sábado, 27 de junio de 2009

El techo del gasto. Por José Cavero

Con el debate y aprobación de la propuesta del Gobierno de techo de gasto para 2010, han dado comienzo las negociaciones de cara a la discusión, y en su caso aprobación, de los Presupuestos Generales del Estado, una tarea que en los últimos años se ha hecho más y más difícil por la falta de un socio estable que le otorgue los votos que le faltan para conseguir la mayoría absoluta en el Congreso. El año pasado lo logró merced al apoyo de BNG y PNV, pero este último grupo se pasó a la oposición más radical tras verse desplazado del Gobierno en Euskadi por la coincidencia de Patxi López (PSE) y Antonio Basagoiti (PP).

De manera que, ya desde esta primera aproximación al "techo" del gasto, había gran expectación sobre el eventual socio coyuntural que pudiera sumar el PSOE. Y ya hemos visto lo complicado que le ha resultado: primero, con un acuerdo de IU-ICV, que duró apenas media docena de horas, que hubiera significado la elevación de impuestos para las rentas más altas, y que fue sustituido por el compromiso de CiU de abstenerse para permitir que la cuestión saliera adelante, hacia su siguiente punto de debate, que será el Senado. Los convergentes se abstuvieron y también lo hicieron IU-ICV, además de ERC y BNG. Sólo Coalición canaria y UPN dieron su apoyo a la propuesta del Gobierno de reducir en un 4,6 por 100 el gasto aprobado el año precedente y situarlo en 182.000 millones de euros para 2010. Precisamente, ese acuerdo inicial con IU-ICV y la rectificación inmediata, originaron una gran parte de las críticas que tuvo que escuchar el Gobierno de Zapatero y Elena Salgado, sobre todo en las intervenciones del PP. Pero también desde la izquierda se dirigieron críticas mordaces al PSOE gobernante. Joan Ridao, por ejemplo, señaló lo paradójico que resulta que, en estos tiempos de crisis, no paguen más aquellos que tienen mucho más, y reclamó una reforma fiscal que mejore la progresividad del sistema, distribuya de manera más justa el esfuerzo fiscal y permita captar más recursos. Todo un programa que le brinda la izquierda.

En el bando opositor, fue Cristóbal Montoro el encargado de vapulear al Gobierno: culpa a los socialistas gobernantes, y en particular a Elena Salgado, de llevar a España a su mayor ruina. "Nos trae penuria, recesión, paro y subida de impuestos"... Pero, finalmente, la propuesta sobre el techo del gasto salió adelante, incluso con mayor margen del que se esperaba, aunque en medio de críticas muy generalizadas.

Elena Salgado anticipó la política que se aplicará el año que viene: una política de austeridad, en la gestión del gasto público, salvo en gasto social y productivo. Salgado volvió a mostrarse levemente optimista sobre la evolución de la crisis. Dijo que la enérgica respuesta de los gobiernos y los bancos centrales parece que empieza a surtir efecto y el deterioro de la economía mundial pudiera estar tocando fondo. Pero no se salvó de críticas, ni siquiera de quienes, con su abstención, daban el visto bueno a la propuesta de techo de gasto.

Sánchez Llibre, de CiU, además de anunciar que su grupo estaría en contra de cualquier subida de impuestos que graben las rentas salariales medias y el tejido empresarial español, se refería a la gestión del Gobierno frente a la crisis calificándola "de una pasividad tremenda, y de una falta de reacción ante los problemas que ha dado como resultado un preocupante incremento del paro".

Periodista Digital - Opinión

¿Los ricos?. Por Yolada Gómez

No ganamos para sustos. Llevamos semanas, por no decir meses, temiéndonos que antes o después el Gobierno apruebe una subida generalizada de impuestos. Los excesos hay que pagarlos y el déficit público no puede crecer sin límites y mucho menos al ritmo al que lo ha hecho en el último año. No podemos dar más y más subvenciones a los parados; subir los sueldos a los funcionarios; rescatar al sistema bancario; ayudar al sector del automóvil; disparar la inversión en obra pública; satisfacer las demandas sin límites de los gobiernos autonómicos; mantener tres niveles de administraciones públicas, con sus ejecutivos, parlamentos y empleados; y un sin fin más de compromisos que, lejos de ir recortándose, crecen y crecen cada vez que el presidente del Gobierno abre la boca.

