jueves, 10 de febrero de 2011

ETA. Eguiguren, el hijo pródigo. Por Cristina Losada

Sobre el comodín del franquismo como causa de ETA, se construyeron en la izquierda mitos exculpatorios del terror que, a la postre, inculpan a la democracia por no haber sido capaz de integrar a los del tiro en la nuca.

Menos cauto que sus compañeros ministros, Jesús Eguiguren se muestra exultante por el "acontecimiento histórico", que así califica la declaración de intenciones de los allegados de ETA y buenos conocidos suyos. Nihil novum sub sole, esa ceguera voluntaria. Pero sería una lástima no prestar atención a las razones que aduce, pues transmite las constantes de una visión del terrorismo vasco muy común en nuestra izquierda. Cuando el presidente del PSE celebra que "estamos cerrando la herida pendiente de la transición", da por supuesto que la democracia tiene heridas por cerrar y deberes pendientes. Como si las heridas no las hubieran infligido los terroristas y los deberes no correspondieran a sus seguidores, le asigna a la democracia una parte de responsabilidad. Asombroso.

La idea matriz de la que surge el desatino es la concepción de ETA como un residuo, una herencia fatal, de la dictadura. E implica que la Transición no habrá terminado mientras la banda y sus seguidores permanezcan fuera del sistema. De ahí que abunden analogías como esta que Eguiguren ofrece en la misma entrevista en El País: "tiene lógica que (los batasunos) no quieran hablar del pasado. Lo mismo sucedió cuando hicimos la Transición para poder asegurar el presente y el futuro". El caso es, sin embargo, que, en aquel tránsito, los terroristas fueron amnistiados. Y el caso es, también, que los crímenes continuaron. Aun más, se multiplicaron. En sus albores, la democracia fue generosa. Hasta en exceso. A partir de ahí, su única tarea pendiente es detener y juzgar a los que matan y extorsionan, sean de ETA o de otra mafia. Ah, que esa banda cuenta con base social. ¿Y? Los asesinos no dejan de ser asesinos por el hecho de que cien mil personas los aplaudan. Más apoyo social tuvieron Stalin y Hitler.

Sobre el comodín del franquismo como causa de ETA, se construyeron en la izquierda mitos exculpatorios del terror que, a la postre, inculpan a la democracia por no haber sido capaz de integrar a los del tiro en la nuca. No hemos hecho esfuerzos suficientes, hay que hacer más por conseguir la conversión de los descarriados. Estamos ante la parábola del hijo pródigo, como escribe Ruiz Soroa en un artículo a enmarcar, donde señala que lejos de estar incompleta porque "falten algunos", la democracia "se siente cualitativamente superior precisamente porque les excluye". Y si hay hijos pródigos, que los hay, son los que piensan como Eguiguren.


Libertad Digital - Opinión

Los nervios de Rubalcaba. Por Edurne Uriarte

ENCABEZAMIENTO

La percepción de que el Gobierno quiere dinamitar el Pacto antiterrorista se extendió ayer en el PP. Por el brutal ataque de Rubalcaba en su respuesta a Gil Lázaro, «en el fondo, no les gusta lo que está pasando, que estemos en el principio del fin de ETA». Y por la simultaneidad en el contenido del ataque de Jáuregui, también en el Congreso, y de Eguiguren, en un periódico.

La pregunta es por qué. Por qué el Gobierno querría afrontar su última etapa de lucha antiterrorista sin el PP y con los nacionalistas, como en la negociación. Pues incluso en el supuesto de que pensara en arrogarse todos los méritos de un posible final de ETA, la operación resulta de alto riesgo a nada que uno imagine la presión para la negociación de los objetivos de ETA y el sinnúmero de homenajes a su historia criminal que se dispondrán a hacer los de la nueva Batasuna en el momento en que dispongan de la legalización.


