Los profesionales de los medios de comunicación tienen como una obligación ineludible, como el deber principal de su actividad profesional, la de suministrar la mejor y más completa información posible a los ciudadanos de los asuntos que preocupan o interesan a la sociedad. Por encima de circunstancias o coyunturas más o menos adversas, más o menos arriesgadas, los periodistas permanecen fieles a sus lectores desde un compromiso social y un código deontológico que están por encima de otros intereses. Los redactores de LA RAZÓN Macarena Gutiérrez y Luis Díaz viajaron hasta Marruecos para cumplir con esa misión profesional y con el propósito de poner al servicio de los lectores de nuestro periódico la evolución de los acontecimientos que se están sucediendo en esa frontera y la situación actual de la crisis. El fin era tan nítido como escrupulosos fueron los pasos y las actuaciones que protagonizaron en el cruce de Beni Enzar, el paso más importante de Melilla con el país vecino. Ambos periodistas son profesionales curtidos en mil batallas, con una amplia experiencia a sus espaldas, e insobornables en el desarrollo de su labor profesional. No estamos, por tanto, ante dos jóvenes aventureros que desconocen la forma de trabajar en un escenario como el de la raya fronteriza con Marruecos. Los dos ejercían el derecho a la libertad de Prensa que ampara a cualquier ciudadano de un Estado de Derecho y, desde luego, de la Unión Europea. Y en virtud de ese derecho nuestros compañeros recogieron la información del clima de tensión que se respira en la zona y realizaron las fotografías de las pancartas contra España que cuelgan en la denominada «tierra de nadie», zona de seguridad que debería estar desierta por un acuerdo tácito entre Madrid y Rabat, pero que está tomada en las últimas semanas por ciudadanos marroquíes. Se trataba de verificar el panorama a ambos lados de una frontera compleja y de nada más. Para los agentes del reino alauita, sin embargo, la libertad de movimientos y el ejercicio de la profesión periodística están supeditados a la arbitrariedad y discrecionalidad de un régimen censor. Durante más de cinco horas, la Policía de Rabat retuvo a los periodistas españoles, les retiró sus pasaportes y sus acreditaciones de Prensa, y borró todas las fotografías captadas por nuestro reportero gráfico. Fueron sometidos a un interrogatorio durante un tiempo en el que incluso la seguridad marroquí negó que ambos estuvieran retenidos, lo que generó horas de inquietud por la suerte que hubieran podido correr. Después, sin mayores ni mejores explicaciones, fueron puestos en libertad y devueltos a Melilla. Más allá del trato arbitrario e injustificado de los funcionarios marroquíes y del escaso respeto que les inspira los derechos a la libre información, queremos dejar sentado que los redactores de LA RAZÓN se limitaron a cumplir con el deber de lograr la mejor información al servicio de nuestros lectores, porque la libertad de Prensa tiene precisamente al ciudadano como beneficiario principal. El ejercicio de ese derecho y la prestación de ese servicio sirven también para calibrar la calidad democrática de los países y sus gobiernos.
La Razón - Editorial
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