lunes, 1 de noviembre de 2010

Montilla se reinventa

Los socialistas catalanes están pagando las consecuencias de haber perdido su identidad política natural por su travestismo nacionalista.

CUANDO aún quedan dos semanas para que comience la campaña electoral en Cataluña, ya es evidente el lavado de cambio de imagen y la táctica con los que el socialismo catalán, con Montilla a la cabeza, quiere reinventarse para gestionar su más que probable derrota y allanar el camino para dar nuevas fórmulas de viabilidad a su presencia política. En muy poco tiempo, el PSC ha lanzado el mensaje de que todo ha cambiado. Ahora se plantea no sancionar a los comerciantes que rotulen solo en castellano, apela a la concordia con el resto de España, aprieta las tuercas en inmigración y reniega del gobierno tripartito que le dio el poder desde 2003. A este repudio ha contribuido, no sin cierta dosis de hipocresía, el PSOE, cuando a través de su nuevo secretario de Organización, Marcelino Iglesias, mostró su alivio por el descarte de una reedición del tripartito. Parecería, a tenor de estas palabras, que el pacto del PSC con los independentistas de Esquerra Republicana y los «eco-comunistas» de ICV fue una imposición de los socialistas catalanes a Rodríguez Zapatero, cuando la realidad fue bien distinta. El pacto de izquierdas en Cataluña, que supuso por parte del socialismo la ruptura de un consenso de Estado fundamental en la gestión del Estado autonómico, fue obra inspirada y amparada por Zapatero como primer experimento de una estrategia de perpetuación en el poder.

Ahora toca una reconversión urgente del socialismo catalán en esa opción catalanista no nacionalista que siempre fue, hasta su mutación en una fuerza soberanista de la mano de Maragall y Zapatero. El objetivo es, por un lado, frenar la fuga de votos a la abstención y al Partido Popular o a Ciudadanos; por otro, predisponerse a un entendimiento con Convergencia i Unió, tranquilizando a esta coalición con el entierro del tripartito. Claro que todo esto es un diseño que puede saltar por los aires si el 28-N, por la noche, los grupos del tripartito suman otra vez mayoría absoluta en el Parlamento y la pulsión izquierdista vence a la conveniencia de un cambio político. También, si la mayoría es de la coalición convergente. Es evidente que un acuerdo con CiU en Cataluña permitiría a los socialistas mejorar su posición en el Parlamento nacional, sumando nuevos apoyos nacionalistas. El desenlace está aún por escribir, pero si hay algo cierto es que los socialistas catalanes están pagando las consecuencias de haber perdido su identidad política natural por su travestismo nacionalista de los últimos años.

ABC - Editorial

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