“Lo importante no es el comunicado de ayer de ETA, con serlo mucho, sino el movimiento político que desde hace meses viene desarrollándose en el seno de la izquierda abertzale y que está pasando bastante desapercibido para el gran público”. La frase fue pronunciada ayer por uno de los más conspicuos –siempre alejado de los focos- conocedores de lo que ocurre en las profundidades de la izquierda independentista vasca. Una auténtica revolución, producto del convencimiento al que han llegado los Oteguis, Usabiagas y demás familia abertzale, alimentada por la tesis según la cual la vía política en la lucha por la independencia es mucho más rentable que la de la violencia, y de que por esa vía Batasuna puede llegar a hacerse con el 20% del voto vasco, convirtiéndose así en elemento decisorio dentro del Parlamento de Euzkadi, en una pesadilla para el PNV y en un auténtico quebradero de cabeza para el Gobierno de Madrid. En esta tesitura, ¿dónde encaja ETA? ¿Qué puede hacer ETA? La respuesta parece obvia: a ETA no le queda más remedio que subirse al carro de Batasuna.
El gurú que está detrás de esta “revolución en la revolución” vasca es el sudafricano Brian Curry, el mediador preferido de la referida izquierda abertzale, que empezó a trabajar en el conflicto vasco tras una larga experiencia similar en Irlanda y después de que su nombre fuera sugerido por el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela a los dirigentes batasunos que hace tres años viajaron a Sudáfrica en busca de apoyo internacional. Es Curry quien ha convencido a los batasunos de que el poder de los votos de la izquierda independentista unida bajo una misma sigla electoral es infinitamente superior y hace más daño al “opresor español” que todas las pistolas que pueda manejar ETA. Los Oteguis han terminado por metabolizar esa tesis y la han hecho suya. El problema de los últimos meses ha consistido en convencer a la banda terrorista para que se suba a ese tren y abandone la violencia. De ambas posturas enfrentadas han saltado chispas que, a lo largo del año en curso, han llenado las páginas de la prensa vasca y del resto de España.
Porque, tras 50 años de estrecha comunión con el coche bomba y el tiro en la nuca, a la banda le produce vértigo, auténtico pánico, reconocer que la sangre tan brutalmente derramada lo ha sido en vano y no ha servido más que para provocar sufrimiento, de modo que al final del camino no queda más alternativa, con los cuerpos y fuerzas de seguridad cazándolos como conejos en cuanto salen de la madriguera, que reconocer que se han equivocado. Pero, ¿cómo presentarse en las cárceles antes sus presos y decirles que ha llegado la hora de aceptar la derrota? El argumento explica sobradamente el por qué ETA está condenada a ir a remolque de ese movimiento político puesto en marcha por los batasunos de siempre, aunque al final no le quedará más remedio que subirse a ese carro. En esta tesitura, en el País Vasco era un secreto a voces que la banda estaba obligada a fijar posición de inmediato ante el arrojo mostrado por una izquierda abertzale aparentemente decidida y dispuesta a caminar por la vía política descrita incluso al margen de la propia ETA, situación inimaginable hace apenas un par de años.
El comunicado de la banda al respecto era esperado para este mismo mes, incluso con el anuncio de una nueva tregua. Una filtración periodística interesada, como casi todas las filtraciones, ha alterado el curso de los acontecimientos. Ha sido la aparición en prensa del documento político que la coalición abertzale iba a hacer público el próximo 27 de septiembre con motivo de la celebración de un tal Gudari Eguna, en el cual se iban a reiterar las líneas maestras de la operación arriba descrita muy grosso modo y a reclamar a ETA un posicionamiento al respecto. Haberlo hecho así hubiera supuesto para el brazo armado del independentismo vasco el reconocimiento público de ir a remolque de su antaño siamesa rama política. La banda ha sorteado esa trampa irrumpiendo ayer en escena antes de que tal documento sea firme y antes, también, de lo esperado.
Declaración ni decisoria ni definitiva
Texto ciertamente light, que en muy poco compromete a los de las pistolas. Y es que, en opinión de los expertos, es inimaginable que tres señores, por muy importantes que sean dentro del organigrama de ETA, puedan adoptar por su cuenta una decisión tan trascendental como el abandono definitivo de las armas sin antes haber puesto en marcha y culminado el oportuno proceso asambleario que reclama la liturgia de la violencia etarra, con consultas a las bases en Venezuela, Cuba, México, Bélgica y un montón de países más, además, naturalmente, de a la militancia en España y Francia. Declaración, pues, la de ayer que no es ni decisoria ni definitiva y que permite, en cambio, a la banda ganar al menos 6 preciosos meses, tiempo durante el cual analizar y adoptar una decisión en firme frente a la osadía que viene mostrando, al margen de la propia ETA, la campaña de movilización política de esa izquierda abertzale.
Pero si el anuncio de ETA, con ser importante, no es ni mucho menos decisivo, sí lo es, en cambio, el proceso abierto por los batasunos. Otegui y su orquesta están convencidos de que en dos años pueden hacerse con el 20% del voto vasco, sobre la base de agrupar en unas mismas siglas electorales al informe magma que se mueve dentro de las tesis del independentismo radical, partidos, partidillos, movimientos, asociaciones, coaliciones y escisiones varias. Y ello sobre la base de que si ETA deja de matar, como por fortuna lleva ocurriendo en el último año y pico, no habrá fuerza humana capaz de impedir el paso de la coalición a las instituciones vascas, con el demoledor efecto que el peso de ese 20% tendría sobre el pretendido papel hegemónico del PNV en la sociedad vasca, sobre la política en Euzkadi y sobre su continuidad en el marco constitucional español. Un problema de aúpa, que remite al instante al que ahora mismo cursa en Cataluña.
