martes, 24 de mayo de 2011

Efectos deseables. Por M. Martín Ferrand

El PSOE, como partido más que centenario, no debiera consentir la continuidad de tan nocivo secretario general.

ESPAÑA, en donde tiene más prestigio el sable que el florete, el resultado de cualquier confrontación tiende a contemplarse con más gusto en perjuicio del perdedor que a mayor gloria del vencedor. La mayoría de los analistas, al margen de sus respectivos puntos de partida, hablan y escriben de cómo el PP aplastó, arrasó, machacó, noqueó o descalabró al PSOE en la doble ocasión, municipal y autonómica, del 22-M. En puridad habría que matizar que la incuestionable victoria del partido de Mariano Rajoy se debe, en un cuarto, a los méritos y el trabajo propios y, en sus otras tres cuartas partes, al desplome de José Luis Rodríguez Zapatero, sus rencores y revisionismos históricos y su equipo de Gobierno de gentes de menor cuantía y mérito desconocido. Ahora, tras el 22-M conviene sacar algunas lecciones que nos brindan los acontecimientos:

—Los acampados del 15-M no deben seguir ocupando la vía pública un minuto más.

—Zapatero ha llevado España a la ruina y a su partido a la debacle. Debe retirarse cuanto antes de ambas responsabilidades.

—El PSOE, como partido más que centenario, no debiera consentir la continuidad de tan nocivo secretario general, ni el Grupo Parlamentario Socialista seguir respaldando su condición presidencial.

—El Gobierno actual, adelántase o no las elecciones, habría de acometer, en función de la responsabilidad contraída, las reformas económicas anunciadas y no ejecutadas y las ni tan siquiera aprobadas.

—Los medios afines al socialismo tienen responsabilidad en el juego democrático. A ellos corresponde la severa exigencia en el mutis del presidente.

—El caso protagonizado por Francisco Álvarez Cascos en Asturias evidencia que, sin televisión y sin medios, un candidato sólido pude dejar en la cuneta a las figuritas de barro cocido con urgencia y desatino en los hornos de Génova.

—La irrupción de UPyD en las tablas representativas, especialmente en Madrid, agrietan los cimientos del bipartidismo con el que, con la anacrónica postura de IU, venimos apañándonoslas.

—Es el momento de la regeneración democrática pendiente desde que la ofreciera, en 1993, el PP. Urge y no debiera ser excluida de la cabecera del programa de Rajoy para las legislativas.

—La reforma electoral, entre otras, no es aplazable por mucho que disguste a los dos grandes y limite el hoy omnímodo poder de sus nomenclaturas. Debemos elegir un presidente del Gobierno, de la Autonomía o del Consistorio. Una sigla no basta.

Asegura Zapatero que él y su partido saben perder. Eso es algo menos que nada si tal sabiduría no va acompañada de dimisiones y conductas muy concretas. Aún arrasados, están ahí.


ABC - Opinión

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