jueves, 12 de agosto de 2010

El cinismo de las primarias. Por Edurne Uriarte

Sobre el odio y las maniobras de destrucción mutua, las primarias no inventan nada que no exista en un partido político.

No hay seguramente un proceso en el que los políticos mientan tanto como en unas primarias. En el que presionen y coaccionen con tal entusiasmo para lograr un voto. En el que eleven las cotas de odio internas hasta niveles inigualables. Por eso asombra que aún queden entusiastas partidarios de las primarias, sobre todo fuera de la militancia de los partidos, claro está.

El proceso autodestructivo sigue habitualmente las mismas pautas que las de Gómez y Jiménez en Madrid. La cosa empieza inevitablemente con una crisis de partido, o, lo que es lo mismo, con la desesperación por los años fuera del poder y las escasas perspectivas de recuperarlo. Y sigue con la impotencia del líder supremo que ni tiene ideas brillantes para salir del marasmo ni para imponer su candidato.

Todo lo anterior es «celebrado» por los protagonistas de la crisis con solemnes declaraciones sobre las virtudes de la democracia interna. «Es un éxito de la democracia», le ha llamado Gómez a la pelea de los socialistas en Madrid. O «se me ha ocurrido a mi solita presentarme», ha resumido Jiménez la orden de Zapatero de enfrentarse a Gómez. A lo que seguirán más celebraciones sobre la democracia que viene a continuación y que consiste en las presiones más navajeras que quepa imaginar para ganar la partida. En una batalla en la que los líderes dirigirán el proceso exactamente igual que en el resto de la vida partidaria, pero con más horas de móvil y de agrupación.

Sobre el odio y las maniobras de destrucción mutua, las primarias no inventan nada que no exista en un partido político. Pero ayudan a que se fortalezcan y se exhiban públicamente. «Después de ver lo que ha hecho Ferraz, me he hecho entusiasta de Gómez», que ha dicho Matilde Fernández en la versión apta para todos los públicos.

Y ni así, me atrevo a augurar, se acabará el arraigado mito de las primarias en España.


ABC - Opinión

No pasa nada en Melilla. Por Hermann Tertsch

El presidente nos comunicó que nos llevamos estupendamente con nuestro vecino. Es decir, no pasa nada.

EL martes les informaba de la evidencia de que nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, estaba de vacaciones. Hoy les confirmo que el ministro sigue de vacaciones. Se supone que en Francia, país vecino. Si hubiera tenido más sentido de la oportunidad y la energía para resistir la fuerza de las costumbres, Moratinos estaría hoy en otro país vecino nuestro, Marruecos. Porque parece muy urgente aclarar una serie de cuestiones con el régimen del Rey Mohamed, decidido a demostrarnos una vez más la capacidad que tiene para fabricar conflictos con España y, ante todo, para acosar a la ciudad española de Melilla. La escalada de la tensión es continua en los últimos días y las amenazas de bloqueo del comercio terrestre con Melilla se multiplican. La situación es lo suficientemente grave como para que ayer el Rey Juan Carlos considerara oportuno llamar a su amigo el Rey marroquí. Y lo que quizá sea más importante, que nuestro Jefe de Estado creyera necesario hacer público el hecho de la llamada. Hace muy bien el Rey en preocuparse y en utilizar esa conexión directa con el Monarca alauí, que solo él tiene. Quizás así España disponga al menos de alguna información sobre lo que pretende el régimen marroquí con esta nueva campaña contra intereses españoles.