Esto hay que pagarlo y el ala más ¿progresista? del parlamento español, IU y el PSOE, tuvieron una gran idea: subamos los impuestos a los ricos. Y no solo tuvieron la idea sino que, incluso, llegaron a cerrar un acuerdo que plasmaron en un documento y que el Parlamento español estuvo a punto de aprobar. ¡Qué insensatos! Por una vez me alegré de la poca palabra del Partido Socialista. Poner en marcha lo que IU y el PSOE pactaron supondría un grave daño a la clase media y trabajadora. ¡Cómo se nota que los que han redactado ese papel conocen muy poco el funcionamiento de nuestro sistema impositivo! Que no se equivoquen, los ricos, por mucho que nos duela, pagan muy poco aquí y en cualquier parte del mundo.

En un mercado libre de capitales subir los impuestos al ahorro solo puede provocar una huida de la inversón hacia otros países y subir los tipos del IRPF incentivaría el fraude y castigaría a los que tenemos nómina ¿Les parece poco a los señores del PSOE y de IU que Hacienda se lleve hasta el 43% de lo que ganamos? Lo que deben hacer es gastar menos, no se equivoquen.

ABC - Opinión

Un homenaje a Mariano Rajoy. Por Fernando Jáuregui

Valencia, ciudad que conoció el primer "salto de valla" con que los suyos propios querían poner obstáculos al liderazgo de Rajoy en el PP, alberga ahora, este sábado, lo que podríamos considerar como un homenaje al Mariano Rajoy triunfante. No es mala idea, porque todo lo que hagan los suyos ahora para empujarle hacia La Moncloa será, incluso, poco. Rajoy es, ante todo, una persona de probada honradez, con grandes dosis de sentido común y con virtudes innegables, algunas de las cuales se contrarrestan con serias carencias. No es carismático, pero ¿lo era Aznar cuando accedió al máximo poder? No tiene demasiados amigos, pero ¿es esto inconveniente o ventaja para quien tanto puede hacer por sus allegados? Yo diría que su mayor defecto podría ser la que algunos considerarían su mayor virtud: piensa demasiado en las consecuencias de lo que va a hacer... y al final, a veces, no lo hace. Es el reverso de la moneda respecto del intuitivo, a veces excesivamente imprudente, Zapatero.

Ahora, a Rajoy se le ha encasquillado el tiro de la regeneración imprescindible en su partido. Lo digo fundamentalmente, desde luego, por el tesorero, Luis Bárcenas, cuya dimisión pide, en voz baja pero audible, una inmensa mayoría del PP. Cuando escribo este comentario, los rumores acerca de una pronta salida de Bárcenas de su cargo son insistentes: puede que le quede poco en el despacho, pero también puede que siga en su resistencia numantina y acaso algo amenazante, provocando un inmenso boquete en sus propias filas.

A la hora de ilustrar el carácter algo indeciso de Rajoy, podría encontrar otros varios ejemplos. El líder del PP combate mejor contra los errores de Zapatero y su Gobierno que contra los desmanes en su propio partido; no ha puesto el suficiente orden en el PP, las relaciones con los responsables del partido en Madrid, comenzando por Esperanza Aguirre, son siempre inestables, y la cosa no funciona demasiado bien entre algunos de los dirigentes del actual "núcleo central" de los "populares". No es Rajoy persona de puñetazos en la mesa; sus cabreos son más bien sordos y rara vez los exterioriza, cosa que algunos, erróneamente, confunden con que se le puede tomar impunemente el pelo. Pero alguna vez debería dar ese puñetazo, intensificar la navegación por el mundo de la comunicación -que, como la política internacional, no le gusta- y convencerse de que, para hacer una tortilla, hay que cascar huevos.

