jueves, 15 de julio de 2010

Zapatero y Rajoy, más de lo mismo en el debate de ayer. Por Antonio Casado

El tiempo dirá si Mariano Rajoy acertó en su arriesgada apuesta en el debate sobre el estado de la Nación. A la confrontación por la confrontación. Palo sin zanahoria cuando todavía queda tanto partido por jugar. Se le puede volver en contra si se comparan sus intervenciones con las de otros portavoces. Durán i Lleida, por ejemplo, cuyo cruce con el presidente del Gobierno fue un modelo de esgrima parlamentaria.

En su particular cuerpo a cuerpo con Rodríguez Zapatero, el líder del PP optó por la bronca y renunció a los contenidos. Se limitó a machacar el mismo clavo de siempre: Zapatero es un perfecto inútil, que improvisa, miente y no inspira confianza a nadie. Así que lo mejor que puede hacer es convocar ya elecciones anticipadas. Porque “su tiempo se ha agotado” y porque “conviene al país y no al PP”.

Tampoco el presidente del Gobierno fue muy original en su réplica. Con su discurso inicial, a mediodía, había tratado de explicar con mejor o peor fortuna su gestión y, en particular, el por qué de sus decisiones en materia económica. Cierto, pero por la tarde, en su cruce con el líder del principal partido de la oposición, no fue mucho más allá de su recurrente crítica al empeño del PP en capitalizar los males del país sin presentar una alternativa. La misma pedrada de siempre: Rajoy no mira por los intereses de España sino por los de su partido.


Hubo que esperar el posterior cruce de Zapatero con el portavoz de Convergencia i Unió (CiU), Duran i Lleida, para comparar argumentos, bien fundamentados, a favor o en contra de las medidas que el Gobierno toma o que deja de tomar en relación con la crisis económica. Durísimo en el fondo pero sosegado en las formas. A diferencia de lo ocurrido minutos antes con Rajoy, que había sido intenso, por la agresividad desplegada, pero plano desde el punto de vista argumental.

Zapatero aprovechó su debate con Durán para hacer una declaración de amor a Cataluña y expresar eterno agradecimiento a Josu Erkoreka (PNV) por haber salvado los Presupuestos Generales del Estado de este año. Se esperaban guiños a CiU (10 escaños) y al PNV (6 escaños), como eventuales costaleros parlamentarios del Gobierno para el último tramo de la Legislatura. Pero lo que vimos y escuchamos ayer fueron verdaderos ritos de apareamiento. Desde poner a los nacionalistas como ejemplos de “patriotas”, por su sentido de la responsabilidad (han salvado a Zapatero en votaciones decisivas), hasta declararse admirador de la identidad catalana: “Seré sensible a sus demandas”, dijo. O comprometerse a apoyar su voluntad de autogobierno.

Y tanto. Como que insistió en su propósito de concertar con la Generalitat una revisión de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. Sabedor de que esa actitud proyecta la sospecha del desacato en algunos sectores de la opinión pública, se comprometió a acatar, cumplir y hacer cumplir la sentencia. Pero perdió la ocasión de desautorizar a su compañero de partido y presidente de la Generalitat, José Montilla, que ha hecho explícita su insumisión al declarar, entre otras cosas, que no tiene por qué legislar en sintonía con la mencionada sentencia.


El Confidencial - Opinión

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