Porque si la ciudadanía española —especialmente la melillense— espera algún tipo de ayuda o explicaciones de nuestro Gobierno, demuestra de nuevo una ingenuidad conmovedora. Porque este Gobierno, que anunció su renuncia al descanso estival para estar plenamente concentrado en los avatares de la crisis y sus efectos, está de vacaciones. Si no se lo creen, echen una ojeada a la agenda del Gobierno que publica La Moncloa y reproduce estos días ABC. El lunes la única actividad gubernamental fue la firma de un convenio municipal en Ibiza por parte de la ministra de Vivienda. El martes, la única cita oficial de todo el Gobierno registrada en la agenda fue el encuentro de Zapatero con el Rey. Un auténtico frenesí. Preguntado Zapatero tras el encuentro con el Rey por la referida escalada de la tensión en la frontera marroquí de Melilla, el presidente nos comunicó que nos llevamos estupendamente con nuestro vecino. Es decir, no pasa nada. Otra vez prevalecen la ocultación, la mentira y el desprecio a los intereses españoles y la simulación grotesca de un idilio inexistente. Mientras el Gobierno marroquí, hiperactivo, coordina el hostigamiento a nuestra frontera, nuestro Gobierno dice apostar por «el diálogo y la información». Ya dirán lo mucho que sirve esa postura angelical, que en realidad no es nada y ninguna, cuando las organizaciones marroquíes, que no mueven un dedo sin permiso del régimen, colapsan el comercio de nuestros conciudadanos melillenses. Y vuelven a ensayar el asedio a la ciudad española. Porque no se trata de otra cosa.

ABC - Opinión

La obsesión por Madrid. Por M. Martín Ferrand

Lo de Lissavetzky parece desesperado y extremo. No se ajusta al casting que requieren las circunstancias.

UNA ciudad, como Madrid, que baila el chotis —schottisch, en sus orígenes— puede permitirse el lujo de tener un alcalde que se apellide Lissavetzky. Otra cosa será averiguar si al actual secretario de Estado para el Deporte sirve para chulapo, si le sienta bien lo que los castizos llaman parpusa, la gorra de cuadros blancos y negros con visera que se inventó Carlos Arniches para dotar a la capital de España de un casticismo del que andaba escasa. Jaime Lissavetzky anunciará hoy su propósito de presentarse a las elecciones municipales para Madrid como cabeza de lista por el PSOE y sospecho el rictus de comprensión condescendiente que se habrá dibujado en la sonrisa de Juan Barranco, heredero de Enrique Tierno Galván y último alcalde socialista, destituido en una moción de censura, que tuvieron los madriles.

Mucho le obsesionan a José Luis Rodríguez Zapatero la Comunidad y el Ayuntamiento madrileños. Es natural. Las previsiones legislativas le flaquean en tres de sus manantiales históricos, Andalucía, Castilla-La Mancha y Cataluña, y, a la vista de la inexpugnabilidad de la Comunidad Valenciana, solo Madrid puede aportarle los votos y escaños suficientes para que el PSOE permanezca en La Moncloa. Con todo, lo de Lissavetzky parece desesperado y extremo. No se ajusta al castingque requieren las circunstancias. Tierno, que era un personaje grande y resultó ser un alcalde pequeño, ofrecía progresismo, diferenciación, algarabía y movida; pero, ¿qué puede ofrecernos este madrileño de nacimiento, con cara de espía alemán en una película de serie B, y que, impulsado por su formación científica, lleva seis años en su cargo más atento al pis que a las marcas de los deportistas de su jurisdicción?

Durante los últimos veinte años el centro derecha se ha sucedido en capacidades y brillos al frente del Ayuntamiento capitalino. Agustín Rodríguez Sahagún, a quien la enfermedad le limitó el mandato, fue un gran alcalde y José María Álvarez del Manzano le devolvió a la Villa el sosiego y la cordialidad que le habían quitado la movida y otras zafiedades socialdemócratas. Ahora, Alberto Ruiz-Gallardon ha transformado la ciudad y, aun endeudándola en demasía, merece generalizados aplausos. Ha difuminado con los hechos a la oposición socialista municipal y tiene que llegar un paracaidista para cumplir el trámite de un adversario electoral. Solo cabe esperar que, cuando se cuenten los votos y resulte ser el jefe de la oposición, Lissavetzky sea más fiel a sus votantes de lo que lo fueron Trinidad Jiménez y Miguel Sebastián, dos desertores que se dieron a la fuga del Concejo.