De ahí que parezca más útil la hipótesis explicativa que afecta en exclusiva al propio Rubalcaba, es decir, la del Faisán. Y es que el obstáculo más serio que se opone en estos momentos a su candidatura, más que la propia decisión de Zapatero, es la de la evolución del Faisán. Pues la renuncia de Zapatero puede estar en sus manos con una adecuada presión del partido. Pero el Faisán se ha convertido ya en una investigación fuera de su control, no sólo por la presencia de un juez decidido a investigar sino, sobre todo, por las divisiones sobre la investigación en la propia Policía manifestadas en las últimas horas.

Y si el Faisán sigue avanzando contra Rubalcaba, la única estrategia de defensa que le queda es la de su conversión en una obsesión del PP, fruto de su extremismo y de su incapacidad para aceptar el fin de ETA. Del PP, y de las «televisiones de extrema derecha», un ataque propio de un Rubalcaba nervioso más que fino estratega.


ABC - Opinión

ETA. Todo listo para el enjuague final. Por Pablo Planas

González ha resurgido de esas cloacas como un modelo ético mientras que uno de los ministros del Interior más escrupulosos con la legalidad es tratado como un cenizo al que no conviene la desaparición de ETA.

El proceso ha comenzado y es irreversible. De poco importa el rechazo unánime de las víctimas del terrorismo, expresado por decenas de miles de personas en las calles de Madrid el pasado sábado. Según el Gobierno, Batasuna ha respondido satisfactoriamente a la demanda de una desconexión de su red principal, más aparente que real. Así, ni los socialistas ocultan su satisfacción por los movimientos de fondo que creen detectar en la camarilla política de ETA ni éstos disimulan que su rechazo a la 'violencia' es más teórico que real, un sí pero, que por mor del artificial clima político les permite pasearse por las terminales mediáticas del Gobierno con tesis que equiparan a los terroristas con los servidores del Estado de Derecho, si es que queda alguien en España que se dedique a ese menester.

Para los 'analistas' proetarras, el momento se caracteriza por la propensión del Estado a facilitar el encaje del brazo político del terror. En el frente de los partidos, a la prudencia del PP suman las glosas socialistas, que alcanzan en el caso de Eguiguren cotas delirantes. Es el caso de la grosera distinción que el dirigente socialista practica entre el terrorismo islámico y el vasco, al que distingue con el calificativo de "VIP" en una entrevista concedida a El Correo. "El lunes fue el primer día de la paz en Euskadi" es el titular de esa extensa conversación, una auténtica bofetada a las víctimas, a los miles de vascos condenados al exilio, la extorsión o la muerte y también una muestra de por donde van los tiros, con perdón.


Tampoco el apartado judicial arroja buenas noticias para quienes aspiran a una paz sin adjetivos y a una libertad plena. Más allá de que la instrucción del chivatazo parezca encaminada a diluir las responsabilidades reales de semejante escarnio, casualmente el Supremo decide suspender la condena a Otegui por enaltecimiento del terrorismo 24 horas después del esperpento batasuno. La resolución se aferra a lo que podría considerarse de manera muy puntillosa un exceso de la juez Murillo (realmente leve tratándose de Arnaldo Otegui) para responder a aquella pregunta del encausado cuando fue detenido. "¿Pero esto, ya lo sabe Conde-Pumpido?", les espetó el preboste batasuno a los policías. Sino el fiscal, alguien parece haberse dado por aludido. ¿Con retraso? Nada en comparación con la dilación judicial que sufren otros asuntos en una justicia de dos velocidades.

El apoyo, por activa, pasiva o retambufa, a la tímida (por decir algo) reorientación batasuna –han pronunciado las palabras ETA y violencia en una misma frase, lo que, al parecer, ha supuesto la ruptura de un tabú en el cerril y autorreferencial mundo borroka- se produce en el vacío más absoluto, sin que haya el más mínimo indicio de arrepentimiento ni mucho menos entrega de las armas, por no hablar del futuro de Navarra y de todas aquellas reivindicaciones irrenunciables de los pistoleros.

