domingo, 29 de agosto de 2010

El Estado fantasma de Al Qaida

La guerra de Afganistán se está perdiendo, Pakistán es un aliado cada día más equívoco y Al Qaida se expande por un territorio abonado para su ideario integrista.

LA liberación de los cooperantes españoles secuestrados por Al Qaida en el Magreb Islámico es un punto y seguido en el proceso de implantación de esta red terrorista en el desierto del Sahel, a las espaldas del norte de África y con la mirada puesta en Europa. Lamentablemente, Al Qaida está ganando territorio y fuerza tras la fusión de grupos locales, principalmente salafistas argelinos, que actuaban autónomamente contra los gobiernos nativos. Ahora, esta red, que opera a sus anchas en el Sahel, ha incorporado su violencia terrorista a la estrategia general de Al Qaida, cuyos objetivos siguen siendo la restauración del califato en todo el territorio que los integristas reclaman para el islam. La preocupación de los países occidentales frente a Al Qaida ha sido durante años, especialmente desde el 11-S, que pudiera hacerse con el control de más estados fallidos, como Afganistán. Sin embargo, Al Qaida ha conseguido crear algo parecido en el inhóspito Sahel, donde el poder de los Estados de la región es escaso o nulo, y se debilita aún más cuando se convierten en intermediarios para el pago de lucrativos secuestros. No tiene mucho sentido exigir a estos gobiernos de la zona que actúen contra los terroristas si, cuando lo hacen, se les pide que cedan al chantaje y liberen a uno de ellos, como sucedió con el organizador de los secuestros de los cooperantes españoles.

La situación al sur del Magreb es crítica y Al Qaida tiene todas la de ganar porque sigue reclutando adeptos, aumentando el territorio bajo su control, debilitando a los gobiernos locales e intimidando a los países europeos, dispuestos a desarmar ante un secuestro todo su aparatoso y aparente discurso de firmeza y cooperación. La guerra de Afganistán se está perdiendo, Pakistán es un aliado cada día más equívoco y Al Qaida se expande ante la impotencia occidental por un territorio abonado para su ideario integrista (gobiernos corruptos, pobreza generalizada, falta de autoridad). En medio de este panorama, la lucha sin cuartel del Gobierno iraquí contra Al Qaida es una referencia sobre las posibilidades de que un país musulmán pueda combatir a los sicarios de Bin Laden.

La ofensiva del terrorismo islamista juega sus bazas según sus prioridades. Por eso sería un error pensar que el Sahel queda muy lejos de España. Más lo estaba Afganistán de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Los escenarios del conflicto contra el integrismo islamistas son más amplios que Afganistán e Irak y están acercándose a una Europa que sigue con la cabeza debajo del ala.


ABC - Editorial

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