ABC - Opinión

Izquierda y franquismo. La rebelión de las mascotas. Por Alberto Gómez Corona

La sociedad estaba tan permeada por la propaganda de izquierdas y sus instituciones tan dominadas por ésta que, aun derrotada ideológicamente, la izquierda sobrevive de la reverberación de esa propaganda, sin necesidad de una gran teoría que la sostenga.

Nunca una tragicomedia televisiva me ha hecho reír y llorar tanto como el otro día. En un par de horas, vi desfilar en la televisión el enésimo entierro del sentido común, un catálogo de consecuencias y su restitución cómica, grotesca, vergonzante. Zapeando un par de canales progres, primero vi un programa de "noticias" antifranquistas cuestionando la autoridad. Luego, noticias de ataques terroristas islamistas, después grupos de adolescentes que siembran el terror por las piscinas. A continuación, utilizando métodos autoritarios, vi a un señor que se dedica a enderezar niños conflictivos que tienen a sus padres contra las cuerdas y, de corrido, a un entrenador de mascotas salvajes que tienen a sus dueños esclavizados.

Una cultura se renueva a si misma mediante la recitación y representación simbólica de la historia sagrada de su fundación. Un principio que se aplica tanto a las sociedades míticas primitivas como a nuestra sociedad moderna, progresista y "científica". La España de la post-transición se fundamenta en la convicción, compartida, de la culpabilidad del franquismo y en general de la derecha. Todo lo demás fluye de esto. La sociedad progresista requiere para su continua vitalidad el periódico ensayo y recuerdo del franquismo, que convierte en representación del mal a toda nuestra historia y a los españoles no-izquierdistas que la representan, y como representación del bien este régimen y los izquierdistas de todos los partidos.

Este rechazo radical del pasado no es una peculiaridad española. No es por la dictadura. Ni siquiera es una peculiaridad europea. De hecho el párrafo anterior lo he parafraseado de una página web norteamericana, cambiando EEUU por España y "racismo" por "franquismo". Hubiera sido idéntico utilizando el colonialismo y cualquier otro país europeo. Si no existiera la excusa de la dictadura posterior al golpe socialista, entonces la izquierda en España esgrimiría nuestro pasado colonial. La sociedad, antes de la caída del Muro, estaba tan permeada por la propaganda de izquierdas y sus instituciones tan dominadas por ésta que, aun derrotada ideológicamente, la izquierda sobrevive de la reverberación de esa propaganda, sin necesidad de una gran teoría que la sostenga. En realidad la ideología sobra cuando se tiene la religión y los ritos.

Los que han soportado la parte final de los telediarios de la primera, con su sección fija dedicada a la maldad del franquismo y en general de la derecha, saben que estamos hablando de actos de afirmación religiosa mucho más vivos que la programación de los domingos por la mañana. De esa demonización sacralizada del pasado se puede extraer una filosofía de vida completa. Por ejemplo, si históricamente se valoraban la autoridad, el valor, la lealtad y la educación, se concluye por un silogismo implacable que todas esas cosas son malas o despreciables. No es extraño que los terroristas vayan ganando la guerra y hasta las mascotas manden a sus anchas por las casas.


Libertad Digital - Opinión

Clientelismo sin clientela. Por Ignacio Camacho

La vigilancia de los mercados ha levantado una sombra implacable sobre las tentaciones clientelistas del Gobierno.

