domingo, 28 de febrero de 2010

Ironía y broma. Por Alfonso Ussía

Ha dicho Rajoy que pactar con Zapatero sería traicionar a los españoles.

Demasiado solemne. A los españoles se les traiciona tomándose en serio a Zapatero. Me lo pregunta Antonio Mingote todos los lunes. ¿Y Rajoy, por qué no se ríe de Zapatero en lugar de darle importancia? Le sobra razón al genio aragonés. Rajoy, que en privado tiene un humor sutil y gallego –Wenceslao, Camba, Cunqueiro, Cela, Castroviejo y Alvite, entre otros–, en público se transforma y se muestra casi siempre enfadado. Las encuestas le conceden una clara ventaja sobre el PSOE, pero creo que aún sería mayor si los españoles interpretaran a un Rajoy serio ante lo fundamental y cachondo con las majaderías del Gobierno. Para ello, tiene que remodelar su equipo de comunicación y portavocía, porque María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría no presentan, entre sus muchas virtudes, la del exquisito sentido del humor.

Si Rajoy, un día cualquiera, aprovechara el tiempo reglamentado en el Parlamento para recordar, fuera de ideas y principios, todas las gamberradas, tontadas, bobadas y gansadas que ha dicho o hecho Zapatero en los últimos años, sería sacado a hombros del Palacio del Congreso. Lo que no puede hacer es responder a una sandez de Zapatero con aleccionadora y severa contundencia. Ello le lleva a compartir su misma altura intelectual, que en Zapatero es de vuelo rasante, o como escribió Miguel Hernández en su elegía a Ramón Sijé, de primer andamio de las flores. No hace bien Rajoy enfadándose tanto con un cenutrio cultural y político. Dedíquele sonrisas. Aplíquele palmaditas en la espalda cuando se vean. Deséele suerte en sus intervenciones. Pero no se lo tome en serio, que es el único objetivo de Zapatero si exceptuamos la pulverización de España. O la sonrisa o la valentía clara y sin matices, como la del académico Arturo Pérez-Reverte, al hablar de la Ley de la Memoria Histórica: «Que un político analfabeto, sea del partido que sea, que no ha leído un libro en su vida me hable de memoria histórica porque le contó su abuelo algo, no me vale para nada. España es un país gozosamente inculto, deliberadamente inculto, y con gente así, hacer esa Ley de Memoria Histórica es ponerle una pistola en la mano». Todo dicho en muy pocas palabras y con suficiente sencillez para que sea entendido y asimilado por cualquiera. Y si un día Zapatero dice que tal, la vicepresidenta primera que cual, la segunda que tal cual, y el portavoz Alonso que podría ser tal, cual y tal cual, Rajoy no acierta si comenta con severidad tan repetido cachondeo. Con decir «hoy no estoy para chistes», le basta y le sobra.

El gran fallo, la principal asignatura pendiente del Partido Popular, es su nefasta falta de dominio en el oficio de la comunicación, que en los tiempos que corren se me antoja fundamental. Hay que sonreír más, hay que decir más cosas con menos palabras y mejor elegidas, hay que demostrar sentido del humor y vestir la severidad de ironía. Para ello, hay que colocar frente a la opinión pública a gente tan preparada como flexible, tan culta como irónica. La excesiva pasión por la militancia elimina el sentido común y el sentido del humor. Se ponen en el PP muy serios con las chorradas de Zapatero. Y responder con seriedad a las chorradas es una chorrada mayor. Más humor y menos regaños.


La Razón - Opinión

El mayor déficit español. Por José María Carrascal

NO estoy hablando del que señalan la prensa financiera anglosajona, las agencias de calificación y los expertos económicos. Me refiero a un déficit de mucho más calado y trascendencia: al que existe en nuestra política, nuestra actitud y nuestra situación.

Si tomamos la presente crisis económica como una emergencia -una indigestión, por ejemplo-, lo que procede es tomarse la medicina que corresponde y volver a la situación anterior cuanto antes, procurando que los daños sean los menos posibles. Es lo que están haciendo la mayoría de los países. Pero no lo que está haciendo España. En España, hemos perdido dos años discutiendo sobre la crisis, como los conejos que discutían sobre los perros que les perseguían, y poniéndola parches, como si se tratase de la gripe anual, en vez del mayor «crash» desde 1929. Ahora, con la crisis convertida en temporal, lo único que se le ocurre al Gobierno es proponer un gran pacto entre todos los partidos para capearlo. Pero un gran pacto político sólo es una solución si es auténtico. Si no lo es, no resuelve nada. Al revés, complica extraordinariamente la situación al dilatarla. Y ese pacto es imposible hoy en España al no haber acuerdo sobre la naturaleza de la crisis, ni sobre las medidas a tomar ni sobre quién correrá con los sacrificios. Por no haber, ni siquiera hay una idea común de Estado y de nación.


A estas alturas, todavía no sabemos con exactitud qué idea tiene el Gobierno de la crisis, cuya existencia empezó negando y cuyo fin nos anuncia cada poco, sin acabar de verse. En cuanto a las medidas, las que anuncia un día, las retira al siguiente, aparte de la incompatibilidad entre las que propone el Gobierno y el principal partido de la oposición. Tampoco existe voluntad de sacrificio, al no creer nadie que se distribuirán equitativamente ni estar nadie dispuesto a renunciar a sus derechos adquiridos. Por último, no existe el concepto de Estado o de nación común, al ir cada uno «a lo suyo, y el que venga detrás que arrée».

Ese es el mayor déficit de España, mayor incluso que el que pueda tener en el terreno económico y financiero, que no es pequeño. Y lo que dificulta tanto nuestra salida de la crisis. Es la consecuencia de habernos dedicado más a desunir que a unir, a abrir heridas que a cerrarlas, a mirar al pasado más que al futuro, a volar puentes en vez de a construirlos. Así hemos retrocedido hasta encastillarnos cada individuo, región o partido en sus estrechos límites, no dispuestos a ceder lo más mínimo. Cuando la realidad es que todos, vascos y andaluces, gallegos y catalanes, empresarios y obreros, estamos en el mismo bote.

Dan ganas de asomarse a la ventaba y gritar: ¿hay alguien por ahí capaz de recuperar el espíritu de cooperación y concordia?


ABC - Opinión

Colombia sin Uribe

El veto del Constitucional a un tercer mandato del presidente mejora la salud política del país

Un inacabable maratón preelectoral tocó a su fin al mismo tiempo que una novísima carrera comenzó el pasado viernes en Colombia. El presidente Álvaro Uribe Vélez no podrá desempeñar un tercer mandato porque la Corte Constitucional falló en contra de la celebración de un referéndum que le permitiera presentarse a la reelección el próximo 30 de mayo. Y todos, empezando por los colombianos y terminando por la propia salud de la política, salen ganando con esta decisión.

El maratón han sido los tres años en que el presidente ha mantenido nada patrióticamente en vilo a su país con el juego de me presento o no me presento; y la novísima carrera, una pugna electoral en la que ya no estará el presidente Uribe, que según sus numerosos partidarios ha dado al país paz y dignidad, aunque con la prosperidad no se haya lucido tanto; y, en cambio, según sus adversarios había llegado hacía ya mucho al límite de sus éxitos, a la vez que no contribuía, sino todo lo contrario, al refuerzo de las instituciones y de la democracia en Colombia.


Sin el ex liberal formateado en independiente que ganó dos elecciones consecutivas (2002-2006), el panorama se distiende casi hasta el infinito. La primera rebatiña se librará entre sus propios seguidores para hacerse con ese 65% de votos expresados -poco más de un tercio del electorado potencial- que se reclaman del uribismo. Y entre media docena de postulantes a tan rico botín destaca el ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos, el mejor situado para recibir la preciosa unción del líder; pero también, Noemí Sanín -ex embajadora en España-, que aspira a representar al partido conservador, que estos últimos años ha sido una especie de caja B del uribismo; y fuera del poder, el candidato liberal Rafael Pardo; el independiente más independiente de todos, Sergio Fajardo; y Gustavo Petro, el hombre del Polo, la siempre dispersa y mal avenida izquierda colombiana.

Uribe ha ejercido dos mandatos en los que ha infligido, con la destacada participación de Santos, serias derrotas a las FARC, aunque nunca anduviera cerca del golpe de gracia; y puede ufanarse de un descenso visible -aunque vuelve a repuntar- de la violencia, conquistas que han hecho de Colombia un país de nuevo transitable, en especial para los que tienen con qué transitar. Pero, también, el país ha sido un museo de los horrores, como atestiguan las muertes de campesinos a manos del ejército, que se camuflaban como bajas de la guerrilla para mercar ascensos y premios.

Frente al estilo autoritario-populista del presidente, tan dado a dirigirse al votante por encima de los partidos, una Corte de impecable actuación democrática, una parte en aumento de la opinión pública y la ley de los rendimientos decrecientes han posibilitado que a la tercera no será esta vez la vencida. Colombia deberá aprender a componérselas sin su taumaturgo particular. Y se verá que no le cuesta tanto.


El País - Editorial

Reformas penales

EL fundamento del Derecho Penal es la respuesta del Estado proporcional a la gravedad de determinadas conductas que afectan a la convivencia social.

