lunes, 29 de noviembre de 2010

Tarde, mal, nunca, nada. Por José Carlos Rodríguez

Aquí hay instituciones que tienen los días contados (aunque sean en meses o años), pero todavía no sabemos cuáles. Cómo no iba a estar inquieta la Corona. Y nuestra economía está aún al borde del colapso, del colapso financiero.

Hace unos días un grupo de empresarios, bajo la capa de una fundación Everis, le fue al Rey con los deberes hechos: un documento que nos habría de sacar de la crisis. Se llama Transforma España, un nombre extraño. No es un sintagma nominal, que siempre se puede colgar de una frase con cierta comodidad, sino una frase sin sujeto. ¿Qué o quién transforma España? El documento explica el cómo, pero su nombre no precisa quién lo hace. Cabe pensar que el Gobierno, pero como el verbo está en tiempo presente y la iniciativa surge de la inacción del Gobierno, tampoco parece ser el caso. Por lo demás, todo el informe hubiese ganado de haber contado, para su redacción, con alguien que conociese nuestro idioma, y lo apreciase.

El Rey, por boca de Eduardo Serra, ha dicho "los políticos tienen que escuchar nuestra voz", toma plural mayestático. Es significativo. Tanto por parte del Rey como por parte de los empresarios. En primer lugar, no está claro qué tienen que escuchar los políticos. El informe es una exposición confusa de ciertos objetivos deseables unos, abstrusos otros, sin ofrecer un camino claro hacia los mismos, más allá del mantra de la educación. ¿No tenemos un problema fiscal de primer orden? Pues no aparece la palabra "impuesto". Tampoco se dice dónde tendremos que recortar el gasto. ¿No tenemos un sistema financiero al borde de la quiebra? Ni palabra sobre el caso. ¿No tenemos un sistema político enfermo? Nada de ello se asoma en transformaespaña. Eso sí, proponen una "sostenibilidad sostenible" sin la cual, al parecer, España se irá al garete.

Yo en este informe no veo más que miedo. Miedo, en primer lugar, a la marcha que está tomando España. Por parte del Rey, que le hace el encargo a los empresarios, y por parte de éstos, que ven cómo el país se cae a pedazos y con él sus negocios. Aquí hay instituciones que tienen los días contados (aunque sean en meses o años), pero todavía no sabemos cuáles. Cómo no iba a estar inquieta la Corona. Y nuestra economía está aún al borde del colapso, del colapso financiero. Basta con apuntar en el balance de los bancos sus activos inmobiliarios al precio real y contabilizar la quita que corresponderá a la deuda pública, y puede que estén todos quebrados. Y todo ello con un Gobierno incapaz y con una oposición que se fuma un puro. Sí, da mucho miedo.

Pero parece que con todo ello pueden transigir. Porque es mayor aún el miedo a las ideas. Pocas y emborronadas con un lenguaje entre marquetiniano y vacío, las ideas se niegan en cuanto hay ocasión. Lo dicen ellos: "Hay que desideologizar la política. Todos somos ecologistas, pacifistas y demócratas". De hecho, ¿para qué las ideas? Si esta es una llamada directa a los políticos, lo ha dicho el propio Serra. Tenemos una clase empresarial apesebrada, domeñada por las subvenciones y el BOE, cobarde. Que se maneja en los entresijos del poder, pero que es incapaz de hablarle a la sociedad para exponer de veras cuál es la situación del país, cuál puede ser su salida. Cuentan con medios para hacerlo, pero todo lo que le sobra de connivencia con el poder, le falta de patriotismo y responsabilidad. Han reaccionado tarde, mal y nunca, y para no acabar haciendo nada. Es cierto que tampoco lo han hecho las universidades, aunque sólo sea porque en España no las tenemos más que de nombre. Al final, la crisis económica va a ser el último de nuestros problemas.


Libertad Digital - Opinión

El buen independentismo. Por César Alonso de los Ríos

Después del triunfo electoral de ayer el independentismo gradualista de CiU planteará su objetivo: dotar a Cataluña de un concierto económico como el que disfrutan los vascos. O sea, la excepción, el privilegio. Como corresponde a quien se considera «hecho diferencial». Artur Mas no reclama la separación inmediata de Cataluña tal como ha venido haciendo Puigcercós. ¡Todos tranquilos! Unicamente, la ampliación de la soberanía. Un independentismo matizado, más llevadero que el «separatismo» del que se hablaba en tiempos de Franco y que, siendo lo mismo, parecía distinto. Esa es la gran diferencia entre Mas y la figura de Puigcercós y otras esperpénticas.

Lo que marca las distancias entre los líderes independentistas en un momento histórico decisivo, como el actual, es lo que va del salto al proceso. No quiere Artur Mas que se hable de un cambio cualitativo sino cuantitativo, esto es, seguro, y en absoluto escandaloso. Mas es gran creación de Pujol, de aquel que supo «hacer país» sin que pareciera que por ello deshacía España, y de ese modo fue engañando a quienes quisieron ser engañados. Como los socialistas por ejemplo. Con esta promesa de conseguir el «concierto» Mas calmó las exigencias de la inmediatez separatista y rehuyó la demagogia insoportable que ha caracterizado el discurso de Puigcercós. Ni pagado por Artur Mas, lo habría hecho mejor el líder de ERC. Mas es el independentismo de la sensatez. Tanto que la emergencia de Cataluña como un pequeño futuro Estado mediterráneo, aunque no por ello menos volcado al anexionismo, será tolerado por la derecha españolista. A Mas se le soporta porque tiene la elegancia de no contraponer la creatividad catalana a la zanganería y la picaresca de andaluces o madrileños. Mas es respetuoso. Tanto que ha llegado a merecer el apoyo de ZP. El resultado de las elecciones de ayer es la consolidación del «hecho diferencial» catalán en la historia de España del que hablaba Rovira i Virgili. La realización del sueño.


ABC - Opinión

Negociación. El mundo al revés. Por Salvador Ulayar

Como ocurrió con la espléndida concentración del día 6 de noviembre en Colón convocada por Voces Contra el Terrorismo y que llenó la plaza, así como las calles aledañas. Contra aquella riada ciudadana, como tantas veces, se lanzó el "facha" de turno.

El jefe etarra Ternera ordenó el atentado de la casa cuartel de Zaragoza de 1987. Murieron cinco niños y seis adultos. Antes de ser juzgado huyó y permanece impune. Ha sido, si no sigue siendo, negociador protagonista entre la banda y el gobierno de ZP. Recientemente Jesús Eguiguren contaba en una entrevista televisiva que se citó con el asesino Ternera en varias ocasiones, que comían y que llegaron a "conectar". Fíjate tú qué bonito, el presidente del PSE con un asesino prófugo de la justicia conectando. Estuvieron reunidos largo y tendido varias veces y sin embargo no puso su localización a disposición de la justicia.

De los once asesinados en el referido atentado, tres eran de la familia Alcaraz: dos pequeñas y un joven de diecisiete años. Esta familia ha denunciado los hechos ante la Audiencia Nacional. ¿Resultado? El juez ha afeado la conducta a los Alcaraz porque resulta que están criminalizando al pobre Jesús Eguiguren. El mundo al revés. Aquello de que la justicia en España es un cachondeo queda pequeño. Cuanto ronda mi sesera en relación a este apestoso asunto, si lo hago verbo, me lleva frente a otro juez con toda seguridad.


Ternera sigue por ahí, localizado y sin que nadie le eche el guante. ¿A quién le importa? Busque el lector alguna referencia al tema entre nuestras brillantes dirigencias políticas y ciertas asociaciones domesticadas. Nada. Este negro asunto tiene que ver con la negociación con la ETA, que persiste. Hay reparto de papeles, y así Pérez Rubalcaba es el sensato, el contrario a Eguiguren y que, además, orienta por mejor ruta a ZP. Manejan todas las barajas en previsión de cualquier resultado. Oiga, y ese juego hay quien se lo cree. O se lo quiere creer. ¡Cómo dudar de quienes vienen simulando y mintiendo desde hace años! Nuevamente el mundo al revés. Supongo que España seguirá mereciéndose un gobierno que no mienta, digo yo. Incluso una oposición. Pero hay lo que hay.

