sábado, 11 de abril de 2009

Sinde recaudadora


Canalsu

La dura Semana Santa laborable del Gobierno. Por (Fernando Jaúregui

Fino rasgo de ironía zapateriana -y mira que nuestro presidente destaca más bien por su carencia de sentido del humor- esa declaración de que, esta Semana Santa, el Gobierno no toma vacaciones. Se ignora lo que están haciendo nuestros ministros, más allá de llamarse por teléfono, los supervivientes a los entrantes, para felicitarlos, felicitarse y prometerse muchos éxitos en estos tiempos de crisis y de mudanza. Y digo que ignoramos lo que están haciendo porque las agendas oficiales están mudas: puede que los ministros trabajen intensamente en estos días penitenciales, pero no se nota demasiado. Serán trabajos clandestinos.

Bueno, sí, a veces se nota en que tal o cual ministro intenta, aprovechando el cierre general y que los periódicos miran hacia otro lado, colar algún favor a un amigo de la casa al margen de las exigencias, siempre latosas, del "Boletín Oficial del Estado". Es lo que ha tratado de hacer, sin ir más lejos, el titular de Industria, Miguel Sebastián, para hacer aprobar la TDT de pago. No le ha salido bien, pero es de temer que él, a falta de cosa mejor que hacer, sí seguirá trabajando en lo suyo en estas jornadas, contribuyendo a la resurrección de algunos y al via crucis de otros.

Tal vez con este rechazo -oficial- a las vacaciones lo que se quiere decir es que el presidente ha renunciado a disfrutar de las maravillas de Doñana. Mal hecho: debería, tras los agotamientos exteriores y las zozobras de la crisis interna, prepararse y descansar para la que nos viene encima. Aunque, bien mirado, puede que su descanso consista en quedarse estos días, quieto parao, en La Moncloa, después de tanto viaje. Eso sí, vigilante no vaya a ser que, con tanto trabajar mientras los demás descansan, algún ministro, de los nuevos o de los permanentes, meta la pata, como Sebastián.

Periodista Digital - Opinión

La semana en que ZP se hizo sombra a sí mismo. Por Andrés Aberasturi

Vaya semanita la que ha pasado y lo que nos espera tras el corto paréntesis de los días santos. Más que nunca el presidente Rodríguez Zapatero ha protagonizado la vida nacional hasta la mismísima contradicción: se ha hecho sombra a si mismo y la impúdica filtración de un próximo cambio en el Gabinete ha ensombrecido la dichosa foto con el padre nuestro Obama que está en todas partes.

Uno, que ya es mayor y ha aprendido a distanciarse de las cosas, está por la labor de llevarse bien con los que se lo merezcan y menos bien con los que se lo merezcan menos. Si fue una estupidez lo de no levantarse al paso de la bandera, otra estupidez es buscar ahora a toda costa que Obama (o sea, EEUU) "nos ajunte" otra vez. Me gusta esa expresión de la niñez que no sé si seguirá en vigor: "ya no te ajunto"; mas que una ruptura diplomática, era como llamar a consulta al embajador: no te ajunto hoy, pero mañana puede que si. Y en la política --que es lo más parecido a la niñez-- eso está a la orden del día. Dice Pilar Cernuda --que siempre se lo sabe todo y a la que siempre creo-- que Zapatero dijo algo así como que a Obama no había ni que preguntarle, sólo seguirle a pies juntillas. O sea, la famosa fe del zapatero.


Sea como fuera, ZP estaba feliz con su amigo y es normal y hasta necesario. Lo que no conviene olvidar por mucha mano al hombro es que Obama es ante todo presidente de los EEUU, líder de los intereses de EEUU en el mundo y abanderado por ahora de una nueva forma, más europea quizás, de entender la política internacional.

Cuando ZP jugaba a las chapas en León, Kennedy encandiló al mundo también con un su nuevo estilo y aun hoy no pocos siguen considerándolo un mito y hasta el modelo al que trata de imitar Obama. Ojalá no. La leyenda de Kennedy se basa en sus palabras mucho más que en sus hechos y en su trágica muerte mucho más que en su vida. Su vida y sus hechos dejaron mucho que desear --insisto, desde la óptica europea-- y se plegó a los intereses de los grupos de presión norteamericanos por ejemplo en su política con América del Sur que fue sencillamente lamentable.