EL clientelismo es una estrategia política muy rentable siempre que existan fondos públicos para complacer a la clientela. El problema surge cuando faltan recursos con los que sostener un sistema que se basa en el reparto de ayudas, subvenciones y contratos; la gente se acostumbra a recibir y tiende a cabrearse si merman las dádivas y beneficios. Donde no hay harina todo es mohína. Al convertirse en un régimen clientelar, asentado durante el felipismo y sólidamente establecido en comunidades como Andalucía, Castilla-La Mancha o Extremadura, la socialdemocracia española ha vinculado su hegemonía a la disponibilidad presupuestaria, que la crisis ha cercenado de una manera descarnada tras dos años de alegre despilfarro zapaterista. El principal enemigo actual del clientelismo lo constituye un sujeto sin rostro al que se ha dado en llamar «los mercados»; inversores anónimos que sostienen la deuda pública y también son, a su manera, clientes del Estado. Clientes que quieren cobrar sus préstamos y exigen garantías financieras con crudeza y sin remilgos.

La vigilancia de los mercados ha levantado sobre el Gobierno una sombra implacable e incómoda. El nuevo avatar reformista de Zapatero les complace en tanto se muestre fiel al mandato explícito del ajuste, pero el presidente necesita hacer guiños a su parroquia política si quiere recoger algún rédito electoral. Los recortes forzosos le han dejado telarañas en la chequera y en las autonomías y ayuntamientos crece un clamor urgente y pesaroso de necesidades de gasto ante las elecciones de 2011. Como dicen algunos dirigentes del PSOE andaluz —un partido que ha construido una red clientelar de asombrosa urdimbre social—, «tenemos que darles cositas a los nuestros». El problema es que esas cositas cuestan un dinero que el Estado ya no puede obtener ni a crédito.

El martes, Zapatero amagó en Mallorca con un alivio de las restricciones inversoras de Fomento —«reprogramación» es el eufemismo de la simple cancelación de proyectos o de su dilación sine die— para darle aire a la demanda de gasto y los mercados reaccionaron con una crueldad fulminante y despiadada: aumentaron nueve puntos la prima de riesgo española y volvieron a incrementar el spread, el diferencial con el bono alemán cuya estabilidad tortura al presidente desde que se ha enterado de su existencia. Esta gente del dinero es muy quisquillosa y no toma vacaciones. Su respuesta rápida e inclemente sitúa al Ejecutivo socialista bajo la presión de una doble tenaza: de un lado los prestamistas internacionales y de otro los electores de tierra adentro. Entre ambas clientelas bascula el estrecho margen de decisión de un Gobierno cuyas opciones se reducen ya a elegir a quién defrauda. Si desengaña a los votantes perderá las elecciones; si enfada a los mercados arruinará al país y, al final, acabará perdiendo también el poder.


