viernes, 3 de septiembre de 2010

La magdalena. Por Ignacio Camacho

El «deber» de Camps consiste en concurrir a las elecciones y ganarlas… o retirarse si acaba imputado antes.

EN las charlas intervenidas de los corruptos, que parecen hablar como temiendo ser escuchados, suele haber un argot muy primario, casi ingenuo, de alusiones veladas y eufemismos simulatorios. Bueno, no siempre: yo he leído prístinas transcripciones de mangantes andaluces que hablaban de «pegarse una jartá de marisco» (sic), de que a cierto fulano «le gusta el cazo» o de que «hay diez mil, ¿entre cuatro a cuánto cabemos?». Pero cuando la trama está un poco mejor organizada, cuando los delincuentes se consideran parte de un mundillo más selecto o son conscientes de la posibilidad de «acabar en los tebeos», emplean un código de encubrimiento que deben considerar blindado a posibles interferencias indiscretas cuando, en realidad, se trata de metáforas tan candorosas que sólo sirven para provocar, al abrirse el secreto de los sumarios, la rechifla de la opinión pública. Así, los intermediarios del caso Ollero se referían a Dragados y Construcciones (DYC) como «el whisky», al constructor Del Pino como «el árbol» y al propio Ollero como «Cacerolo»; y ahora sabemos que los conseguidores de la Gürtel, una mezcla de gente pija aficionada a los coches de lujo y nuevos ricos del cemento y la basura, hablaban de «Barcelona» para aludir a la contabilidad opaca (dinero B) o mencionaban como «la magdalena» a un tal Ortiz, empresario alicantino que lo mismo pagaba (presuntamente) facturas del Partido Popular que se jactaba de comprar otra clase de partidos en su condición de accionista de un equipo de fútbol. Al final, cuando efectivamente salen «en los tebeos» esos turbios trajines de pringue política, lo que queda es una sensación cándida y torpona de culpabilidad consciente, patente en el rudimentario disimulo de esas claves tan obvias, tan elementales, tan evidentes como la propia mangancia que tratan de encubrir con un lenguaje de cripticismo infantil y jeroglíficos de parvulario.

Esa espesa y ya rancia magdalena de Gürtel se le puede acabar atragantando a Francisco Camps en su intento de repetir como candidato a la presidencia valenciana. El visto bueno de Rajoy lleva una cláusula condicional implícita que su cónsul González Pons trasladó este verano al interesado bajo una referencia pública: «Esperamos que cumplas con tu deber», le dijo al todavía Honorable ante la cúpula regional del partido. Es simple: el deber de Camps consiste en concurrir a las elecciones y ganarlas… o retirarse si acaba imputado antes de que se celebren. En pocos casos de corrupción puede sentirse el PP tan políticamente tranquilo; ante un PSOE en descomposición, las encuestas le garantizan la victoria en Valencia con cualquier aspirante y tiene recambios solventes y a salvo de toda sospecha. Con esa magdalena en su despensa, Camps sabe que en cualquier momento se la puede tener que maltragar en el desayuno.

ABC - Opinión

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