viernes, 10 de junio de 2011

Convenios colectivos: guiño del Gobierno a sus votantes. Por Antonio Casado

Hoy sale del Consejo de Ministros la norma reguladora de la contratación colectiva (convenios colectivos), cabo suelto de la reforma del mercado laboral. Como las urnas azules del 22-M aconsejaron a las grandes empresas esperar un nuevo amanecer político, más favorable a sus tesis, la CEOE se cargó el diálogo con las centrales sindicales y la pelota quedó a los pies de un Gobierno de izquierdas en deuda con sus decepcionados votantes. Esa es la clave.

Primero será una decisión de Moncloa camino del BOE pero luego se tramitará como ley. De modo que finalmente será una decisión del Parlamento. Es importante precisarlo en relación con la polémica de si, rotas las negociaciones entre los agentes sociales, la normativa plasmará una intención política de favorecer o perjudicar más a una de las partes. Lo ideal es que favorezca a las dos. Es decir, que sirva para crear puestos de trabajo, lo cual nos favorece a todos porque conviene a la causa de la recuperación nacional. Y lo demás son “puñetas”, como dice el viejo refrán.


Malas noticias por ese lado. Con los dos motores del crecimiento de la economía, la inversión y el consumo, funcionando muy por debajo de lo que se consideran umbrales mínimos para la creación de puestos de trabajo, tanto da que ganen las tesis de la patronal o las de los sindicatos en materia de absentismo, vigencia de los convenios, movilidad funcional, arbitraje, etc. Si las perspectivas del crecimiento no dan para ir rebajando las dramáticas cifras del paro en nuestro país, lo mismo da que da lo mismo.
«La cuerda se rompe siempre por la parte más débil y es lógico que un Gobierno de izquierdas en deuda con su electorado haga un guiño a sus desalentados votantes.»
Ni la posición de los sindicatos ni la de los empresarios plasmada en una determinada regulación de la contratación colectiva crea puestos de trabajo como no los creó la reforma laboral de hace un año. Entonces se mejoró la flexibilidad y se abarató el despido. Entre otras cosas, con el objetivo de facilitar la contratación en general y la fija en particular. Bueno, pues no solo hay más paro que hace un año sino que los contratos temporales han seguido aumentando y los fijos han seguido disminuyendo. Sin embargo, tanto aquella reforma laboral, calificada por la entonces vicepresidenta, Fernández de la Vega, como “la más importante de los últimos veinte años”, como la que hoy va a fletar el Consejo de Ministros, en su derivada sobre convenios colectivos, tienden inercialmente a crear las condiciones de un mercado laboral más favorable a las tesis de la patronal que a las de los sindicatos.

No digo yo que la excusa sea mala: facilitar la creación de empleo aunque sea precario y ofrecer alternativas al despido aunque supongan resignación de derechos sociales. La excusa es buena pero la cuerda se rompe siempre por la parte más débil y es lógico que un Gobierno de izquierdas en deuda con su electorado, precisamente por haberse escorado hacia políticas economicistas, encuentre en esta coyuntura la oportunidad de hacer un guiño a sus desalentados votantes.

La pista la dio ayer el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, al decir que el Gobierno no contribuirá a que el fuerte sea más fuerte y el débil sea más débil. Así que nadie debería sorprenderse si el texto que alumbre hoy el Gobierno está más cerca de lo que quieren Toxo y Méndez que de lo que quieren los grandes empresarios que frenaron a Rosell (CEOE) cuando estaba a punto de dar el sí quiero.


El Confidencial - Opinión

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