No es, en fin, misión de los periodistas, ni siquiera de los comentaristas, dar consejos, sino analizar realidades. Mal político sería quien siguiera a pie juntillas los avisos de los muchachos de la prensa. Mi análisis de lo ocurrido en este año de Rajoy, desde aquel congreso valenciano que lo proclamó presidente del partido, es que no ha sido tan, tan "horribilis" para él: ha sabido liberarse de ataduras ultras, ha virado hacia el centro, ha participado muy activamente en dos campañas victoriosas. Eso sí: su partido le sigue dando disgustos, pero ya se sabe que, en política, hay amigos, enemigos, enemigos mortales y correligionarios. Rajoy lo sabe perfectamente, y apenas tiene, como decía, amigos; sus enemigos son sus adversarios políticos, y a esos sí sabe cómo tratarlos. Es con los correligionarios con los que continuamente tropieza.

Tengo para mí que, en este día para él festivo y triunfal, el "affaire Bárcenas", pongamos por caso, es para Rajoy un reto más importante que el resultado de unas elecciones autonómicas o europeas. ¿Sabrá, al fin, saltar una valla que hasta ahora se le ha resistido?

Periodista Digital - Opinión

El fracaso del éxito. Por M. Martín Ferrand

VICTORIANO Fernández Asís, una de las más luminosas -y maltratadas- cabezas del periodismo español del siglo XX, solía decirnos a sus pupilos de la televisión, envuelto en el vaho del misterio que marcaban la época y la prudencia, que venimos de un mundo de certezas radicales y avanzamos hacia otro alarmantemente embolismático. Ahí está, envuelto en la sutil pedantería que marcaba la genialidad del maestro, un diagnóstico certero, breve como un sms, de la Historia de España del siglo XX y, como si se tratara de un estrambote, su proyección en este inane y atribulado siglo XXI. Aquí, quien no está instalado en una torre de certezas indiscutibles y perpetuas, vive en la más absoluta confusión. Lo primero radicaliza, cosa poco deseable, y lo segundo relativiza, lo que tampoco mejora el ambiente ético y liberal y convierte en fofos la inteligencia y el carácter.

En la política española de hoy se ven nítidamente los efectos de las nieblas instaladas y la indeterminación que nos pierde. El PSOE, por ejemplo, dispone de un buen número de militantes capaces y curtidos por la experiencia. Sin embargo, los mecanismos de la oscuridad determinan que cuando el veterano partido tuvo que buscar un líder resultó elegido José Luis Rodríguez Zapatero y, lo que es más significativo, pudieron serlo José Bono o Rosa Díez. Es la abdicación en la pretensión de la excelencia y, para mayor desesperación, algo parecido puede señalarse en el PP, CiU, PNV y cualquier otro partido que no sea monoparental. Es el éxito del fracaso: un conjunto de inteligencias medianas propone y consigue la consagración de la más escasa de todas ellas.

La muerte de Michael Jackson confirma que la confusión dominante no es una característica española. Se expande por todas partes y sirve de cimiento y sostén para muchos de los males, especialmente los de raíz ética, que nos afligen. El que fue estrella precoz de los Jackson Five y se convirtió -junto con los Beatles y Elvis Presley- en la banda sonora de una etapa de la Historia, en uno de los máximos vendedores de discos -muchos más que Bing Crosby y Frank Sinatra-, es la muestra inversa y complementaria de lo que señalaba más arriba: el fracaso del éxito, algo tan social y políticamente demoledor como el éxito del fracaso. El guirigay establecido, el enredo que suscita el salto apuntado por Fernández Asís, es inevitablemente demoledor, el germen de un embrollo cósmico.