El 17 de noviembre tuve la oportunidad de hablar en el Parlamento Europeo, junto con víctimas europeas, así como expertos y parlamentarios, en una jornada organizada por Teresa Jiménez-Becerril. Pues, pásmese el lector, hace semanas que el peneuvista señor Urkullu había pasado por allí solicitando fondos para los etarras que previsiblemente serán excarcelados en el marco de la negociación que, naturalmente, niega Pérez Rubalcaba. Como en 2005, claro. Es decir, se planifica la impunidad.

Es bien complicado decir ciertas cosas. Son recibidas a contrapelo, cuando no atacadas, porque minan la unidad de los demócratas y bla bla. Pues a mí que no me busquen en la unidad para no ver, para no saber, para la impunidad. La unidad en sí misma no es un valor, sino un instrumento que pretende un fin. Sólo la calidad del fin pretendido determina la bondad o la maldad de esa unidad. Se levanta la indiferencia, incluso la hostilidad frente a quienes disentimos.

Como ocurrió con la espléndida concentración del día 6 de noviembre en Colón convocada por Voces Contra el Terrorismo y que llenó la plaza, así como las calles aledañas. Contra aquella riada ciudadana, como tantas veces, se lanzó el "facha" de turno y arreglado. Incluso aderezado con unas fotos en las que unas personas, supuestamente, hacían el saludo fascista. Una manipulación consistente en detener la cámara en el fotograma adecuado mientras alguien mueve su brazo. Allí nada de eso se vio, pero para algunos todo vale y alguien, incluso de buena fe, puede llegar a creerlo. Difama que algo queda. Durante muchos años España ha maltratado minuciosamente a sus víctimas. En esas estamos. En mi nombre no.


Libertad Digital - Opinión

La marca de Vidal-Quadras. Por Edurne Uriarte

Vidal-Quadras y su resultado histórico de 1995, un 13% de votos y 17 escaños, era la referencia esencial para valorar el resultado del PP catalán. Por lo que 18 escaños y un porcentaje cercano al de 1995 constituyen un gran resultado para Alicia Sánchez Camacho, un resultado que cambiará notablemente, además, los términos del eterno debate sobre el españolismo duro o blando que debería practicar el PP catalán.

La marca de Vidal-Quadras era la referencia para Sánchez-Camacho porque aquella y esta elección autonómica tienen en común una circunstancia. Que, en ambos casos, el PSOE gobernante en Madrid está envuelto en una profunda crisis y el PP lidera las encuestas de intención de voto nacionales con amplia holgura. Por lo que cabía un buen resultado entonces y un buen resultado ahora. De ahí que el PP tuviera la esperanza de emular aquella marca, aunque ni una sola encuesta lo vaticinara. Y no sólo la ha emulado sino que la ha superado en escaños.


Pero desde la defenestración de Vidal-Quadras, el debate sobre el tipo de españolismo planeaba sobre el PP. Muchos han diagnosticado que el empeoramiento de sus resultados desde entonces se debía a una suavización de la línea dura representada por Vidal-Quadras. Pero las cifras del PP de Sánchez Camacho vienen a demostrar que otros estilos de defensa de la Constitución o del españolismo funcionan igualmente bien en la derecha sociológica catalana.

Lo que probablemente acabará con la añoranza de Vidal-Quadras, reforzará el liderazgo de Sánchez Camacho y de Rajoy que apostó por ella y trasladará el debate a las consecuencias nacionales de este resultado. El otro dato de referencia para el PP es el batacazo histórico del PSC, algo que fortalece el discurso constitucionalista en Cataluña y augura para las generales un peso muy distinto del voto catalán en la balanza final.


ABC - Opinión

Empresarios. La cofradía de los brujos. Por Agapito Maestre

Cuando habló Zapatero, cesaron los cambalaches; él, como siempre, fue el más dadivoso. No pidió nada. Sólo quería que su partido permaneciese en su sitio.

La foto de Zapatero con los empresarios no llega tarde. Es oportuna. Quizá la mas oportuna de todas la que ha hecho en su vida. La foto dominante que aparece en la prensa es propia de un ritual. No aparece en primer término el oficiante ni un determinado asistente. Es un retrato que toma de bulto a los presentes en el Palacio de la Moncloa. Es la foto de una ceremonia que hace tiempo viene efectuándose, pero de la que no teníamos constancia fotográfica. Primero fue sólo para la gente que practicaba la brujería. La cofradía de brujos se reunía en salas cerradas y sin testigos para determinar cada cuatro años quién era el brujo más poderoso y hacerlo presidente de la cofradía. Luego se fue relajando la confederación de brujos y comenzaron a mezclarse oficiantes y seguidores, familiares y cronistas, en fin, la cosa empezaba a resultar caótica. Por lo tanto, cada uno se fue por su lado. Ya no se reunían en espacios acotados, sino que cada uno buscaba una caverna propia para venderle su alma al Diablo.

Pero, ahora, cuando todos están jodidos, porque los rituales individuales no tienen éxito, han decidido volver a los primitivos aquelarres para defender la auténtica y original brujería. Los grandes brujos han rehabilitado el viejo ceremonial para invocar al Diablo. Reunidos el capital y el trabajo, los empresarios y los socialistas, en una tenida sin parangón en el mundo civilizado, defienden con magias varias la auténtica brujería. El congreso ha sido todo un éxito. Ha salido reelegido el brujo más poderoso. Y, sobre todo, consiguieron establecer la repartición del trabajo. "Unos harán magia blanca y otros magia negra". Y, además, se juramentaron volver a permanecer muchas horas en esos rituales. Todo ha funcionado a la perfección.

Las curaciones milagrosas ya han llegado. Es obvio que la "fe" en estos asuntos es importante. Contribuye mucho... Porque el demonio no es malo, desde el momento que ayuda a los asistentes no es malo. Todos sacaron algo del Diablo. No lo pudieron ver, según comentan a los periodistas, porque Dios lo puso para que le tengamos temor. Estaba oculto. Pero pudieron intercambiar algunas frases con su representante en la tierra, e incluso lograron compromisos para verlo en el futuro y hablar de los milagros habidos; entre esos compromisos, se cuenta que unos prometieron entregar el pellejo de sus competidores, otros el de sus amigos y familiares. Y así sucesivamente... Las peticiones y contratos cesaron cuando le llegó el turno al representante del temido Belcebú en la tierra.

Sin duda alguna, cuando habló Zapatero, cesaron los cambalaches; él, como siempre, fue el más dadivoso. No pidió nada. Sólo quería que su partido permaneciese en su sitio. Al final, y para levantar el congreso de brujos, le entregó en prenda a su auténtico jefe la "foto de bulto" con los empresarios más ricos de España. Es la tercera gran foto para que el PSOE permanezca en el poder. Las otras dos, las fotos con los nacionalistas y con sus compañeros de los sindicatos, hace ya tiempo que se las envió dedicadas con mucho cariño a su jefe.


Libertad Digital - Opinión

Vuelta al pasado. Por José María Carrascal

Los catalanes podrán gozar hoy del Barça-Madrid, algo que no tendrían de no formar parte de España.

«ESTAS elecciones marcarán el rumbo de toda una generación», titulaba ayer La Vanguardia. ¿Seguro? Seguro es sólo que cierran una etapa, pero que abran una nueva está por ver. En España, y Cataluña es España, guste o no a algunos, las cosas suelen cambiar para seguir igual. O para volver atrás, como puede ocurrir ahora, tras demostrar esta campaña que no hay diferencias entre catalanes y españoles. Políticamente estamos en la infancia.

Lo que se acaba es el tripartito. Montilla intentó a última hora presentarse como el valladar contra el nacionalismo, pero se había contaminado demasiado de él para resultar creíble, y el descalabro de su partido ha sido grande. Sus socios no han corrido mejor suerte. ERC ha pagado sus excesos verbales y ICV sufre algo menos gracias a esa minoría inaccesible al desaliento de comunistas y ecologistas. Como Albert Rivera, gracias a que en Cataluña gustan los extravagantes. Laporta ha cumplido su sueño parlamentario, tras haber alcanzado el futbolístico, mientras el PP alcanza el suyo de convertirse en la tercera fuerza política catalana. Vamos a ver cómo lo administra, rodeado de enemigos y tentaciones por todas partes.


