domingo, 29 de agosto de 2010

Jirones de Gobierno. Por Ignacio Camacho

El Gabinete ha dejado de existir como órgano colegiado. Está hecho jirones, sin cohesión ni iniciativa ni fiabilidad.

EL Gobierno se fue de vacaciones deshilachado y ha vuelto hecho jirones. Como equipo no funciona porque carece de cohesión y como órgano colegiado simplemente ha dejado de existir, es una mera entelequia jurídica. Las escasas decisiones las toma un núcleo pretoriano cada vez más reducido —apenas Blanco y Rubalcaba— en torno al núcleo duro de Moncloa. Los ministros se contradicen unos a otros y más que falta de coordinación dejan ya traslucir la sensación de que están empezando a pasarse facturas y a darse puñaladitas de pícaro. Fernández De la Vega se ha esfumado, volatilizada a la espera de que Zapatero la envíe a sentarse en el Consejo de Estado. Moratinos ha desaparecido —su ausencia en la crisis de Melilla ha sido clamorosa— y ya es el candidato virtual a la Alcaldía de Córdoba. Chacón y Corbacho tienen un pie en la política catalana; la primera no ha dado la cara ante los asesinatos de Afganistán y el segundo anda en un pulso sordo con Elena Salgado por la reforma laboral y la de las pensiones. Trinidad Jiménez se ha enfrascado en las primarias de Madrid. Chaves está en la pendiente de la jubilación y carece de competencia(s). El resto ha desaparecido: ni están ni se les espera. El Gabinete ha perdido toda fiabilidad porque no sólo no decide sino que lo que dicen sus miembros no dura o sufre continuas rectificaciones. La falta de fortaleza que ha denunciado Patxi López, expresando tal vez un malestar del partido, constituye una evidencia clamorosa.

Si Zapatero pretende agotar la legislatura necesita una remodelación urgente de este equipo abrasado, y si piensa adelantar las elecciones también precisa de un Gobierno fuerte que adopte las medidas más urgentes sin armar un descalzaperros en la frágil economía nacional. Con lo que tiene no tira de ninguna forma. El problema es que su forma de gobernar (?) es tan personalista y está tan desgastado que le va a costar un mundo incorporar a gente con peso específico propio; se ha acostumbrado a manejarse con ministros livianos conformes con hacer de secretarios y chiquichancas. A estas alturas ya sólo se entiende con Blanco, que actúa de vicepresidente sin nombramiento; también respeta el criterio de Rubalcaba, eslabón perdido de conexión con el tardofelipismo, pero lo tiene centrado en el encargo con que confía salvar el mandato: el final de ETA. Y más vale que siga ahí porque es el único que puede ponerle cierta cordura a un empeño tan resbaladizo e inquietante.

Así las cosas, el curso va a empezar sin ninguna pujanza en la dirección política del Estado, cuyos responsables han perdido la capacidad de iniciativa y ya sólo pueden componer chapuzas. Los propios socialistas están desconcertados porque el presidente no mueve pieza. La precampaña autonómica y municipal acabará forzando la crisis, pero hasta que eso ocurra el país va a seguir en manos de un Gobierno exánime. Un guiñapo político.


ABC - Opinión

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