Al margen de criterios ideológicos, hay delitos que provocan auténticos dramas personales y familiares, de modo que sus responsables no deberían aprovechar las ventajas que otorga el ordenamiento jurídico para gozar en la práctica de una total impunidad. El caso de los menores de edad penal se ha planteado con toda crudeza en los casos de Marta del Castillo y Sandra Palo, a los que hoy dedica el suplemento D7 un amplio reportaje. La lógica alarma social ante el asesinato de estas dos jóvenes se suma a la indignación general por la situación de los agresores. «El Rafita», condenado cuando era menor por la muerte de Sandra, tiene que hacer frente ya a seis nuevas acusaciones por delitos de robo desde que alcanzó la mayoría. A su vez, las versiones contradictorias y la actitud fría e inhumana de los agresores de Marta han hecho imposible localizar el cadáver, añadiendo así al dolor de la familia un sufrimiento intolerable.

El Gobierno y los partidos políticos tienen que contemplar seriamente la posibilidad de reformar la legislación para reducir la edad mínima en materia de responsabilidad penal. La convocatoria de movilizaciones sociales en favor de esta medida no supone que se pretenda una represión injustificada, sino una respuesta razonable frente a delincuentes consumados a pesar de su corta edad. El Gobierno intenta calmar la irritación de los ciudadanos a base de retórica sin contenido y de fotos para la galería con los padres y familiares de las víctimas. Sin embargo, ha llegado la hora de hacer algo concreto, como reclaman también voces autorizadas desde el ámbito de la criminología. El «buenismo» aplicado a quienes no lo merecen genera una sensación de fortaleza e impunidad que sólo sirve para incitar a la comisión de nuevos delitos. Por eso hay muchos ciudadanos que apoyan la lucha por la justicia emprendida por los padres de las dos jóvenes y que exigen a los políticos soluciones a corto plazo y no palabras vacías. Existen buenos motivos para impulsar una reforma legal, tanto por razones de justicia y equidad como para prevenir riesgos futuros.

ABC - Opinión

Un varapalo judicial para Uribe y toda una lección para los chavistas

La Corte Constitucional de Colombia impide al actual presidente presentarse a una tercera reelección.

LA CAMPAÑA electoral comenzó ayer en Colombia envuelta en una gran incertidumbre, tras conocerse el fallo de la Corte Constitucional que impide la reelección del presidente Uribe. Se agotan así sus aspiraciones de dirigir durante un tercer mandato el timón de uno de los países más pujantes -pese a su inestabilidad- de Latinoamérica. Pero, al mismo tiempo, la decisión del alto tribunal supone una loable demostración de fortaleza de la democracia colombiana. Toda una lección para la región, donde, por desgracia, la separación de poderes es ya pura entelequia en todo el bloque bolivariano.

Es indudable que Álvaro Uribe se equivocó en su intento de reformar ad hoc la legalidad constitucional, que en Colombia prohíbe la reelección presidencial para un tercer mandato consecutivo. Como garantía frente a la tentación del caudillismo democrático, casi todas las constituciones del continente establecen limitaciones temporales en el gobierno muy estrictas. Sin embargo, en la actualidad asistimos a un proceso muy peligroso en el que dirigentes como el venezolano Chávez, el ecuatoriano Correa o el boliviano Evo Morales ya han forzado cambios legales para perpetuarse en el poder. Por fortuna, en Colombia funciona la democracia, y Uribe se apresuró ayer a acatar el fallo constitucional y prometió seguir trabajando para fortalecer los principios del sistema.

Pero lo cierto es que muchos colombianos se sienten hoy conmocionados. Porque no se puede pasar por alto que la popularidad de Uribe alcanza cotas del 70%, muy por encima de la que lograron sus predecesores. Ello es debido a la eficacia y a los éxitos de su Gobierno ante los dos desafíos más graves del país: el terrorismo de las FARC, que después de cuatro décadas sigue sumiendo a Colombia en el sufrimiento y la violencia, y el narcotráfico. La decidida voluntad de Uribe para acabar con ambas lacras se ha visto recompensada con un amplísimo respaldo ciudadano. Al igual que su defensa de la democracia y de la alianza con EEUU, que le han valido el acoso y la guerra diplomática más sucia imaginable por parte de Chávez y de sus acólitos.

Ahora está por ver qué sucede en las urnas. Y aunque Uribe ha elegido como delfín al ex ministro Juan Manuel Santos, no va a tener nada sencilla la pugna en las filas del oficialismo con Noemí Sanín, ex embajadora en España, que aspira a ser la primera presidenta del país.


El Mundo - Editorial

Salgado y el abrazo del oso al PP

El Gobierno intenta involucrar al resto de partidos, y en especial al PP, en su alocada política, de forma que ante el electorado se repartan las culpas de una situación desastrosa que sólo cabe atribuir a la incompetencia manifiesta de Zapatero.

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero es incapaz de ofrecer la más mínima esperanza de sacar a España de la crisis económica y ya ni siquiera lo disimula. Esa es la primera conclusión que cabe extraer del resultado de las consultas de la famosa comisión creada por Zapatero para aparentar que, aunque sea dos años después de su estallido, el Gobierno intenta hacer algo útil por la crisis que azota al país.


La vicepresidenta económica se presentó esta semana ante los miembros de la comisión parlamentaria creada para alcanzar un pacto de estado contra la recesión con un, llamémosle, documento de tres folios en el que supuestamente se establecen las claves para impulsar la economía y el empleo. Esos tres folios repletos de obviedades son, hasta el momento, la mayor aportación del Ejecutivo para luchar contra una crisis que está produciendo efectos cada vez más devastadores en el tejido productivo y el mercado laboral de España. Por si fuera poco, alguna de las propuestas incluidas en el legajo ya habían sido aprobadas en el parlamento con anterioridad, lo que muestra, de nuevo, la facilidad para la improvisación del Gobierno, su falta de rigor y una inexistente voluntad de trabajo aún en temas tan trascendentales para todos los ciudadanos.

La segunda conclusión que cabe extraer de la reunión mantenida por Salgado con el resto de fuerzas parlamentarias es que, una vez más, el Gobierno intenta involucrar al resto de partidos, y en especial al PP, en su alocada política, de forma que ante el electorado se repartan las culpas de una situación desastrosa que sólo cabe atribuir a la incompetencia manifiesta del partido gobernante.

Y si en las formaciones minoritarias esta complicidad puede tener efectos positivos para dar una imagen de sentido de Estado del que la mayoría carecen, no es seguro que el Partido Popular necesite participar en un sainete parlamentario organizado exclusivamente en beneficio de los socialistas. Zapatero negó primero la crisis, después la minimizó, más tarde la agravó con su irresponsable política económica y aún hoy sigue siendo incapaz de adoptar cualquier medida en la dirección correcta para aliviar el desastre. Si en todo este tiempo ha rechazado cualquier consejo del PP sin ahorrarle adjetivos desdeñosos como el famoso “antipatriotas”, no hay razón para que los populares se presten ahora a fungir de orquestina mientras el barco se termina de ir a pique.

Tan sólo el proverbial temor de la derecha política española a ser caracterizada por su rival político como crispadora e insolidaria, puede explicar la decisión de Rajoy de participar en un espectáculo preparado por los socialistas con el único fin de involucrarle en un desastre del que Zapatero es el único responsable.

Colaborar con el Gobierno de la Nación sí, pero siempre y cuando demuestre que su único interés es solucionar un gravísimo problema social frente al que está desarmado de ideas y soluciones. Para enjuagues electorales ya hay otros candidatos que, además, representarán ese papel gustosamente. Los votantes de Rajoy no merecen otra actitud de su candidato.


Libertad Digital - Opinión

Un año de cambios decisivos

SE cumple ahora un año de dos cambios de gobiernos autonómicos que, cada uno en su ámbito y con su propia dimensión histórica, reorganizaron claramente el panorama político nacional.

La salida del PNV del poder y su sustitución por la convergencia del PSE y del PP, marcó un hito en la historia del País Vasco, normalizó su democracia -monopolizada por el nacionalismo y contaminada por el miedo a ETA- y certificó el gran acierto que fue aquella alternativa constitucional que impulsaron Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros en 2001. Al final, el cambio en el País Vasco llegó por la única vía posible: el acceso del constitucionalismo al poder político. PP y PSE representaban la opción de gobierno que no había probado suerte en la sociedad vasca. Hasta entonces sólo se habían puesto en práctica las fórmulas que permitían al PNV mantener su hegemonía. Y de la misma manera que la aplicación de la Ley de Partidos Políticos a Batasuna no provocó ningún estremecimiento de la sociedad vasca, tampoco el paso del PNV a la oposición está provocando conflicto civil alguno. Por el contrario, la mayoría constitucionalista y autonomista de PSE y PP -sostenida, sobre todo, por la lealtad y el sentido de Estado de los líderes populares- sólo encuentra crispación en la oposición de un PNV aún consternado por haber perdido el poder.

En Galicia, la victoria por mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo fue un espaldarazo para su partido -especialmente para su líder nacional, Mariano Rajoy- y, en términos generales, demostró el fracaso de la alianza social-nacionalista en esa comunidad. Los abusos de la imposición lingüística y los escándalos de derroche y corrupción fueron letales para el bipartito de socialistas y nacionalistas del BNG. Ahora bien, los problemas de estabilidad que entraña este tipo de alianzas parecen endémicos, porque se han repetido en Baleares, abocada a elecciones anticipadas más pronto que tarde, y en Cataluña, donde son altos cargos del propio PSC y del gobierno autonómico los que afirman que el tripartito presidido por Montilla está agotado. Con su papel en Galicia y País Vasco, el PP tiene las credenciales que le permitirán afrontar las autonómicas de 2011 con ambición y mucha más autoestima, porque ha exhibido suficiente fuerza electoral y peso político, respectivamente, para desarmar la alianza del socialismo con el nacionalismo, que fue principal apuesta de Rodríguez Zapatero para marginar a la derecha.