La ganadora, por «default», es CiU, lo que significa volver a la etapa del «nacionalismo moderado», que pactaba con el PSOE o el PP según quién gobernase en Madrid, a cambio, eso sí, de concesiones, para acercarse poco a poco a la independencia. De momento, no la pide. Se contenta con un «concierto económico» similar al vasco, consistente en recaudar todos los impuestos en su territorio y pagar al Estado lo que considera gasta en él. Que en el caso vasco, es una cantidad más simbólica que otra cosa. Aparte de que Artur Mas sabe que eso es imposible. Sería anticonstitucional y ningún líder socialista o popular se lo concedería. Ya han visto, Zapatero quiso darles un nuevo estatuto y no lo consiguió.

Todo ello en medio de una crisis económica que exige toda la atención, esfuerzos y recursos para que no nos lleve por delante. No son los temas identitarios los más urgentes. Es el paro, la competitividad, la deuda, los mercados. Estas elecciones catalanas no los han resuelto. Pero han despejado el camino, eliminando uno de los obstáculos en él, un gobierno contra natura, con una política a veces cómica, a veces delirante, calamitosa siempre, que confundía las prioridades e ignoraba las verdaderas preocupaciones de la gente. ¿Será CiU capaz de llevar la política realista que Cataluña necesita? Me temo que no, que sólo nos ofrezca un «nou pujolismo». Un pujolismo con «facelift».

En cualquier caso, los catalanes podrán gozar hoy del Barça-Madrid, algo que no tendrían de no formar parte de España. ¿Es ése el fondo de la «vieja cuestión catalana»?


ABC - Opinión

Zapatero empieza a cosechar lo sembrado. Por Jesús Cacho

Quien siembra vientos, recoge tempestades. Así reza uno de los refranes más populares del imaginario español, y eso es exactamente lo que le ha ocurrido a José Luis Rodríguez Zapatero. La franquicia catalana del PSOE recibió ayer un varapalo de los que dejan huella, un castigo del que el PSC tardará mucho tiempo en recuperarse -si es que con tiempo, sudor y lágrimas lo consigue-, porque el daño infligido a la idea de la España constitucional y la traición a sus votantes ha sido tan grande, tan obscena, a lo largo de ocho años de soberanismo radical como los que ha deparado la presidencia de Maragall, primero, y de Montilla, después, que difícilmente los hijos de los hijos de aquellos inmigrantes de Andalucía, de Extremadura, de Murcia, de Galicia, podrán olvidar la afrenta.

En Cataluña hace tiempo que hay oferta nacionalista, en sus distintos grados de radicalidad, en abundancia, de modo que la deriva del socialismo catalán hacia posiciones cercanas al nacionalismo más que un error ha sido un crimen para los descendientes de aquellos emigrantes que en los años sesenta llegaron a la Estación de Francia con su maleta de cuerdas, el corazón rebosando zozobra y la firme voluntad de dejarse el alma trabajando duro para prosperar y hacer prosperar a la tierra que les daba acogida. El síndrome catalanista, mitad trauma mitad complejo, que siempre acompañó a esa burguesía del ensanche barcelonés que se hizo con las riendas del PSC, soltó por fin amarras y se hizo realidad cuando a la Moncloa arribó un tipo sin una idea clara de España (“concepto discutido y discutible”), un pirómano dispuesto a incendiar la convivencia (“apoyaré la reforma del Estatut que apruebe el Parlamento de Cataluña”) tan duramente labrada tras el fin de la dictadura.


De modo que, en mi modesta opinión, la derrota de ayer no es José Montilla, un político hace tiempo amortizado, sino del bombero pirómano que nos preside desde 2004 y que alentó el viaje hacia ninguna parte de un PSOE que, traicionando su condición de partido “nacional”, alentó el aventurerismo de su filial catalana, dispuesta a embarcarse en la misma nave que el nacionalismo más radical, ergo defendiendo un Estatut que nadie reclamaba y que de inmediato se reveló de imposible encaje en la Constitución de 1978 a cuenta de su alocada deriva soberanista. El PSC ha ido más lejos: en lugar de rectificar, ha encabezado la revuelta contra la sentencia del Tribunal Constitucional, alentado de nuevo por un Zapatero que sencillamente prometió buscar fórmulas para burlar la sentencia y complacer las ensoñaciones nacionalistas.

De modo que el gran derrotado de ayer es Rodríguez Zapatero. Su debilidad, crónica desde que estallara la crisis económica que ahora mismo tiene a España contra las cuerdas, se agudiza hasta extremos insoportables. No parece posible que este hombre pueda llegar políticamente vivo hasta las municipales y autonómicas de mayo, sabiendo que el partido que le respalda perdería con estrépito unas generales a nivel del Estado como ayer perdió las autonómicas en Cataluña. Este hombre lleva plomo en las alas y no tiene credibilidad para dirigir un país que se enfrenta al reto más importante de su historia, tras ocho años de Gobierno socialista que se han llevado por delante, además del bienestar de los españoles, los afanes de concordia civil que presidieron la transición.

Gran triunfo de CiU y Artur Mas y notable éxito del Partido Popular. Los electores catalanes han rechazado de manera abrumadora el experimento del tripartito, razón por la cual quienes a estas horas intenten sumas imposibles con el metro del nacionalismo por medida yerran de forma clara. Más que la ideología, en Cataluña voto ayer “la pela”, es decir, la crisis económica que arrambla con el bienestar presente y plantea un futuro sin esperanza. De modo que los votantes han optado por una opción de centro derecha (CiU más PP suman el 50,5% de los votos, y 80 diputados de una cámara de 135), capaz de gestionar una crisis que la izquierda se demostrado incapaz de llevar a cabo.

Los españoles conscientes hace mucho tiempo que sabemos que España tiene un problema llamado José Luis Rodríguez Zapatero. El Partido Socialista, su cúpula al menos, ha tardado mucho más en darse cuenta. Ahora ellos y nosotros nos hemos percatado de la dimensión del drama y hemos llegado a la conclusión de que es imposible seguir adelante sin cambiar de caballo. Este hombre se tiene que ir cuanto antes y, como dije en mi Con Lupa (“Otra de gambas en Moncloa”) de ayer, si al Partido Socialista le queda un átomo de sentido común y patriotismo debería hacer lo pertinente para ahorrar a este hombre el sufrimiento que su propia incapacidad le depara y a los españoles el coste altísimo de su presencia al frente del Gobierno de la nación. Cuanto antes, mejor.


El Confidencial - Opinión

Zapatero. Ni muy tonto ni muy valiente. Por Gabriel Calzada

Alguien es valiente cuando realiza una acción en la que arriesga algo que aprecia mucho y que le pertenece. Zapatero, en cambio, arriesga el dinero del contribuyente presente y futuro, no el suyo.

Está claro que Financial Times aún no conoce a Zapatero. El viernes el diario británico publicaba un artículo en el que planteaba que las declaraciones del presidente español, afirmando que los inversores perderían hasta la camisa si tomaban posiciones contra la deuda del Gobierno español, eran desconcertantes. En el titular se planteaba el editor que ZP debe de ser muy tonto o muy valiente.

Zapatero y su Gobierno han puesto a España al borde de la quiebra con las medidas de despilfarro público implementadas desde el comienzo de la crisis. Ahora vemos cómo otros países cuyos gobernantes siguieron las mismas recetas keynesianas han tenido que pedir auxilio y ser rescatados o están sufriendo para poder cumplir con sus compromisos de pago. Tras el hundimiento de Grecia e Irlanda todos los inversores y analistas miran a España y Portugal. Por eso Financial Times piensa que lo lógico después de lo que le ha pasado a Irlanda sería que Zapatero saliera a declarar que va a cumplir las promesas de mayo, que ampliará los recortes y que presentará nuevas reformas estructurales en cuestión de horas.


