martes, 9 de agosto de 2011

Memoria económica. Por José Luis Requero

Un proyecto de ley o de reglamento exige lo que se llama «memoria económica». Sirve para saber cómo se financiará la futura norma. Esto se exige para proyectos de ley y de reglamento pero no para una Constitución. Así cuando se elaboró la Constitución no hubo memoria económica alguna, como tampoco cuando se trata de un estatuto de autonomía. Ahora bien, es aconsejable reflexionar sobre tales extremos porque el pueblo soberano que se dota de esas normas básicas debe saber si tiene capacidad económica para sostenerlas, luego para que se apliquen.

Probablemente de haberse elaborado una memoria económica de lo que en su momento era el proyecto de Constitución, los españoles nos habríamos dado cuenta de que nos iba a regir un texto bastante caro; nos dimos un sistema constitucional que iba a exigir a todos un importante esfuerzo económico para que buena parte de sus previsiones se hiciesen realidad, lo que se acentúa en los últimos estatutos de autonomía que tiran la casa por la ventana.

Proclamar derechos y libertades está muy bien, pero se necesita una Justicia ágil y eficaz para hacerlos realidad, como también tiene su coste crear un Tribunal Constitucional o el sistema parlamentario bicameral o la Casa Real o que haya un Defensor del Pueblo, etc. Y no digamos que se dote de autonomía a provincias y municipios o surjan de la nada las Comunidades Autónomas, órganos en los que se descentraliza la acción política, clonando la organización estatal.


Pero lo que encarece la Constitución es atribuir a los poderes públicos el deber de crear y mantener un abanico de servicios y competencias que concretan el Estado del Bienestar. Se prevé así que «los poderes públicos» procurarán la tutela de la salud, del medioambiente, una vivienda digna y adecuada, la gratuidad de la enseñanza, unas pensiones dignas y así un largísimo etcétera al que se añaden los aún más largos etcéteras de las leyes que desarrollan la Constitución. Repito: todo esto exige gran capacidad financiera.

En 1978 tiramos la casa por la ventana y aprobamos una Constitución de lujo: nos compramos un deportivo, un yate, un chalet en la playa y reformamos la casa. Todo a la vez y gracias al préstamo que nos dio la Historia. ¿Podíamos mantener ese tren de vida? Afortunadamente, al poco vino la Unión Europea y luego los Fondos de Cohesión, lo que nos permitió mantener ese tren de vida al que nos subíamos: las infraestructuras se modernizaron, los pueblos y ciudades se embellecían y se hacían «sostenibles»; el medioambiente se empezaba a cuidar, etc. lo que permitió destinar recursos para colegios, pensiones, etc.

Pero hay dos actitudes para tener ese tren de vida. O la responsable y consciente de que se precisa una economía fuerte y saneada o la inconsciente del que gasta sin medida; no le basta el yate o el deportivo, encima los llenan de accesorios y monta una televisión autonómica, su propia policía, clona órganos estatales, etc. El médico es gratis y somos tan buenos que invitamos a otros y surge la España del turismo sanitario; se dan subvenciones a propios y extraños y los abuelos viven cada vez más años a costa de una menguante población de nietos hechos a la buena vida de sus padres.

Mientras la economía iba bien esto tenía un pase, pero se estropea; la financiación europea mengua, pero la frivolidad gubernativa lo ignora, suprime los topes de gasto y en el país del Lazarillo se dice que lo progre es el déficit; los hijos, acostumbrados al tren de vida de sus padres, se indignan: ni pueden llevarlo ni, quizás, el que tenían esos padres cuando eran más modestos pero sensatos. Se indignan, se autodenominan «indignados», pero no se les censura y unos políticos frívolos y descerebrados les adulan asegurándoles más vida fácil.

El Estado del Bienestar es caro, exige esfuerzo, disciplina y un sistema económico capaz de sostenerlo, que genere riqueza, lo que depende de un empresario incentivado, no demonizado ni machacado. En vez de perder el tiempo en memorias históricas, aunque tarde, quizás sea hora de hacer la memoria económica de nuestro sistema constitucional. Así sabremos lo que cuesta, si podemos financiarlo y si estamos dispuestos a esforzarnos para hacerlo viable.


