miércoles, 18 de agosto de 2010

Gastroenteritis. Por Alfonso Ussía

No puedo remediarlo. He usado todo tipo de excusas para cancelar compromisos perezosos adquiridos con excesiva anterioridad. La mejor de todas, sin duda alguna, es la imprevista dolencia de una gastroenteritis. Una cosa así no se discute, y menos aún, se pone en duda. Cuando un hombre, con la voz entrecortada por el desasosiego, anuncia por teléfono que sufre de una sobrevenida y nada agradable gastroenteritis, el interlocutor y organizador del acto cancelado acepta inmediatamente la justificación. Sí, padecí una gastroenteritis, una correntía tan verdadera como inoportuna. Don Camilo cumplía ochenta años y no tuve fuerzas para presentarme en estado tan débil y mortificante. Le llamé y se lo dije. A los pocos días, recibí un tarjetón lamentando mi ausencia: «Guadalajara, 19 de mayo de 1996. Muy querido Alfonso: No somos nadie. ¡Y pensar que una cagalera te apartó de mi felicidad compartida por doscientos amigos! Mil gracias por tu recuerdo de los viejos tiempos, y por tu felicitación por la generosidad del Rey para conmigo; cuando me lo dijo, me quedé sin respiración. Ahora salgo para Galicia, pero a mi vuelta te dejaré en el Miguel Ángel los recuerdos que teníamos preparados para Pili y para ti. Para los dos, un abrazo muy fuerte de vuestro Camilo José». Unos meses más tarde, cenando en su casa con los Mingote, los Campmany y los Umbral, y amenazado por un compromiso que le daba mucha pereza cumplir le ordenó a Marina, su mujer. «Marina, mañana llamas a ese pelmazo y le dices que tengo gastroenteritis». «Alfonso la tenía cuando tu cumpleaños y tú no tienes nada», le replicó Marina. «Pero queda muy bien», sentenció Camilo, muy feliz con su falsa colitis.

Todo este preámbulo tiene un objetivo. Ofrecerle modelos de excusas a Zapatero para cancelar sus citas. El tío las cancela así como así, sin dar explicaciones. La buena educación exige siempre una justificación, aunque ésta pertenezca al ámbito de la mentira. Días atrás le dio plantón a Gómez y ayer fueron los grandes constructores los plantados. Le ofrezco una relación de excusas. «Tengo que acompañar a mis hijas a comprar ropa porque no me fío de su gusto». «Me he tenido que ir a Marbella a pagar el pufo que han dejado los Obama». «Estoy buscando a Moratinos». Y la mejor: «Ayer comí salpicón de mariscos y tengo gastroenteritis».

No conozco a nadie que viva tan alejado de su agenda como Rodríguez Zapatero. Vale menos una cita de Zapatero que una gestión de Valdano. Creo que ya no existen, pero a don José Luis le vendrían muy bien las «Luxindex», unas agendas que tenían muchas separaciones con cartulinas plastificadas de todos los colores con las que era imposible equivocarse. Tuve que dejar de usarlas por efectivas. Claro, que no es lo mismo la dejadez y aparente descortesía de un humilde escritor que la de un Presidente del Gobierno. Y también entiendo lo de la gastroenteritis. Que un individuo cualquiera padezca esa eventual porquería no es igual a que la sufra un genio de la política internacional y planetaria. La gente, que es malísima, se reiría de él. Pero algo tendrá que hacer para no adquirir fama de mal queda. Plantar a Florentino, Rivero, Entrecanales y compañía no está bien visto cuando son ellos los que están financiando las obras públicas. Agenda, Zapatero, agenda. Y una última recomendación. En la hoja correspondiente al 20 de agosto, escriba «Melilla». Y cámbiese el reloj de muñeca para recordar lo que quiere decir «Melilla». Que actúe de una puñetera vez, que parece marroquí.


La Razón - Opinión

0 comentarios: