lunes, 4 de octubre de 2010

Gana Tomás Gómez y gana el PSOE a pesar de Zapatero. Por Antonio Casado

Ganaron el escalafón y la cantera, gracias al apoyo mayoritario de una militancia que estaba desmotivada y despertó al ruido de las urnas. Perdió la estrella invitada y quienes la metieron en el lío. Por la mañana, en Gandía (Valencia), el presidente del Congreso, José Bono, ya había dicho que esto de los nombramientos a dedo no trae más que desgracias. Lo denuncia la memoria de los socialistas escamados con el dedazo de Felipe González sobre Joaquín Almunia. Y lo denunciaron ayer los 18.000 militantes del PSM, que guardan memoria amarga de los paracaidistas: Miguel Sebastián, Fernando Morán, Cristina Almeida, la propia Trinidad Jiménez, amén de los que no quisieron prestarse, como Solana, Bono, Fernández de la Vega y otros.

Una moraleja de estricta aplicación a Rodríguez Zapatero y sus aprendices de brujo, Rubalcaba y Blanco, que ahora solo tienen un burladero: la vieja relación entre la necesidad y la virtud. O mejor, el famoso mal que por bien no venga. Es decir, habérselas arreglado para poner en la rampa de lanzamiento a Tomás Gómez y quedar en deuda con la ministra de Sanidad, que ha sido la víctima de una maniobra palaciega apadrinada por el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE.

Por supuesto que Rodríguez Zapatero sale mal parado en esta comedia de enredos. Hace tres o cuatro días, en vísperas de las primarias madrileñas, insistió en recordarnos que su preferencia era Trinidad Jiménez. Mal hecho. Por un lado, rompía la neutralidad. Y por otro, habida cuenta de que su crédito político está por los suelos, no le hacía ningún favor a su preferida. Tal vez si hubiera apoyado a Gómez, la causa de Jiménez hubiera tenido mejor suerte. No sé si me explico.


ESCRIBE EL RESTO

Así que ahora tendrá que echar mano de su proverbial camuflaje semántico para convertirse, como es su obligación de líder del partido, en el primer fan de un candidato por el que no apostó. Pero no podrá librarse de que todo el mundo le acuse de haberse equivocado, una vez más.

Fracaso personal de Zapatero, pues, que pierde, pero que se enganchará al subidón de la militancia socialista, que gana en motivación y autoestima. En su condición de líder del partido, sólo podrá interpretar estas primarias como la escenificación de dos formas distintas de intentar desalojar a Esperanza Aguirre del poder autonómico. Tanto Gómez como Jiménez se han prodigado durante la campaña en reiteradas muestras de adhesión política y lealtad personal a Zapatero, con expresas declaraciones de apoyo al que resultase ganador, en aras del objetivo común: acabar con el reinado de Aguirre. Y así lo reiteraron anoche, al conocerse los resultados.

Por lo tanto, bien puede decirse que el PSM ha vuelto a dar espectáculo. No ha dejado de hacerlo, desde los tiempos del golpe de Besteiro hasta el sórdido caso de Tamayo y Sáinz, sin olvidar los ásperos enfrentamientos entre renovadores de Leguina y guerristas de Acosta de los años noventa. Pero esta vez para bien. Así que nadie puede negar que, objetivamente, las primarias madrileñas han sido de lo más rentable para el PSOE, que sueña con el día de la recuperación del poder institucional en la Comunidad. Lo del Ayuntamiento, lo siento por Lissavetzky, está mucho más crudo.


El Confidencial - Opinión

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