ABC - Editorial

sábado, 27 de febrero de 2010

Los focos sobre Cuba. Por David Jiménez Torres

¿Por qué ha tenido Occidente puestos todos sus focos sobre una bahía de la isla de Cuba, mientras que en el resto de esa misma isla un país entero agoniza de servidumbre y de pobreza?

Desde Cuba nos llegan dos hombres: un vivo y un muerto. Uno es un prisionero palestino que sale de Guantánamo y al que acoge nuestro Gobierno para que rehaga su vida en España. El otro es un preso político de la dictadura castrista, muerto de hambre y de palizas. Desconocemos el nombre de uno, para proteger su privacidad y para que pueda desarrollar aquí su vida sin problemas: del otro conocemos nombre y apellidos, porque es lo único que le queda. El uno es producto de una situación sobre la que han recaído los focos y las denuncias de todo Occidente, los mayores esfuerzos periodísticos y jurídicos, organizativos y activistas, culturales y artísticos, de millares de personas en Estados Unidos y en Europa. El otro es una víctima de una causa olvidada que nunca llegó a ser ‘cool’. Maná no le dedicará una canción.

Durante mis cuatro años de universidad en Estados Unidos presencié la organización de varios actos de concienciación pública, de charlas y coloquios y seminarios, de protestas y vigilias a favor de los presos de Guantánamo. Ni uno por Cuba. Ni uno por los presos políticos cubanos, y eso que nos cogía cerca la primavera negra del 2003. Ni Amnistía Internacional ni la Asociación de Estudiantes Latinoamericanos montaron nada, jamás. Cuando vino a dar una charla el antiguo fiscal general del Estado de Bush hijo, Alberto Gonzales, decenas de estudiantes se pasaron el día vistiendo en sus clases y en los descansos en la cafetería monos naranja como los de los detenidos de Guantánamo; centenares se manifestaron a las puertas del auditorio donde el antiguo fiscal daba su charla. No puedo contar lo que hicieron cuando vino alguien a hablar sobre los presos de Cuba, porque no vino nadie.

Uno no debería cuantificar el dolor y el sufrimiento humanos; pero el contraste entre ambos casos es apabullante. De todos los presos de Guantánamo que se declararon en huelga de hambre total o parcial, Estados Unidos no permitió que muriese ni uno. Orlando Zapata falleció tras 86 días en huelga de hambre. Si, como es lo más probable, Guantánamo cierra el año que viene, la cárcel de Bush no habrá durado ni una década. El encarcelamiento y acoso a disidentes cubanos ya dura cinco. Al palestino le espera España, y la posibilidad de rehacer su vida. A Orlando le esperaban, ayer, la tumba; hoy, el olvido.

No se debe cuantificar el dolor y el sufrimiento humanos, pero sí se deben juzgar, y muy duramente, las reacciones ante ellos. ¿Por qué ha tenido Occidente puestos todos sus focos sobre una bahía de la isla de Cuba, mientras que en el resto de esa misma isla un país entero agoniza de servidumbre y de pobreza? ¿Por qué todos los conciertos y las vigilias y las manifestaciones y los coloquios han sido dedicados a un lugar del que los prisioneros salen vivos, mientras que no ha habido más que mutismo por un lugar del que salen muertos? Guantánamo ha sido un gran error por parte del Gobierno estadounidense; por este error muchos hombres inocentes (no lo eran todos) sufrieron innecesariamente durante unos años, a cambio de muy poco. La dictadura cubana es un régimen asesino que se perpetúa desde hace varias décadas y que condena al pueblo cubano a la miseria y a la esclavitud, a cambio de nada.

La denuncia interesada de los errores de Estados Unidos, añadida al mutismo (cuando no a la complicidad directa) frente al crimen de Estado del régimen comunista no podrían sino avergonzar a sus practicantes. Descuiden que no lo hará. Los focos son suyos.


Libertad Digital - Opinión

Contradicción sólo aparente. Por Maite Nolla

Lo que quiere Montilla para sus hijos es que tengan una educación diferente y superior a la de los demás y que eso sea una ventaja.

Entiendo la crítica a Montilla por imponer a los demás lo que él puede rechazar comprándolo. De todas formas, lo del colegio privado alemán es algo que se sabe desde hace no sé cuántos años. Lo mismo que el uso de chuletas cuando tiene que firmar en los libros de honor de ayuntamientos, ferias de ganado y otros eventos. Debe ser algo casi genético en el PSC, y si no recuerden cuando Carmen Chacón fue sorprendida en una entrevista en tevetrés y ella alegó: ¡es que soy muy chuletera!

El caso es que aquí no se puede elegir libremente y gratis, y, por ello, que un hombre al que obligan a comportarse como un fanático decida que no quiere para sus hijos lo que quiere para los hijos de los demás, enfada sobremanera, por no utilizar palabras más gruesas. Enfada lo mismo que si se pudiera elegir, pero entonces la cosa sería más llevadera. Como decimos los abogados, les doy por reproducido todo lo que ya hemos repetido muchas veces sobre los años que ha pasado Montilla en Cataluña sin aprender catalán o sobre el hecho de que el PSC haga nacionalismo con los votos de los no nacionalistas o de que el PSC no es ERC, es mucho peor.

Y es que lo que puede parecer una contradicción o un gesto de cara dura similar al de Nacho Uriarte, no lo es en absoluto. Lo que le pasa a Montilla es que tiene los medios para que sus hijos sean los gobernantes del futuro, que de eso va esto. El problema es que los hijos de los dirigentes políticos, especialmente los socialistas y nacionalistas, reciben una educación que sus padres no quieren para los hijos de los demás, como les he dicho un poco más arriba. En el fondo, lo que quiere Montilla es que sus hijos sepan hablar y escribir en castellano y en catalán, y si puede ser en inglés y, ya que están, si aprenden otro idioma, pues mucho mejor. Así podrán elegir; podrán elegir estudiar en el extranjero, hacer un máster aquí o allá, presentarse a oposiciones y optar a plazas de la Administración General del Estado o de cualquier autonomía, incluidas las de la Generalitat, claro. Si tienen la mala idea de ser abogados, podrán ejercer en Madrid o en Zaragoza, y lo mismo si son periodistas.

En cambio, el hijo de un votante de Montilla, por el detalle sin importancia de que en su inmensa mayoría no pueden pagarse el famoso colegio alemán, digamos que tiene su campo un poquito limitado. En definitiva, lo que quiere Montilla para sus hijos es que tengan una educación diferente y superior a la de los demás y que eso sea una ventaja.

Curiosamente, ya que Nacho Uriarte pasa por aquí, hay una parte del argumento que les he intentado exponer que tiene un pero: los que ahora pretenden crear una élite llegaron al poder sin más mérito que ser funcionarios de partido. Veremos qué les pasará a los hijos de Montilla, preparados a tope, cuando se encuentren con un Montilla, con un Pepe Blanco o con un Nacho Uriarte.


Libertad Digital - Opinión

El juez del Gobierno. Por Edurne Uriarte

Cuando un Gobierno se toma, a través de la Fiscalía, tantas molestias para salvar a un juez sospechoso nada menos que de varios delitos en tres procesos completamente diferentes, cabe deducir que el juez presenta un interés o una utilidad extraordinarias para dicho Gobierno. O que la impresionante campaña pro-Garzón de la izquierda no responde únicamente a un sentimiento de solidaridad e identificación ideológicas con el presunto delincuente, error que podemos cometer al valorar la movilización de la prensa progubernamental en su favor.

Que Garzón pasó de juez a líder ideológico es evidente desde hace tiempo. Y mucho más ahora que los medios de la izquierda han perdido todos los autocontroles y se han lanzado a una enloquecida defensa del juez, al margen de cualquier consideración sobre las acusaciones judiciales que penden sobre él. Indiferentes a si ha delinquido pues lo habría hecho por una buena causa ideológica.

Pero Garzón parece aún más que eso. Porque más llamativa es aún la apasionada implicación del Gobierno en la defensa de un juez sometido a tres procesos judiciales, cuando lo esperable en un Estado de Derecho es que se quedara exquisitamente al margen. Una implicación que sólo sirve para fortalecer las sospechas sobre las connivencias entre el juez y el Gobierno tanto en los procesos relacionados con la negociación etarra como con el caso Gürtel. O las sospechas sobre la existencia de una trama Gürtel que no es precisamente la de los imputados o de una trama Faisán que tampoco es la de los etarras. Como si el «buen fin» de ambos procesos dependiera de Garzón más que de las leyes y de los hechos.

El Gobierno y la izquierda han convertido a Garzón en una causa política. Lo que es una forma de admitir que la labor del juez en los últimos años era más política que judicial. E incluso más gubernamental que judicial.


ABC - Opinión

El crimen purificador. Por José María Marco

Rodríguez Zapatero y los suyos han convertido a nuestro país en una sucursal, una portavocía de los regímenes totalitarios de América Latina.

