La sociedad española ha estado en vilo ante la convocatoria o no de la huelga de los controladores aéreos. El comité ejecutivo de Usca decidió no convocarla en agosto, aunque deja en el aire que pueda ser en septiembre, y ha interpretado acertadamente que las palabras de Zapatero eran una garantía de que Aena se sentará en la mesa de negociaciones. Es difícil encontrar una huelga que hubiera sido más impopular e inoportuna. En primer lugar porque la percepción generalizada es que era una medida de fuerza de un colectivo minoritario que defiende unos privilegios desmesurados que resultan, además, muy ofensivos en estos tiempos de crisis. A esto hay que añadir que las fechas eran demoledoras para los usuarios, el sector turístico y las líneas aéreas. Era posible que coincidiera con el regreso de las vacaciones. El coste para el sector era inconmensurable y hubiera significado un enorme perjuicio para la imagen de España. Es cierto que una huelga de los controladores es siempre negativa, pero hay fechas que la hacen todavía más dañina. Una vez concluida esta incertidumbre, que angustiaba a los afectados por una paralización del espacio aéreo, ha llegado la hora de una negociación seria y responsable. Es cierto que el aspecto más llamativo se centra en los sueldos que han estado recibiendo los controladores gracias a las horas extras, pero no es el único punto de una negociación que es muy importante para la economía española. Unas cuestiones están en manos del Ministerio de Fomento y el organismo público Aena, en otras corresponde ceder a los controladores y, finalmente, está ese gran objetivo colectivo que es conseguir un auténtico cielo único europeo. La diversidad de la Unión Europea, que es muy positiva en el terreno cultural, es un desastre en otras materias. En Estados Unidos, que es la primera potencia mundial y tiene un espacio territorial similar al europeo, no hay tantos controladores y cobran menos. La razón es la eficacia de controlar un espacio aéreo sin tantos países en su interior. A partir de ahora corresponde acabar con la incertidumbre de una huelga y hacerlo en la mesa de negociación para alcanzar un acuerdo que sea justo y razonable. Los controladores tienen que equiparse a lo que sucede en el resto de países, tanto en salarios como en sus condiciones laborales y en su número. Cualquier otra salida sería inaceptable. Por tanto, resulta imprescindible convocar plazas de controladores, aunque esto signifique que los actuales deberán cobrar menos al restringirse las horas extra. Sus horarios deberían ajustarse a unas jornadas razonables que les permitan conciliar la vida laboral y familiar. Este aspecto es impecable y sin lugar a dudas será asumido por ambas partes, ya que el Gobierno ha hecho siempre bandera de la necesidad de conciliar. Es cierto que la posible privatización de Aena es un tema fundamental. Los responsables del Ministerio de Fomento son los primeros interesados en ampliar las plantillas, hasta el número que nos equipare con Europa, y esto nada tiene que ver o influir en la posible privatización. Por tanto, es fundamental acabar con este conflicto y la clave será la capacidad de diálogo de las partes.
La Razón - Editorial
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