Pero Zapatero no es ni tonto ni valiente. Es un especulador temerario. No es tonto. Él sabe perfectamente que España está al borde de la suspensión de pagos. Lo que ocurre es que piensa que si lo reconociera se vería obligado a realizar verdaderos recortes del gasto público y del tamaño del Estado, e incluso a liberalizar mercados. Así que piensa que con este farol quizá logre mantener intacto el elefantiásico gasto e incluso le sirva de excusa para nuevas subidas de impuestos.

Tampoco es valiente. Alguien es valiente cuando realiza una acción en la que arriesga algo que aprecia mucho y que le pertenece. Zapatero, en cambio, arriesga el dinero del contribuyente presente y futuro, no el suyo. Está especulando de manera alocada con el crédito de las empresas, con el empleo de los trabajadores que aún tienen la suerte de conservarlo, con el sistema eléctrico, con las pensiones y con el tejido empresarial de todo el país.

Su objetivo no es otro que poder salir de esta crisis sin renunciar a la etiqueta de presidente "rojo" que el mismo se puso al llegar a Moncloa. Piensa que puede escapar en esta huida hace adelante soltando mensajes contradictorios para calmar a todos y seguir haciendo lo mismo: intervenir y gastar. Lo que parece tontura o valor no es más que temeridad y cobardía.


Libertad Digital - Opinión

En ausencia de Constitución. Por Gabriel Albiac

La abstención de la mitad del electorado habla bien a las claras de lo que espera el ciudadano de sus electos.

LA sombra de la Gran Depresión del año 1929 no debiera ser tomada ahora como una metáfora. Es un modelo. Que responde a la lógica del ciclo largo en las economías de mercado. No hay magia ni misterio en la capacidad de ajuste de esa mano oculta que Adam Smith describe en el equilibrio de la ley del valor: sólo el automatismo de la ganancia, sin el cual la ruina estaría garantizada. En el mercado, los capitales buscan sectores rentables, se retiran de ellos cuando dejan de serlo; la ley de la oferta y la demanda regula ese juego de entradas y salidas. No hay voluntades, ni buenas ni malas, en sus desplazamientos; hay un automatismo de salvaguarda, sin el cual la economía de reproducción ampliada que es el capitalismo se colapsaría. Es un reloj, si se quiere jugar con las metáforas, no una decisión deliberada. Y aun la más fina máquina suiza acaba, en el curso del tiempo, acumulando desajustes mínimos, que, en el largo plazo y de no ser regularmente corregidos, la inutilizan. Hay que parar entonces la máquina y recomponer sus piezas, desechar las definitivamente inoperantes. Cargar con el enorme coste —social como económico— de amputar lo muerto, que pesa sobre nosotros aún más que lo vivo.

1929 abrió un vacío constituyente. Que, si arrancó de Wall Street, tuvo su desenlace crítico en Europa. En el año 1931 se abre la quiebra general de los bancos austriacos y alemanes; como consecuencia, el cierre masivo de empresas y el paro obrero en masa. Coincidiendo milimétricamente con su ascenso, el socialismo nacionalista de Adolf Hitler irrumpe como sucedáneo del viejo internacionalismo revolucionario masacrado en la revolución de 1919. No es específica locura alemana. Es Europa la que vive un estado de guerra civil larvada, con estallidos brutales en el 1934 de París y de Asturias, con la guerra civil española dos años más tarde, con la definitiva segunda guerra mundial —y la mayor mortandad de la historia—, de inmediato. La descomposición constitucional de Europa, como la económica, sólo se cerrará en 1948 con la definición de dos modelos excluyentes, bajo respectivo protectorado de las dos grandes potencias vencedoras.

De todos los países europeos a los que la onda ampliada de la depresión amenaza esta vez llevarse por delante, España es el constitucionalmente más frágil. Un Gobierno que no gobierna, una ciudadanía hastiada de los políticos que deberían ser sus representantes, una corrupción atrincherada en los opacos recovecos de la administración de un Estado que es uno más diecisiete… Al riesgo común de la crisis, se añade aquí la descomposición completa del Estado y la certeza de que la Constitución dejó de existir eficazmente hace mucho. Que haya sido precisa el sábado una acción directa de los altos rectores de la economía española sobre el Gobierno para marcar líneas de salvamento básicas, indica hasta qué punto hoy el Estado carece de mando político, y toda la nave va al garete. Que ayer se haya jugado en Cataluña el destino futuro del Gobierno de España con la abstención de la mitad del electorado, habla bien a las claras de lo que espera el ciudadano de sus electos.

1929 ha vuelto a suceder. Esperemos, al menos, poder parar lo que vino luego.


ABC - Opinión

Elecciones. Doblan por Zapatero. Por Emilio Campmany

La cuestión es quién le pone el cascabel al gato y le convence de que se vaya. Probablemente no será fácil, porque ya no sabe hacer otra cosa que destrozar países y arrasar naciones y donde únicamente le dejan hacerlo es aquí.

Si John Donne viviera, o si al menos lo hiciera Hemingway, que lo parafraseó, podría cualquiera de ellos escribir hoy: si vas por Cataluña, no preguntes por quién doblan las campanas; doblan por Zapatero. La tierra de parte de mis antepasados fue la cuna política de este vallisoletano que quiso ser leonés sin tener el corazón que se exige para poder decirse de esas tierras. Y ahora, esa misma Cataluña será su tumba política.

Tiene gracia, porque a estas horas es seguro que no entenderá nada. Les dio un estatuto que no habían pedido, les garantizó que su trozo de tarta en las inversiones públicas nunca dejaría de ser suficientemente grueso, se peleó con casi todos sus barones por defender su capricho de ser diferentes, dio cuanto se le pidió y aun lo que no se le había pedido ¿y así se lo agradecen? ¿Con 28 míseros escaños, que vergüenza me da decirlo?


En algún cenáculo he oído que lo de Cataluña apenas iba a afectar al PSOE nacional porque la debacle ya se daba por descontada. Puede que dieran por descontado una pérdida de 3 ó (¡toma tilde y que rabien los académicos!) 4 escaños. Incluso puede que se vieran capaces de hacer creer que tenían asumido quedarse en poco menos de 30, pero tener que aguantarse con 28 escuálidos "diputats", eso no hay cristiano que lo dé por descontado.

A lo mejor, en el Consejo de Ministros del próximo viernes, entre las sales que lleve Rubalcaba y los masajes que le aplique la Chacón, el ánimo del cadavérico presidente se levanta. Pero a ver quién es el guapo que convence a Barreda y a Fernández Vara de que con este caballo, qué digo caballo, con este penco que pretende arrastrarse y arrastrarnos hasta 2012 es posible ganar en sus respectivas regiones, eternos feudos que fueron del socialismo español. No veo a ninguno de los dos muy dispuesto a poner su barba a remojar a la vista del afeitado bien apurado que le han metido al compañero Montilla. Estoy seguro de que a estas horas se han adscrito entusiastas a lo que podríamos llamar la doctrina Recarte, que Zapatero dimita cuanto antes y que venga Rubalcaba o cualquier otro a ver si es posible llegar a las autonómicas con una posibilidad razonable de salvar los muebles.

Por lo tanto, la cuestión no es qué decisión tiene tomada Zapatero acerca de si se presentará o no y de cuándo lo comunicará urbi et orbi. Eso no le interesa ya a nadie. La cuestión es quién le pone el cascabel al gato y le convence de que se vaya. Probablemente no será fácil, porque ya no sabe hacer otra cosa que destrozar países y arrasar naciones y donde únicamente le dejan hacerlo es aquí. Pero los socialistas tienen que ver el modo de impedir esta especie de suicidio colectivo al que se ven abocados y del que el resto de los españoles vamos a salir con los huesos bien molidos. No obstante, supongo que para el caso de que el interfecto se niegue a ser cadáver, ya habrá media docena que en Ferraz y en Gobelas estén afilando las guadañas. Atentos, pues, al escenario, sin quitarle ojo, que lo que ha de ocurrir sucederá tras los decorados y entre bambalinas. Los de las primeras filas que se pongan los chubasqueros para que no les salpique la sangre.


Libertad Digital - Opinión

La izquierda estresada. Por Ignacio Camacho

El éxito de CiU y PP suma una mayoría social de centro derecha mientras la izquierda suspende su test de estrés.

