miércoles, 21 de julio de 2010

El escorpión y los etarras. Por M. Martín Ferrand

Los etarras arrepentidos que regresan a sus pueblos vuelven, al tiempo, al escenario de sus crímenes.

HAY una franja de asuntos políticos, casi siempre próximos a las competencias de Interior, en la que entran en conflicto el derecho de los ciudadanos a la información, a saber lo que pasa y nos afecta, y el deber que algunos altos cargos del Estado tienen de obrar con prudencia y sigilo. Es el caso de la política consensuada entre el PSOE y el PP —entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Federico Trillo— para aliviar la situación carcelaria de los etarras que, desobedientes a la organización asesina a la que pertenecen, muestren arrepentimiento y digan proponerse un futuro cívico de integración democrática y hábitos civilizados.

José Luis Rodríguez Zapatero, de quien se puede dudar de su talento, pero no de su constancia, siempre tuvo en la cabeza la inscripción de su nombre en los anales de la Historia por ser el líder capaz de terminar con ETA y cerrar un capítulo especialmente doloroso y dominante en nuestra convivencia a lo largo del último medio siglo. Sigue en ello y puede defender su actitud con los antecedentes que, con mayor o menor intensidad y confianza, le proporcionan las iniciativas emprendidas al respecto por todos los jefes de Gobierno que hemos conocido desde el arranque de la Transición e, incluso, en los últimos tiempos de Francisco Franco.

El asunto es delicado y no podría justificarse por la nobleza del fin que se pretende cualquier método que pueda llevar hasta él; pero, aun entendiendo que la actitud de los responsables debe circular entre la moralidad y la legalidad, surgen problemas prácticos de fácil comprensión y difícil solución. Los etarras arrepentidos que regresan a sus pueblos y sus casas y reclaman los gestos de la cotidianidad vuelven, al tiempo, al escenario de sus crímenes. ¿Cuáles pueden ser, al encontrárselos, los sentimientos y las reacciones de quienes, no hace mucho tiempo, fueron sus víctimas? La misma autoridad que, en su día, no pudo defender y preservar la vida y los intereses de las víctimas es la que ahora facilita la recuperación ciudadana de los victimarios.

La situación es compleja y, salvo por lo que respecta a las filtraciones periodísticas acostumbradas y siempre unidireccionales, debe celebrarse la discreta actitud de Rubalcaba y sus interlocutores en el PP. Ojalá pueda aplicárseles una vieja anécdota peliculera. Cuando rodaba Centauros del desierto, alarmado por la noticia de que un escorpión había picado a John Ford, Merlan Cooper, el productor del filme, llamó a John Wayne para interesarse por la situación del mítico y genial director. Ford está bien, le dijo Wayne, el que ha muerto es el escorpión.


ABC - Opinión

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