Hasta las postrimerías de su mandato, de hecho hasta su último día en el cargo, Alvaro Uribe ha hecho honor a su prestigio bien ganado como el político que ha tenido siempre como objetivo prioritario devolver la dignidad al castigado pueblo colombiano.
Juan Manuel Santos es ya Presidente de la República de Colombia. Alvaro Uribe, con seguridad el mejor gobernante de Hispanoamérica en las últimas décadas, le ha cedido el testigo con la seguridad de que el nuevo mandatario comparte con él los principios innegociables que exige un país sometido a la amenaza terrorista de las FARC, el grupo más activo del continente gracias a la financiación y otras ayudas recibidas de regímenes totalitarios como Cuba y, especialmente, la Venezuela de Chávez.
Hasta las postrimerías de su mandato, de hecho hasta su último día en el cargo, Alvaro Uribe ha hecho honor a su prestigio bien ganado como el político que ha tenido siempre como objetivo prioritario devolver la dignidad al castigado pueblo colombiano, azotado por décadas de terrorismo marxista, ante el que sus sucesores se confesaron derrotados con iniciativas que sólo debilitaron al Estado de Derecho y sus Fuerzas Armadas frente a un ejército irregular de asesinos totalitarios.
Hasta las postrimerías de su mandato, de hecho hasta su último día en el cargo, Alvaro Uribe ha hecho honor a su prestigio bien ganado como el político que ha tenido siempre como objetivo prioritario devolver la dignidad al castigado pueblo colombiano, azotado por décadas de terrorismo marxista, ante el que sus sucesores se confesaron derrotados con iniciativas que sólo debilitaron al Estado de Derecho y sus Fuerzas Armadas frente a un ejército irregular de asesinos totalitarios.
Uribe deja su mandato no sin antes presentar varias demandas en distintas cortes internacionales contra el régimen de Hugo Chávez, cuyos vínculos con las FARC han quedado sobradamente documentados en los informes que acompañan las reclamaciones presentadas por la república de Colombia. Si el tirano de Caracas pensaba que la retirada de Uribe iba a proporcionarle un respiro en su abochornante imagen internacional, ahora ya sabe que tendrá que hacer frente a las acusaciones fundadas que los tribunales competentes van a formular en su contra. De un alocado socialista como Chávez no cabe esperar el menor acto de contrición, pero al menos estará obligado a dar la cara ante la justicia internacional para responder de sus mentiras y explicar por qué y en nombre de quién, un país soberano financia y da cobijo a una organización terrorista reconocida como tal por todos los organismos del mundo civilizado.
En el último mensaje a sus compatriotas, y tras pedir la colaboración de todos con el nuevo Gobierno, la policía y las Fuerzas Armadas, el ya ex presidente Uribe afirmó que "las buenas semillas las han sembrado las Fuerzas Armadas y mis colaboradores, los errores son míos", al tiempo que pidió "perdón a la nación entera por los errores cometidos y por lo que no se hubiera podido hacer".
Uribe, como cualquier ser humano, ha cometido errores a lo largo de sus ocho años de ejercicio del poder, pero si en algo no ha errado ha sido en la firmeza desplegada para acabar de raíz con el grupo terrorista que amenaza desde hace décadas la seguridad y la libertad de su pueblo. No es extraño que, a diferencia de lo que es usual en un político, termine su mandato con unas cifras de apoyo popular que ya quisieran muchos otros gobernantes en el ecuador de sus mandatos. Y es que, en contra de la basura esparcida por los chavistas de todo pelaje, la libertad sigue concitando adhesiones. También en Hispanoamérica.
En el último mensaje a sus compatriotas, y tras pedir la colaboración de todos con el nuevo Gobierno, la policía y las Fuerzas Armadas, el ya ex presidente Uribe afirmó que "las buenas semillas las han sembrado las Fuerzas Armadas y mis colaboradores, los errores son míos", al tiempo que pidió "perdón a la nación entera por los errores cometidos y por lo que no se hubiera podido hacer".
Uribe, como cualquier ser humano, ha cometido errores a lo largo de sus ocho años de ejercicio del poder, pero si en algo no ha errado ha sido en la firmeza desplegada para acabar de raíz con el grupo terrorista que amenaza desde hace décadas la seguridad y la libertad de su pueblo. No es extraño que, a diferencia de lo que es usual en un político, termine su mandato con unas cifras de apoyo popular que ya quisieran muchos otros gobernantes en el ecuador de sus mandatos. Y es que, en contra de la basura esparcida por los chavistas de todo pelaje, la libertad sigue concitando adhesiones. También en Hispanoamérica.
Libertad Digital - Editorial
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