Hay algo particularmente repulsivo en el asesinato de Orlando Zapata por los comunistas cubanos: las torturas a las que ha sido sometido, sin duda, el desprecio por la vida humana, y la sospecha que eso, el asesinato de los disidentes, es la garantía de que el comunismo, ahora castrismo o chavismo, sigue por el buen camino. Así se entiende mejor la favorable disposición del Gobierno socialista español y el silencio de Rodríguez Zapatero –rectificado tarde, y a la fuerza, cuando las palabras ya no tienen valor–, que expresa comprensión hacia el comunismo, en Cuba y en otras partes del continente americano. Si la ideología requiere muertos –es decir, asesinatos y torturas como los que han acabado con la vida de Orlando Zapata–, sabemos que el Gobierno español lo entiende. En cambio a Honduras, que ha cometido el imperdonable pecado de oponerse al designio golpista de Chávez, se la ningunea y no se envía a nadie a la toma de posesión del presidente...

De por sí, la querencia de los socialistas por el comunismo no tiene mucho sentido. Pero el régimen cubano significa la utopía, a la que no se renuncia, y, a partir de ahí, una suerte de legitimidad última, de autorización para actuar sin la menor compasión con el adversario, transformado en enemigo al que el carácter utópico del proyecto socialista permite sacrificar. Desde esa perspectiva, el crimen cometido en la persona de Orlando Zapata hace posible los cordones sanitarios, la censura informativa, el ninguneo intelectual y moral.

Por eso no bastan las palabras de condena de Rodríguez Zapatero. Sólo con una rectificación de fondo de la política con Cuba y en general de la política en América Latina, se podría empezar a pensar que los socialistas españoles han dejado atrás su sectarismo.

Eso conllevaría, además, un cambio en la consideración del papel de España. Rodríguez Zapatero y los suyos han convertido a nuestro país en una sucursal, una portavocía de los regímenes totalitarios de América Latina. Paradójicamente, han subordinado la dignidad de España a ese resorte moral último, irrenunciable, que les lleva a depender de Cuba, y ahora de Venezuela. Con ellos, pasa a la misma situación de dependencia toda la política exterior española. Como el régimen cubano representa el núcleo, el epicentro ideológico, nosotros, los españoles, debemos tolerar crímenes como este con tal de que los socialistas puedan seguir presumiendo de lealtad a su ideología. También quedan subordinados los intereses españoles, en cuanto van más allá de los de los inversores actuales en la isla. Y España renuncia, por la misma razón, a apoyar y promocionar la democracia y los regímenes americanos que apuestan por la moderación y la estabilidad institucional, que son los más, y los más importantes, incluidos México, Brasil, Chile, Colombia... y Honduras, entre otros. Es más cómodo, y parece que más gratificante, que nos ninguneen en la Unión Europea y que nos dicten lo que tenemos que hacer los demagogos y los dictadores de América Latina.


Libertad Digital - Opinión

Los cuatro magníficos. Por M. Martín Ferrand

CUANDO, en la estela de Akiro Kurosawa, John Sturges quiso cantar la gloria de los abnegados héroes dispuestos a salvar la libertad de un pueblo frente a sus malvados opresores convirtió a los samurais en pistoleros y rodó «Los siete magníficos». Medio siglo después, mientras las fuerzas del mal -desde The Wall Street Journal a Financial Times- disparan sobre Zapatero, Elena Salgado, Miguel Sebastián y otros devaluados socialistas incapaces de enfrentarse a una crisis brutal y creciente, los magníficos se han quedado en cuatro, que todo merma; pero ahí están Javier Gómez Navarro, Guillermo de la Dehesa, Miguel Roca y Antonio Garrigues Walker en los papeles que en su día representaran Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson y James Coburn. Todo un espectáculo al servicio de la Nación... y del impreciso y etéreo Gobierno Zapatero.

La que dice ser y llamarse Fundación Confianza, en la que se percibe la iniciativa del Consejo Superior de Cámaras de Comercio y cuenta con la ayuda de un grupo de abnegados y grandes empresas acostumbradas a satisfacer tasas no previstas en nuestro ordenamiento jurídico, promueve una campaña -«Esto solo lo arreglamos entre todos»- en la que se pretende que los ciudadanos recuperemos la confianza -¿en quién hemos de confíar?- y el Gobierno, pobrecito, alivie una responsabilidad que, si se repasan los acontecimientos, le corresponde en exclusiva. Quienes, por mezquinas razones electoreras, no quisieron ver llegar la crisis que padecemos y que, por falta de talento, no son capaces de enfrentarse a ella buscan el disimulo de su incuestionable autoría. Por eso calbalgan ya los magníficos de Gómez Navarro.

Está muy bien que la sociedad se movilice y que personas de respetable notoriedad amparen a un Gobierno en sus tribulaciones; pero, ¿ese dignísimo papel le corresponde a las Cámaras de Comercio, una entidad que no es de adscripción voluntaria y que sus cuotas obligatorias las ejecuta la Agencia Tributaria? Los empresarios y los profesionales son muy dueños de, según su voluntad, acudir en socorro del Gobierno, de la Fundación Vicente Ferrer o de las víctimas de Haití; pero en las Cámaras es exigible, dada su extraña naturaleza y estructura, la más prístina neutralidad política. Al Gobierno no le faltan ayudas y servidores y, en este caso y por razones estéticas -por lo menos, estéticas- sobra uno de los magníficos.


ABC - Opinión

La Cofradía de la Ceja nos riñe por vagos. Por Pablo Molina

Los actores, los sindicalistas y la izquierda caviar primero se forran el riñón a costa del resto de los ciudadanos y después les acusan de no hacer todo lo posible para que la economía crezca.

Hasta bien entrado 2008 Zapatero no pronunció la palabra crisis, porque hacerlo era cosa de antipatriotas. Fue en una entrevista con alfombra roja y chambelán concedida a Antena 3 el día ocho de julio de ese año, momento en que las colas del paro daban varias vueltas a todas las oficinas de empleo diseminadas por el país, cuando Zapatero reconoció que, hombre, algo de crisis sí que había. Naturalmente por culpa de Bush, Aznar y del neoliberalismo salvaje, porque la izquierda nunca es culpable de los desastres que provoca inevitablemente cada vez que llega al poder. El hecho, contrastado de forma recurrente en la Historia de la Humanidad, de que cada vez que el socialismo llega al gobierno de un país la riqueza y el bienestar de sus ciudadanos quedan como si hubieran sido fumigados con napalm es sólo una triste coincidencia, alentada además por las intrigas de unos oscuros conspiradores empeñados en desprestigiar a los líderes de progreso.

La campaña puesta en marcha por las cámaras de comercio, con ayuda de las caras más famosas de la izquierda televisiva, insiste en la tesis de que esto de la crisis brutal que padecemos es algo sobre lo que el Gobierno de Zapatero no tiene la menor responsabilidad. Por eso los follonetas del spot animan a los españoles a alegrar la cara y mirar al futuro con optimismo, porque si todavía estamos hundidos en la mayor de las miserias económicas padecidas por cualquier país civilizado es a causa de nuestra tendencia al pesimismo, no porque estemos padeciendo al Gobierno más inútil y dañino que jamás ha conocido un país decente.

Los millonarios que dicen en el spot que esto lo arreglamos entre todos son los mismos que en un par de años volverán a hacer campaña a favor de Zapatero, y con toda razón porque con este Gobierno les va muy bien. Y las familias que han perdido su patrimonio y los parados que no pueden sacar a sus familias adelante pues que hagan caso a Miguel Roca y desechen esa tendencia al derrotismo, injustificado a todas luces según nos cuentan.

"Esto sólo lo arreglamos entre todos" es un slogan típico del pensamiento colectivista propio de la izquierda, especialista en repartir las culpas pero trincando en exclusiva los beneficios. Los actores, los sindicalistas y la izquierda caviar primero se forran el riñón a costa del resto de los ciudadanos y después les acusan de no hacer todo lo posible para que la economía crezca y las subvenciones a esos grupos aumenten en la cuantía que sus integrantes merecen. ¿Solucionarlo entre todos? Que solucionen ellos primero su desorden moral y luego ya hablamos.


Libertad Digital - Opinión

Bochorno en Baleares

LA crisis institucional que sufre la comunidad balear alcanzó ayer su máxima expresión, provocando incluso la dimisión de María Antonia Munar como presidenta del Parlamento autonómico.

La comparecencia ante el juez del número 2 de Unió Mallorquina ha destapado la caja de los truenos, con unas declaraciones que dejan en situación imposible a un falso partido que encubre realmente un conjunto de intereses siniestros al servicio de la corrupción y los negocios sucios. Hace tiempo que Francesc Antich tuvo que dar por cerrada la nefasta etapa del tripartito, dejando en situación precaria el funcionamiento del Ejecutivo balear, del Consejo Insular de Mallorca y del ayuntamiento de Palma. Los ciudadanos están hartos de la imagen que ofrecen unos políticos indignos de representar a sus electores y exigen soluciones a una crisis que va mucho más allá de los intereses partidistas. Es obligado por ello que socialistas y populares alcancen un acuerdo razonable al menos hasta que lleguen las próximas elecciones autonómicas. Ésta es la única solución democrática para que las urnas pongan orden en un ambiente asfixiante que exige una limpieza a fondo en todos los partidos y en todas las instituciones. Así no se puede continuar porque la legitimidad democrática sufre un daño irreversible cuando la sociedad desconfía de una clase política que, salvo excepciones, está muy por debajo de las exigencias mínimas en una sociedad dinámica y desarrollada.