La Razón - Opinión

Crisis de deuda. Solucionar el déficit en cinco minutos. Por Ignacio Moncada

En el mundo real la magia no existe. Es decir, que ese agujero tendrá que ser pagado por alguien. No tenga ninguna duda al respecto: será usted.

Hace unos días, en una entrevista a la CNBC, Warren Buffett afirmó que podía acabar con el déficit público en cinco minutos: "sólo hay que aprobar una ley por la que, si el déficit público supera el 3% del PIB, todos los miembros del Congreso quedan automáticamente inhabilitados para la reelección". El exitoso inversor estadounidense puso el dedo en la llaga respecto a la crisis de deuda que se vive a ambos lados del Atlántico: nos recuerda que el problema es puramente político. Pese a que nuestros gobernantes insistan en culpar a los mercados, una crisis de deuda soberana se genera cuando los políticos gastan tanto dinero que no sólo hay que pedir prestado, sino que comienza a sospecharse que ni siquiera podrán devolverse esas deudas si no hay rescate de por medio. Y para llegar a ese punto hay que gastar mucho.

En la antigüedad, cuando sucedía algo que no era posible explicar, se solía recurrir al brujo de la tribu. Cuando una enfermedad, por ejemplo, asolaba el poblado, como no se sabía que las causas procedían de un determinado tipo de germen, se buscaba el remedio al problema con una exótica danza del chamán, implorando al cielo la solución. Es razonable, porque la explicación a los sucesos no estaba a su alcance. Lo absurdo es que, hoy en día, nuestros gobernantes sigan recurriendo a los chamanes cuando no comprenden lo que sucede en materia económica. Y es que, después de que se disparara la prima de riesgo española e italiana a cotas desconocidas, el Gobierno ha descargado toda la responsabilidad sobre Jean-Claude Trichet, el presidente del BCE. El banquero central de la eurozona es, para Zapatero, el brujo de la tribu, pues con darle un botón es capaz de solucionar el problema de la deuda. Es lo que sucede cuando quien gobierna no conoce las consecuencias de sus acciones. Porque, aunque lo niegue, en este caso el germen que ha engendrado la enfermedad es el propio Gobierno.

El Gobierno, al pedir públicamente al Banco Central Europeo que compre deuda pública española, lo que está haciendo es solicitar el más deshonroso de los rescates. No estoy seguro de que Zapatero lo sepa. Este mecanismo de salvamento está envuelto en múltiples capas que le dan apariencia de ser extremadamente complejo, tal vez para ahorrarse las explicaciones. Pero su esencia es muy sencilla: consiste en imprimir dinero e intercambiarlo por deuda pública. O sea, darle a los gobiernos billetes recién sacados de la impresora para que no tengan que responsabilizarse de sus gastos. Es evidente que en el mundo real la magia no existe. Es decir, que ese agujero tendrá que ser pagado por alguien. No tenga ninguna duda al respecto: será usted. Verá como la moneda se deteriora, y su poder adquisitivo se desploma. Cuando vea que su bolsillo sigue menguando, recuerde que los problemas están donde señalaba Warren Buffett: sentados en el Congreso de los Diputados.


Libertad Digital - Opinión

La bipolaridad de Bildu. Por Carmen Gurruchaga

Bildu tiene más de un 50% de Batasuna en su composición, por lo que como coalición puede llegar a comportarse de manera bipolar e, incluso, tripolar. Ayer por ejemplo, la parte de EA y Alternatiba sí asistió al acto que se celebró en Zumaia, en memoria del ex presidente de la patronal guipuzcoana, Joxe Mari Korta, asesinado por ETA hace 11 años.

Pero no lo hizo el diputado general de la provincia, Martín Garitano, vinculado a la izquierrda abertzale de toda la vida y que prefirió dejar su representación en manos de dos diputadas de EA. Sin embargo, sí acudió la alcaldesa en funciones del municipio, del sector independiente de Bildu. Y es que Garitano está más preocupado por la vuelta a casa de los presos de ETA que por las víctimas de la banda; y por la negociación de los terroristas con el Gobierno que por las necesidades de los guipuzcoanos.