En la línea del relativismo moral que practica una parte de la izquierda (lamentablemente la corriente dominante), el proceso se caracteriza también por la agresiva réplica a quienes disienten del fondo y de las formas. Se trata de las andanadas de Felipe González contra Mayor Oreja, cuyo eco ha sido casi similar a la confesión sobre la posibilidad de volar a la cúpula de ETA. Curioso que el ex presidente socialista se debatiera entre volar o no a la cúpula de ETA y no se preguntara de paso quién y cómo le proporcionaba tan suculenta tentación, según su propio relato. Sea como fuere, González ha resurgido de esas cloacas como un modelo ético mientras que uno de los ministros del Interior más escrupulosos con la legalidad es tratado como un cenizo al que no conviene la desaparición de ETA. De no creer.


Libertad Digital - Opinión

Contaminación. Por Ignacio Camacho

Los testaferros de Batasuna se agarran a un rígido discurso ortopédico para que no se les vea el cartón.

EN vísperas de carnaval una densa nube sucia, un manto de smog fotoquímico, vela estos días la transparencia velazqueña del aire de Madrid y reviste su atmósfera con un tinte sombrío. Las partículas de dióxido de nitrógeno envenenan los pulmones de la capital del Estado, manchan la ropa tendida en las azoteas y dificultan la respiración en las empinadas cuestas de la Corte; algunos ciudadanos hipersensibles o simplemente alérgicos han empezado a salir a la calle con mascarillas y desde las autovías periféricas se divisa la capa de humo nocivo como una siniestra boina gris encasquetada sobre el skyline de la ciudad. Bajo este cielo de azul engañoso que esconde compuestos volátiles dañinos, los testaferros de Batasuna se han presentado con los papeles de su partido postizo y un discurso de rigidez ortopédica cuyo hermetismo esconde la voluntad de que no se les vea el cartón. No traen capucha, ni siquiera boina, y enseñan manos limpias a sabiendas de que como no existen radiografías de intenciones será difícil, incluso para la justicia, escudriñarles un alma ennegrecida por años de silencio cómplice con el terrorismo.

Los impostores han repintado escrupulosamente la fachada de su nueva barraca política. Han borrado los síntomas perceptibles de contaminación etarra y el Estado va a tener que hilar muy fino para encontrar componentes tóxicos en esa trama de camuflaje. Otra cuestión es que quiera hacerlo, porque bajo la impecable cautela oficial se adivina en el discurso implícito del entorno socialista una cierta complacencia con la música del nuevo baile de máscaras. Al fin y al cabo es tiempo carnavalesco y en el juego de disfraces siempre ha existido un obvio componente convencional de autoengaño. Lo que oculta la identidad no es el ardid de la careta propia sino el disimulo de la mirada ajena.

Así como al alcalde Gallardón lo acusan los ecologistas de haber rebajado el rasero de vigilancia ambiental, la oposición sospecha que al Gobierno le gustaría ensanchar el margen de tolerancia antiterrorista y no vería con malos ojos que los tribunales rechazasen indicios contaminantes en ese Sortu que se presenta con retórica fascistoide de amaneceres dorados, aprovechando la tregua de ETA como el smogse beneficia de la aparente bondad de los anticiclones. El Supremo va a tener que analizar la solicitud de registro con un medidor de partículas. Si no está bien afinado se pueden colar sustancias cancerígenas en el organismo de la democracia, que es ultravulnerable a cualquier grado de polución invisible.

El ambiente capitalino está cargado por el estancamiento y la humareda, una neblina insana que quizá puedan despejar las lluvias de febrero. Pero nada contamina más la atmósfera madrileña que el venenoso, fratricida, tramposo pulso de la política.


ABC - Opinión

La doble vara de medir el "machismo" parlamentario

Lo más curioso de todo, sin embargo, es que esta doble vara de medir parecen tenerla asumida los propios representantes del PP, vista su falta de reflejos al no sacarla a relucir.

Los lectores recordarán cómo el día del debate de los Presupuestos Generales del Estado celebrado en 2009, en el que Elena Salgado se estrenaba como ministra de Economía, Rajoy centró su estrategia parlamentaria en dirigirse exclusivamente al presidente Zapatero para responsabilizarle a él, y sólo a él, de la desastrosa política económica de su gobierno.