Unió Mallorquina disfraza bajo la apariencia de nacionalismo unos comportamientos típicos del más rancio caciquismo, a base de votos cautivos y clientelas subvencionadas. Es inaceptable que una y otra vez se convierta en árbitro de la política balear, ya sea a nivel regional, insular o municipal, prestando su voto a cambio de posiciones de poder que utiliza para sostener un entramado de intereses turbios. Ha llegado el momento de que la gente decente exija a los partidos mayoritarios un comportamiento honorable a la altura de lo que merece la comunidad balear. Se impone por ello un Ejecutivo de transición con apoyos parlamentarios puntuales hasta la convocatoria de las próximas elecciones.

ABC - Editorial

Dimitir. Por Alfonso Ussía

No tiene vuelta de hoja. Dimitir es renunciar, hacer voluntariamente dejación de algo, como un empleo o una comisión.

Lo garantiza la Real Academia Española, que no se estira en más acepciones. La dimisión, por lo tanto, es una acción voluntaria que no está sujeta a ser aceptada o inadmitida. El que dimite se va porque así lo desea, porque se siente obligado y porque le sale de las narices. Si sus compañeros no aceptan su dimisión, allá sus compañeros. A Franco le dimitieron pocos ministros. Sainz Rodríguez lo hizo desde Portugal; Arrese le anunció su propósito de dimitir durante una breve charleta. Franco no escondió su sorpresa. «No ze precipite, Arreze. Ya dimitirá cuando reciba mi carta agradeciéndole los servicios preztadoz». Tampoco sabía en qué consistía una dimisión. Y la mejor dimisión de los últimos años fue una de las muchas que presentó Anguita en Izquierda Unida. «Dimito, pero si mis compañeros no aceptan mi dimisión, seguiré al frente de la coalición». Y siguió. Y no quiero dejarme en el tintero a Antonio Barrera de Irimo, último ministro del franquismo que se fue voluntariamente, si bien en los atardeceres del régimen anterior.
«En el camino del Pardo
han levantado una ermita
con un letrero que dice:
“maricón el que dimita’’».

Mi querida y admirada Gabriela Bravo, portavoz del Consejo General del Poder Judicial, ha confirmado que los miembros de dicha institución han rechazado por amplia mayoría la dimisión de un tal Gómez Benítez, cuyo mérito más destacado no es otro que ser muy amigo de Garzón. Y Gómez Benítez se ha quedado como vocal de la Comisión de Calificación. Me preocupa que los miembros del Consejo del Poder Judicial ignoren el significado de dimitir. Si Gómez Benítez dimite de verdad, Gómez Benítez estaría ahora mismo en su casa, con rechazo o sin rechazo de la amplia mayoría. Sucede que la perversión del lenguaje políticamente correcto ha prostituido el único significado del verbo dimitir, y aquí todo el mundo dimite de mentira. El que ha dimitido ha sido Manuel Pizarro. Educado almuerzo con Rajoy, educada renuncia a su escaño, y a casa, Tomasa. En España, cuando alguien se mueve en los espacios del poder, es muy complicado que se vaya a su casa. Aquí hay que echar a la gente a patadas, y aún así, se resisten. A Don Juan March se le puso gallito uno de sus consejeros. March no le concedió importancia hasta que éste le presentó su dimisión. «No se la acepto», dijo el millonario. «Me importa un huevo», le respondió el díscolo. Y el díscolo se marchó. Había leído y sabía el significado del verbo dimitir.

Gómez Benítez no ha dimitido porque ha puesto su presumible renuncia voluntaria en manos de otras personas, y ahí se quiebra su propia libertad. Ha hecho un paripé, como casi todos los que «dimiten» sin intención de dimitir. No conozco a Gómez Benítez. La vida no ha sido generosa con nosotros y nos ha impedido la dicha del conocimiento mutuo y el cultivo de la amistad. Pero si Gómez Benítez es un tipo íntegro y ejemplar, está en el deber de reconfirmar su dimisión y abandonar su cargo en el Consejo General del Poder Judicial. No dimitiendo de boquilla, sino concediéndole a la dimisión toda su importancia académica. Porque dimitir es lo mismo que decir «ahí os quedáis, pichones». Y Gómez Benítez es un pichón con escasa vocación de volar. Eso, el amago de dignidad sometido a la sopa boba.


La Razón - Opinión

Montilla evita a sus hijos lo que impone a los de los demás

Resulta escandaloso que el presidente de la Generalitat imponga a todos los catalanes estudiar en catalán, salvo a sus hijos.

NO ES LA primera vez que un dirigente político defiende en público una cosa y hace la contraria en su vida privada. Pero no por ello dejan de resultar escandalosas las confesiones de Anna Hernández, esposa de José Montilla, en una biografía autorizada que está dando lugar a una fuerte polémica.

Dice Anna Hernández que ella y su marido llevan a dos de sus hijos al Colegio Alemán de Barcelona porque prefieren que sean educados en ese idioma y en inglés, ya que eso les proporcionará mejores salidas profesionales. «Es una maravilla. Sólo por saber alemán ya encontrarán trabajo, es como tener una carrera», asegura.

Lo dice la esposa del presidente de la Generalitat de Cataluña y del líder del partido que ha sacado adelante el Estatuto que impone como lengua vehicular en la enseñanza el catalán y que establece también su obligatoriedad en la Administración autonómica, la Justicia y los servicios públicos, sin cuyo conocimiento no es posible trabajar en estos ámbitos.


Anna Hernández reconoce que sus hijos sólo estudian una hora semanal de catalán y que escriben en este idioma «cometiendo muchas faltas», lo cual le parece secundario ya que, según sus palabras, podrán suplir esta carencia más adelante.

Lo malo es que millones de catalanes no van a poder suplir sus carencias en otros idiomas porque han sido condenados por el Gobierno tripartito que preside Montilla a estudiar en una sola lengua: el catalán. Pero los hijos del presidente tienen la fortuna de tener unos padres con visión de futuro, que se pueden permitir pagar los cientos de euros mensuales que cuesta cada plaza en el Colegio Alemán. Dolores de Cospedal declaraba ayer, con razón, que en Cataluña «sólo los ricos pueden elegir la lengua en la que educan a sus hijos».

La esposa de Montilla señala en esta biografía que le costó «muchísimo» matricular a sus hijos «porque es muy difícil que entre en el Colegio Alemán alguien que no sea de esta nacionalidad». Explica además que lo consiguió porque el centro tiene un convenio para acoger a alumnos de Esplugas y Sant Just, localidad de la que ella es teniente de alcalde.

¿Hubo trato de favor en la admisión? Se trataría de lo de menos porque lo importante es lo que revelan sus palabras: que el matrimonio Montilla tenía un fuerte empeño en llevar a sus hijos al Colegio Alemán, superando todas las dificultades existentes.

Todo esto pone en evidencia el cinismo del presidente de la Generalitat, nacido en un pueblo de Córdoba y responsable de una política lingüística tendente a imponer el catalán a la fuerza, pese a que la mitad de los habitantes de Cataluña son castellanohablantes. La intolerancia del Gobierno que preside ha llegado hasta tal punto que ni siquiera permite colegios en español para las familias que están de paso en esa comunidad.

Al comportarse así, Montilla actúa como el adúltero que ensalza los valores de la fidelidad conyugal, el homosexual vergonzante que apoya leyes restrictivas contra esta conducta o el cruzado contra la droga que trafica con cocaína. Él no se cansa de elogiar las virtudes de la enseñanza en catalán, ahora bien, prefiere y se ocupa de que sus hijos estudien en alemán. A eso se llama dar ejemplo.

En otro lugar, una hipocresía de tal calibre supondría el final de una carrera política. Pero en Cataluña los nacionalistas de CiU -que tendrían buenos motivos para escandalizarse- y los socios de Montilla han optado por mirar hacia otro lado y fingir que no se enteran. Veremos si los votantes del PSC piensan lo mismo cuando tengan que ir a las urnas. Menudo farsante.


El Mundo - Editorial

Una munarquía mantenida por PP y PSOE

Todos los partidos políticos codiciaban a UM porque sólo ansiaban detentar el poder por el poder. Olvidaron sus principios y taparon los escándalos de UM: Munar y los suyos utilizaron sus escaños como moneda de cambio.

Hay personas que no han hecho en su vida nada más que estar en política y que, por tanto, han convertido al control de las Administraciones Públicas en su medio básico de supervivencia. Zapatero es un ejemplo claro, pero ni mucho menos excepcional. España está plagada de políticos profesionales que terminan convirtiéndose en una clase de nueva aristocracia poco interesada en servir al ciudadano y mucho más en someterlo.

María Antonia Munar es otro de esos peligrosos especímenes que pueblan nuestro país y, precisamente por ello, a nadie debería extrañarle su caciquil trayectoria política. Desde los 24 años, cuando accedió a la alcaldía de Costitx, Munar no ha dejado de manejar los hilos del poder en Baleares. En 1990 fue nombrada consellera de Cultura por el popular Gabriel Canellas hasta que, dos años más tarde, fue expulsada para pasar a presidir Unió Mallorquina (UM).


