miércoles, 18 de noviembre de 2009

Caso 'Alakrana', la jugada tonta del zapaterismo. Por Antonio Casado

Zapatero se reservó la primicia del final feliz: “Los marineros están libres y vuelven a casa”. Después, la consabida retahíla de agradecimientos y la presunta autosatisfacción del político profesional que espera capitalizar una buena noticia. Sin embargo, el caso del Alakrana merece almacenarse en la memoria de los españoles como la jugada tonta de la temporada. Y al Gobierno le van a caer chuzos de punta por la imagen de descoordinación que, una vez más, ha vuelto a revelarse como una seña de identidad del equipo de Zapatero. Se lo ha ganado a pulso.

No sólo eso. Hay bastante más tela que cortar. La desairada posición de un Estado que se pone al nivel de una banda de delincuentes, el desbarajuste de algunos momentos, las contradicciones oficiales, la estigmatización del cumplimiento de le ley, el apagón de principios como la separación de poderes y unas cuantas anomalías más, no dan como para recrearse en lo ocurrido durante estos últimos 47 días. Valió la pena porque los marineros están a salvo, pero los facinerosos han hecho un negocio redondo a costa del Estado Español. Y de una opinión pública enzarzada en un debate surrealista sobre el modo de casar los principios de legalidad y oportunidad.

Ahora que se cierra el trato con los piratas y se abre la veda contra la gestión oficial del secuestro, empezaremos a conocer con cuentagotas los detalles ocultados ayer por el presidente Zapatero y por la vicepresidenta Fernández de la Vega. Desde la procedencia de los dineros habilitados para el pago del rescate hasta la influencia que ciertas noticias publicadas en los medios de comunicación españoles tuvieron en la evolución de los acontecimientos.

Cara de idiotas

Dinero y sólo dinero. El futuro de los dos compinches detenidos en España, como se ha visto, les traía al fresco. Ahora resulta que no era tan importante la ingeniería judicial para devolverlos como una de las exigencias para la liberación de los nuestros. Tantos esfuerzos, tantos desvelos, tantas ocurrencias destinadas a casar el hecho con el Derecho resultaron perfectamente inútiles. Daba lo mismo Extranjería que Código Penal, indulto que extradición, hacer que deshacer… Lo único que conseguimos fue subir los precios en el floreciente mercado del secuestro.

Algunas cosas más se ven por el retrovisor después de salir del charco. Por ejemplo, la cara de idiotas que se nos quedó a quienes defendimos la discreción y la confianza en el cirujano frente a quienes irrumpían en el quirófano como caballo en cacharrería. Nos la tuvimos que envainar cinco minutos después, por el lamentable y nada discreto espectáculo ofrecido por el Gobierno, la Fiscalía, la Audiencia Nacional y el CNI.

También pasará a la historia de las jugadas tontas del zapaterismo la disputa en sacudirse el honor de haber detenido, trasladado y puesto a disposición judicial a dos de los piratas que intervinieron en el secuestro del Alakrana. Extraña, insólita, surrealista pelea del cirujano y sus ayudantes culpándose de haber cumplido el protocolo cuando de pronto al enfermo le fallaron las constantes vitales. Ahora que el ser querido se ha recuperado y viene camino de casa, todo son parabienes y autobombo de la vicepresidenta, que ayer apareció flanqueada por los tres ministros concernidos (Moratinos, Chacón y Espinosa), sobre lo bien que se hicieron las cosas. Lo que importa es que salieron bien, de acuerdo, pero se hicieron mal.

El confidencial - Opinión

Zapatero, o cómo sacar pecho después de hacer el ridículo. Por Jesús Cacho

Confieso que después del triste episodio vivido por los españoles con el secuestro del Alakrana, un servidor estaba convencido de que, el día en que se produjera la liberación, el Gobierno se iba a limitar a hacer mutis por el foro, tras emitir una nota de trámite dando cuenta del final feliz del episodio. Porque ha sido tanta la vergüenza, tanto el oprobio al que un grupo de saqueadores salidos del túnel del tiempo de la Edad Media ha sometido a este país, que pensaba yo que nadie, ningún dirigente político en su sano juicio, iba a pretender sacar pecho y obtener alguna rentabilidad del desaguisado.