Sin embargo, sabe que si se le ve el plumero exigiendo las reivindicaciones perennes de la banda y sólo muestra su apoyo a los reclusos etarras y a sus familiares, la coalición que posibilita a la izquierda abertzale el acceso a las instituciones puede ser finalmente ilegalizada. Por ello, a Batasuna le viene bien la bipolaridad pues aunque la verdad sea vox populi y ya no engaña a nadie, ¿cómo se demuestra jurídicamente que no condenan la violencia cuando una parte de Bildu acude al homenaje de una víctima?


La Razón - Opinión

Despilfarro. ¿Seguirá Fabra el mal ejemplo de Camps? Por Guillermo Dupuy

La verdad es que el asunto de los trajes ha eclipsado en los medios de comunicación muchas cosas de la Comunidad Valenciana, tal y como afirmaba Camps; pero no sólo elogiables sino también censurables de la gestión del PP valenciano.

Aseguraba Francisco Camps en su discurso de dimisión estar "harto" de que el caso Gürtel hubiera ocultado en los medios de comunicación muchas cosas positivas de la Comunidad Valenciana. La verdad es que el asunto de los trajes ha eclipsado muchas cosas, no sólo elogiables sino también censurables de la gestión del PP valenciano. Cosas como el insaciable centralismo autonómico, que ha seguido vampirizado a las provincias de Alicante y Castellón en beneficio exclusivo de la ciudad de Valencia; cosas como la politización de las cajas de ahorros que ha terminado por arruinar a una de las otrora más prosperas entidades financieras de nuestro país, como era la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Sólo dos días antes de su intervención por parte del Banco de España, la entidad financiera alicantina tuvo que renovar un préstamo de 200 millones al Gobierno valenciano, que, desde 2006, ya era el destinatario de tres de cada cuatro euros de las operaciones de crédito, aval o garantía que la entidad había realizado con las instituciones públicas de la Comunidad.

Está por ver que el asunto de los trajes haya acabado definitivamente con la carrera política de Francisco Camps. Pero, desde luego, si queremos que la victoria electoral del PP sirva para establecer las bases de la recuperación económica, lo que ya ningún representante popular con responsabilidad de gobierno debería poder hacer es seguir el mal ejemplo de Camps en lo que a gasto y endeudamiento público se refiere. La Comunidad Valenciana –por no hablar del Ayuntamiento de Valencia– es una de las instituciones públicas de nuestro país que más y a mayor velocidad se ha endeudado y una de las principales corresponsables de las elevadísimas primas de riesgo que está pagando la deuda española.

Es verdad que, en una reciente entrevista concedida a El Mundo, el nuevo presidente de la Generalidad, Alberto Fabra, hacía público un compromiso con la austeridad que parecía un punto de inflexión frente a la rienda suelta que el gasto publico ha gozado en Valencia. Sin embargo, ya entonces ese compromiso del nuevo presidente me pareció demasiado vago y no suficientemente consciente del radical cambio de mentalidad que es exigible en los políticos en lo que a privatizaciones y recorte de gastos se refiere. Así, que Fabra se limitara a decir respecto a Canal 9 –uno de los cuatro canales de televisión pública que hay en la Comunidad Valenciana, cuya deuda asciende a los 1.500 millones de euros–, que lo que pretende es "garantizar el pluralismo", debe resultar hasta ofensivo para cualquier persona mínimamente consciente de la realidad financiera que los políticos deben de una puñetera vez de afrontar. Y es que la solución no pasa ni siquiera por reducir los déficits de las televisiones públicas, sino proceder a su inmediata puesta en venta y reducir con lo que se obtenga con ella la deuda que han generado estos pozos sin fondo.

No le echaré en cara al recién llegado presidente algo que ahora se ha sabido como es el hecho de que durante 2010 cada diputado valenciano gastara una media de 650 euros al mes en teléfono, pero desde luego sí que haya nombrado 83 asesores –entre 6 y 8 por consejería- con un coste de 4,45 millones de euros anuales.

Espero, no obstante, poder equivocarme con Fabra. Si es así, gustoso haría una recolecta para regalarle dos o tres trajes.