A partir de 1995, UM se apoyó en todas las fuerzas políticas que necesitara para presidir el Consell Insular de Baleares y en 1999 integró ese Pacte de Progrés que constituyó un hexapartido para desalojar al PP de Matas del Gobierno. Todo el arco parlamentario –desde la extrema derecha a la extrema izquierda– se unió contra el PP en un claro antecedente del Pacte del Tinell y del cordón sanitario.

Antich no dudó en mimar tanto como fuera necesario al partido de Munar para continuar ocupando la presidencia de Baleares y Munar y Unió Mallorquina actuaron en consecuencia. Sobradamente conocidas eran en Baleares las prácticas de dudosa legalidad del partido de Munar; allí donde surgían sospechas de corrupción, siempre aparecían más tarde o más temprano las siglas de UM.

Sin embargo, Munar no fue sólo una compañera de viaje deseada por los socialistas; también el PP de Matas, en las elecciones de 2003, sedujo a UM para, a cambio de entregarle todavía más poder en el Consell Insular, lograr su apoyo parlamentario. Y ello pese a que Matas contaba con mayoría absoluta en 2003 para poder gobernar en solitario y sin concesiones inaceptables.

Este nuevo idilio entre PP y UM empezó a romperse, sin embargo, cuando el alcalde de Calvià, Carlos Delgado, se opuso de manera ejemplar a una recalificación de terrenos que habría beneficiado al entorno de UM. Pese a que Matas presionó a Delgado para que cediera a las exigencias de UM, el alcalde de Calvià y hoy candidato a la presidencia del PP balear se mantuvo firme y rechazó cualquier componenda con UM, tuviera el coste político que tuviera.

Así, en 2007 Munar volvió a los brazos del Pacte de Progrés –que para algo eran los mejores postores– con el fin de continuar controlando los resortes del poder insular en beneficio propio. Durante este gris período en el que UM continuó con sus corruptelas, no faltaron intentos por parte del PP de Estaràs –y, de nuevo, con la total oposición de Delgado– de acercar posturas con UM para recuperar el Gobierno balear.

Todos los partidos políticos codiciaban a UM porque sólo ansiaban detentar el poder por el poder. Olvidaron sus principios y taparon los escándalos de UM: pura y simplemente, Munar y los suyos utilizaron sus escaños como moneda de cambio y el resto de partidos baleares se sumaron gustosos a ese obsceno tráfico de votos.

Del PSOE, quien sólo rompió con UM cuando los recientes casos de corrupción ya eran imposibles de ocultar, no cabe esperar mucho más. Del PP catalanista de Baleares, por desgracia, tampoco. El próximo 6 de marzo el candidato oficialista de Rajoy y heredero de esta corriente popular que convirtió a Munar en la princesa de Baleares, José Ramón Bauzá, se enfrentará a quien desde un comienzo se opuso a este proceso de degeneración y renuncia a los valores, Carlos Delgado. Los militantes deberían saber a qué atenerse.


Libertad Digital - Editorial

Desbordado y sin más ideas

EL Gobierno de Rodríguez Zapatero es una muestra diaria de desorden interno y falta de estrategia.

Lo que bondadosamente se consideran rectificaciones, son, en realidad, puras y simples contradicciones en aspectos esenciales de una política económica seria que pretenda abordar una situación de crisis como la actual. Las pensiones, los impuestos, los sueldos de los funcionarios, las previsiones económicas y cualesquiera otros asuntos de similar gravedad, son maltratados por la impericia del Ejecutivo, que hace imposible la confianza que reclama para sus decisiones. No hay día en que no surja un episodio de descoordinación o de cambio de criterio. Ayer, la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, atribuyó a la «confusión» del secretario de Estado de Hacienda -nada más y nada menos- el error de anunciar la revisión del pacto salarial con los funcionarios. No es admisible confusión alguna sobre un capítulo fundamental del gasto público y que está presente en todo plan de austeridad que se precie. ¿Cómo es posible que a estas alturas no sepa el Gobierno qué tiene que decir sobre esto?

También se enteró ayer la opinión pública de que la vicepresidenta Económica, Elena Salgado, admite ahora que la subida del IVA, a partir de julio, probablemente reducirá el consumo. Por tanto, no aumentará la recaudación ni reducirá el déficit público y sí contraerá la actividad económica. Éste es el mismo análisis que el Gobierno despreció cuando aprobó la subida de impuestos como un esfuerzo de solidaridad. Las palabras de Salgado no son una rectificación, sino una confesión de la falta de planificación política de la salida de la crisis. En este marasmo de descoordinación, la imagen exterior de España cotiza a la baja, como ayer volvió a demostrar Standard & Poor´s, al mostrar su desconfianza de que el Gobierno español pueda rebajar el déficit al 3 por ciento en 2013.

El Gobierno está llegando a ese punto de no retorno que impide cambiar el rumbo en la dirección correcta por la incapacidad política de quienes deben hacerlo. No es un problema de tiempo para madurar decisiones, ni de pactos con otras fuerzas políticas. Es la constatación de que Rodríguez Zapatero está definitivamente desbordado por la situación y de que es necesaria una crisis política, con disolución del Parlamento y convocatoria de elecciones, que permita reiniciar una política eficaz contra la crisis.


ABC - Editorial

En memoria de Orlando Zapata Tamayo

Orlando Zapata, el último crimen de los Castro

Orlando Zapata, albañil de 43 años, acaba de dar la vida por la libertad en la Isla Cárcel de los tiranos que, con la aquiescencia de la más miserable que vieja Europa, van a morir matando.

Frente a tanto niñato atorrante, tanto pancartero muelle, Orlando Zapata nos revela la grandeza trágica de la lucha por la Libertad. Descanse en paz, y malditos sean los tiranos y quienes les blanquean las manos.

Pinchar aquí para acceder al reportaje de Libertad Digital

viernes, 26 de febrero de 2010

El costo del asesinato de Zapata Tamayo. Por Carlos Alberto Montañés

«Hoy, 25 de febrero, lo enterramos». Lo gritaba Reyna, la madre desesperada.

La cadena SER de Cataluña la entrevistaba. Era como una fiera herida. «Fue un asesinato premeditado», gemía y denunciaba. Ella era una mujer negra y humilde, como su hijo, un simple albañil que quería ser libre. Reyna quiso llevar a su hijo en brazos hasta el cementerio, acompañada por unos cuantos amigos consternados, todos demócratas de la oposición. No pudo. La policía política lo impidió. Siempre la policía política intimidando, castigando, escarmentando a la sociedad para que obedezca en silencio. Son los perros que cuidan al rebaño.

¡Pobres madres! Hace unas semanas había muerte en Cuba otra como ella, pero más vieja y blanca, Gloria Amaya. Tuvo tres hijos presos. A uno de ellos, Ariel Sigler Amaya, lo están matando por rebelde, como le sucedió a Orlando Zapata Tamayo. Entró en la cárcel pesando 90 kilos. Hoy pesa 50 y está en una silla de ruedas. Me dice su hermano que le queda poco. A doña Gloria, que era una ancianita frágil y diminuta, la policía política le rompió dos costillas de una patada en el pecho. Había protestado porque maltrataban a su hijo, preso político, y casi la matan a ella. Desde el suelo, retorcida de dolor, siguió pidiendo por su hijo. Y dice Raúl Castro que en Cuba no se tortura. ¡Mentiroso!.


La muerte de Zapata Tamayo tiene tres consecuencias internas graves para la dictadura de los hermanos Castro. Para los demócratas de la oposición, dentro del país, ese sacrificio refuerza el compromiso de lucha. Tal vez es un rasgo de nuestra cultura: la lealtad a los que dieron la vida no se traiciona nunca. Pero la sangre de Orlando tiene otro efecto interno. Avergüenza a los comunistas. Los desmoraliza y debilita. Los coloca en el bando de los asesinos. Hace unos años, cuando la policía política exterminó, ahogándolas, a 32 personas que intentaban huir del país a bordo de un barco llamado “13 de marzo”, la mayor parte mujeres y niños, hubo muchos militantes que abandonaron el Partido llenos de asco. Eso era demasiado.

Fuera del país, este nuevo crimen galvaniza a los exiliados tras una causa justa. El día en que murió Orlando, la noticia de mayor divulgación en Twitter fue ésa. Una ola de cólera y solidaridad recorrió a una comunidad dispersa que, descendientes incluidos, se acerca a los tres millones. Los periódicos del mundo entero le dieron las primeras páginas a la triste información llegada de La Habana. Muchos telediarios comenzaron sus transmisiones contando, consternados, lo que había sucedido. La imagen de la dictadura cayó por los suelos estrepitosamente y ese estruendo, claro, tuvo una honda repercusión política: se espera que el canciller español Miguel Ángel Moratinos le ponga fin a su absurda campaña dedicada a tratar de demoler la posición común de la Unión Europea frente a la dictadura cubana. Jamás se ha visto mayor terquedad en la defensa de una causa innoble que la de Moratinos por beneficiar a la tiranía de los Castro.

El aparato cubano de difamación, por supuesto, ya prepara su contraataque. Uno de sus peones menores comenzó por decir que quienes condenaban esta muerte horrenda vertían lágrimas de cocodrilo. Otros dirán que Zapata Tamayo era un delincuente o un terrorista al servicio de la CIA. Carecen del menor vestigio de decencia. Dicen cualquier cosa. Pero la verdad inocultable es otra: como gritó, llorando, su madre Reyna, a Orlando lo asesinaron premeditadamente por pedir libertad para él y para su pueblo. Su ejemplo gravitará mucho tiempo en la historia de Cuba.