LA izquierda ha suspendido en Cataluña el primer test de estrés. Interpretadas en clave bipolar, las elecciones catalanas han supuesto una categórica victoria del centro-derecha, tal como viene sucediendo en casi toda Europa desde que comenzó esa crisis que los socialdemócratas achacan a los excesos del liberalismo. Los ciudadanos no parecen compartir esa opinión. Los años de tripartito han vacunado a los catalanes contra una izquierda intervencionista hasta límites obsesivos, y Montilla ha llegado tarde a su propia cita con el espíritu del catalanismo socialista que abandonó para echarse en brazos de unos socios poco recomendables. Castigados con severidad los partidos de la coalición de poder, el éxito de Convergencia i Unió es en primer lugar el de una propuesta ideológica moderada y burguesa, que suma con la del PP un bloque social de mayoría absoluta aunque no cristalice —que por ahora no lo hará— en un acuerdo de gobierno.

Otro asunto es la interpretación de los resultados en clave soberanista, que dependerá de la actitud que CiU adopte ante su responsabilidad ejecutiva. Artur Mas ha mostrado en campaña un sensato talante más próximo al pragmatismo pujolista que a las veleidades de un hombre que en sus sueños más felices imagina un amanecer de independencia. Del Estatuto casi no ha dicho una palabra; su programa reivindicativo se ha centrado en la idea de un concierto económico que le va a costar trabajo obtener porque no lo contempla la Constitución. Si quiere avanzar por ese camino tendrá que hacerlo por la vía de los pactos, y no resulta improbable que Zapatero se muestre acogedor con sus demandas para recuperar terreno antes de las generales. La tentación más conflictiva que el futuro presidente de la Generalitat tendrá a su alcance es la de jugar a geometrías variables: apoyarse en el PP para la política económica e ir de la mano con ERC, Laporta —la cuota frikide una política desquiciada— y demás grey independentista en la reclamación identitaria. En todo caso, le conviene ser prudente porque se va a enfrentar hasta 2012 —o antes— con un escenario provisional que puede cambiar si se produce una alternativa en el Gobierno de España.

Esa alternancia parece más cerca con el resultado del Partido Popular, pese a que parte del voto antinacionalista se mantiene en la meritoria candidatura de Ciutadans. El trabajo de Rajoy ha logrado romper pasados bloqueos, enterrar el aislamiento del Tinell y convertir al PP en el tercer partido catalán, que por ahora es su máxima aspiración posible. Leído en perspectiva nacional, descontando la fuerte distorsión nacionalista de la política catalana, el balance electoral consolida la tendencia de avance popular y retroceso zapaterista, que el presidente tratará de justificar culpando a Montilla. Pero se han hundido los dos juntos, y ese descalabro apunta a un vuelco más que previsible, casi inexorable.


ABC - Opinión

Montilla y Mas cumplen como teloneros del Barça-Madrid. Por Antonio Casado

Salvo la cifra de abstención, menor de la prevista, y la subida del PP, mayor de la anunciada en las encuestas, los resultados de las elecciones catalanes no defraudaron respecto a las previsiones. La victoria histórica de Artur Mas y el revolcón a los socialistas catalanes de José Montilla por méritos propios confirmaron los dos elementos centrales del análisis. Con sus correspondientes derivadas: la muerte del “tripartito”, el retroceso de la izquierda y el retorno al poder del nacionalismo.

Por tanto, buen trabajo de los primeros actores del drama como teloneros del Barça-Madrid. Un acontecimiento, el de esta noche, de carácter universal. Mientras que las elecciones catalanas de ayer no dejan de ser un acontecimiento de cercanías. Montilla y Mas se ajustaron al guión, que estaba escrito en todas las crónicas de vísperas. Pero la enorme expectación creada por este partido de máxima rivalidad, no permite aparcar la gravedad de lo ocurrido en el seno de la familia socialista.


Dígase por derecho. El PSC de Montilla acaba de pagar el precio de su renuncia a actuar como un partido socialista, obrero y español y de su empeño en disfrazarse de partido nacionalista, a la contra de su genética y de su historia. El huevazo acompañado del “Viva España” de anoche contra el portavoz del PSC, Mikel Iceta, es la anécdota cargada con la moraleja de esta derrota socialista. Y a la vez explica el subidón del PP, curiosamente el partido que impugnó ante el Tribunal Constitucional la extravagante incursión de Zapatero, Maragall y Montilla en territorios ideológicamente ajenos.

En resumen. Uno, la tradicional ventaja catalana del PSOE sobre el PP, decisiva en elecciones generales, está en el aire desde ayer. Dos, muere el tripartito sin posibilidad de reinventarse. Y tres, el desahogado triunfo de CiU permite hablar de Artur Mas como próximo presidente de la Generalitat. Esta plantilla fija, impuesta por la aritmética electoral, solo nos deja especular en lo inmediato sobre la política de alianzas. Empezando por la misma sesión de investidura, respecto a la cual únicamente podemos dudar sobre si Artur Mas será investido por mayoría absoluta en la primera sesión o si hará falta una segunda para obtener la confianza por mayoría simple.

Las dos hipótesis son probables. Incluso sin que Mas tenga necesidad de negociar los apoyos, sabiendo que es políticamente imposible un alineamiento del resto de los partidos en el “no”. Aunque lo normal es que espere a salir investido en una segunda votación. La normativa electoral catalana le permite intentarlo hasta cinco veces, aunque no hará falta para salir elegido por mayoría simple. Le bastaría con la abstención del PP. O la de ERC.

De ese modo, y por distintas razones, tanto el PP como ERC dejarían la puerta abierta a abierta a una futura colaboración con el nuevo Gobierno. Y Artur Mas, encantado de aplicar la consabida geometría variable en su gestión. Para asuntos económicos, con el PP. Para asuntos “de país”, como suele decir el líder de CiU, con los nacionalistas de ERC. Y enfrente, los socialistas de Montilla (por ser precisos, de quien venga a sustituirle como líder del PSC, o lideresa), que vuelven a la oposición siete años después.


El Confidencial - Opinión

Elecciones. Mas de lo mismo. Por José García Domínguez

En cuanto al PPC, pese a obtener 38.000 votos menos que Alejo Vidal-Quadras, el súbito desplome de sus competidores lo ha convertido en la tercera fuerza. Óptimo escenario que va a colocar a Sánchez Camacho en el brete de poner a prueba sus principios.

Como viene ocurriendo sin solución de continuidad desde el año 80 del siglo pasado, CiU ha vuelto a ganar las elecciones domésticas en Cataluña. La principal novedad a reseñar, pues, es que no hay novedad alguna en las preferencias mayoritarias de la parroquia local. Así, para supremo goce de la derecha tonta de la Villa y Corte, por primera vez desde que Lluís Companys proclamase el Estat català un independentista convicto y confeso ostentará la máxima representación del Estado en la plaza. Dispongámonos sin más demora entonces para escuchar el estruendo de los cohetes lanzados desde Génova, amén de la vistosa pirotecnia retórica que, a no dudar, nos preparan sus esforzados escribidores de guardia.

Por lo demás, la votación se ha desarrollado según el guión previsto en todas las encuestas. Esto es, con el Partido de la Desafección, el que agrupa a esa mayoría absoluta de la población, ya por completo ajena al juego político, imponiendo su hegemonía en las urnas desiertas. Y ello pese al tan celebrado como raquítico incremento de la participación. Una abstención crónica, estructural, la que retrata a los catalanes, que ha dado en adoptar aquel tinte negro y fatalista que caracterizó en tiempos a la Galicia dominada por el caciquismo rural. Similar tono sombrío al que a estas horas deja traslucir la mirada del pobre don José una vez recibida la extremaunción política, solo a la espera de conocer el nombre del Judas que habrá de comunicarle su inminente cese en la secretaría general. Momento procesal, ése, en que comenzará la lucha entre Montserrat Tura, pretendiente del sector catalanista que siempre ha visto a Montilla y sus capitanes como unos toscos parvenús del extrarradio, y el tapado del aparato, llámese Corbacho o Chacón, que entre ellos andará el juego.


