miércoles, 3 de marzo de 2010

Ahora toca rehabilitar. Por M. Martín Ferrand

ZAPATERO y su Gobierno -Dios los cría y ellos se juntan- han apostado por la rehabilitación de edificios y fachadas como sistema que remedie el paro y reavive la llama de la economía nacional. Elena Salgado, pensadora de guardia e inasequible al desaliento, ha puntualizado al respecto que «rehabilitar es apostar por la construcción sostenible». Es decir, vuelve el ladrillo por donde solía. Magias fiscales aparte, esa es, junto con los créditos que el ICO pueda conceder directamente a las pymes que los demanden -un suponer-, la nuez del proyecto que el Gobierno someterá a los partidos políticos entre los que, más que ayuda, busca complicidad y disimulo para sus errores pasados y empecinamientos presentes.

La idea de restaurar España no sería mala si no se quedara en revocaduras y enjalbiegos; pero no parece que ese sea el sentido de la propuesta de Salgado y su contradictorio equipo vicepresidencial y hacendístico. Volveremos a ser un país en obras, cuajado de andamios, en el que, según calculan, se crearán 350.000 empleos.


Dada su naturaleza, de corta duración: mucho emigrante y poco músculo local. Previsiblemente, a cargo de las distintas administraciones públicas, las únicas que disponen de fondos y posibilidades económicas además de ser propietarias del incontable número de edificios en el que se alojan, durante su jornada (?) de trabajo (!), los tres millones largos, muy largos, de funcionarios capaces de convertir en corto, muy corto, cualquier Presupuesto. ¿Es eso compatible con el «irrenunciable objetivo» -Salgado dixit- de reducir el déficit al tres por ciento?

Lo del ICO, barra libre crediticia para emprendedores pequeños y medianos, también está muy bien. Habrá que ver cómo se instrumenta y, si pretendemos la coherencia, poner en revisión nuestro sistema financiero. Si resulta que la mitad del sistema, las Cajas, están de mírame y no me toques, y la otra mitad, los Bancos, son incapaces de atender la demanda de sus clientes naturales, ¿podemos seguir hablando con propiedad de salud financiera y eficiencia bancaria de que tanto presume Salgado? Esa «nacionalización del crédito» -tan aparente, tan desprendida- conlleva riesgos ilimitados que pueden acarrear efectos dinamitadores de nuestra ya empobrecida realidad empresarial y de su aneja anorexia laboral; pero nadie está obligado a dar lo que no tiene y este Gobierno, pobrecito, está exhausto.


ABC - Opinión

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