lunes, 1 de noviembre de 2010

Las trampas de ETA

El objetivo inmediato, y exclusivo, de ETA es lograr que su brazo político esté presente en los ayuntamientos vascos y navarros en las próximas elecciones municipales que se celebrarán en mayo de 2011. Todos sus movimientos en estos meses anteriores y en los próximos irán en esa dirección. Según publica hoy LA RAZÓN, fuentes de la lucha antiterrorista tienen muy clara su estrategia: una vez celebradas dichas elecciones, los asesinos podrían volver a los atentados, ya que, en la actualidad, mantienen activos otros actos delictivos como el robo de dinero a empresarios, las «labores de aprovisionamiento» así como los entrenamientos. Lo que están intentando es estructurar una organización, por pequeña que sea, que aun en estado durmiente en este período de tiempo pueda activarse pasados los comicios.

En sintonía con esta estrategia, el próximo comunicado de ETA estará cargado de la retórica baldía de la banda, pero no anunciará su disolución o la entrega de armas. Así lo cree el Ministerio del Interior, que no alberga la más mínima esperanza de que ETA deje su dinámica asesina.


A pesar de que los más optimistas albergaban alguna esperanza sobre el fin de ETA, éste no se producirá. Sus últimos movimientos sólo tienen el propósito, en connivencia con Batasuna o las siglas que puedan adoptar en el futuro, de volver a la escena política del País Vasco, algo que sería sumamente rentable para la banda, puesto que encuentran ahí un sostén económico nada despreciable para intentar seguir con sus actividades sanguinarias.

De nuevo ETA se acoge a sus treguas-trampa y sería más que deseable que ningún partido democrático cayera en estos cantos de sirena de una hidra que a lo único que está dispuesta es a morir matando.

En este escenario sería deseable que los partidos democráticos, lejos de enredarse entre ellos a propósito de las intenciones de los etarras, mantengan una posición común. No en vano, es inquietante que, como está sucediendo estos días, cualquier movimiento de la banda o de Batasuna, provoque la sensación de que puede erosionar el pacto entre el PSE y los populares vascos, que se ha comprobado ya que es clave para normalizar la vida en el País Vasco, puesto que ejerce la tolerancia cero contra los terroristas y su entorno.

Ante los próximos movimientos de ETA cabe practicar la receta que más éxitos ha procurado a los demócratas y que se basa en tres pilares: una unidad política sin fisuras que activamente colabore para cerrar cualquier resquicio por el que Batasuna pueda entrar en los ayuntamientos sin que previamente los etarras abandonen las armas; que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado sigan cumpliendo ejemplarmente su labor, descabezando una y otra vez a las sucesivas cúpulas de ETA, y que la Justicia tenga todos los medios a su disposición para cortarle las alas a los asesinos, cuyo único destino sólo puede ser la cárcel. En definitiva, si ETA tiene su estrategia, los demócratas tenemos la nuestra y ésta no debe variar en su espíritu ni una coma por muchos comunicados «fantasma» que dé la banda.


La Razón - Editorial

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