ABC - Opinión

La diplomacia del Rey

No es necesario glosar la inestimable aportación de Don Juan Carlos a la historia reciente de España. Desde que asumió la Corona ha prestado tantos y tan relevantes servicios que ha hecho que no exista ningún debate alrededor de la Monarquía. No hay una institución más querida y respetada por los españoles. Y lo es, además, a enorme distancia de cualquier otra. Desde 1975 hasta hoy, ha cumplido ejemplarmente con el papel moderador de la jefatura del Estado y ha mostrado la extraordinaria eficacia de la institución, no sólo en momentos difíciles sino en su actividad cotidiana. Uno de los aspectos más relevantes del rey es su papel como «embajador» de España en el mundo. Es una faceta fundamental de su servicio y entrega a la Nación, donde puede aprovechar, además, el prestigio que ha conseguido durante estas décadas que ha estado al frente de la Jefatura del Estado. Don Juan Carlos es el español más universal de su tiempo. La credibilidad con que cuenta entre los máximos responsables de otros países es una baza fundamental en nuestra política exterior, al margen de quién sea el titular de la presidencia del Gobierno. Un ejemplo de esta eficacia y utilidad se pudo comprobar ayer con la conversación telefónica que mantuvo con el rey de Marruecos. Don Juan Carlos y Mohamed VI quisieron evitar los malentendidos o pequeños problemas que han surgido en la frontera entre España y Marruecos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Desde hace una semana se ha ido generando un conflicto tan absurdo como inconsistente sustentado en unos incidentes fronterizos menores. Las acusaciones marroquíes contra la Guardia Civil y la Policía no tienen ningún fundamento, pero hubieran podido comportar una escalada de confrontación muy perjudicial para ambos países. La frontera española con Marruecos es un lugar tan complicado en su gestión como sensible políticamente. Por ello, es fundamental que nada pueda perturbar las buenas relaciones bilaterales en las que, cabe recordar, el beneficio es recíproco. Más allá de algunas salidas de tono de algunos dirigentes marroquíes, muchas de ellas en clave de política interna, lo único importante es profundizar en los muchos aspectos que nos unen y superar los pocos que nos separan. Don Juan Carlos representa la continuidad en la máxima institución del Estado y su prestigio se debe a que está al margen de las luchas o las discrepancias entre partidos. La conversación con Mohamed VI se sustenta en la confianza entre ambos soberanos tras años de conocimiento mutuo. El soberano alauita sabe que ningún otro interés que el servicio a España mueve a Don Juan Carlos y que es compatible con el profundo afecto y respeto que siente por Marruecos. La misma confianza que tuvo con su padre, en tiempos muy complicados, la tiene ahora con el hijo. El Gobierno tiene que aprovechar lo sucedido para seguir fortaleciendo las relaciones con el país vecino y ayudarle, con prudencia y eficacia, en su proceso de democratización y en un desarrollo económico que lo acerque a los parámetros de la UE. España necesita un Marruecos estable, democrático y desarrollado.

La Razón - Editorial

La negociación encubierta

Lo que nos ocupa en estos momentos es el reconocimiento de la existencia misma de un proceso de negociación con ETA que, con mediadores o sin mediadores internacionales, el Gobierno ha venido negando de manera sistemática.

Las reiteradas advertencias que Mayor Oreja viene haciendo desde hace tiempo sobre la persistencia de una negociación encubierta entre el Gobierno de Zapatero y ETA han sido claramente reforzadas por las declaraciones que este miércoles ha hecho a Europa Press el mediador profesional y asesor del entorno proetarra Brian Currin. El abogado sudafricano considera que la política de acercamientos de presos etarras a cárceles del País Vasco "puede ser un factor importante que puede contribuir a ayudar a avanzar el proceso". Según Currin, "la situación está en un punto muy delicado, pero estoy confiado en que se están haciendo progresos. No puedo decir más al respecto".

La verdad es que no hace falta que Currin diga, por ahora, nada más al respecto, puesto que lo que nos ocupa en estos momentos es el reconocimiento de la existencia misma de un proceso de negociación que, con mediadores o sin mediadores internacionales, el Gobierno ha venido negando de manera sistemática.


Algunos podrían pensar que este abogado no es más que un negociador todavía en busca de una negociación, de un oportunista con afán de notoriedad. Pero lo cierto es que el Gobierno ha tenido mucho tiempo para aclararlo –y no lo ha hecho– desde que el pasado mes de marzo Currin impulsara, con el apoyo de buena parte de los mediadores-facilitadores de la primera fase del proceso de paz, la llamada Declaración de Bruselas. Esa apuesta por una segunda negociación fue apoyada, entre otros, por la Fundación Nelson Mandela; los premios Nobel de la Paz Frederik Willem de Klerk, Desmond Tutu, John Hume y Betty Williams; y antiguas personalidades políticas como Mary Robinson, Albert Reynolds o Jonathan Powell. Es evidente que todo ello no se habría podido llevar a cabo sin la condescendencia del Gobierno español, cuyo presidente, lejos de repudiarlo, afirmaba hace tan sólo unas semanas que "el proceso de paz fue un instrumento que aceleró las condiciones para ganar esa batalla y ver el final de la violencia, debilitando de una manera clara a ETA".

