domingo, 8 de agosto de 2010

Sainete madrileño. Por José María Carrascal

Zapatero ha armado un buen lío en Madrid, del que veremos cómo sale. Porque no puede echar la culpa al PP.

SUELE definirse a Zapatero como el hombre que crea problemas para intentar después resolverlos. Pocas veces habrá estado más en ese papel como en el sainete de la candidatura a la presidencia de la Comunidad madrileña que estamos presenciando. Porque fue él quien creó el jaleo, al preferir a Trinidad Jiménez sobre Tomás Gómez, que lleva años dando el callo al frente de la oposición socialista en la Comunidad. Nada de extraño su gran predicamento entre sus compañeros, que desconfían de Trinidad, por dejarles plantados tras perder las últimas elecciones municipales. Pero el presidente, fiándose de unas encuestas que nadie ha visto, ha decidido que la candidata debe ser su ministra de Sanidad e incluso citó a Gómez en la Moncloa, para «torcerle el brazo», como llaman los anglosajones a obligar a alguien a hacer lo que no quiere. Al correr la voz, tuvo que anular la entrevista, hasta que Gómez «esté maduro», según fuentes gubernamentales. Esto es, hasta que los pesos pesados socialistas le convenzan de la retirada. Bonita manera de practicar la democracia, pero es la que se estila en los partidos políticos españoles: los candidatos los eligen los gerifaltes, no los afiliados. Está por ver si Gómez resiste las presiones a las que va a ser sometido, pero queda ya claro que las bases cuentan muy poco en el PSOE. Como en el PP, dicho sea de paso.

Aunque más claro aún queda el perfil de Zapatero como gobernante voluble, epitélico, desleal con los demás, convencido de sí mismo, que lo fía todo a la intuición y no reconoce equivocaciones, lo que le lleva a dedicar la mayor parte del tiempo a intentar reparar los errores cometidos y a mentir sin parar. Le ocurrió con la negociación con ETA, con el Estatuto catalán y con la crisis económica, que se negó a admitir. Ahora ha armado un buen lío en Madrid, del que veremos cómo sale. Porque no puede echar la culpa al PP. Aunque es capaz.

Lo más chusco de todo es que ni Tomás Gómez ni Trinidad Jiménez tienen muchas posibilidades frente a una Esperanza Aguirre, con críticos dentro de la Comunidad, pero también con amplio apoyo entre los madrileños por su casticismo. Ante tales perspectivas, cabe preguntarse cómo se ha metido este hombre en tal jaleo, metiendo de paso al partido. ¿Es que quiere hacer un favor a Trinidad Jíménez o es que quiere mandarla al degolladero, por causas que desconocemos? ¿Le cae tan mal Tomás Gómez, un hombre gris, trabajador y de palabra, esto es, lo contrario que él, o quiere convertirlo en un mártir, en un héroe, para ver si a la próxima va la vencida? Con los Maquiavelos de León nunca se sabe. Aunque tampoco nos extrañaría que no lo supiese él mismo.


ABC - Opinión

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Trinidad Jiménez Villarejo