Zapatero no se va. Se defenderá clamando contra todos los «traidores» que no le ayudan y no le creen.
RESIGNÉMONOS, españoles, no hay nada que hacer. El debate sobre el estado de la Nación en el Congreso de los Diputados nunca ha sido un debate de especial gran nivel. Pero todo es susceptible de empeorar en la triunfal era de Rodríguez Zapatero. La economía se hunde, los socios europeos nos huyen y temen, nadie se fía de nosotros, nuestras instituciones se combaten entre sí y afloran las hostilidades por doquier. ¿Por qué iba a mejorar precisamente este año el nivel del debate anual, el estado de la Nación? Por eso ayer tuvimos a un Zapatero que se fue fiel en todo momento. Pudimos ver a un jefe de la oposición más inspirado y contundente que de costumbre. Debe de haber llegado incluso a Génova el rumor de que la gente en la calle no solo está angustiada. Está enfadada y asustada. También está harta de ver cómo este espectáculo de palabrería no conduce a nada que repercuta para bien en su situación, en su ánimo y su economía doméstica. La oposición hace bien en tomarse en serio el riesgo de que la palabrería de la Cámara nos deje tan exhaustos a los españoles que acabemos confundiendo las distintas palabras que se cruzan en el hemiciclo. Y que el hastío que producen ya las letanías vacías del presidente del Gobierno acaben afectando también a una oposición a la que su líder ha impuesto un ritmo quizá muy gallego, pero que impacienta a sus posibles votantes.
Que Rajoy fue ayer superior en poder de convicción, credibilidad y presencia es cierto. Pero tal constatación no supone que pueda ponerse a tirar cohetes. Porque la sociedad española está hoy igual que ayer por la mañana. Que el líder de la oposición nos recuerde que el presidente del Gobierno es un incompetente y mentiroso compulsivo, para quien la palabra no tiene valor alguno, es algo que ya no es original —por cierto que sea—. Sí dio el jefe de la oposición en el clave en el pasaje de su primera intervención en la que, escuetamente, compara la situación de hoy con la existente hace un año, cuando se celebrada el anterior debate. En esos datos pueden condensarse todos los fracasos, las falacias y la impotencia de este Gobierno, dirigido por quien parece un adolescente turbado y expulsado de su espejado mundo de juguete. Se ha descompuesto Zapatero con las intervenciones de su rival y, al subir a la tribuna a responder a Rajoy, era un hombre desencajado. Cuando más tarde ha querido recurrir al humor ha resultado más patético aún. Zapatero debiera saber que una cosa es que se hagan chistes de él y otra, ser chistoso. Resumiendo, Zapatero no se va. Agotará la legislatura, nadie sabe para qué. Se defenderá clamando contra todos los «traidores» que no le ayudan y no le creen. Y como los traidores somos cada vez más, veremos qué instrumentos se le ocurren al Timonel y a Ferraz para convencernos.
ABC - Opinión
0 comentarios:
Publicar un comentario