ABC - Opinión

Zapatero nos lleva a la ruina. Por Emilio J. González

«Zapatero debe de pensar que por ahí se ata a los perros con longanizas y que va a poder obtener en los mercados internacionales todos los recursos que necesite a través de ingentes emisiones de bonos que van a dejar a España endeudada hasta las zejas.»

Zapatero se ha convertido, por méritos propios, en el principal y más serio problema de la economía española, a pesar de la gravedad intrínseca del estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera, la internacional y la propia. El presidente del Gobierno se ha ganado a pulso tan dudoso título honorífico no tanto porque no tiene ni idea de economía sino, lo que es peor, porque no quiere tenerla para que nada ni nadie se interponga en sus planes de ser el más socialista de entre los socialistas y dar a nuestro país toda una auténtica pasada por la izquierda. Resulta que, con la que está cayendo y con unos presupuestos públicos con más agujeros que un queso de gruyere, a ZP no se le ha ocurrido nada mejor que incrementar el gasto del Estado en el próximo ejercicio ni más ni menos que un tan sorprendente como escandaloso 15% (lo que le permitirá seguir interpretando ese personaje del Roosevelt español del siglo XXI que él mismo se ha creado). La cuestión es de dónde va a sacar el dinero.


Nuevamente, el Gobierno sustenta su fuerte expansión del gasto público en unas previsiones económicas que no se van a cumplir ni de lejos. Frente a la caída de la economía del 3,5% este año y una ligera recuperación el próximo, la OCDE, siempre muy prudente a la hora de decir estas cosas, estima que el desplome en este ejercicio superará con creces el 4% y que el próximo continuará la recesión porque, diga lo que diga la vicepresidenta económica, Elena Salgado, la crisis dista mucho de haber tocado fondo. Un diagnóstico este en el que coincide la OCDE con todos los análisis de coyuntura serios que se llevan a cabo en nuestro país. Por tanto, la actividad productiva, lejos de producir parte de esos ingresos que Zapatero quisiera conseguir para seguir financiando su política de populismo a golpe de ocurrencia, va a continuar reduciendo sus ingresos a las arcas del Estado, al tiempo que incrementará aún más los pagos con cargo a las mismas a través de las prestaciones por desempleo. Bajo otras circunstancias, esta situación podría ser manejable y, desde luego, permitir que en 2012 el déficit público se redujera hasta el 5% del PIB (como dice el Gobierno, siempre según sus cuentas de la lechera, que va a suceder). Lo malo es que el punto de partida es el de un agujero fiscal que se posicionará este año entorno al 10% del PIB. ¿Hasta dónde se va a disparar con los planes de gasto de Zapatero? Mejor no pensarlo porque a uno se le ponen los pelos como escarpias.

En este contexto, lo que tenían que haber hecho el Gobierno es meter drásticamente la tijera al gasto público y forzar a las autonomías y ayuntamientos a hacer lo mismo. Pero como eso implica tener que abandonar el terreno de la mal llamada política social, que beneficia a unos pocos a costa del empleo y el bienestar de todos los demás, Zapatero no quiere oír ni hablar del tema. Él pretende seguir despilfarrando en supuestos planes para impulsar la actividad económica y en más políticas sociales, cueste lo que cueste, que va a ser mucho. Con ello, y como pasa siempre en estos casos, lo único que va a conseguir, empero, es agravar y prolongar una crisis económica ya de por sí larga y profunda.

Zapatero debe de pensar que por ahí se ata a los perros con longanizas y que va a poder obtener en los mercados internacionales todos los recursos que necesite a través de ingentes emisiones de bonos que van a dejar a España endeudada hasta las zejas. Nada más lejos de la realidad. Ni por el mundo hay tanto dinero como cree nuestro presidente, ni él es el único que acude a los mercados en su busca. Otros muchos países avanzados, mucho más serios y fiables que la España de ZP, también demandan esos recursos escasos, con muchas más posibilidades de obtenerlos que el Tesoro español. Lo que va a implicar dos cosas: nuevas rebajas de la calificación crediticia de nuestro país, y, por tanto, más problemas aún para financiar nuestra economía: inevitables subidas de tipos de interés, que no van a ser, precisamente, de uno o dos puntos, ni mucho menos. Y así piensa que se recuperen el crédito, el consumo y la inversión cuando lo único que va a conseguir es hundirlos todavía más y provocar aún más paro si cabe.