Libertad Digital - Opinión

Campus estéril. Por José Antonio Álvarez Gundín

Sorprende que entre las reivindicaciones de los «indignados» no haya una sola alusión, siquiera de pasada, a la Universidad, estando como están muchos de ellos en plenos estudios superiores. Es más, se diría que están satisfechos con el sistema académico, con la gestión de los rectores y con el profesorado, lo cual resulta asombroso si se tiene en cuenta que ninguna universidad española figura entre las 150 primeras del mundo por su calidad y prestigio. De la duodécima potencia mundial cabía esperar que su enseñanza universitaria no desmereciera del ranking, pero la realidad es que se disputa los puestos del pelotón con países del Tercer Mundo. De hecho, la Universidad pública española es una fábrica de frustración a pleno rendimiento y un título suyo no tiene más utilidad para encontrar trabajo que un diploma de la asociación de vecinos. Y lo peor es que aún no ha tocado fondo. Hace algunas semanas, un centenar largo de catedráticos difundió un manifiesto contra la reforma del personal docente que proyecta el Gobierno, con denuncias tan vigorosas que dejan pasmado al más escéptico. Según los firmantes, en su mayoría de centroizquierda, la Universidad se dirige a toda máquina hacia la perfecta burocratización, sindicalización y endogamia, donde se puntúa más el papeleo de despacho y la militancia sindical que la investigación, las publicaciones o el currículum en el extranjero. Se alimenta así una casta parasitaria cuyo objetivo es controlar los resortes del claustro para fines ideológicos. Eso es lo que explica por qué el campus se ha convertido en el patio de recreo de los grupúsculos radicales, una minoría que impone sus reglas y decide quién puede pronunciar una conferencia y quién no, a quién se le abre el aula magna y a quién se le cierra. Es muy loable que los «indignados» quieran cambiar el mundo, pero ¿qué tal si empiezan por su raídos pupitres? La Universidad no puede convertirse en refugio de mediocres ni fonda de fracasados, sino en el principal motor intelectual, científico y de renovación social, donde se prime el mérito y el esfuerzo, donde no se malverse el dinero público impunemente y se impida su utilización política, que por depender de las autonomías suele ser cateta y de vuelo gallináceo. Si el título universitario no recupera su utilidad laboral y su prestigio, sobra tanta universidad inútil y estéril.

La Razón - Opinión

Acuerdo con C's. ¿El gran error de Rosa Díez? Por Carmelo Jordá

Para los que hasta ahora han confiado en Rosa Díez o están pensando en hacerlo esta negativa inopinada y en redondo puede ser difícil de tragar y en el rapidísimo no de algunos dirigentes de UPyD se adivinan razones no muy presentables.

Puede que la fórmula elegida por Albert Rivera para hacer su propuesta de pacto, hablar de ello en los medios antes de comunicarse con la propia dirección de UPyD, no haya sido la más acertada; puede que el de C's esté simplemente buscando un espacio en los medios que no le es fácil conseguir; incluso es probable que la apuesta de Rivera, ese extraño todo o nada que plantea al decir que si no lo hace con UPyD no se presentará, sea un flaco favor a su electorado.

Sin embargo, aún así Rosa Díez y su partido pueden estar cometiendo uno de los grandes errores de su todavía corta vida si desprecian sin más el ofrecimiento que les plantea el líder de C’s. Y en un partido pequeño como UPyD los errores se pagan muy caros: pueden marcar la diferencia entre el ser o no ser.

Digo esto porque creo que, aunque pueda parecer lo contrario, en este tema la formación de la valiente Díez tiene más que perder que la de Rivera. En primer lugar porque por suerte o por desgracia C’s se ha acabado configurando como una alternativa netamente autonómica, que no espera ni necesita un gran resultado fuera de Cataluña.


Por el contrario, UPyD mantiene una vocación de partido nacional, pero tiene una implantación poco menos que testimonial en Cataluña y sus diferentes resultados electorales han rozado el ridículo, y eso siendo benévolos. C’s sí podría dar esos votos que los de Díez no logran tener en aquella región y tiene también la estructura de partido necesaria para, por primera vez, hacer una campaña digna de tal nombre.