Me equivoqué, porque uno siempre se equivoca con Zapatero. El desparpajo del personaje supera toda barrera que imponga el sentido del ridículo o aliente la más leve reserva de dignidad moral. El presidente ha vuelto a demostrar que es un auténtico good for nothing, que dicen los británicos, es decir, un insolvente, sin que ello sea óbice o cortapisa para que pretenda sacar petróleo electoral hasta debajo de las piedras.

Tras echarse a dormir durante semanas, el Ejecutivo tocó a rebato cuando, después de que los bucaneros llevaran a tierra a tres de los pescadores bajo amenaza de muerte, alguien advirtió en Moncloa, tal vez él mismo se dio cuenta, que el caso podía convertirse en una bomba de relojería para el Gobierno desde el punto de vista electoral, que es el único criterio que respeta ZP. Se creó entonces a toda prisa un gabinete de crisis, cuya presidenta se fue al día siguiente de viaje a Argentina, porque el asunto no corría prisa, ya saben, y porque –y ésta es la clave de lo ocurrido- lo prioritario era que el marrón se lo comiera otro, de modo que a mí no me salpique la mierda.

El secuestro ha puesto en evidencia el escaso prestigio de nuestro país en la esfera internacional, la incompetencia de nuestra diplomacia al mando de ese señor “tan eficaz” (ZP dixit) llamado Moratinos, la ausencia de talento ejecutivo del Gobierno que dice gobernarnos, la división entre sus ministros/as, las contradicciones inherentes a un Ejército que ha sido convertido por ese mismo Gobierno en una gigantesca ONG, la ineficacia de nuestros servicios dizque de inteligencia, y la falta de pulso del país en general, oposición incluida, para afrontar situaciones límites de fuste con el vigor y determinación de que haría gala todo país desarrollado que se precie.

Al final no hemos hecho otra cosa que pagar el rescate, el que los piratas habían pedido, de 4 millones de dólares. Sabemos que quienes han negociado en nombre del Gobierno de España no han regateado. Lo contrario hubiera sido un milagro. Lo asombroso es que los piratas no hayan pedido 8, 12 ó 18 millones de dólares, porque estamos seguros que Zapatero hubiera dado orden de pagarlos de inmediato, de donde se infiere que es mentira que los somalíes lean medios españoles y sepan de qué va la vaina en España, porque si supieran de qué pasta está hecho el sujeto, qué clase de carácter pétreo adorna al gobernante al que han tenido que enfrentarse, entonces, ya digo, hubieran exigido el oro y el moro y hasta la hijuela nos hubieran sacado.

Ahora será necesario escenificar un paripé de juicio con los dos piratas detenidos en España, para devolverlos sanos, salvos y cuanto antes a sus lares de polvo y arena, tal y como se ha comprometido el Gobierno a hacer. Parodiando la famosa frase pronunciada por Madame Roland camino de la guillotina, ¡Justicia, Justicia, cuántas tropelías se comenten en tu nombre! Lo cierto y verdad es que una banda de salteadores se ha llevado por delante la dignidad del Estado y la independencia, si alguna le quedaba, de nuestra Justicia, siempre sometida a los caprichos de jueces ansiosos de notoriedad y focos.

“Los únicos responsables son los piratas”

Mención especial merece la rueda de prensa que ayer tarde protagonizó la vice. De la Vega leyó un texto con muchos errores de dicción, para responder después a las preguntas de la canallesca en plan estricta gobernanta. Dura. Cabreada. Crispada. Justificando siempre la impericia del Gobierno, su clamorosa impericia. Escapan los piratas con la pasta y a la pregunta de por qué no han intentado trincarlos, con las fragatas de la Armada al lado, responde la Doña que “si supiéramos donde están, tenga usted por seguro que ya les hubiéramos cogido…” Lo que ha salvado a los pescadores ha sido “la acción concertada y combinada del Gobierno”. ¿Hace el Gobierno alguna autocrítica? Respuesta: “Los únicos responsables son los piratas”. Para reír o no parar de llorar.

Gran victoria, pues, la que acaba de obtener Zapatero y su Gobierno. Un éxito que consiste en tender puente de plata a los malhechores, ceder y retroceder en todo, pasar por el aro y agachar la testuz. Los piratas ya saben, a pesar de contar ahora con guardas armados a bordo, qué barcos tienen que tratar de abordar: aquellos que enarbolen pabellón español, perdón, vale decir de Euzkadi, que ésa es otra, porque allí irá raudo nuestro Zapatero a sacarles de apuros con el zurrón de la pasta listo para repartir entre los desheredados del desierto somalí. ¿Será esa la Alianza de Civilizaciones?

