jueves, 19 de agosto de 2010

La gran confusión. Por M. Martín Ferrand

El de Cantabria es un caso singular porque el PRC no siente pulsiones nacionalistas y carece de representación en el Congreso.

UN camello, según un chiste viejo, no es otra cosa que un caballo diseñado por un comité. Lo mismo que le ocurre a nuestro sistema político. La Transición, el brinco que permitió el salto de una dictadura a una democracia, tuvo que hacerse con tantas componendas que el modelo tiene sus rarezas. El problema reside en que esas rarezas —electorales, partitocráticas, autonómicas, demagógicas, sindicales, judiciales…— dan de comer a tanta gente que será difícil que quienes se benefician de ellas las repudien. El sistema electoral es una de las piezas más singulares del muestrario nacional que, hijo de consensos, genera efectos negativos como el poder desmedido de los partidos minoritarios periféricos de los que, de hecho, depende la potencialidad de Gobierno de los grandes partidos que, todavía, se dicen nacionales aunque ya no lo sean plenamente.

A la hora de la verdad, la que sigue al recuento de los votos en unas legislativas, el PNV, CiU, ERC o CC convierten en elefantiásica su representación. Lo mismo ocurre en el plano autonómico y buenos ejemplos son de ello las coaliciones que gobiernan en el País Vasco, Cataluña o Cantabria. Tres modelos de matrimonios de conveniencia que, con distintos resultados, burlan la voluntad mayoritaria expresada por los ciudadanos. El de Cantabria es un caso singular porque, de momento, el PRC de Miguel Ángel Revilla no siente pulsiones nacionalistas e, instalado en el regionalismo, carece, también de momento, de representación en el Congreso. El PRC, junto con el PSOE cántabro, ya lleva dos legislaturas birlándole al PP su mayoría minoritaria y ello, unido al populismo de Revilla, da lugar a confusiones que alcanzan condición escandalosa al hilo de los recortes en las obras públicas que, con gran frivolidad, anuncia, modifica, activa, amortiza y redistribuye el singular José Blanco.


Ramón Pérez-Maura, santanderino fino y periodista grande, quizás por su principal dedicación a lo internacional, se escandaliza con la tipología local. Ayer, en estas páginas, definía a Revilla como «prototipo del pillo de la política». ¿Cómo no habría de serlo si, desde la minoría, tiene anulados, a su favor, al PSOE y, en su contra, al PP? Es un demagogo en estado puro y, como se decía en esta columna el pasado 24 de julio, «maneja las anchoas de Santoña con la misma habilidad que un sheriff del Far West manejaba el Colt 45». Me reprocha Pérez-Maura haber escrito que Revilla «ha sabido trajinarse a Zapatero» y aceptaría su reproche si en el mismo párrafo, dos líneas más abajo, no hubiera matizado que «pudiera ser que fuera Revilla el trajinado».

ABC - Opinión

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