En cuanto al PPC, pese a obtener 38.000 votos menos que Alejo Vidal-Quadras, el súbito desplome de sus competidores lo ha convertido en la tercera fuerza. Óptimo escenario que va a colocar a la ecléctica Sánchez Camacho en el brete de poner a prueba la fortaleza de sus principios, empezando por el repudio a la inmersión, siguiendo por las multas contra los tenderos, y acabando por el célebre concierto económico que tanto ansía Mas. Veremos. A su vez, los rústicos de la Esquerra acaban de descubrir, quizá con alguna perplejidad, que el separatismo desacomplejado ha pasado a ser un asunto de tipos con corbatas de Hermès que saben utilizar la paleta del pescado.

Quién iba a decirles que su gran seña de identidad, acaso la única genuina, esto es el irredentismo secesionista, acabaría siendo patrimonio de la gente bien. Ellos sí pueden presumir de haber muerto de éxito. Al contrario de Ciudadanos, que ha sobrevivido de milagro. Y es que solo la perentoria necesidad de una voz no catalanista en el Parlament explica la pervivencia de un partido que se ha conducido con semejante afán cainita. Joan Laporta, en fin, habrá logrado dotarse de inmunidad parlamentaria gracias a un acta de diputado, el móvil más que probable que debía latir tras tanto ardor patriótico. Resumiendo, Mas de lo mismo.


Libertad Digital - Opinión

La hora del «Seny». Por Benigno Pendás

«Rotunda derrota de Zapatero. Pronto vendrán otras. Cuidado, sin embargo, con una estrategia elemental: Gobierno con respiración asistida hasta 2012; perder por la mínima; «sociovergencia» informal, aquí y allí; en el País Vasco, ya veremos».

PRONÓSTICO cumplido, según todos los indicios. El fracaso estrepitoso del tripartito pone en bandeja a CiU una mayoría más que suficiente, cuya gestión puede ser razonable o disparatada. Todo es posible. Sea como fuere, la realidad impone su lógica implacable: la crisis obliga a la clase política catalana a recuperar el «seny» perdido. Cuadro clínico: mezcla de prejuicios arcaicos con una dosis letal de liviandad posmoderna. Síntomas: índices a la baja en economía, sociedad, cultura y calidad de vida. Diagnóstico: obsesión identitaria que pretende la búsqueda del Santo Grial nostálgico y localista en plena era global. Tratamiento: moderación y buen sentido, en dosis elevadas. ¿Perspectivas? Una vez más vamos a confiar, aunque los antecedentes no invitan al optimismo… Busco opiniones sensatas y encuentro unas cuantas, por fortuna. Por ejemplo, Francesc de Carreras, una voz discrepante autorizada, en el doble sentido de la palabra: «El mundo gira a toda velocidad, pero nosotros seguimos mirando nuestro histórico ombligo». Hay otras muchas. Las elites catalanas lo tienen muy claro, aunque se sienten más libres para contarlo en Madrid que en Barcelona. En la calle, la gente habla de paro, vivienda, inmigración, sanidad o educación. Solo algunos incorregibles pierden el tiempo en debates (inútiles) sobre conceptos nacionales o en disputas (lucrativas) sobre cuotas de poder. Por eso, la Cataluña real debe imponer sus legítimas prioridades sobre la Cataluña oficial.

Una campaña insoportable. El mundo tiembla ante una crisis de dimensión histórica. Millones de parados sufren el drama de la exclusión social. La clase media apenas cumple su función genuina como factor de estabilidad. Autónomos, Pymes, profesionales de toda suerte y condición salvan como pueden los restos del naufragio. Grandes empresas y sectores financieros buscan soluciones todavía inciertas… Hablo, por supuesto, de Cataluña, del conjunto de España y de la sociedad internacional, sin una sola excepción. ¿Qué nos ofrecen los partidos? En lugar de estudiar y asimilar el informe Everis, nos dejan imágenes a medio camino entre la frivolidad y el ridículo. Debates frustrados, no solo por causa de la Junta Electoral. Exabruptos al más puro estilo populista de la Liga Norte. ¿Asuntos relevantes? Acaso la inmigración, por primera vez en la agenda, aunque las propuestas son muy mejorables. ¿La corrupción? Nadie se acuerda del saqueo del Palau ni de los negocios transversales en el área metropolitana. Menos aún, del Carmelo o del «tres por ciento». Como mucho, alguna ocurrencia con destino a los jóvenes «ni, ni», cuya deserción de la «vieja» política es mucho más profunda que circunstancial. Como siempre, la participación es escasa, pero ha crecido respecto a las pésimas previsiones. Al menos, queda ese consuelo.

Viaje al pasado. ¿Se acuerdan ustedes del Estatuto? Cuánto tiempo perdido: mi generación se ha dejado la vida —política y académica— discutiendo sobre lo inefable. Los nacionalistas de todos los partidos siguen ganando batallas simbólicas, aunque la sentencia constitucional (tardía y mejorable) dice lo que debe decir sobre naciones con y sin Estado. El Estatuto, con alma de constitución y cuerpo de ley orgánica, ha sido un actor secundario en la campaña. Cuando pase la tormenta, el PSC debe reflexionar a fondo: cada uno a su manera, Maragall y Montilla, las dos «almas» del socialismo catalán, dilapidan una oportunidad histórica. Siempre pasa factura la alianza con esos partidos antisistema que no quieren ni pueden ocultar su rechazo frontal a la forma de Estado y a la forma de gobierno. Por cierto: seguro que son republicanos, pero ¿son de izquierdas? Contemplen al líder de ERC en el último bastión del carlismo catalán, diciendo aquello de los andaluces y el Fisco… Más de medio millón de votantes socialistas reniegan una y otra vez en las autonómicas de ese disfraz soberanista. La mutación constitucional hacia una fórmula vagamente confederal chocaba sin remedio con el principio nuclear de la soberanía única. Extraña ceremonia de la confusión… Pero los errores se pagan. No solo pierden la Generalitat, sino que corren serio peligro en las municipales, incluida Barcelona. He aquí las consecuencias del discurso sobre la España residual y de apuntarse a manifestaciones que no son las suyas.

¿El futuro? Se acabó la travesía del desierto, siempre demasiado larga para los peregrinos impacientes. Artur Mas está situado en esa encrucijada que conduce, escribe Kavafis, al Gran Sí o al Gran No. Este resultado a la altura de las expectativas realistas permite formar un Ejecutivo solvente y eficaz para luchar contra la crisis. Lo mejor sería el apoyo externo (y crítico) del PP, ahora con una posición determinante en el Parlamento. Buen resultado popular, en efecto, que podría ser mejor si sumara unos cuantos votos de Ciutadans, esa especie de «Mc Guffin», el hallazgo genial de Hitchcock: distrae al espectador, pero no influye en la trama. El próximo presidente sabe de sobra que el concierto económico es imposible e inviable. Sabe también que resulta obligado respetar las lenguas y los sentimientos de todos y que la imagen insolidaria perjudica mucho a Cataluña. ¿Otras opciones? Está la geometría variable, pero no suele funcionar. La peor solución es un frente soberanista, porque nadie puede transigir con un discurso excluyente sobre la independencia. ¿Tensar la cuerda? Al fin y al cabo, solo se ha producido un trasvase de votos entre los partidos radicales. Conviene vencer la tentación de cruzar los puentes sobre aguas turbulentas. Además, ¿para qué? Estamos solo al principio de un ciclo que culmina con las elecciones generales. Hay que guardar bajo siete llaves el teléfono del notario, correr un tupido velo sobre el pacto del Tinell y abrir un diálogo político para estar a la altura de la responsabilidad de afrontar problemas que no entienden de pasiones telúricas ni fronteras artificiales.

