincidiendo con el inicio o el final de vacaciones, muestran su voluntad de provocar el mayor trastorno posible en los desplazamientos, y auguran potenciales conflictos en la fijación de los servicios mínimos. El razonamiento implícito de las centrales para seleccionar las jornadas de huelga no es de recibo, puesto que se propone incrementar su fuerza de negociación frente al Gobierno por la vía de afectar al mayor número posible de pasajeros. Se trata, sin duda, de una opción amparada por su derecho de huelga, pero que exige, en contrapartida, acatar unos servicios mínimos acordes a las previsiones de tráfico aéreo en jornadas de inicio y final de vacaciones.

Los portavoces sindicales han manifestado que su intención es abrir un debate en la sociedad sobre la privatización de los aeropuertos. No es solo un debate necesario, sino también imprescindible. Pero es paradójico que se invite a hacerlo a una sociedad a la que, al mismo tiempo, se coloca bajo amenaza. Las simpatías que pueda encontrar el rechazo a la privatización de los aeropuertos en algunos sectores de opinión podría verse enajenada si los sindicatos crean graves trastornos a los pasajeros.


El País - Editorial

Zapatero ya no es una vista alegre

Llegados a este punto, en el que la figura de Zapatero ya no resulta una vista alegre ni para los propios candidatos socialistas, ¿por qué no dar a los ciudadanos la oportunidad de perderlo definitivamente de vista con un adelanto de las generales?

Se ponga como se ponga el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, la decisión del Comité Electoral del PSOE de suspender el multitudinario acto de la plaza de toros de Vistalegre, previsto para el 3 de abril desde hace tres meses, ha sido y va a seguir siendo interpretada como lo que es: la prueba más palmaria de que los candidatos autonómicos y municipales socialistas no quieren ver ni que se vea a Zapatero ni en pintura durante la precampaña electoral.

Por mucho que el vicesecretario general del PSOE, visiblemente irritado, diga a los periodistas que no hay que hacer "lecturas" sobre el debate sucesorio o que es suya la decisión de suspender el acto de Vistalegre –escenario en el que Zapatero fue proclamado candidato del PSOE y donde se celebra el tradicional pistoletazo de salida de la precampaña socialista–, es un secreto a voces, confirmado por fuentes del propio PSOE, que han sido los barones territoriales los que han exigido la cancelación del acto para que las elecciones municipales y autonómicas no sean percibidas como un plebiscito para Zapatero.

Naturalmente estas elecciones son, efectivamente, de índole municipal y autonómica, pero se supone que la figura del líder nacional de un partido sirve para respaldar a los candidatos. El problema está cuando, lejos de ser un puntal, constituye una rémora. Así las cosas, semejante decisión no viene sino a reforzar todavía más la fundada impresión de que Zapatero no volverá ser el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno.

Y llegados a este punto, en el que la figura de Zapatero ya no resulta una vista alegre ni para los propios candidatos socialistas, ¿por qué no dar a los ciudadanos la oportunidad de perderlo definitivamente de vista con un adelanto de las elecciones generales?


Libertad Digital - Editorial

Zapatero molesta al PSOE

La cancelación del mitin de Vistalegre certifica el estado terminal del mandato político de Rodríguez Zapatero.

SOLO algunos dirigentes del PSOE están intentando vanamente que la suspensión del acto de precampaña en Vistalegre no sea percibida como una muestra de la crisis interna de autoridad que sufre Rodríguez Zapatero, pero ningún argumento de los esgrimidos es convincente: ni el coste económico ni la reprogramación de la campaña para las elecciones de mayo. Vistalegre ha sido un lugar significativo para Zapatero y su partido, y esta suspensión solo puede obedecer a la decadencia política del presidente del Gobierno, correlativa a la corriente crítica que crece en el PSOE contra su continuidad como candidato en las generales de 2012. Por el contrario, la cancelación del mitin es coherente con la situación de incertidumbre que Zapatero ha provocado, con enormes dosis de frivolidad, en torno a su futuro, precipitando la apertura de dos dinámicas muy negativas para él. Por un lado, la carrera sucesoria, en la que ya se están retratando algunos candidatos y, con ellos, las bases de unas primarias que no serán de trámite; por otro, el señalamiento a Rodríguez Zapatero como causa de la derrota socialista que se prevé en los comicios de mayo. La suma de estos factores es concluyente: Zapatero ha perdido la autoridad y el control sobre su partido. Cuando a un dirigente, siendo además presidente del Gobierno, desde su partido le urgen a despejar sus incógnitas y le recuerdan que solo es libre para decidir que no se presenta, pero que la decisión de presentarse es del PSOE, el partido está preparando un cambio de candidato. El PSOE quiere que se vaya antes del 22 de mayo para que solo haya una derrota electoral y no una debacle. Si Zapatero esperaba un clamor por su permanencia, ya tiene la respuesta.

Muy expresiva de esta situación es la convicción mostrada por el presidente del PNV, Íñigo Urkullu, de que habrá elecciones generales anticipadas. Ya ni el socio preferente de Rodríguez Zapatero cree en él, pese a que un anticipo electoral puede suponer la mayoría absoluta del PP de ambas Cámaras, lo que no es, precisamente, un escenario deseado por los nacionalistas vascos y catalanes, responsables de la prolongación artificial de esta legislatura. La cancelación del mitin de Vistalegre certifica el estado terminal del mandato político de Rodríguez Zapatero, al que los barones socialistas no quieren en sus campañas locales y al que estos harán pagar sus derrotas el 22 de mayo.


ABC - Editorial