No sé si todo ello serviría para que algún diputado catalán acompañase a Rosa Díez en el Congreso, pero de la mano de C’s está claro que ésta sería una empresa difícil pero no imposible. En solitario, por el contrario, resulta absolutamente descabellado pensar que se puede pasar de los 5.000 votos en las autonómicas a los 150.000 necesarios, más o menos, para obtener un diputado en Barcelona.

Por otro lado, tiendo a pensar de que el electorado de partidos como UPyD o C’s es más crítico y exigente que el de PSOE y PP, que han tenido tiempo de convertirse en una costumbre que es difícil romper y que arrastran a muchos votantes por pura entraña.

Así, para los que hasta ahora han confiado en Rosa Díez o están pensando en hacerlo esta negativa inopinada y en redondo puede ser difícil de tragar y en el rapidísimo no de algunos dirigentes de UPyD se adivinan razones no muy presentables y todavía menos comprensibles para un elector que, dando su voto a partidos pequeños, está claro que no piensa en la defensa de intereses o privilegios particulares sino en el bien común.

Y está claro que buena parte de ese bien común pasaría, en las próximas elecciones, por contar con una alternativa de izquierda moderada, españolista y racional que puede dar respuesta a las demandas de un electorado, sobre todo del PSOE pero también del PP, que ha dejado de creer que los grandes partidos son capaces por sí mismos de arreglar la situación.

Si esa alternativa no llega a configurarse con el formato más amplio posible puede defraudar muchas de estas expectativas y ver frustrado un crecimiento para el que va a tener pocas oportunidades como estas elecciones, especialmente si ese elector exigente percibe que los culpables han sido los personalismos, los egoísmos y las ansias de un protagonismo banal.

Al fin y al cabo, la U de UPyD es de Unión, ¿no?


Libertad Digital - Opinión

Un liderazgo sin dueño. Por Ignacio Villa

Después de una semana de infarto para la economía mundial; de días de desasosiego para la Unión Europea y para los Estados Unidos; de jornadas maltrechas para el euro, el dólar, el yen y las bolsas de medio mundo; de idas y de venidas con todo tipo de acusaciones, de reproches y de críticas podemos decir que esta primera semana de agosto ha sido una de las más críticas de estas últimas décadas. Son desde luego muchas las sugerencias y muy variados los análisis; pero no hay que dar muchas vueltas a la cuestión. Echarnos las culpas unos a otros no sirve absolutamente para nada. La cuestión tiene mucho mayor alcance y además tiene el agravante de no saber si hemos tocado suelo. Es más, todo apunta a que todavía no ha llegado lo peor.

Quizá lo más fácil en un momento como éste, sería repartir culpas a diestro y siniestro. Y además posiblemente hay motivo para ello. Pero en esta ocasión me gustaría poner el acento en una cuestión distinta y diferente. Lejos de medidas más o menos acertadas, y de decisiones más o menos correctas; ahora mismo lo que está quedando en evidencia es que cuando más lo necesitamos no tenemos un liderazgo internacional que marque las pautas, que señale el recorrido y que sea capaz de aunar voluntades ahora que la economía mundial está al borde de la bancarrota.


No son estas afirmaciones más o menos genéricas. Es simplemente la confirmación de algo que ya conocemos en nuestra historia reciente. Ejemplos no faltan. Desde la caída del Muro de Berlín, hasta la paz entre Egipto e Israel, desde la puesta en marcha de la moneda única europea hasta una solución en la complicada zona de los Balcanes. Para situaciones sin solución, hacen falta líderes con capacidad de respuesta, con decisiones arriesgadas y con apuestas impensables. Pero por encima de todo, lo que en estos momentos es de obligado cumplimiento es un liderazgo, sin egoísmos partidistas e ideológicos. Un liderazgo que sepa también sacarnos de este pozo negro en el que nos estamos introduciendo a una velocidad de vértigo.

