La caída en las encuestas ya no es una opinión pasajera, sino un diagnóstico formado por la falta absoluta de un proyecto para España, no solo en lo económico.
A medida que pasan las semanas se acumulan los datos sobre el debilitamiento del Gobierno y la falta de interés de su presidente en preservar la integridad política de su equipo ejecutivo. La negativa a una crisis inmediata no está produciendo el efecto de estabilizar el ruinoso estado del Gobierno, sino el de agravar la amortización de algunos de sus miembros, hasta el extremo de ignorar pautas elementales de dirección política. No tiene sentido que en un país con más de cuatro millones de parados y con la mayor tasa de desempleo en Europa el Ejecutivo tenga un ministro de Trabajo dimisionario al que se sostiene sólo para que aguante el chaparrón de la huelga general del próximo día 29. Esta falta de lógica en la conducción del Gobierno tiene su explicación, no menos grave que los efectos que provoca, en que actualmente solo hay una prioridad, que es la operación de supervivencia centrada en el apoyo del Partido Nacionalista Vasco a los presupuestos de 2011, condición imprescindible para la continuidad de Rodríguez Zapatero. Todo lo demás es secundario, incluso el cuidado de una mínima apariencia de colegialidad en el Ejecutivo socialista.
El nuevo curso político viene con una agenda elaborada con las prioridades y urgencias electorales del PSOE, que ha renunciado a plantear nuevos enfoques a la crisis económica —ahora que vuelven a empeorar los datos del paro y del consumo— o nuevos planes políticos sobre justicia, territorio, educación... No hay ninguna oferta revestida de novedad o apariencia de alternativa, aplicándose tanto el PSOE como el Gobierno a suplantar la acción directiva sobre un país en crisis por la gestión de sus problemas internos —primarias en Madrid— y de su falta de estabilidad.
A estas alturas de 2010, según los reiterados pronósticos gubernamentales, deberíamos estar notando la recuperación económica. En esto confiaban los socialistas para revertir las tendencias de las encuestas, como un velo sobre los clamorosos fallos de su gestión. Pero la caída en las encuestas ya no es una opinión pasajera, sino un diagnóstico formado por la falta absoluta de un proyecto para España, no solo en lo económico. Falta también en el plano internacional, donde los incidentes de Melilla han sido un reactivo de la debilidad diplomática del Gobierno; o en el ámbito institucional, dominado por la inefable insistencia del Gobierno en timar al Tribunal Constitucional con reformas legales que burlen su sentencia sobre el Estatuto. Y otro tanto cabría decir de la educación o el Poder Judicial. El PSOE solo ha tenido éxito en sus políticas divisoras, pero ha sido incapaz de ejecutar una sola reforma constructiva.
A estas alturas de 2010, según los reiterados pronósticos gubernamentales, deberíamos estar notando la recuperación económica. En esto confiaban los socialistas para revertir las tendencias de las encuestas, como un velo sobre los clamorosos fallos de su gestión. Pero la caída en las encuestas ya no es una opinión pasajera, sino un diagnóstico formado por la falta absoluta de un proyecto para España, no solo en lo económico. Falta también en el plano internacional, donde los incidentes de Melilla han sido un reactivo de la debilidad diplomática del Gobierno; o en el ámbito institucional, dominado por la inefable insistencia del Gobierno en timar al Tribunal Constitucional con reformas legales que burlen su sentencia sobre el Estatuto. Y otro tanto cabría decir de la educación o el Poder Judicial. El PSOE solo ha tenido éxito en sus políticas divisoras, pero ha sido incapaz de ejecutar una sola reforma constructiva.
ABC - Editorial
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