Se entiende el escaso entusiasmo mostrado ayer por el Gobierno Zapatero ante la declaración etarra. El genio de León andaba ilusionado con la posibilidad de una rendición unilateral de ETA, consecuencia de la presión policial, con entrega de las armas incluida, “victoria” que había imaginado como carta imbatible a la hora de volver a presentarse a las próximas generales. No habrá tal regalo, al menos de momento. La verdadera preocupación ahora de Alfredo Pérez Rubalcaba, nuestro inabarcable Fouché, no es tanto ETA como esa izquierda abertzale y su imparable apuesta por la vía política. Porque esa izquierda en busca de músculo social pasa ampliamente de Madrid y su Gobierno. Repite el experto: “El movimiento que encabezan los Oteguis es para Madrid mucho más preocupante que la existencia de una ETA policialmente manejada por control remoto, capaz incluso de poner alguna bombita de vez en cuando”. Y si no lo ven así, es que están locos.
Porque, tras 50 años de estrecha comunión con el coche bomba y el tiro en la nuca, a la banda le produce vértigo, auténtico pánico, reconocer que la sangre tan brutalmente derramada lo ha sido en vano y no ha servido más que para provocar sufrimiento, de modo que al final del camino no queda más alternativa, con los cuerpos y fuerzas de seguridad cazándolos como conejos en cuanto salen de la madriguera, que reconocer que se han equivocado. Pero, ¿cómo presentarse en las cárceles antes sus presos y decirles que ha llegado la hora de aceptar la derrota? El argumento explica sobradamente el por qué ETA está condenada a ir a remolque de ese movimiento político puesto en marcha por los batasunos de siempre, aunque al final no le quedará más remedio que subirse a ese carro. En esta tesitura, en el País Vasco era un secreto a voces que la banda estaba obligada a fijar posición de inmediato ante el arrojo mostrado por una izquierda abertzale aparentemente decidida y dispuesta a caminar por la vía política descrita incluso al margen de la propia ETA, situación inimaginable hace apenas un par de años.
El comunicado de la banda al respecto era esperado para este mismo mes, incluso con el anuncio de una nueva tregua. Una filtración periodística interesada, como casi todas las filtraciones, ha alterado el curso de los acontecimientos. Ha sido la aparición en prensa del documento político que la coalición abertzale iba a hacer público el próximo 27 de septiembre con motivo de la celebración de un tal Gudari Eguna, en el cual se iban a reiterar las líneas maestras de la operación arriba descrita muy grosso modo y a reclamar a ETA un posicionamiento al respecto. Haberlo hecho así hubiera supuesto para el brazo armado del independentismo vasco el reconocimiento público de ir a remolque de su antaño siamesa rama política. La banda ha sorteado esa trampa irrumpiendo ayer en escena antes de que tal documento sea firme y antes, también, de lo esperado.
Declaración ni decisoria ni definitiva
Texto ciertamente light, que en muy poco compromete a los de las pistolas. Y es que, en opinión de los expertos, es inimaginable que tres señores, por muy importantes que sean dentro del organigrama de ETA, puedan adoptar por su cuenta una decisión tan trascendental como el abandono definitivo de las armas sin antes haber puesto en marcha y culminado el oportuno proceso asambleario que reclama la liturgia de la violencia etarra, con consultas a las bases en Venezuela, Cuba, México, Bélgica y un montón de países más, además, naturalmente, de a la militancia en España y Francia. Declaración, pues, la de ayer que no es ni decisoria ni definitiva y que permite, en cambio, a la banda ganar al menos 6 preciosos meses, tiempo durante el cual analizar y adoptar una decisión en firme frente a la osadía que viene mostrando, al margen de la propia ETA, la campaña de movilización política de esa izquierda abertzale.
Pero si el anuncio de ETA, con ser importante, no es ni mucho menos decisivo, sí lo es, en cambio, el proceso abierto por los batasunos. Otegui y su orquesta están convencidos de que en dos años pueden hacerse con el 20% del voto vasco, sobre la base de agrupar en unas mismas siglas electorales al informe magma que se mueve dentro de las tesis del independentismo radical, partidos, partidillos, movimientos, asociaciones, coaliciones y escisiones varias. Y ello sobre la base de que si ETA deja de matar, como por fortuna lleva ocurriendo en el último año y pico, no habrá fuerza humana capaz de impedir el paso de la coalición a las instituciones vascas, con el demoledor efecto que el peso de ese 20% tendría sobre el pretendido papel hegemónico del PNV en la sociedad vasca, sobre la política en Euzkadi y sobre su continuidad en el marco constitucional español. Un problema de aúpa, que remite al instante al que ahora mismo cursa en Cataluña.
Se entiende el escaso entusiasmo mostrado ayer por el Gobierno Zapatero ante la declaración etarra. El genio de León andaba ilusionado con la posibilidad de una rendición unilateral de ETA, consecuencia de la presión policial, con entrega de las armas incluida, “victoria” que había imaginado como carta imbatible a la hora de volver a presentarse a las próximas generales. No habrá tal regalo, al menos de momento. La verdadera preocupación ahora de Alfredo Pérez Rubalcaba, nuestro inabarcable Fouché, no es tanto ETA como esa izquierda abertzale y su imparable apuesta por la vía política. Porque esa izquierda en busca de músculo social pasa ampliamente de Madrid y su Gobierno. Repite el experto: “El movimiento que encabezan los Oteguis es para Madrid mucho más preocupante que la existencia de una ETA policialmente manejada por control remoto, capaz incluso de poner alguna bombita de vez en cuando”. Y si no lo ven así, es que están locos.
El Confidencial - Opinión
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