Estamos huérfanos. No tenemos un asidero que nos sirva de apoyo en esta situación de incertidumbre. Ni en los Estados Unidos, ni en el Reino Unido, ni en Alemania, ni en Francia, ni en Japón. Todos se miran al ombligo, pendientes y calculadores de sus políticas internas. Vivimos sin orden, ni concierto. Todos hacen, gesticulan y pontifican. Pero nadie asume ese liderazgo por encima del bien y del mal, que necesitamos para salir del precipicio. En todas las grandes cancillerías se acicalan para la fiesta que nunca llegará, inconscientes de que el «Titanic» se hunde. Ajenos a que el barco se va a pique por mucho que la orquesta siga tocando. No hay liderazgo internacional, ni nadie que quiera asumirlo. Todos se miran y se contemplan; nadie quiere riesgos. Y ahí esta nuestro problema, lo demás son pamplinas.


La Razón - Opinión

El balance. Game over. Por Manuel Llamas

La crisis de deuda no se debe a la especulación, ni a los avariciosos mercados, ni a una conspiración internacional ni mucho menos a las agencias de rating.

La degradación crediticia de Estados Unidos era una mera cuestión de tiempo. De hecho, si por algo ha de recibir críticas S&P es por su descarada tardanza y alarmante falta de rigor a la hora de rebajar el rating a la primera potencia mundial. Pero la realidad, para desgracia de muchos políticos, se acaba imponiendo tarde o temprano, tal y como acontece desde hace casi año y medio en el seno de la zona euro.

Para entender la crisis de deuda pública no es preciso irse a las grandes cifras sino tomar como ejemplo lo que acontece en una empresa o familia que atraviesa graves dificultades financieras. Si un hogar cuenta con una deuda de 100.000 euros y unos ingresos anuales de 40.000 podrá amortizar con facilidad dicho crédito a medio plazo destinando una porción de sus recursos. Claro que si el matrimonio en cuestión se queda en paro y sus ingresos descienden a 10.000 euros anuales dicha situación cambia radicalmente.


Además, si la pareja mantiene su anterior nivel de vida (gasto) a base de ampliar crédito, sin intención de liquidar activos (piso, coche, acciones...) ni atisbo alguno de recolocarse en el mercado laboral por la negativa de cambiar de sector o aceptar salarios más bajos, resulta evidente que, llegado un punto no muy lejano, el banco le acabará exigiendo tipos de interés mucho más altos o bien le cerrará el grifo de la financiación. Es entonces cuando la familia tendrá que declararse en quiebra e incumplir sus compromisos financieros, a no ser que alguien distinto a ese banco le conceda más avales o le preste dinero para salvar la situación.

Algo similar es lo que acontece desde hace meses con algunos países. Ante la negativa de reestructurar sus finanzas públicas (reducir gastos) y acometer las reformas necesarias para impulsar el crecimiento (generar más ingresos), el mercado (banco) comenzó a exigir un mayor coste para prestar dinero a determinados estados. Sin embargo, éstos han continuado con su deriva, culpando a la malvada especulación de todos los males e ignorando por completo que la raíz de todos los problemas radica en mantener su sobredimensionado tamaño. La imposibilidad de financiarse a precios asequibles ha situado a varios de estos países al borde de la quiebra. El impago tan sólo se ha evitado, de momento, gracias a que otros socios –léase bancos centrales y Gobiernos– han intervenido in extremis prestándoles el dinero preciso.

Sin embargo, esta particular transferencia de recursos no es gratuita. Para que los países díscolos se mantengan en pie, los solventes deben incrementar su ya abultado nivel de deuda (es el caso de Alemania), deteriorando así su posición crediticia, en una especie de huida hacia adelante que tarde o temprano llegará a su fin. Game over, el tiempo se agota.

Y es que, la crisis de deuda no se debe a la especulación, ni a los avariciosos mercados, ni a una conspiración internacional ni mucho menos a las agencias de rating. Los verdaderos culpables son los Gobiernos de cada país, obstinados en ocultar la realidad y retrasar todas las medidas precisas para recuperar el crédito de los inversores.