Lo mismo sucederá con lo que pretende hacer con los ingresos. Ya lo ha dicho Elena Salgado, se van a revisar todos los impuestos, o sea, que van a meter a la economía española una dosis de caballo de nueva presión fiscal y a saquear todavía más los ya de por sí esquilmados bolsillos de los españoles; y ello sólo para financiar el electoralismo populista y la política de ocurrencias de nuestro bien amado y nunca bien ponderado presidente del Gobierno. Pues con esto pasa lo mismo que con lo anterior, que al consumo y a la inversión les espera una larga etapa de depresión mientras se condena a muchos trabajadores a un muy prolongado período de alistamiento en las filas del Servicio Nacional de Empleo. Y, para más inri, encima no se va a contener el crecimiento del endeudamiento público, que amenaza con llegar a tales niveles que va a impedir durante años desarrollar otras políticas tributarias y de gasto que no sean las de pagar más y más intereses de la deuda.

Hace unas semanas me preguntaba en esta misma columna cuánto nos iba a costar Zapatero. Hoy esa cuestión empieza a parecer irrelevante porque ya no se trata de la magnitud de la factura que vamos a tener que afrontar los españoles durante años y años. Ahora de lo que se trata, simple y llanamente, es de que ZP nos lleva directamente a la ruina. A las economías domésticas y al país

Libertad Digital - Opinión

Energías integradas

EL proceso de unión entre Gas Natural y Unión Fenosa es una noticia muy relevante para la economía española. Más de veinte millones de clientes en 23 países avalan la realidad de la primera empresa que consolida un modelo integrado de gas y electricidad que repercute en una estructura vertical y ofrece una mayor solidez a los usuarios. En tiempos de crisis es imprescindible desarrollar sinergias y planteamientos empresariales que superen los compartimentos estancos. De este modo, se favorecen el servicio al cliente y la rentabilidad para los accionistas en el marco de un sector muy competitivo que arrastra todavía algunas inercias incompatibles con la dinámica contemporánea de la economía mundial. La empresa gasista anunció ayer de cara a la junta general de accionistas nuevos planes de inversión centrados en el crecimiento orgánico, así como la elevación del dividendo de los accionistas en un diez por ciento anual, todo ello en el marco de un proceso de racionalización cuyo objetivo es adaptar la actividad empresarial a la compleja situación actual. A su vez, Unión Fenosa aprueba la integración con el firme convencimiento de que la evolución del mercado energético exige cambios en un sector que funciona en base a hábitos muy arraigados pero ya superados por las circunstancias.

El Gobierno ha sido incapaz desde el comienzo de la legislatura de plantear una política energética coherente, porque el presidente está empeñado en recuperar un discurso antinuclear obsoleto. Mientras tanto, las empresas privadas mueven ficha en el terreno de la adaptación a un mercado global donde la única regla es la competencia y no se entienden ciertos conflictos artificiales ajenos al libre juego de la oferta y la demanda. En definitiva, las decisiones empresariales deben tener como única justificación el análisis de costes y beneficios al servicio del interés de los accionistas. El modelo integral que refleja el acuerdo entre Gas Natural y Unión Fenosa puede ser pionero a efecto de un nuevo sistema que sirva para racionalizar la gestión y beneficiar a los consumidores y usuarios. También es destacable la búsqueda de un tamaño adecuado para competir en mercados abiertos y multinacionales. La adopción de los acuerdos exigidos por la normativa mercantil por parte de las correspondientes juntas de una y otra sociedad supone así el paso definitivo para una integración empresarial que será analizada con lupa por partidarios y detractores.