De modo que el personaje tiene motivos para sacar pecho. España ha alcanzado las más altas cotas de indignidad y ninguneo internacional. Ocurre que hay veces en que es preciso comerse colectivamente este tipo de marrones. Lo que no se puede consentir es que encima alguien pretenda venderte el desastre con un éxito, como ayer intentó hacer un personaje que a su incuria añade una falta de escrúpulos monumental. A más a más, el susodicho insistió ayer en pedir prudencia a los medios, es decir, ordenar silencio, ese tipo de silencio cómplice que en este episodio ha mantenido también la oposición.

Que sepa que si en este diario lográramos enterarnos de algún detalle relevante de lo sucedido, lo publicaríamos de inmediato. Porque es nuestra obligación y porque constituye la única forma honorable que conocemos de hacer frente a la realidad como hombres libres que somos: contando la verdad. Y si algún miembro de los servicios secretos españoles se anima a contar algo, ya sabe dónde encontrarnos. Lo que no podemos permitir es que a la humillación el señor presidente añada la burla. A eso no vamos a jugar. Y, por supuesto, calurosa enhorabuena para los marineros liberados, españoles y extranjeros, y para sus familias.

El confidencial - Opinión

Justicia bajo sospecha. Por M. Martín Ferrand

ESPAÑA es un Estado de Derecho... procesal. La existencia de una Justicia de velocidad e intensidad variables, como la que se aplica a los dos piratas somalíes que una desafortunada sucesión de acontecimientos y torpezas ha sentado en el banquillo de una sala de la Audiencia Nacional, es una buena prueba de ello. En la medida en que las apariencias sean parte fundamental de la dignidad del Estado, y lo son en una sociedad imagocrática, este caso la está dejando hecha unos zorros. Se quiere vestir a un santo con unos ropajes que no le corresponden para acelerar lo que, en buena ley, debiera tener tiempos distintos y de mayor sosiego.

Tradicionalmente, la Justicia española mide sus actuaciones por décadas y el lustro ya induce al vértigo. Un año es un tiempo tan mínimo que ni los más viejos ropones del lugar recuerdan una decena de sentencias producidas antes de que transcurran doce meses desde los hechos que las suscitaron; pero el «Alakrana» tiene poderes taumatúrgicos y, además de haber puesto en evidencia la fragilidad de una vicepresidenta, la inconsistencia de una ministra y la escasez del servicio exterior nos presenta ahora el velocísimo espectáculo de un procedimiento que, en el mejor de los casos, incita a la sospecha de su instrumentación al servicio de causas tan nobles como la liberación de tres docenas de pescadores secuestrados, pero jurídicamente impreciso y oscuro.

Los piratas del cuento, y nunca mejor empleado el eufemismo, son acusados de detención ilegal y de robo con violencia, pero no se considera la hipótesis de su asociación ilícita con el ánimo de delinquir. ¿Viajaban en el autobús?, ¿una rara circunstancia los colocó juntitos en un punto dado del Índico?, ¿nuestros infantes de Marina dispararon, e hirieron a uno de ellos, a dos chicos que pasaban por allí? El Gobierno ha cometido un inmenso error con el precipitado traslado de estos piratas «no asociados» y, lejos de reconocerlo y buscar soluciones razonables, compromete el prestigio de un Tribunal especial que, venga o no al caso, no parece el indicado -ya que no hay visos de terrorismo en los hechos que se juzgan- ni se ajusta a los ritmos que tenemos admitidos. Esto no resiste la prueba del algodón. Habría que empezar por revisar la vigencia y constitucionalidad de la Audiencia Nacional y ya es excesivo el cúmulo de catástrofes institucionales que tenemos a la vista.

ABC - Opinión

Cuando la libertad es el éxito de la extorsión

Al Gobierno de Zapatero sólo le queda la vía del indulto para terminar de cumplir con las exigencias de los piratas o, una vez ya liberado el buque, hacer todo lo que esté en su mano para incumplir el acuerdo alcanzado bajo coacción.