Ya nos gustaría a todos que Obama fuera un punto y aparte en algunos aspectos. Pero ni teniendo toda la fuerza que tiene un presidente del la primera potencia mundial, se puede hacer lo contrario a lo que desean ese puñado de grupos que hacen de los EEUU la primera potencia mundial. Ese es que quid de la cuestión. Personalmente no desconfío de Obama. Pero permítaseme no participar, hasta ver lo que de verdad ocurre, en ese coro que le rodea y le sigue.

Respecto a la Alianza de Civilizaciones, nada nuevo que añadir a lo que ya dijimos algunos en su momento: suena bien, pero va a ser inútil y, lo más importante: se siente, pero yo no estoy dispuesto a aliarme con cualquiera y veto desde ya a todos los que atenten contra los derechos humanos en nombre de una religión, una cultura o una civilización. Hay cosas que no son admisibles y es mentira que todas las ideas sean respetables. No, claramente, no. Así de fácil.

Luego está la quiniela de los ministrables. Que cambie el presidente a quien le parezca oportuno pero que, por el bien de todos en estos tiempos de crisis, clausure aunque sea en espera de las vacas gordas, dos o tres ministerios que no tienen razón de ser: Igualdad, Vivienda y Cultura. No lo hará, pero yo lo dejo dicho.

Periodista Digital - Opinión

Sainete presidencial en Bolivia

«A imagen y semejanza de su admirado Hugo Chávez en Venezuela, el primer presidente indígena de Bolivia se ha ido dotando durante todo este tiempo de la estructura legal que le permita perpetuarse en el poder.»

La última farsa política en Bolivia la ha protagonizado, una vez más, su presidente Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS) que gobierna en aquel país desde hace tres años. A estas alturas para nadie es un secreto que la voluntad de permanecer en el cargo de Morales es inquebrantable. A imagen y semejanza de su admirado Hugo Chávez en Venezuela, el primer presidente indígena de Bolivia se ha ido dotando durante todo este tiempo de la estructura legal que le permita perpetuarse en el poder.


Tan sólo le falta cambiar la ley electoral para que pueda ser reelegido eternamente unos comicios tras otros; al chavista modo, se entiende. Y esto no es una opinión más o menos informada sobre lo que ocurre en Bolivia, sino el deseo del propio Morales, que en más de una ocasión ha declarado públicamente su intención de haber llegado al poder para quedarse "toda la vida" en él.

Los planes de Morales, que son, por descontado, ilegítimos y antidemocráticos, han chocado dramáticamente con lo que queda de la democracia boliviana. El Congreso se niega de entrada a regalar a Morales un salvoconducto que le otorgue una estancia indefinida en el Palacio Quemado, sede de la presidencia boliviana. De ahí que, a la desesperada y grotescamente, haya decidido Morales –que, no lo olvidemos, es jefe de Estado de una nación soberana–, declararse en huelga de hambre para que el Parlamento se pliegue a sus designios. Lo haga o no es una cuestión que dependerá de los diputados bolivianos, puestos ahora en una tesitura histórica que puede tener severas consecuencias en un futuro más cercano de lo que parece.

El modelo venezolano de cómo se monta una dictadura desde las urnas es tan reciente en el tiempo que no pueden sino causar preocupación unas maniobras como las de Morales. Y más cuando su Gobierno tiene el apoyo explícito de la tiranía castrista, que no escatima avales y cortesías con Morales, convertido de la noche a la mañana en el segundo hijo bastardo que le ha salido a la revolución cubana en su infame senectud.

Pero con Morales no sólo peligra la libertad de los bolivianos. A la Unión Europea el Gobierno del MAS le ha costado la expropiación de Repsol, que se produjo hace menos de un año, junto a otras tres petroleras internacionales y una compañía telefónica vinculada a Telecom Italia. Es un proceso calcado al que se siguió en Cuba hace 50 años y que Chávez tiene ya muy avanzado en Venezuela.

El sainete burlesco que, de manos del presidente, acaba de representarse en La Paz no debe ocultar lo verdaderamente importante. Evo Morales es una amenaza para la libertad y para la democracia en Bolivia, y como tal debe ser tratado. Tiene madera de autócrata y su proyecto es sospechosamente parecido al de cualquier dictadura socialista. Pueden engañarse si así lo desean en Madrid o en Bruselas, pero eso no cambiará lo esencial sobre un régimen odioso que está tomando forma en estos momentos a la vista de todo el mundo.

