viernes, 10 de junio de 2011

Pepinos, pepinazos y cebolletas. Por Alfonso Ussía

La injusta y caprichosa pepinada nibelunga ha costado a nuestros agricultores cuatrocientos millones de euros. El Gobierno no ha hecho prácticamente nada. La ministra Aguilar es muy simpática y cuenta con el apoyo de muchos periodistas, pero ha conseguido una limosna a cambio del daño irreparable que ha experimentado nuestra agricultura. El presidente del Gobierno está reunido y Rubalcaba haciéndose llamar «Alfredo». La OTAN ha manifestado a España su desconcierto por la escasa participación de nuestros destacamentos en Libia. Trinidad Jiménez ha sido agasajada por los llamados «rebeldes», y ha correspondido al agasajo calificándolos de «solventes». Extraña calificación. Simultáneamente, la ministra de Defensa, Carme Chacón, ha respondido a la OTAN que España no va a participar en los bombardeos contra las fuerzas de Gadafi. ¿Para qué hemos enviado nuestras tropas a Libia si no van a intervenir? Cuatro cazabombarderos, dos aviones de reabastecimiento, dos fragatas y un avión de vigilancia tocándose sus respectivos bolos. Carísima y absurda expedición. Las naciones occidentales que han enviado sus tropas a luchar contra el tirano no terminan de comprender que España las haya acompañado en el desplazamiento pero no en las actividades. El presidente del Gobierno está reunido y el vicepresidente quiere que le llamen «Alfredo».

Los indignados de Sol se plantaron a las puertas del Congreso. Gritaban que los diputados no los representan. A mí sí. Ellos son los que no representan a nadie. Si quieren entrar en el Congreso, nadie les impide presentarse a unas elecciones. Se reúnen, consiguen alcanzar alguna idea, forman un partido, y puede que consigan un par de escaños. Para entrar en el Congreso hay que ganárselo. Al ideólogo se le conoce como el «Abuelo Cebolleta». Agarra el micrófono y no lo suelta. Presenten a las elecciones al «Abuelo Cebolleta» que, por lo que dice, tiene que estar muy preparado. Resulta desconcertante la simpatía que han despertado en muchos comunicadores estos chicos, y no tan chicos, desnortados. Han sido abandonados por una buena parte de sus compañeros del 15 de mayo. Nadie puede decir ahora que no conforman una corriente política monocolor. Del color de las amapolas, que en estos días se abren a millones en nuestros campos. Les faltaba el líder y lo han encontrado en el «Abuelo Cebolleta», que parece recién extraído de la primera década del siglo XX. Nos dan pepinazos con nuestros pepinos. Mandamos tropas a miles de kilómetros para que no suelten los reglamentarios pepinazos a las tropas de Gadafi. Y en el Congreso de los Diputados, quienes sólo se representan a sí mismos, animados por los cultos y desapasionados mítines del «Abuelo Cebolleta», los llamados indignados en trance de convertirse en indignaditos intentan asaltar la sede de la soberanía nacional sin que Rubalcaba, el que quiere ser llamado «Alfredo», mueva un dedo para poner la ley y el orden en sus respectivos sitios. Claro, que Zapatero sigue reunido y en España se confirma que no tenemos Gobierno.Ni para los pepinos, ni para los pepinazos, ni para los cebolletas, ni –lo que es peor– para los españoles.

La Razón - Opinión

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