Una vez más, los bandazos, desmentidos y matizaciones (de fondo) se convierten en el enrevesado eje sobre el que este Gobierno pretende articular una gestión inexistente.
SIGUIENDO la secuencia ya habitual en este Gobierno, la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, desmintió ayer públicamente que el Ejecutivo vaya a realizar ningún tipo de reforma fiscal que implique una subida de impuestos, tal y como advirtió este pasado fin de semana el ministro de Fomento, José Blanco. Para Salgado, la «estructura fiscal» actual es suficiente para cumplir los objetivos de rebaja del déficit que se ha marcado el Ejecutivo para el próximo año y el buen comportamiento de la deuda española en los mercados internacionales permitirá incluso un margen adicional de recuperación de la inversión en infraestructuras, aproximadamente de unos quinientos millones de euros. Sin embargo, la vicepresidenta sí reconoció que habrá un pequeño ajuste «para favorecer la equidad»; lo que en realidad responde más al empeño personal del presidente en brindar un guiño a su electorado —con un aumento del IRPF sobre las rentas más altas— que a una medida real para aumentar la recaudación. Hasta tal punto llegó la corrección de Salgado a Blanco, que el ministro de Fomento se vio obligado a aclarar que sus recientes afirmaciones de homologar nuestros impuestos con los de Europa, eran en realidad una «reflexión» en voz alta sobre la necesidad de abrir un debate parlamentario respecto de la financiación y mantenimiento de las infraestructuras «de primera» que disfruta este país.
Una vez más, los bandazos, desmentidos y matizaciones (de fondo) se convierten en el enrevesado eje sobre el que este Gobierno pretende articular una gestión inexistente; y buena prueba de ello fue el reconocimiento por parte de Salgado de que la reunión con Blanco era «inusual». Pero si la reunión fue inusual, las conclusiones de la misma fueron sorprendentes. Porque dejar al albur del comportamiento de la deuda española el reajuste de la inversión resulta cuando menos aventurado, toda vez que cuando Zapatero ya insinuó una relajación en las medidas de austeridad, los mercados no tardaron un minuto en reaccionar negativamente. Quizá por eso, el ministro de Fomento aprovechó la comparecencia conjunta para «reflexionar» en voz alta sobre el horizonte que les espera a las grandes empresas adjudicatarias de Obra Pública, a las que avisó de que, pese al margen recuperado, «nada va a ser en este país como había sido hasta ahora». Y en esta parte, no cabe más que darle la razón al ministro. Porque mientras la improvisación siga dirigiendo el destino de este país, cualquier cosa puede ocurrir mañana.
ABC - Editorial
0 comentarios:
Publicar un comentario