sábado, 14 de agosto de 2010

Recados. Por Eduardo San Martín

De malentendidos, nada. Para bien o para mal, a Marruecos se le entiende casi todo. Campañas como la desatada por su gobierno contra las fuerzas de seguridad españolas en Melilla obedecen a un propósito, y ese no es la defensa de sus ciudadanos contra unos supuestos malos tratos que más bien lo serían en sentido contrario. El portavoz de la AUGC en Melilla, un bereber musulmán de nombre Jamal Allal, denunciaba ayer en Punto Radio el acoso cotidiano al que son sometidos en la frontera por marroquíes que cruzan la raya. Y es sabido también que todo lo que tenga que ver con puntos sensibles en las relaciones hispano-marroquíes viene de palacio. Nos están mandando un recado.

Seguramente Moratinos, que es el gran valedor de Marruecos en el Gobierno, sepa algo. Y tal vez por esa razón anda escondido. Quizá las reticencias de España al nombramiento como embajador en Madrid de un antiguo dirigente del Polisario; acaso las dudas españolas sobre una solución para el Sahara demasiado favorable a los intereses de Rabat. Lo sabremos pronto. Mientras, la intervención de Don Juan Carlos podría haber esperado; se le habría evitado el desaire de que su conversación con el autócrata de Rabat fuera respondida con un boicot nada espontáneo en la frontera.

España no ha sabido encontrar el equilibrio en las relaciones con Rabat. Pasamos del palo a la zanahoria. Francia, también antigua potencia colonial, sí. Es verdad que los franceses no tienen Ceuta y Melilla, pero tampoco complejos. En un conflicto entre España y Marruecos, Rabat tendría más que perder. Así que podemos estar casi seguros de que la sangre nunca llegaría al río. Devolvámosles el recado.


ABC - Opinión

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