Clave nacional. Rotunda derrota de Zapatero. Pronto vendrán otras. Cuidado, sin embargo, con una estrategia elemental: Gobierno con respiración asistida hasta 2012; perder por la mínima; «sociovergencia» informal, aquí y allí; en el País Vasco, ya veremos. El precio subirá, pero esa minucia no suele perturbar los planes presidenciales. Nada nuevo bajo el sol… salvo que ahora Rajoy no se deja encerrar en el cuarto oscuro. Añado: a pesar del consejo de ciertos amigos, inspirados —supongo— por los mejores deseos. Lo único importante: no están los tiempos para maniobras oportunistas, porque la crisis exige decisiones valientes. Hay demasiadas cosas en juego: nada menos que los fundamentos del sistema constitucional, la sociedad del bienestar (aunque sea a la baja) y la propia posición de España en Europa y en el mundo. Solo los inconscientes hacen juegos malabares al borde del precipicio. Dicho de otro modo: ha llegado la hora de demostrar por qué hemos sido capaces de llegar hasta aquí…

Por cierto, ¿qué se cuenta en la calle? La expectación es máxima. Las emociones están al rojo vivo. ¿Hablan de política? Por supuesto que no. Hoy es… ¡«el clásico»!


ABC - Opinión

Una victoria contundente

El resultado de las elecciones catalanas ha sido una clara victoria de CiU, que le permitirá gobernar sin dificultad, pero también una contundente derrota del tripartito de izquierdas que ha gobernado durante ocho años. CiU ganó las elecciones, por lo que Artur Mas será el próximo presidente de la Generalitat con la fuerza de un resultado tan relevante gracias al cual podrá gobernar sin ataduras. Los resultados muestran, también, una victoria de la derecha en Cataluña y un claro declive de las formaciones de izquierda que cosechan un resultado desastroso. Lo que resulta innegable es que el cambio ha comenzado, como dijo Rajoy hace unos días, en Cataluña. La responsabilidad en la debacle socialista no es sólo del equipo de Montilla, sino especialmente de Zapatero y Maragall. Es indudable que la mala gestión del Gobierno de Zapatero y su debilidad política han arrastrado a los socialistas catalanes desmotivando a su electorado tradicional. El PSOE no es ajeno a este fracaso. No hay que olvidar que Cataluña es uno de sus graneros electorales más importantes y esto tendrá un efecto en las próximas elecciones generales. El tripartito fue un experimento de Maragall. Fue responsable de que el PSC fuera prisionero del pacto con formaciones radicales y soberanistas que le ha alejado de sus votantes. Por su parte, Artur Mas ha contado con la fuerza de un partido unido, ilusionado y con ganas de conseguir una victoria importante. Un perfil moderado y posibilista, con guiños a uno y otro lado para no reducir sus expectativas, le ha permitido conseguir esa notable victoria. El líder de CiU ha contado con la permanente colaboración y compromiso de Duran Lleida, que se ha volcado como si fueran sus propias elecciones. La excelente labor realizada en la política española y su imagen de moderación han sido muy beneficiosas. Mas y CiU tienen ahora una responsabilidad histórica porque podrán desarrollar su programa sin dificultades, aunque cabe esperar la búsqueda de acuerdos amplios como ha sido tradicional en CiU en beneficio de Cataluña. Los catalanes esperan moderación, prudencia y pragmatismo. El hundimiento de ERC, aunque previsible, muestra que los catalanes han dado la espalda claramente a los experimentos soberanistas y este espacio queda fraccionado con la entrada del polémico Joan Laporta. No hay duda de que esta nueva formación independentista buscará convertir la Cámara catalana en un espectáculo al servicio de su estrategia partidista. La alta participación, por encima de lo que sucedió en 2006, es un mensaje positivo que refleja el interés y el compromiso del pueblo catalán. La gran mayoría quería impedir una indeseada repetición del tripartito. Finalmente, el PP ha conseguido un buen resultado que muestra su fuerza y pulso en Cataluña y acorta distancias con el PSC. Su líder, Alicia Sánchez-Camacho, ha logrado recuperar la condición de tercera fuerza siendo capaz de hacer frente al siempre difícil voto útil que en las catalanas beneficia a CiU. Son dos formaciones claramente de derechas y que han colaborado en la gobernabilidad en beneficio de todos los españoles. Cataluña ha apostado por el cambio, ha dado la espalda a la izquierda y abre el camino para el resto de España.

La Razón - Editorial

Un vuelco anunciado

CiU logra una mayoría de Gobierno y el PSC obtiene los peores resultados de su historia.

Las urnas han dado un vuelco al mapa político catalán. Convergència i Unió, tras siete años de travesía del desierto, vuelve al Gobierno de la Generalitat. Los ciudadanos han dado mayoritariamente su confianza a la federación nacionalista -62 diputados, a seis de la mayoría absoluta- y han castigado al Partit dels Socialistes, que llega a sus mínimos históricos, con 28 parlamentarios.

Los resultados le permitirán a Artur Mas gobernar en solitario y poner en práctica acuerdos de geometría variable, al estilo de los que emplea José Luis Rodríguez Zapatero en el Congreso de los Diputados. El líder de CiU deberá afrontar una situación nada fácil. La crisis, que ha pasado factura a los socialistas, no remitirá a corto plazo y el Ejecutivo autónomo se verá obligado a recortes impopulares. Pero, al mismo tiempo, la recesión servirá para que CiU ralentice toda su agenda.

De entrada, Mas esperará a que las urnas decidan en 2012 entre socialistas o populares. Eso le permitirá guardarse hasta 2013 la propuesta del concierto económico a la vasca para esta legislatura. Socialistas y populares han rechazado este pacto fiscal Cataluña-España que propone CiU. No obstante, la situación en que quede el mapa político español pondrá el asunto sobre la mesa. La medida estrella de CiU es fruto del crecimiento entre la opinión pública del sentimiento soberanista. Los nacionalistas de Mas no van a apoyar de momento un referéndum por la independencia, pero sí que desde el poder tratarán de alcanzar metas graduales. La sentencia del Constitucional, que implicó recortes trascendentes del Estatuto, y la masiva manifestación del 10 de julio ha dado alas políticas a los nacionalistas. Soberanistas e independentistas han logrado 76 de los 135 escaños del Parlamento. Hasta ahora CiU y ERC sumaban 69 parlamentarios.


El gran perdedor de estos comicios, el PSC, tiene ante sí la tarea nada fácil de su catarsis futura. El líder de los socialistas catalanes, José Montilla, dejará probablemente la Cámara catalana para intentar pilotar la transición en el partido desde el interior del aparato, aunque ya anunció anoche que no optará a la primera secretaría en el próximo congreso del PSC. Quedará por ver si su sector más catalanista dará batalla y si el ala más contemporizadora con el PSOE va a ir en la misma dirección. El futuro es cuando menos complejo para el PSC. Según recientes encuestas, los socialistas también perderán la alcaldía de Barcelona tras más de 30 años de gobierno de la ciudad. Este sería el segundo revés serio en solo seis meses. Los socialistas corren el riesgo de dejar de ser el partido de masas que tendía los grandes puentes entre Cataluña y el resto de España.

El PP ha logrado, a caballo de la crisis, sus mejores resultados en unas elecciones catalanas. Se ha cumplido el objetivo que se había fijado la dirección nacional de la calle de Génova de Madrid, que observa el comportamiento electoral catalán como una "anomalía". Los populares se convierten en tercera fuerza política, con 18 diputados, a mucha distancia de una fuerte CiU y en menor medida del débil PSC.

La fragilidad de los socialistas también es compartida y aumentada por Esquerra Republicana, que ha visto mermar en la mitad su número de diputados en la Cámara. ERC, con su arriesgada apuesta por la celebración de un referéndum para la independencia en esta legislatura, no se ha visto respaldada por el electorado nacionalista que ha regresado a Convergència i Unió. Otros votos de ERC han ido al partido independentista de Joan Laporta, cuyos cuatro diputados deberán compartir el Grupo Mixto con otros tres de Ciutadans de Albert Rivera. Las urnas finalmente disiparon la incógnita sobre la entrada de los xenófobos de Plataforma per Catalunya, que se quedó a un paso de obtener representación.


El País - Editorial

El Tripartito se va, su calamitoso legado estatutario permanece

El diagnóstico al que acríticamente se han sumado los catalanes es que necesitan volver a una versión más radicalizada del régimen cleptocrático anterior, cuya degeneración lógica e inevitable fue el mismo Tripartito del que ahora aborrecen.