Por otra parte, si el acercamiento de los presos de ETA no está inmerso en un proceso de diálogo, ya sea directo o indirecto, con la propia banda, ¿por qué esa falta de transparencia? Si estos acercamientos de presos no forman parte de una estrategia de apaciguamiento por la vía de la concesión, ¿por qué ocultar a las víctimas el supuesto arrepentimiento de sus verdugos?

Téngase en cuenta además que las declaraciones del mediador sudafricano y la relajación de la política penitenciaria no son las únicas que avalan la existencia de una negociación encubierta. Ahí están las no muy lejanas declaraciones del propio dirigente del PSE, Jesús Eguiguren, en las que afirmaba que "después del verano" se verá que "Batasuna vive un nuevo ciclo en el que apuesta por las vías pacíficas exclusivamente". Pero si no mantiene contacto, ¿cómo lo sabe Eguiguren? ¿Por ciencia infusa?

Eso, por no hablar de dirigentes del PNV, como Urkullo y Eguibar, que desde hace tiempo, lejos de desmentir a Mayor Oreja en este punto, han mostrado su convicción de que los socialistas siguen buscando lo que llaman "vías de pacificación extramuros del parlamento". Claro que no hace falta salirse del parlamento. Basta recordar la declaración que se aprobó en el Congreso y en la que se apuesta por el "fin dialogado de la violencia". Lejos de derogarla, todo indica que el Gobierno de Zapatero sigue ejercitándola.


Libertad Digital - Editorial

El recurso a la diplomacia real

Si la causa del malestar en Rabat era la supuesta frialdad con la que España había despachado sus quejas, con la intervención de Don Juan Carlos deberían darse por satisfechos.

LAS relaciones normales entre dos países vecinos pueden estar salpicadas de momentos de malestar, pero resulta muy complicado tratar de poner remedio a uno de esos episodios cuando, al dispararse la tensión diplomática, Marruecos no aclara bien cuáles son las causas últimas que lo han provocado. Conociendo la larga e intensa historia de las relaciones hispano-marroquíes, no es fácil creer que unas supuestas actitudes irrespetuosas por parte de los agentes de Policía españoles destinados en las instalaciones fronterizas de Melilla puedan ser la causa de una situación que ha requerido nada menos que la intervención directa de Su Majestad el Rey. De ser cierto que tales circunstancias se han producido en la frontera, el caso no debería haber pasado de un intercambio de cartas entre instancias administrativas, pero, por razones todavía ocultas, Rabat ha preferido elevarlo al rango de grave incidente diplomático. La gran influencia de Don Juan Carlos en las relaciones con nuestro vecino del sur es indudable y, como era de esperar, su conversación telefónica con Mohamed VI de Marruecos ha servido para calmar las aguas, de forma que ha quedado claro que las buenas relaciones entre los dos países siguen siendo un objetivo prioritario para ambos. Si la causa del malestar en Rabat era la frialdad con la que consideran que España se había ocupado de sus quejas, hay que decir que con la intervención de Don Juan Carlos deberían considerarse más que satisfechos. Pero si, como temen otros, hay asuntos velados más graves en el fondo del caso, ¿a qué instancias se podría acudir para hacer frente a la tensión con Marruecos?

Algunos aspectos centrales de la política exterior del Gobierno socialista, como las relaciones con Marruecos, han estado desenfocados desde un principio. Por el paso fronterizo de Melilla entran y salen de España cada día más de 30.000 personas, y no es conveniente desautorizar a los funcionarios que con gran esfuerzo y profesionalidad tratan de mantener el orden en esas circunstancias, sino reforzar la presencia policial para evitar tensiones en una frontera cuyos antecedentes son de sobra conocidos. Si esa era la fuente del malestar de Marruecos, de este modo debería darse por superada. En el caso de que Rabat tuviese otros reproches que hacerle a España, debería decirlos más leal y claramente y el Gobierno, escucharlos, pero sin perder de vista que hay cosas más importantes para España que resolver los problemas de imagen de su vecino.

ABC - Editorial