ABC - Editorial

El falso esfuerzo del Gobierno. Por Andrés Aberasturi

El lenguaje de los políticos resulta siempre fascinante porque nunca sabes a qué carta quedarte, dicen una cosa y su contraria y al final consiguen lo que realmente parecen pretender: que uno no se entere de nada. En esta línea se expresaba la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, cuando anunciaba la aprobación del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (que vaya usted a saber lo que es exactamente) durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros: a pesar de que el sistema financiero español tiene una "probada solvencia", algunas entidades podrían "tener dificultades en los próximos meses". O sea, que si aun teniendo nuestro sistema financiero esa "probada solvencia" algunas entidades podrían tener dificultades, imagínense lo que sería sin la solvencia estuviera menos probada.

Total: nueve mil millones más por ahora pero con un techo de endeudamiento que puede alcanzar los noventa mil millones. Y eso, hay que insistir, en un sistema de probada solvencia. ¿Y qué dice la oposición? Pues lo de siempre: que no es más que un parche y que no va a servir para nada; lo que no dice -al menos públicamente- es lo que habría que hacer, que solución proponen, su receta.

Y el problema, me temo, va a seguir siendo el mismo: que le dinero que están haciendo bancos y cajas con tanta inyección, allí se queda durmiendo el sueño de los injustos y no llega ni por casualidad a las pymes, a los autónomos o a las familias; sigue, por tanto, siendo un dinero especulativo y no productivo y quiero imaginar que al menos alguien controla con criterio e independencia. Eso es lo más preocupante porque la tendencia de los que ostentan el poder es la de creer que son ellos los poseedores del dinero y no sus administradores.

Hace muy poco días no recuerdo qué ministro/a volvía a repetir una expresión que me saca de quicio: "el gobierno esta haciendo un gran esfuerzo*" A ver; el Gobierno no hace el menor esfuerzo porque el esfuerzo lo hacemos todos y cada uno de los españoles -y más que vamos a hacer- pagando impuestos dentro de poco hasta por respirar. El Gobierno administra nuestro dinero, el de todos, de forma que si ahorra en una partida o aumenta el gasto en otra, ni se esfuerza en la primera ni es generoso en la segunda porque tira con pólvora ajena, con euros que no son sus euros sino los de todos. Aquí no hay más dinero que el de los españoles que por mil caminos, directos o indirectos, llega al Gobierno y este administra de una forma u otra. El problema grave ahora es que este Gobierno está gastando incluso el dinero que no tiene, el dinero que le llegará, se supone en su momento y hace exactamente lo mismo de lo que nos acusan a los ciudadanos: vive -y gasta- por encima de sus posibilidades -que son las nuestras- y por tanto está apostando no ya con nuestro dinero sino con el que se supone tendrá de nuestros hijos. Que toda una generación llegue la vida social ya con deudas, es duro y debería ser evitable en la medida de lo posible. Pero una vez más, decir estas cosas es hablar en el desierto. Y eso que aun no se ha comenzado a financiar todo el sistema autonómico, que esa va a ser otra.

Periodista Digital - Opinión

El Gobierno, a por la banca

«Las cláusulas del plan de rescate del Gobierno son suficientemente claras como para perfilar cuáles son las intenciones del mismo: reestructurar el sistema bancario español a gusto del Gobierno para luego nacionalizarlo parcialmente.»

Pese a que la crisis ha venido achacándose al sistema de libre mercado, a la desregulación y a la retirada del Estado de la vida social, lo cierto es que el origen de la misma se encuentra en un sector tan poco "libre" y "desregulado" como es el financiero. Cualquiera que conozca mínimamente las normas y las supervisiones a los que se somete la banca, sabe perfectamente que se encuentran entre las más intervencionistas de la economía.


Ahora bien, no toda intervención se plasma a través de mandatos escritos y públicos. El Estado, como monopolio de la violencia en una sociedad, tiene un enorme poder para presionar a sectores económicos enteros. Muchas veces no hace falta ni que los políticos se dirijan a un empresario en concreto para leerla la cartilla; basta con que éste se preocupe de no molestar a los cargos públicos y se comporte como cree que ellos esperan que lo haga.