ABC - Opinión

Un acuerdo con quien no sabe lo que quiere. Por Guillermo Dupuy

Nadie debería ya dudar de que lo único que quiere este Gobierno con el consenso de marras es encubrir su propia falta de criterio para combatir la crisis y eludir su responsabilidad a la hora de gobernar.

Visto el bochornoso espectáculo que ha supuesto la primera reunión de la llamada "Comisión Zurbano", que supuestamente busca un consenso contra la crisis, lo primero que tendrían que hacer los miembros del Gobierno es ponerse previamente de acuerdo entre ellos en cuáles son sus propuestas y qué es lo que quiere negociar con los demás.

Lejos de hacer llegar sus propuestas con la suficiente antelación a los partidos convocados, lo que ha hecho el Gobierno es remitirles, a tan sólo doce horas de la reunión, un guión de únicamente tres folios donde no aparece ni una sola propuesta concreta que someter al consenso. Para colmo del ridículo, la poca concreción se ha dado en alguna "propuesta" que, como la referida al desarrollo de un nuevo modelo portuario en España, ya estaba firmada por el PSOE y el PP desde el pasado 5 de octubre.


No menos bochornoso ha sido el capitulo de los planes de congelación salarial que el secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, ponía sobre la mesa en la víspera de la reunión, pero que ahora ha sido desmentido por Fernández de la Vega, Chaves y hasta la propia Salgado.

De auténtica tomadura de pelo cabe calificar también la decisión del Gobierno de no incluir en el guión de la reunión algo tan esencial y relacionado con la crisis como es la reforma de nuestro mercado laboral. Pero, ¿qué cabe esperar de una comisión anticrisis de la que queda excluido el propio ministro de Trabajo?

El esperpento ha continuado con las reacciones que han tenido los asistentes a la salida de la reunión. Mientras Salgado salía de la cita asegurando que había sido "muy positiva" y que así lo valoraban todos los grupos incluido el PP, Montoro no salía de su "desconcierto" y de su "perplejidad" ante la clamorosa falta de contenido de la misma. Más expresiva aun ha sido la reacción de Duran y Lleida que directamente ha advertido que CiU se "levantará de la mesa" si lo que busca el Gobierno es "una coartada para ganar tiempo".

Hasta tal punto han sido discrepantes las reacciones, que el portavoz socialista en el Congreso, José Antonio Alonso, se ha visto obligado a contradecir a su vez a la ministra Salgado al afirmar que ve "muy difícil, si no imposible" un acuerdo con el PP.

Para remate del desconcierto, Salgado ha anunciado una "importante reducción de empresas públicas", pero sin informar de qué empresas se tratan o con qué ministerios se relacionan, en un anuncio que pillaba por sorpresa a todos los asistentes a la reunión.

Mientras tanto, la Comisión Europea ha hecho pública una previsión de caída del PIB español para este año del 0,6%, que es el doble a la prevista por el Gobierno de Zapatero.

Así las cosas, nadie debería ya dudar de que lo único que quiere este Gobierno con el consenso de marras es encubrir su propia falta de criterio para combatir la crisis y eludir su responsabilidad a la hora de gobernar. Esperemos que la oposición, una vez abandonada su "perplejidad" y "desconcierto", desmonte su coartada.


Libertad Digital - Opinión

Un pato cojo. Por Fernándo Fernández

LAME duck, así llaman en Estados Unidos al presidente a partir del ecuador de su segundo mandato.

Rodríguez Zapatero es lo más parecido a un pato cojo que ha producido la democracia española. No lo fueron desde luego ni González ni Aznar, aunque éste renunciara voluntariamente a un tercer mandato, porque ambos mantuvieron el control de su partido y lo que es más importante, siguieron siendo durante mucho tiempo su principal activo electoral. Zapatero está terminado, es un secreto a voces, pero precisamente por eso puede hacer un gran servicio a España. Puede convertirse en el gran estadista que el país necesita para continuar los años de prosperidad y crecimiento. O puede pasar a la Historia como el líder que precipitó la decadencia y perdió una gran oportunidad, con la complicidad de unos partidos menores más interesados en sacar tajada de su debilidad que en sentar las bases de un nuevo milagro español.

Nada en el historial de este político leonés invita al optimismo. Llegó al poder en 2004 con un país traumatizado por un tremendo atentado terrorista que fracturó a la sociedad y en vez de curar la herida, se puso a la cabeza de la media España que quería responsabilizar a la otra media para así tranquilizar su conciencia y comprar su seguridad. Se ha mantenido en el mismo con una política sectaria diseñada para aislar al Partido Popular, o sea a diez millones largos de españoles, y deslegitimar a la oposición utilizando una retórica y algunas actuaciones más propias de un caudillo de novela latinoamericana que de un gobernante democrático. Su respuesta a la crisis económica, como en política antiterrorista, el Estatuto de Cataluña o la cuestión migratoria, ha consistido en negar la realidad hasta que ésta le ha explotado en las manos. La convocatoria ayer de una reunión asamblearia para alcanzar un presunto pacto de Estado, con un guión que parece una carta a los Reyes Magos hecha por un padre torturado que omite deliberadamente los juguetes políticamente caros que sin embargo sabe sus hijos necesitan, es un nuevo ejemplo de improvisación y mercadotecnia salida de la factoría de ideas mediáticas que dirige la política española. Pero todavía puede rectificar. Precisamente porque está acabado, porque es un hombre joven condenado a la jubilación anticipada.

Las reformas que España necesita, y que se están haciendo más urgentes a medida que se complica el drama griego entre rumores de que los funcionarios del FMI y la Unión Europea consideran vacío el ajuste fiscal prometido, afectan a la naturaleza del Estado que hemos construido desde 1978. ¿Quién mejor que un presidente que es un pato cojo para hacerle un gran servicio al país y lidiar con esos miuras? Un líder con grandeza puede propiciar un gran pacto para encauzar el Estado de las Autonomías y poner coto a la erosión constante de la unidad de mercado y recuperar mecanismos de disciplina fiscal necesarios para revertir la trayectoria explosiva del gasto público. Un líder sin más ambiciones personales puede reconocer que el modelo de relaciones laborales dibujado en el Estatuto del Trabajador a la salida del franquismo está completamente obsoleto y es el principal obstáculo para recuperar la competitividad internacional. Un hombre de Estado puede fortalecer la autoridad del Banco de España para disciplinar a tirios y troyanos y forzar una reestructuración eficiente del sistema financiero. Son medidas difíciles porque lesionan gran parte de los derechos adquiridos por esas minorías políticas, económicas y sociales que supieron colocarse como ganadoras con la llegada de la democracia. También hace falta un hombre de Estado para favorecer el entendimiento y la movilidad de las élites dirigentes. No es que me fíe mucho del presidente Zapatero, es sólo que su alternativa personal es mucho peor, el ostracismo.


ABC - Opinión

Emborrachando a los españoles. Por Juan Ramón Rallo

Señores optimistas, enséñenme las historias de éxito que se deriven del Gobierno y yo les mostraré cuatro millones y medio de parados, un agujero presupuestario de 120.000 millones y una red de cajas de ahorros tambaleantes, politizadas y medio quebradas.

"El pueblo unido –ese mismo pueblo que encumbró por mayoría al presidente español más manirroto de todos los tiempos– jamás será vencido". Es el mensaje que periodistas, deportistas, escritores y famoseo vario tratan de transmitirnos en una campaña publicitaria para devolver la confianza a los españoles.

Nos instan a que busquemos historias de éxito, de esas que seguro que las hay a miles en España. Y no es para menos, pues ellos mismos son el ejemplo viviente de cómo medrar, prosperar y enriquecerse sobre los cimientos de un mensaje tan vacío como las arcas públicas españolas.

Porque historias de éxito, incluso en medio de esta durísima crisis económica, las hay a centenares. Basta con echar una ojeada a las resultados anuales de nuestras compañías para comprobar qué empresarios han tenido más aciertos que errores y cuáles han fracasado. El problema no es que no conozcamos el éxito; ni siquiera que exista el fracaso. Al fin y al cabo, el capitalismo se asienta sobre la prueba y el error, la revisión continua de los planes económicos conforme éstos se van mostrando obsoletos e insostenibles.


No, el problema es que la dureza y la extensión de los millones de historias de fracaso españolas son responsabilidad directa de un Gobierno sectario, ideologizado, mendaz y, no lo olvidemos, izquierdista, que se ha obcecado en no cuadrar las cuentas y en no liberalizar los mercados: esto es, en aplicar una política económica sensata.

Señores optimistas, enséñenme las historias de éxito que se deriven del Gobierno y yo les mostraré cuatro millones y medio de parados, un agujero presupuestario de 120.000 millones de euros y una red de cajas de ahorros tambaleantes, politizadas y medio quebradas. Si esto les transmite confianza, si creen que ante semejantes datos es el momento de brindar de cara al Sol, entonces es o que no entienden absolutamente nada o que prefieren que recurramos al alcohol para ahogar las penas.

