Sólo la pretensión de presentar al PP como fuerza traidora y antiespañola mantiene vivo el ánimo de los socialistas.
ESTÁN de los nervios. Y ya no saben más que insultar a los adversarios, desposeídos como están de cualquier argumento en esta realidad tan desagradecida con sus buenas intenciones. E inventarse teorías peregrinas que producen hilaridad. Se trata de un arma arrojadiza que ni siquiera alberga pretensiones de engañar, por lo absurdo de sus postulados. Si nunca existió la veracidad en el discurso socialista ante la crisis —la económica, la institucional, la política y todas las que sufrimos tras seis años de zapaterismo—, ahora llega despojado de toda verosimilitud. Sus soflamas ni son verdad ni pretenden serlo. Quizás el ejemplo más claro de esa impotencia agresiva se dio cuando De la Vega acusó al PP de querer que España perdiera en el Mundial de Fútbol. Todos los españoles saben que tal afirmación es mentira. Y la vicepresidenta sabe que lo saben. Da igual. Porque el titular es el ataque no el argumento. Ante el deterioro de la situación en todos los frentes del Gobierno, la proximidad de diversas elecciones y el cada vez más probable hundimiento del inmenso chiringuito clientelar socialista —tanto en Madrid como en varias autonomías—, se extiende el pánico de todo un aparato que tiene miedo. Pero no ya al futuro de sus astracanadas ideológicas y su experimentación social, sino al de sus lentejas o su Audi A8, su sueldo y la lealtad de benefactores y beneficiados. ¿Dónde buscarán cobijo cuando se les eche encima la precariedad y la angustia que tanto han ayudado a generar? ¿En la iniciativa privada? Habrán de tener mucha suerte en lo que para la mayoría de los socialistas con cargo, empezando por el presidente, es territorio ignoto.
Ante semejantes perspectivas muchos de los damnificados se muestran dispuestos a todo. Y es casi lógico que los titulares de los boletines de la feligresía socialista también hayan renunciado a la verosimilitud. No les ruborizaba denunciar una conspiración del PP contra la selección o su supuesta satisfacción ante la penuria económica. Ahora intentan presentar la crisis melillense, provocada por el régimen marroquí con el que tan íntimas y excelentes relaciones dicen tener, como resultado de insidias de la oposición. Y presentan las visitas a Melilla de dirigentes del PP como generadoras de la tensión. Saben que es mentira. Saben que todos saben que es mentira. Pero da lo mismo. Sólo la pretensión de presentar a la oposición como fuerza traidora y antiespañola mantiene vivo el ánimo de quienes han fracasado en todos sus objetivos políticos. Algo se le puede criticar al PP. Que no hayan estado ya todos sus dirigentes, Rajoy a la cabeza, en una Melilla que sufre un nuevo ensayo general de sitio. Para compensar la infinita vergüenza de que aún no haya puesto allí pie ningún ministro español. Parecen ya tan exhaustos que no tienen fuerzas ni para su especialidad del engaño.
ABC - Opinión
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