viernes, 3 de junio de 2011

Medias suelas. Por M. Martín Ferrand

Rubalcaba es una nueva edición, corregida y ampliada, de la que pretende encarnar el todavía presidente.

MUCHOS de los jóvenes lectores que pudieran leer esta columna quizá no entiendan el significado de las palabras que hoy la encabezan. Antes de que, con más alegría que provecho, nos instaláramos en la civilización kleenex, la de usar y tirar, era común tratar de alargar la vida de cuantos objetos, desde el automóvil a los zapatos, integraban el ajuar personal y familiar. Cuando el calzado mostraba la fatiga de su uso prolongado y las suelas comenzaban a transparentarse, el zapatero los apañaba con unas medias suelas, unas láminas de cuero o de goma a la altura de la planta del pie, que, aplicadas sobre las originales, daban prórroga de utilidad. No eran zapatos nuevos, pero íbamos tirando en aquellos tiempos de mayor penuria y menor alegría.

Alfredo Pérez Rubalcaba, de quien José Luis Rodríguez Zapatero afirma que es «el candidato natural» de su partido, trata de vendérsenos como la panacea capaz de remediar todos los males generados —demasiados— por el Gobierno en el que se integra como segundo protagonista. El cántabro, que afirma tener solución para los problemas que, en buena medida, ha creado el equipo del que es lugarteniente, se nos presenta como una opción distinta. Dicho en la terminología que le cuadra al caso, como unos zapatos nuevos. Eso sí que no. La insensata bicefalia en la que se han instalado el PSOE y su Gobierno le aporta, sin menoscabo alguno, la condición de unos zapatos viejos bien repasados por el remendón. Incluso puede reconocérsele sin mucho esfuerzo que, en el peor de los casos, su trabajo y liderazgo serán más intensos y brillantes que los del líder al que, en parte, pretende llegar a sustituir.

Rubalcaba no es, como candidato socialista, una novedad cual podrían serlo otros conmilitones suyos no implicados en la gestión gubernamental del zapaterismo. Es una nueva edición, corregida y ampliada, de la que, hasta dentro de un año, pretende encarnar el todavía presidente y, en principio, secretario general del PSOE hasta después de que las urnas de marzo le encaramen en el pedestal del poder o, más probablemente, le conviertan en el pimpampum en el que los herederos de Pablo Iglesias desahoguen la frustración y decadencia a la que les ha conducido un Gobierno en el que, por alguna fuerza sobrenatural, se salva de la quema y el desprestigio quien ocupa en él la triple función de vicepresidente, titular de Interior y portavoz. Es más, si la razón pudiera sobreponerse a la pasión militante, cabría sospechar, y con fundamento, que las medias suelas que suponen «el candidato natural» estuvieran tan agujereadas como las que se tratan de componer.


ABC - Opinión

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