Por mucho que todos nos congratulemos de que los piratas somalíes hayan liberado el buque Alakrana, con todos sus tripulantes sanos y salvos, no podemos olvidar que la impunidad y una alta retribución económica eran precisamente los fines perseguidos por los corsarios a la hora de emprender el secuestro, y esto es lo que, al menos por ahora, han obtenido del Gobierno español por darle término. Puestos a aceptar la "solución" que estos piratas –como cualesquiera otros– planteaban para "resolver" el secuestro, lo primero que cabe señalar es que el Ejecutivo de Zapatero podría haberlo hecho desde un primer momento ahorrando a los pescadores y a sus familias más de cuarenta días de dolorosa angustia. En lugar de ello, o de recurrir al legitimo uso de la fuerza para liberar al buque, el Gobierno judicializó el caso y se empeñó en traer a España a dos de los piratas que habían sido detenidos por nuestros militares para que la Audiencia Nacional los juzgara. Una vez, sin embargo, que Zapatero se percató de que el enjuiciamiento en España podría obstaculizar la negociación que planteaban los corsarios que permanecían junto a los rehenes en el buque, presionó a la Fiscalía para que aceptara una sentencia de conformidad planteada por la defensa, según la cual los dos detenidos serían acusados de delitos mucho menos graves que los que habían perpetrado, permitiéndose así una condena inferior a los seis años, lo cual permitiría, a su vez y a la luz de la Ley de Extranjería, una rápida expulsión del país que disfrazara su impunidad.


No podemos olvidar el no menos bochornoso espectáculo que dieron distintos miembros del Gobierno acusándose unos a otros de la decisión de traer a España a los dos piratas apresados, cruce de acusaciones que también se dio entre el Gobierno y la Audiencia Nacional. El caso es que este lunes la Fiscalía se negaba al apaño judicial y anunciaba su decisión de solicitar para los dos piratas detenidos penas superiores a los 200 años de cárcel como autores de 36 delitos de detención ilegal, y de robo con violencia y uso de armas.

Así las cosas, al Gobierno de Zapatero sólo le queda la vía del indulto para terminar de cumplir con las exigencias de los piratas o, una vez ya liberado el buque, hacer todo lo que esté en su mano para incumplir el acuerdo alcanzado bajo coacción. En este sentido, sólo un gobernante mentiroso o absolutamente incompetente puede afirmar, tal y como ha hecho la vicepresidenta De la Vega, que "si supiéramos donde están los secuestradores en estos momentos estarían detenidos". El Ejecutivo ha sabido en todo momento donde estaban los secuestradores con quienes ha negociado y a quienes ha pagado, y si ahora no lo sabe es sencillamente porque ha hecho todo lo posible para no quererlo saber. Por otra parte, los dos detenidos en España sí se sabe donde están y ya no hay excusa para que no caiga sobre ellos todo el peso de la Ley.

Por otra parte, no podemos olvidar el no menos bochornoso precedente de este Ejecutivo ante el secuestro y la liberación el año pasado del Playa de Bakio. En lugar de perseguir, apresar a los piratas y recuperar parte del botín entregado –tal y como había hecho poco antes el Gobierno francés con el secuestro del velero Le Ponant con 30 viajeros abordo–, el Gobierno de Zapatero dio orden expresa de no perseguir a los piratas una vez que estos habían liberado a los pescadores, y eso a pesar de que los radares de la fragata Méndez Nuñez detectaron con precisión el rumbo de fuga de los secuestradores.

Ya entonces algunos denunciaron el "efecto llamada" que iba a tener esta "solución", que el Gobierno de Zapatero tuvo la desfachatez de calificar de "diplomática". La diferencia está en que por la liberación del Alakrana se habrá pagado finalmente casi el doble de lo que se pagó entonces por la del Playa de Bakio.

Es cierto que, en este asunto del pago, el Gobierno ha llamado a la "prudencia" y a la "responsabilidad", llamamiento que el Ejecutivo ha dirigido especialmente a los medios de comunicación. Sin embargo, la responsabilidad y la prudencia son exigibles ante un Gobierno que se enfrenta a los secuestradores, no ante uno que los satisface. Y desde luego en este periódico no vamos a dejar de poner pegas a una "libertad" que es el resultado del éxito de una extorsión.

Libertad Digital - Editorial