El resultado de las elecciones catalanas consolida la hegemonía de un nacionalismo cada vez más radicalizado. Después de que tanto PP y PSOE, cada uno en su momento, liquidaran su discurso nacional y se echaran en manos de aquellos grupos nacionalistas catalanes –ora CiU, ora ERC– que estuvieran dispuestos a prestarles temporalmente sus diputados en el parlamento nacional, el separatismo ganó por simple incomparecencia de la oposición constitucionalista; incomparecencia que viene teniendo su reflejo en la altísima abstención que comicio tras comicio hace acto de presencia como la opción mayoritaria del electorado catalán.

A la liquidación de los partidos nacionales en Cataluña le siguió la desmembración de lo poco que quedaba de España en la región de la mano de ese Estatut que ha sido la principal obra política del mismo Tripartito que fue reducido a escombros en las elecciones de ayer. El hundimiento del PSC (los peores resultados de su historia) y, sobre todo, de ERC (que ha perdido más de la mitad de los escaños) atestigua el fracaso de la política del nacionalismo radical antiespañol a la hora de mejorar el nivel de vida de los catalanes y apaciguar las aguas del oasis. Mas, pese a ello, el diagnóstico al que acríticamente se ha sumado una mayoría de los electores catalanes es que necesitan más secesionismo pero con las nuevas caras de viejo pujolismo. Es decir, volver a una versión más radicalizada del régimen cleptocrático anterior, cuya degeneración lógica e inevitable fue el mismo Tripartito del que ahora aborrecen.


Por supuesto, sería difícil no encontrar también entre los resultados un fuerte voto de rechazo a Zapatero, padrino político del Tripartito desde su misma formación; al cabo, fue Zapatero el principal responsable de que el inconstitucional Estatut que ha sumido a Cataluña en la mediocridad viera la luz y pudiera ser desarrollado sin cortapisas parlamentarias o jurídicas por el Ejecutivo catalán, aun en contra de la Constitución y de la nación española.

Sin embargo, precisamente porque el voto de castigo ha estado muy presente en los comicios, sería deseable que el PP no echara las campanas al vuelo repitiendo que ha cosechado los mejores resultados –en escaños, no en votos– de su historia. O, al menos, sería deseable que no lo hiciera si su objetivo va más allá de sentar a Rajoy en La Moncloa sobre las ruinas del edificio nacional y constitucional. Porque al margen de la exigua representación que sigue exhibiendo en Cataluña el partido que aspira a gobernar España –precisamente por abortar en 1996 el discurso regenerador de Vidal-Quadras–, incluso Zapatero y la crisis económica pasarán algún día, y en ese momento el PP, si no cambia drásticamente, se encontrará sin ningún discurso que capitalizar y con una hegemonía nacionalista aun mayor que la actual y que dejará el Tinell en un pacto de aficionados.

Así, la nueva composición del parlamento regional no puede ser más inquietante, por mucho que circunstancialmente pueda dar lugar –y está por ver– a un menor intervencionismo en materia económica y, por tanto, a una mejoraría de la situación. La prueba más palpable del fracaso de nuestras instituciones es que siendo el nacionalismo y la política de odio hacia España los principales causantes de la parálisis social, económica y moral de Cataluña, el nacionalismo continúa creciendo y expandiéndose simplemente cambiándose los collares. Inquietante, y no sólo para Cataluña, sino también para los restos de España.


Libertad Digital - Editorial

El socialismo se hunde

El batacazo electoral sufrido ayer por los socialistas catalanes no es otra cosa que el detonante definitivo para el fin del zapaterismo. El triunfo de CiU —y del PP— certifica el proceso irreversible de cambio en España.

SI Cataluña significó en la historia política de Rodríguez Zapatero su plataforma de lanzamiento personal y el laboratorio de ideas extremistas contra la derecha y contra el pacto constitucional de 1978, la debacle electoral sufrida ayer por los socialistas catalanes no es otra cosa que el detonante definitivo para el fin del zapaterismo. Únicamente la prerrogativa presidencial de disolver el Parlamento mantiene con vida política al presidente del Gobierno, pero la derrota de Montilla, la peor de la historia del socialismo catalán, certifica el proceso irreversible de cambio en España. Y este cambio arranca, aunque parezca un contrasentido, con un Parlamento catalán más nacionalista que nunca, cosecha propia de la política territorial y de pactos con la que Zapatero puso en jaque el orden constitucional y pervirtió el papel propio de la izquierda catalana como fuerza de contención del nacionalismo. Los electores catalanes han preferido el original nacionalista de Artur Mas a la fotocopia soberanista —y borrosa— de José Montilla. El «pacto del Tinell» y la aventura anticonstitucional del Estatuto de 2006 han puesto al socialismo fuera de juego en Cataluña, pero con una responsabilidad directa en Rodríguez Zapatero.

La participación sirve de poca excusa porque ha sido superior a la de 2006, y esto supone, por un lado, que ha habido un voto de castigo —tanto como una abstención de castigo— contra los socialistas; y, por otro lado, un valor especial al aumento experimentado por el PP en diputados y votos. Mariano Rajoy, con el gran resultado de su partido, que ha pasado de 14 a 18, está hoy más legitimado que ayer para pedir a Rodríguez Zapatero que ponga fin a la agonía política en la que tiene sumida a España y disuelva el Parlamento. El resultado de las elecciones autonómicas en Cataluña desmiente cualquier atisbo de remontada tras la remodelación del Ejecutivo central y confirma que la opinión pública, incluso una tan condescendiente con el PSOE como es la catalana, ha llegado a un punto de no retorno en su rechazo a Rodríguez Zapatero. Como sugirió Montilla, los resultados catalanes no iban ser ajenos al presidente del Gobierno porque están marcados por todos los errores de esta legislatura, incluyendo con carácter principal la nefasta gestión de la crisis económica. El discurso del PP ha sido eficaz en la delimitación de un espacio político propio, para lo que fue esencial su apuesta por la impugnación del Estatuto y el discurso constitucionalista, que habrá convencido a muchos votantes del PSC. La defensa de una Cataluña bien situada en España, de una política bilingüística real y de una atención a los problemas prioritarios de la sociedad, como la inmigración, han permitido al PP mantener su voto y captar otro nuevo hasta dejar de ser una fuerza marginal. Los populares han marcado un hito histórico al convertirse en la tercera fuerza política y presentarse como factor relevante para la composición de gobiernos municipales y locales después de las elecciones de 2011. Además, estos resultados significan, con vistas a unas elecciones generales, que Cataluña dejaría hoy de ser el granero fijo de votos de los socialistas. Rajoy ha recibido un aval con esa exigua diferencia de menos de siete puntos que separó ayer al PP de los socialistas catalanes, dato con una dimensión política de gran calado.

No hay duda de que el ganador indiscutible es Artur Mas, cuya victoria arrasadora ha finiquitado el tripartito y ha hecho pagar a los socialistas catalanes su errática transición de izquierda federalista a soberanistas de última hora. Gracias a los errores del socialismo, CiU recupera el poder autonómico con una fortaleza propia de los mejores tiempos del pujolismo. Su victoria le permite gobernar en solitario, aunque sería un error que descartara la posibilidad de mayorías en contra. El PP es el interlocutor más lógico para esta nueva etapa. Ahora bien, a CiU su victoria lo deja sin excusas para responsabilizarse íntegramente de la dirección política que imprima a Cataluña desde el momento en que Artur Mas sea investido como presidente de la Generalitat. La deriva soberanista que lideraron Maragall y Montilla, con el padrinazgo de Zapatero, ha salido cara a Cataluña. Artur Mas tendrá que decidir si ha recibido un mandato para agravar la política de desafío constitucional de su predecesor, con reivindicaciones tan fuera de lugar como la de un concierto económico como el vasco, o para encauzar Cataluña por un camino de pragmatismo y equilibrio, tanto más necesario en un período de crisis económica. No se le puede exigir a Mas que no sea nacionalista cuando empiece a gobernar Cataluña, pero sí que aprenda de los perjuicios que provocó el tripartito con propuestas que CiU nunca se atrevió a ejecutar en los muchos años en que gobernó con mayoría absoluta. Nuevamente, Cataluña puede ser decisiva para España.


ABC - Editorial