La labor es ingente porqueel daño infligido a este país por Zapatero y su tropa sectaria es indescriptible.
ESTÁ muy bien eso de que tantos españoles hayan disfrutado de una buena noticia con la apabullante derrota del partido de Zapatero. Andamos muy escasos de nuevas agradables. La principal virtud del resultado del 22 de mayo es que inocula esperanza en nuestra sociedad. Esperanza que rompe ese fatalismo resignado que paraliza por igual la ilusión y la inversión, las ideas y las ganas de llevarlas a cabo. La necesitan millones de ciudadanos que llevan años asistiendo a esta pesadilla colectiva que es la segunda legislatura del eterno adolescente. Un siniestro espectáculo que otros comenzamos a ver mucho antes, nada más proclamar su muy rara victoria el 14 de marzo del 2004. Pocos creían entonces que habrían de llevarnos a los umbrales de la ruina, a la angustia y la depresión, con su aventurerismo inane, su ineptitud, su resentimiento y su odio a la libertad. Pero ya estaban entonces presentes todos esos ingredientes en su actitud, su catadura y su mensaje.
Hay por fin esperanza porque en muchos rincones de España se van a abrir por primera vez las ventanas para que entre el aire fresco y la luz en ambientes putrefactos desde hace décadas. Y puede que así demos un paso imprescindible hacia esa regeneración tan necesaria para toda esta sociedad embarrancada. Un resultado como el del domingo ha de convertirse en un punto de inflexión para la vida nacional. Y ahora sí es el momento para que Mariano Rajoy abandone al menos por unos momentos su laconismo y prepare y proclame un manifiesto para esa regeneración moral y política en todo el país. Para decir que no se tolerarán desmanes por triviales que sean en ningún rincón de nuestra geografía, se llame Valencia, Sevilla o Toledo. Y que se instaura la cultura, la ética de la responsabilidad, abolida por estos gañanes. Al mismo tiempo ha de ser una llamada al ejercicio pleno de la libertad y desmantelamiento de la asfixiante red regulativa y coactiva que impide a los ciudadanos convertir sus deseos, ideas e iniciativas en actividad. Rajoy y su partido tienen una oportunidad única de convertir la lucha política contra el socialismo en retroceso, en un proyecto de modernización global de España. Para eso hace falta coraje. Y un llamamiento a la movilización de lo mejor de esta sociedad para hacer frente a la emergencia nacional en la que nos ha hundido una secta de mequetrefes endiosados. Hacen falta coraje y grandeza. Las dificultades son inmensas. Y como siempre intentarán imponerse las mezquindades de los aparatos tristes y las almas de buhonero, pero los resultados del domingo revelan que el momento es propicio. Que podemos enterrar definitivamente esos fantasmas del pasado, el culto al resentimiento, la vileza como forma de vida pública. Que esta profunda crisis puede acabar siendo la catarsis para que la sociedad española se libere de los terribles lastres del pasado, reactivados con miserable eficacia por los actuales gobernantes.
No tendrían perdón quienes ahora pueden liberar a este país de la pesadilla y presentar ese gran proyecto nacional si sucumben a sus propios miedos y cicaterías. La labor es ingente porque el daño infligido a este país por Zapatero y su tropa sectaria es indescriptible. Producen estupor sus dimensiones en tan breve plazo. Y en tiempos de paz, porque la destrucción parece diseñada por un enemigo. Generaciones van a recordar a Zapatero por su siniestro legado. El peor es sin duda el triunfo de ETA en el País Vasco. Es la historia de una infamia como no la merece nación alguna. Pero tiempo habrá de hablar de esta gran traición, sus artífices y sus muchos cómplices.
No tendrían perdón quienes ahora pueden liberar a este país de la pesadilla y presentar ese gran proyecto nacional si sucumben a sus propios miedos y cicaterías. La labor es ingente porque el daño infligido a este país por Zapatero y su tropa sectaria es indescriptible. Producen estupor sus dimensiones en tan breve plazo. Y en tiempos de paz, porque la destrucción parece diseñada por un enemigo. Generaciones van a recordar a Zapatero por su siniestro legado. El peor es sin duda el triunfo de ETA en el País Vasco. Es la historia de una infamia como no la merece nación alguna. Pero tiempo habrá de hablar de esta gran traición, sus artífices y sus muchos cómplices.
ABC - Opinión
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