En el ámbito bancario, estas fuentes informales de intervención son bastante habituales. Pensemos que estamos hablando de un mundo donde los relativamente pocos empresarios se conocen todos entre sí y donde, para más inri, todos ellos mantienen una fluida y habitual relación con dos importantes instituciones públicas: el banco central (encargado de proporcionar casi diariamente liquidez a los bancos) y el Tesoro (que emplea a los bancos ya sea como colocadores de su deuda o como prestamistas directos).

No es de extrañar, por consiguiente, que política y banca hayan mantenido históricamente una relación demasiado estrecha como para poderla tildar de libre o desregulada. Los empleados y directivos de la banca entran y salen de los gobiernos (Henry Paulson, el anterior secretario del Tesoro de Estados Unidos, llegó a su cargo desde la dirección del banco Goldman Sachs, como también lo hizo Robert Rubin, el secretario del Tesoro de Clinton; en España el caso más reciente y conocido es obviamente el de Miguel Sebastián, director del Servicio de Estadios del BBVA) y los gobiernos intentan en todo momento orientar la estrategia de los bancos, "sugiriendo" a sus accionistas que nombren a directivos afines (como ocurrió en nuestro país con la operación de acoso y derribo de Francisco González) o directamente nombrándolos a dedo (caso de las cajas de ahorro).

Toda esta camaradería tan poco competitiva y libre –ya que las barreras legales de entrada al sector son muy elevadas– se vino produciendo sin interrupción desde antes de que estallara la crisis actual, pese a lo cual la izquierda no ha dejado de vender la imagen de una cada vez mayor desregulación de los mercados. Sin embargo, la situación de alarmismo generada por el casi completo colapso financiero que se produjo en septiembre del año pasado, ha dado alas a los Estados para iniciar el asalto definitivo sobre la banca.

Las decisiones políticas que se han tomado desde septiembre de 2008 han sido todo un ejemplo de abuso de poder, arbitrariedad gubernamental y derroche de miles de millones de euros. Por muy necesarios que pudieran ser ciertos rescates a la banca, no deberían haber servido como plataforma para la expansión del poder del Estado y el manejo político de los ahorros de centenares de millones de ciudadanos.

Este exagerado dirigismo prácticamente no ha conocido excepciones a ambos lados del Atlático. Ayer supimos con certeza que la Reserva Federal obligó en septiembre a Bank of America a adquirir al banco de inversión Merrill Lynch so pena de no poder participar en el inminentes plan de rescate público. Dicho de otra manera, Bernanke no sólo obligó a los accionistas y depositantes de Bank of America a que soportaran el riesgo y las pérdidas de Merrill Lynch, sino que hizo gala de un comportamiento totalmente errático, contradictorio y arbitrario al dejar quebrar a Lehman Brothers el mismo día en que se consumó la anterior transacción. ¿Por qué Merrill Lynch bien valía una ofensiva contra Bank of America y en cambio Lehman Brothers –por quien también mostró su interés esta última entidad– no? Tras el descubrimiento de los emails de la Fed hemos comprobado que las fusiones de bancos en Estados Unidos se guiaron por criterios puramente políticos y no económicos. ¿Desde cuándo esto es un ejemplo de libre mercado?

Y como parece que en España sólo somos capaces de importar lo malo de Estados Unidos, este modelo dirigista es el que ha inspirado al Gobierno de Zapatero a la hora de crear el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria. Después de que se nos hablara por activa y por pasiva de que contábamos con el sistema financiero más sólido del mundo, el Ejecutivo ha tenido que constituir un fondo dotado con 90.000 millones de euros para proporcionar financiación a bancos y cajas.