La manera más rápida para salir de la crisis no es desviar la atención de los culpables, sino delimitar la identidad de los responsables. El chute de euforia colectiva que ahora nos piden ya lo hemos venido experimentando desde 2003, ¿recuerdan? Sí, fue entonces cuando la mayoría de los españoles, entusiasmados con las burbujeantes perspectivas de futuro, se olvidaron por un momento de la realidad y se lanzaron a endeudarse muy por encima de sus posibilidades para adquirir una vivienda a precios desorbitados. Total, si los pisos siempre subían, si bastaba con que confiáramos en nosotros para que un mileurista pasara a comprar el precio que debería haber alquilado a un coste casi 10 veces superior a su salario, si los bancos podían invertir en cualquier pufo el dinero de sus depositantes sin ver caer ni un cero de sus beneficios, si nos bastaba con construir por año más viviendas que Alemania, Francia e Inglaterra juntas para ser, a fuer de creérnoslo, cada vez más ricos, si todo esto ya lo logramos con éxito, ¿por qué no repetirlo ahora? ¿Por qué no mentirles a los españoles para convencerles de que lo peor de la crisis ya ha pasado? ¿Por qué no convencerles de que, para salir adelante, basta con que se lancen al ruedo sin mirar antes por dónde anda el bravo? ¿Por qué no dejar que el Gobierno siga dilapidando nuestro dinero a manos llenas mientras impide que quien quiera encontrar un trabajo lo encuentre? ¿Por qué, en definitiva, no nos olvidamos por un momento de esos antipatriotas cojoneros que nos llevan aguando la fiesta desde hace años cuando ya nos advirtieron de que la fiesta había terminado?

Tengamos confianza en nosotros mismos. Eso es lo esencial para salir del hoyo. Seguro que a los inversores extranjeros, que tienden a mirar a los países con más objetividad que sus apparatchiks, semejante locura e irresponsabilidad colectiva les tranquiliza sobremanera. Ya lo verán.


Libertad Digital - Opinión

El cáncer y la crisis. Por José María Carrascal

¿QUIÉN está a favor de curar el cáncer? Si hiciésemos esta pregunta en una sala, veríamos alzarse un bosque de brazos. Todo el mundo está a favor de curar el cáncer. Pero si la pregunta fuera: ¿Quién está a favor de que le bajen el sueldo para curar del cáncer?, seguro que ya no habría tanta unanimidad. Unos porque apenas les llega el sueldo para vivir, otros por apostar a no caer enfermos de ese mal, preferirían seguir ganando lo de siempre.

Pues eso exactamente es lo que ocurre con las propuestas del Gobierno para salir de una crisis, cuya semejanza con el cáncer es terrorífica. ¿Quién no está de acuerdo con aumentar de la competitividad de nuestras empresas? ¿O de hacerlas más productivas? ¿Quién no está a favor de reducir el desbocado déficit público? ¿O de que las administraciones salden antes sus deudas con sus suministradores? ¿Quién puede oponerse a que se faciliten créditos a las empresas, para que puedan crear puestos de trabajo? Habría que estar muy loco o ser muy tonto para oponerse a las propuestas que contiene el escuálido documento presentado por el Gobierno a los demás partidos.


El problema es: ¿cómo se consigue todo eso? ¿Qué criterios se aplican para lograrlo? Porque no basta decir: «Vamos a ser competitivos», para serlo, o «Vamos a ayudar a las empresas», para conseguirlo. Hace falta disponer de los medios adecuados y elegir las prioridades necesarias. ¿Se rebajan los impuestos o se suben? ¿Se recorta el gasto público o se aumenta? Y en el caso de que se reduzca, ¿dónde?, ¿cuándo? Lo que no se puede es exponer a la redacción del «Financial Times» los detalles del ajuste económico previsto por el Gobierno, y declarar poco después ante un foro laborista que «el ajuste no se hará hasta que haya empezado a crearse empleo», como acaban de hacer en Londres el presidente español y su «zarina» económica.

Como no se puede decir un día que la edad de jubilación se retrasará a los 67 años, devolverla al siguiente a los 65 actuales, y restituirla nuevamente a los 67. O rechazar la rebaja del sueldo de los funcionarios, presentarla luego como alternativa y volverla a rechazar a continuación, como acaba de ocurrir. Así no se logra un pacto. Así se pierde toda credibilidad, que es la clave en este tipo de situaciones. Nada de extraño que el «Wall Street Journal», al que no parecen haber convencido los argumentos de la señora Salgado, titule: «La próxima batalla del euro, en España», añadiendo que nuestro país «puede determinar si la divisa de los 16 países se cae o se mantiene». Por no hablar ya de España, que quedaría para el arrastre. ¿Conspiración anglosajona? Mejor que buscar culpas en el exterior, sería ocuparnos de buscar las nuestras, viviendo por encima de nuestras posibilidades, montados en el tren de una moneda mucho más fuerte que nuestra economía, sin querer oír las voces que advertían del descarrilamiento que se avecinaba.

Y el primero que tendría que hacerse esa reflexión es el principal responsable, el Gobierno, que antes de preguntar a los demás partidos qué medidas proponen para resolver la crisis, tendría que tener claro y exponer aún más claro cuáles son las suyas. Porque trazar unas directrices generales sin hacer ni una sola propuesta concreta, como ha hecho en el famoso papelito, son ganas de aumentar la confusión y de sembrar la desconfianza. Abriendo la puerta a la sospecha de que intenta que los demás le hagan el trabajo sucio -adelantar las propuestas más impopulares- para poder decir al electorado: «¿Veis? Me lo piden los demás, así que no tengo más remedio que adoptarlas». Para, si salen bien, llevarse los laureles, y si salen mal, la culpa es de los otros.

¿Conspiración? Sí, la de aquí dentro.


ABC - Opinión

España, refugio de terroristas. Por Emilio Campmany

Lo que tendría que hacer Rubalcaba, en vez de llenársele la boca explicando los muchos derechos de los que va a disfrutar Walid en nuestro país, es ordenar su detención y ponerlo a disposición judicial.

Se supone que esta España progre y faldicorta que nos dibujan los socialistas es antiamericana. Luego, resulta que llega Obama y ya no lo somos tanto. Y henos aquí dándonos con los talones en el trasero para correr a ayudarle a cerrar Guantánamo.

El origen del problema estriba en un cambio de calificación jurídica. Los terroristas detenidos eran considerados por la administración Bush como prisioneros de guerra. Serían liberados al final de las hostilidades, sin perjuicio de que los que fueran responsables de actos de guerra criminales (léase, atentados terroristas), serían juzgados por consejos de guerra. Obama ha cambiado este planteamiento. Los presos de Guantánamo son ahora presos comunes que deben ser juzgados por tribunales ordinarios. Aquellos de quienes no se tengan pruebas suficientes para ser condenados, serán liberados. Como en Estados Unidos no existe el delito de "pertenencia a organización terrorista", los que fueron hechos prisioneros mientras se entrenaban en los campamentos de Afganistán y Pakistán, pero que no habían cometido todavía ningún atentado, deben, según la nueva doctrina Obama, ser puestos en libertad.


Pero a muchos de ellos no quiere enviarlos a sus países de origen porque allí serían detenidos y encarcelados y acabarían echando de menos Guantánamo. Y tampoco quiere liberarlos dentro del territorio de los Estados Unidos porque, si se entrenaron para ser terroristas, lo probable es que lo sigan siendo.

Entonces va y viene Zapatero y le dice a Obama que no se preocupe, que en España todavía hay sitio para algún terrorista islámico más y que puede mandarnos cinco sin remordimiento. La primera alhaja ha llegado a Madrid. El sujeto se llama Walid Ibrahim Abu Hijazi. Recibió entrenamiento en el campamento de Farouq. Fue capturado poco después del atentado del 11 de septiembre tras haberse herido con una granada de mano que manipulaba un compañero.

Nuestro Código Penal en su artículo 576, tras decir que será castigados con penas de prisión de cinco a diez años quien lleve a cabo cualquier acto de colaboración con una organización terrorista, tipifica el delito diciendo que "son actos de colaboración (...) la organización de prácticas de entrenamiento o la asistencia a ellas". De modo que, en España, Walid es reo de un delito de colaboración con organización terrorista. Antes, podría haberse alegado que el crimen había sido cometido fuera de nuestras fronteras, pero resulta que ahora los tribunales españoles, en materia de terrorismo, tienen jurisdicción universal y pueden perseguir delitos de terrorismo cometidos por extranjeros en el exterior si el terrorista en cuestión se encuentra en España, como es precisamente el caso. Lo que tendría que hacer Rubalcaba, en vez de llenársele la boca explicando los muchos derechos de los que va a disfrutar Walid en nuestro país, es ordenar su detención y ponerlo a disposición judicial. Con nuestras leyes en la mano, lo lógico es que fuera condenado. A lo sumo, un buen abogado podría conseguir que el tribunal considerara que el tiempo transcurrido en Guantánamo se descuente del cumplimiento de la pena, cosa no tan fácil porque Walid estuvo allí en calidad de prisionero de guerra y no en prisión preventiva por el delito del que debería ser acusado en España.

Naturalmente, Rubalcaba no va a hacer nada de eso, pero a lo mejor una asociación de víctimas del terrorismo se atreve a presentar una denuncia en la Audiencia Nacional. Me muero por ver las caras de Zapatero, Rubalcaba y Moratinos y oír cómo se lo explican a Obama si finalmente un juez valiente ordena la detención de Walid.


Libertad Digital - Opinión