martes, 19 de julio de 2011

Rajoy y Rubalcaba, Gürtel y Faisán, odiosas comparaciones. Por Antonio Casado

Odiosas comparaciones y estúpido intercambio de pedradas entre los trajes de Gürtel y el chivatazo del Faisán. Nada que ver en lo judicial. Sin embargo, admito que la derivada política puede ser relevante en el juego de los contrapesos. De una conducta supuestamente delictiva siempre se deducen responsabilidades políticas. Se deben deducir. Por acción o por omisión. Así son las cosas en democracia. Y es evidente que aquí estamos ante dos tipos de conductas igualmente delictivas en su consabido grado de presunción.

Por cierto, las comparaciones sólo son odiosas para quien sale perdiendo. Decidan ustedes. Entre la conducta de los tres procesados (Hidalgo, Pamiés y Ballesteros) que acertada o equivocadamente estaban trabajando para el Estado y los cuatro procesados (Camps, Campos, Costa y Betoret) que cobraban en especie los favores que le hacían a la franquicia valenciana de Gürtel.


Ya entraremos en las diferencias del tipo delictivo aplicado a uno y otro caso. Hoy me limito a comentar la derivada política. Un caso de corrupción cosido al tejido orgánico e institucional del PP y una mala práctica en la política antiterrorista cosida al tejido orgánico e institucional del PSOE. Es de manual exigir responsabilidades a los jefes políticos de los procesados. ¿Hasta qué punto? Según el PP, hasta la inhabilitación de Rubalcaba como candidato socialista a la Moncloa. Es tanto como pedir la de Mariano Rajoy como candidato del PP a la Moncloa.
«Ni Rajoy ni Rubalcaba se van a sentir políticamente culpables por acción o por omisión de que funcionarios o militantes del escalafón no se comporten como deben.»
Según se desprende de la propia lógica del PP al pedir la inhabilitación de Rubalcaba (Soraya Sáenz de Santamaría dixit), no es Mariano Rajoy menos responsable político de las conductas de los procesados del Gürtel, acreditados dirigentes regionales de su partido, que Pérez Rubalcaba de las conductas de los procesados del Faisán, que eran sus subordinados políticos o policiales cuando se produjo el famoso chivatazo.

¿Se imaginan que se impusiera esa lógica hasta el punto de dejar inhabilitados a los dos aspirantes a la Presidencia del Gobierno ahora que ya están hechos los carteles? Que no cunda el pánico. Nada de eso va a ocurrir. Ninguno de los dos va a tirar la toalla. Ninguno de los dos se va a sentir políticamente culpable, por acción o por omisión, de que funcionarios o militantes del escalafón que ambos encabezan se comportasen como no debían. Y, dicho sea de paso, no ha sido más entusiasta la defensa que Rubalcaba ha hecho de los procesados del Faisán que la que ha hecho Rajoy de los procesados del Gürtel.

Más difícil lo tiene Camps, siempre dentro del terreno político, que es a lo que se dedica el presidente valenciano. Lo de inhabilitar a Rajoy y Rubalcaba, como dirigentes, estaría en los usos y costumbres de una democracia sana y transparente, en la mente del respectivo adversario, en los procesos de intención, en las estrategias de partido, en el caldo de cerebro de los analistas. Vale. Pero lo de Camps está en un auto de procesamiento con apertura de juicio oral. Dice la alcaldesa de Valencia y compañera de partido, Rita Barberá, que sufre mucho desde que conoció la noticia. No me extraña. Curados de espanto como estamos, tampoco me extrañaría que afrontase el juicio con jurado, previsto para el otoño, en base al reciente respaldo de los valencianos en las urnas. Como si las urnas borrasen los indicios del presunto delito cometido por Camps, Campos, Costa y Betoret.


El Confidencial - Opinión

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