No pudiendo refutar ninguna de las acusaciones del líder de la oposición, tanto el Gobierno como el PSOE protagonizaron una protesta circense en el que calificaron la, como mucho, falta de cortesía parlamentaria del líder de la oposición en una muestra del más intolerable y casposo de los machismos. Salgado llegó a afirmar que "Rajoy no ha querido debatir conmigo y me ha faltado al respeto. Más bien lo que sentí fue de repente retroceder 50, 70 u 80 años en este país. Los atavismos, entiendo que haya personas que les resulte difícil desprenderse de ellos. Estas cosas pasan en la derecha".


Este miércoles se ha producido en el Congreso una escena parecida, sólo que esta vez ha sido la portavoz del PP Soraya Sáenz de Santamaría quien ha dirigido una pregunta al vicepresidente Rubalcaba y éste quien la ha ninguneado dirigiendo su respuesta a Rajoy. Aunque este ninguneo de la portavoz del PP no sea lo peor de la patética respuesta de Rubalcaba, no deja de ser una clamorosa muestra de la doble vara de medir el "machismo" que aplican los socialistas. Lo más curioso de todo, sin embargo, es que esta doble vara de medir parecen tenerla asumida los propios representantes del PP, vista su falta de reflejos al no sacarla a relucir.

Hay quien considera, como el cineasta Fernando Trueba, que todas las dictaduras, por el hecho de ser sojuzgadoras, son todas ellas de derechas. Para el Gobierno y el PSOE parecería que toda muestra de machismo –ya sea real o inventado, como en estos casos– lo es únicamente si proviene de la derecha. Esperemos que la próxima vez los representantes de la derecha nos den muestras de que no son de esa misma opinión.


Libertad Digital - Editorial

Bandazos con el déficit público

Zapatero vive al día, y lo mismo se abraza a la política de restricciones que impone Merkel que retorna al gasto público incontrolado.

SI en algún momento Rodríguez Zapatero se pregunta por qué los ciudadanos ya no se fían de él y los mercados y gobiernos europeos tienen a España por un factor amenazante para la recuperación económica, puede buscar la respuesta en las reacciones que ha provocado su decisión de premiar al Ejecutivo nacionalista de Cataluña con una singular autorización para refinanciar su enorme deuda pública. Como era previsible, en pocas horas tras el anuncio del acuerdo entre Zapatero y Artur Mas, otros gobiernos autonómicos, y hasta el alcalde de Madrid, demostraron que la situación no está para más hechos diferenciales ni tratamientos privilegiados. Ante la marea de críticas que se le venía encima, Zapatero ha optado por ahorrarse problemas internos y autorizar de manera general la refinanciación de las Comunidades Autónomas. El Gobierno socialista elimina de un plumazo una de las medidas principales con las que quería demostrar su compromiso con la austeridad y el control del gasto público. La prohibición de nuevos endeudamientos estaba asfixiando las economías autonómicas y locales, pero al menos tenía un objetivo concreto y coherente con la gravedad de la situación. De pronto, Zapatero antepone la necesidad de contar con el apoyo de CiU al mantenimiento de una política económica de crisis en materia de gasto público. Es decir, vuelve a dar prioridad a su estabilidad política frente a la responsabilidad que le incumbe como gobernante.

El resultado de esta improvisada rectificación es el de siempre: aumenta el descrédito de España ante los socios europeos y agrava los efectos más perniciosos de la organización autonómica del Estado. Ahora, el Gobierno tiene que abordar la segunda parte de este craso error y debe decir qué repercusión va a tener su enésima prueba de ineptitud gestora en el déficit. De hecho, la estructura de gasto de estas administraciones sigue, salvo excepciones, intacta, amarrada a empresas públicas, personal designado a dedo, representaciones inefables en el exterior y medios públicos de comunicación perfectamente reducibles. Pero Zapatero ha decidido vivir al día y lo mismo se abraza a la política de restricciones que le impone Merkel que vuelve por los fueros del gasto público incontrolado para asegurarse los apoyos políticos necesarios. Siempre tendrá a mano un pensionista, un funcionario o un trabajador que acabe pagando sus facturas.

ABC - Editorial