Sus cláusulas son lo suficientemente claras –el Gobierno podrá sustituir a los administradores y decidir sobre los procesos de fusión de las entidades y convertirá en acciones los fondos que bancos y cajas no devuelvan antes de siete años– como para perfilar cuáles son sus intenciones: reestructurar el sistema bancario español a gusto del Gobierno para luego nacionalizarlo total o parcialmente.
Si el intervencionismo estatal en sus distintas formas –desde las expansiones de crédito del banco central hasta los préstamos teledirigidos de los bancos por parte de los políticos– ha sido una de las causas más importantes de esta crisis, no parece que la solución vaya a consistir en incrementarlo aún más. Estos planes de rescate diseñados a la medida de los burócratas no nos harán ni más prósperos ni más libres, sino todo lo contrario: más pobres y, especialmente, más sumisos.

Libertad Digital - Editorial

Reestructuración bancaria

TRAS muchas incertidumbres, el Gobierno aprobó el Fondo de Restructuración Ordenada Bancaria (FROB). Un proyecto tan ambiguo como su nombre y con el que el Ejecutivo ha desaprovechado una buena crisis para acabar con un riesgo diferencial del sistema financiero español. No se ha atrevido a tocar la ley de Cajas de Ahorros como no quiere oír ni hablar de la reforma laboral. El proyecto busca incentivar con dinero público la restructuración del sistema financiero, es decir, que los contribuyentes paguemos parte del coste de las fusiones bancarias con la excusa de ordenar el proceso. Pero el FROB nace de un diagnóstico discutible, que el sistema financiero español es básicamente solvente y solo necesita pequeños retoques; no hay un problema serio, solo la posibilidad de que algunas entidades sufran más de la cuenta poniendo en peligro el conjunto del sistema. Un diagnóstico que no coincide con el de la mayor parte de analistas internacionales que subrayan la existencia de un riesgo diferencial por la especial naturaleza de la mitad del sistema financiero ajeno a la disciplina de mercado, la excesiva concentración de riesgo inmobiliario y el sobredimensionamiento experimentado en un ciclo alcista inusualmente largo.

El proyecto diseña un mecanismo con tres categorías de actuación. En la primera, entidades sin problemas acuerdan soluciones privadas para ganar tamaño y acuden a los incentivos del FROB. En una segunda, entidades básicamente solventes pero que atraviesan dificultades temporales de liquidez, acuden al Fondo de Garantía de Depósitos y emprenden una restructuración consensuada con el FROB; es en estos casos cuando las Comunidades Autónomas mantienen sus prerrogativas. Y un tercer caso, de entidades básicamente insolventes que serán intervenidas por el Banco de España. El problema está en que no acaba de entenderse muy bien por qué si las entidades no tienen problemas necesitan fondos del contribuyente. Y si los tienen, parece lógico que se impongan condiciones. Más aún si parte del problema lo han causado los propios políticos con su ocupación de las Cajas. Tampoco se entiende cómo se va a hacer la distinción entre las diferentes categorías de entidades. En la América de Obama que tanto gusta al Gobierno, el plan Geitner ha sido mucho más claro, solo se consideran solventes aquellas entidades por las que algún privado está dispuesto a arriesgar su dinero. Es entonces cuando el sector público interviene completando los fondos necesarios.

Estamos ante un Gobierno débil y que ha agotado el margen de endeudamiento. No puede permitirse el lujo de enfrentarse a los partidos nacionalistas, ni siquiera a sus propios barones territoriales, pues corre el riesgo de ver rechazados los presupuestos. Tampoco dispone del dinero prometido, porque se lo ha gastado en ocurrencias innecesarias. Cabe preguntarse si en estas condiciones el Fondo era necesario, si no bastaba con utilizar decididamente los mecanismos existentes: el Fondo de Garantía de Depósitos y la ley de disciplina financiera que autoriza al Banco de España a intervenir, vender o liquidar entidades y, con autorización específica del Consejo de Ministros, a imponer un plan de recapitalización con fondos públicos.

ABC - Editorial

Electric Light Orchestra - Here is the news