Libertad Digital - Opinión

Concurso de recetas

Los mercados financieros internacionales vivieron ayer otra jornada de agitación e incertidumbre con caídas generalizadas. Pese al efecto sedante que tuvo el anuncio de que el Banco Central Europeo comprará deuda española e italiana, lo que situó nuestra prima de riesgo por debajo de los 300 puntos, la tormenta desatada en Estados Unidos por las agencias de calificación golpeó a Wall Street y arrastró al resto de las bolsas mundiales. La comparecencia ante la Prensa de Barack Obama fue muy elocuente de los problemas de credibilidad entre los inversores que padece la política fiscal del país. No está claro que el presidente norteamericano haya logrado con su mensaje de optimismo relajar las tensiones y todo apunta a que en los próximos días asistiremos a nuevos sobresaltos. Tampoco España está a salvo, por más que la vicepresidenta Salgado haya tratado de infundir confianza a los inversores con el anuncio de una serie de decisiones muy heterogéneas para recaudar unos 5.000 millones adicionales y cumplir así el objetivo de déficit del 6% en este año. Pendientes de ser aprobadas en un próximo Consejo de Ministros, estas medidas van desde un recorte del gasto farmacéutico, más voluntarista que viable, hasta una flexibilización del contrato a tiempo parcial, pasando por acelerar la entrada en vigor de las normas de control del déficit autonómico. Pero la más sorprendente ha sido otra: las grandes empresas deberán adelantar a cuenta el pago del impuesto de sociedades, capítulo por el que Salgado espera disponer de 2.500 millones. Como es natural, la CEOE ya ha manifestado su oposición a lo que considera una arbitrariedad, pues a las empresas les merma aún más su liquidez y capacidad de financiación. Además, adelantar el pago del tributo es pan para hoy y hambre para un mañana que seguramente no tendrá que gestionar el Gobierno socialista, sino uno del PP, lo que viene a engrosar esa pesada herencia que recibirá Rajoy a partir de noviembre. Lamentablemente, las nuevas medidas de Salgado siguen la estela de la improvisación y la ocurrencia que ha marcado la política económica desde mayo del pasado año. Todas las reformas, recortes y restructuraciones se han hecho a regañadientes, sin verdadera convicción, a remolque de las exigencias europeas y con limitada credibilidad. Lo que se llama vulgarmente ir trampeando la situación. En este contexto, la propuesta realizada ayer por un Rubalcaba hiperactivo para que empresarios y trabajadores firmen un pacto por la moderación tanto de los salarios como de los beneficios ha caído como un meteorito. Desde luego, parece extraterrestre que, en plena tormenta financiera internacional, el candidato del PSOE se despache con una iniciativa de diálogo social que como vicepresidente del Gobierno ni impulsó ni le pareció relevante. Por el contrario, aprobó una reforma laboral insuficiente e ineficaz que no ha contentado a nadie, no ha estimulado la creación de empleo y no ha incrementado la competitividad de la economía española. No es nada tranquilizador que desde el Gobierno y desde Ferraz compitan por dar nuevas recetas económicas como si se tratara de un concurso de ocurrencias.

La Razón - Editorial

El miedo crece


Las Bolsas siguen en caída libre pese al BCE y al dramático mensaje de Obama a los mercados.

La caída de las Bolsas mundiales parece no tener fin. Ni la intervención del BCE ni el dramático mensaje de Obama para intentar disipar las dudas sobre la economía estadounidense pudieron evitar otra jornada desastrosa. Los mercados de deuda y de renta variable respondieron ayer de forma dispar a los recientes acontecimientos económicos, es decir, la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por parte de Standard & Poor's y la compra de deuda de España e Italia por parte del Banco Central Europeo (BCE) para estabilizar los diferenciales de ambos países y evitar el riesgo de intervención. Las Bolsas mundiales, incluyendo el Ibex 35, sufrieron grandes caídas porque los inversores descuentan que los ajustes presupuestarios a uno y otro lado del Atlántico (en especial en EE UU) causarán una ralentización del crecimiento económico. La OCDE es de la misma opinión; sostiene que durante 2011 el crecimiento mundial será más lento. La contradicción entre ajuste y crecimiento, cada vez más importante para los inversores, cuestiona, al menos a corto plazo, las expectativas de recuperación mundial.