Libertad Digital - Editorial

¿Y a qué viene lo de deportes?. Por Carlos Herrera

QUIZÁ sea el cambio dentro del cambio que ha pasado de forma más inadvertida. Se entiende lo de Solbes, lo de Magdalena, la incorporación de Gabilondo... No se entiende lo de Salgado, lo de González-Sinde, el cambio de Soria, que no haya hecho limpia de Ministerios absurdos, que nombre tres vicepresidentes, tres, que para revolucionar el PSOE andaluz descabece la Junta enmarañando la estructura del Gobierno, que Chaves acepte el engrudo de negociar con CCAA a las que no tiene nada que dar. Pero aún se entiende menos que sea el presidente de un Gobierno en apuros el que se vaya a hacer cargo del deporte español. ¿De tanto tiempo libre dispone?

A Rodríguez Zapatero se le calentó la boca el día en que Emilio Sánchez Vicario le reclamó la creación de un Ministerio de Deportes. Siendo, como es, un hombre que siempre dice a sus contertulios lo que estos quieren escuchar, era lógico que abrazara inmediatamente la propuesta poco imaginativa del capitán del equipo español de Copa Davis -¡cómo si no tuviésemos ya suficientes ministerios prescindibles!-. Al poco, se acordó de que estamos en crisis y de que los libros de navegación por periodos de penuria aconsejan no engordar administrativamente la gestión de las cosas públicas. ¿Qué solución se le puede dar? ¡Chás! Se encendió la bombilla: el presidente se encargará personalmente de seis a siete cada miércoles de los problemas del deporte español: su planificación estratégica, la formación de los atletas de élite, la divulgación de la práctica deportiva en las escuelas, los diferentes campeonatos de todas las disciplinas posibles y, si es necesario, de debatir la conveniencia de tal o cual seleccionador nacional. ¿Que se lesiona Pujol cara al mundial de Sudáfrica? No habrá problema, en Moncloa, un cónclave de urgencia sopesará la posibilidad de incorporar a Juanito o a Marchena. ¿Que Contador es estorbado por Armstrong en su carrera a por un nuevo Tour? Allí intervendrá ZP negociando con Obama ahora que su tupidísima red de contactos internacionales le permite decidir cosas transcendentales del mundo. ¿Que el equipo de gimnasia femenina tiene problemas con las duchas del gimnasio en el que entrenan? El presidente en persona gestionará una brigada de fontaneros de Moncloa para que las chicas puedan trabajar en condiciones aceptables. ¿Que el Barça gana la Champions? Bueno, eso es fácil, se va y se recoge la Copa y se da una vuelta por el campo acompañado de Messi, Valdés y compañía.

El deporte español, curiosamente, está reportando unos triunfos internacionales a España que no conocían ni los más viejos del lugar. Los de fútbol enamoran con su juego, los de baloncesto lo ganan todo, los de tenis están que se salen, los ciclistas son imbatibles y hasta un nadador cordobés apunta con meter nuestra bandera en unos podios que nos estaban vetados. El deporte de base mejora día a día, con todas las limitaciones que queramos admitir, y sirve de aporte para las victorias de los mayores. Los pueblos y ciudades redoblan esfuerzos para que los jóvenes y no tan jóvenes puedan practicar diversas actividades deportivas y sean convenientemente educados en una disciplina absolutamente indispensable en la formación como personas equilibradas. ¿Dónde está, pues, el problema? ¿Dónde está la urgencia que pueda motivar que todo un presidente de Gobierno se vea forzado a intervenir personalmente en la gestión de un fenómeno como el deportivo? ¡Como si no tuviera nada que hacer!

¿Será que está necesitado de un refuerzo de imagen gracias al esfuerzo de deportistas felizmente triunfadores? Es probable que esa sea una de las razones, pero, de ser así, ¿ha sopesado que pasará el día que una mala racha de las muchas que se producen cíclicamente haga que muchas personas le culpen personalmente a él de meterse donde no le llaman?

Ya estoy oyendo los comentarios: ¡Para una cosa que funciona bien, llega éste y la fastidia!

ABC - Opinión