Los mercados de deuda, al contrario, reaccionaron bien al anuncio del BCE. La prima de riesgo española cayó de golpe en 100 puntos básicos (80 al cierre de la jornada) y mejoró la solvencia de la deuda. Algo tendría que ver además el anuncio de un nuevo recorte presupuestario en preparación que, por supuesto, reducirá un poco más la expectativa de crecimiento español en 2012. La deuda italiana sufrió igual suerte, aunque el BCE ha recordado que Italia tiene que aplicar planes de austeridad y un programa de privatizaciones.


Pero si era un clamor en Europa que el BCE tenía que actuar comprando deuda española e italiana para evitar la quiebra de la solvencia en ambos países, ¿por qué Trichet no lo anunció el jueves? La explicación es que el BCE está aplicando la táctica de la intervención menos costosa. El jueves pasado intentó transmitir a los mercados que el banco está dispuesto a intervenir; pero la comunicación fracasó porque amagó comprando deuda irlandesa y portuguesa (la opción más barata) y los inversores requerían conocer con exactitud la línea roja a partir de la cual entraría en liza el BCE. Desde el domingo por la noche ya conocen esa línea roja.

Ahora bien, la acción de Europa no puede quedarse en la intervención del BCE. Los inversores empezarán a preguntarse rápidamente si el banco se va a limitar a intervenir una sola vez o si lo hará de forma continuada para cortar la especulación. Más prudente sería acelerar la reforma anunciada del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), la que le permite intervenir en el mercado y actuar como un mecanismo de estabilidad de la eurozona. Es mala política que, con los riesgos que implica la permanente convulsión financiera, la reforma del Fondo empiece a discutirse en septiembre. El coste de la ausencia de una autoridad económica europea puede ser insoportable; y no solo para España o Italia, sino para toda Europa.


El País - Editorial

Rubalcaba se viste de Zapatero


Si ya ni siquiera comparece como presidente ante una crisis como ésta, delegando en el candidato de su partido la búsqueda de soluciones, ¿por qué esperar al 20 de noviembre?

Al contemplar la rueda de prensa que ha ofrecido Alfredo Pérez Rubalcaba en la mañana de este lunes, resultaba inevitable pensar que la máquina del tiempo nos había trasladado un mes atrás, cuando el entonces vicepresidente ejercía de portavoz del Gobierno. Con su tono institucional con el que esquivaba las preguntas difíciles los viernes tras el Consejo de Ministros, el candidato del PSOE exigió que representantes de empresas y trabajadores se reunieran para alcanzar un gran pacto.

El contenido de la comparecencia es casi lo de menos. Una vuelta más de tuerca a las malas costumbres que hemos alimentado durante los últimos treinta años y que nos han llevado a donde estamos: pactos de chichinabo entre las fuerzas sociales que hace mucho que dejaron de representar a nadie, cambios cosméticos y palabras, muchas palabras. España necesita darle la vuelta como un calcetín a su modelo productivo, liberalizando una economía encorsetada, en buena medida, por soluciones como las que busca Rubalcaba, que pretende dirigirla desde arriba abajo en lugar de facilitar el proceso contrario.


Lo realmente notable es el descaro con el que el exvicepresidente actúa como si Zapatero no estuviera al mando y fuera él quien gobernara el país. Asegura haber hablado ya con miembros del Gobierno y aprovechar sus reuniones como candidato con los representantes de empresarios y sindicatos para avanzar. Cierto es que quienes "tienen que estar al frente tampoco se pueden ir de vacaciones", en crítica nada velada a Zapatero, pero eso no conlleva su sustitución de facto por alguien que no ha sido elegido ni por las urnas ni por el Congreso.

Pero si esta comparecencia deja en mal lugar a Rubalcaba, a quien no debería dejar indiferente es al propio Zapatero. Si ya ni siquiera comparece como presidente ante una crisis como ésta, delegando en el candidato de su partido la búsqueda de soluciones, ¿por qué esperar al 20 de noviembre? Parece claro que se ha tomado muy a pecho su papel de líder amortizado que nada puede ni debe hacer hasta su marcha. Pero en tal caso, y dada la dramática situación económica en que nos encontramos, no tienen ningún sentido seguir alargando la agonía. Que convoque ya, sin perder más un tiempo que para España es precioso.


Libertad Digital - Editorial