Una alternativa sin definición y contenido, puramente platónica, no es una alternativa política solvente.
CUANTO más excluyente sea el bipartidismo en que, no necesariamente para bien, estamos inmersos, más indispensable resulta examinar, en cada caso, el anverso y el reverso de la realidad política. La cara y la cruz de la moneda con la que nos jugamos el futuro individual y colectivo. Algunos, los devotos incondicionales, quienes están dispuestos a votar al PP o al PSOE sea cual fuere su programa y aunque encabezara la lista de las legislativas por Madrid un auténtico chimpancé, no necesitan esos matices; pero los cuatro millones de españoles que «no saben, no contestan», porque queremos saber para contestar, debemos ser exigentes en la demanda y rigurosos en la observación de los matices diferenciales para no caer en el españolísimo vicio del «quítate tu que me pongo yo».
Este fin de semana, mientras en Génova se mantiene la indecisión sobre algunos candidatos indispensables y Francisco Camps, de hecho, se autoproclamaba para su propia sucesión, Mariano Rajoy apareció en Torrox, Malaga, un lugar que, alegóricamente, fue en los tiempos de la España romana la primera factoría sedera del Mediterráneo occidental. Los gusanos de seda reúnen las condiciones precisas de calma y sosiego para ser los idóneos animales de compañía del líder popular y alternativa teórica para el muy urgente y necesario relevo de José Luis Rodríguez Zapatero.
Rajoy, con buen sentido, cogió el toro por los cuernos de Afganistán y, tras pedirle al presidente del Gobierno que «dé la cara», actitud a la que Zapatero es poco proclive, reclamó el reconocimiento de que la misión de nuestras tropas allí destacadas «no es humanitaria», que se trata de una auténtico «conflicto bélico». Cualquier demócrata sensato podría hacer suyas las demandas que Rajoy le hizo a Zapatero; pero, quienes esperamos de nuestros gobernantes, presentes o futuros, un punto más de mérito y excelencia, quisiéramos saber algo más. Dado que, según la denuncia del PP, no es buena la política gubernamental en el imperio de las amapolas viciosas, ¿cuál es la alternativa que se propone? Rajoy no dijo, y debiera hacerlo para que sepamos a qué atenernos por ambos lados, si es partidario de que nuestras tropas, humanitarias o beligerantes, abandonen el escenario afgano y, por ampliación, cuál es el modelo de política exterior que nos propone. Anímese, señor Rajoy, háganos partícipes de sus proyectos. Usted, de haber sido inquilino de La Moncloa, ¿hubiera pagado rescate por los secuestrados de Al Qaeda en el Magreb Islámico? Una alternativa sin definición y contenido, puramente platónica, no es una alternativa política solvente.
Rajoy, con buen sentido, cogió el toro por los cuernos de Afganistán y, tras pedirle al presidente del Gobierno que «dé la cara», actitud a la que Zapatero es poco proclive, reclamó el reconocimiento de que la misión de nuestras tropas allí destacadas «no es humanitaria», que se trata de una auténtico «conflicto bélico». Cualquier demócrata sensato podría hacer suyas las demandas que Rajoy le hizo a Zapatero; pero, quienes esperamos de nuestros gobernantes, presentes o futuros, un punto más de mérito y excelencia, quisiéramos saber algo más. Dado que, según la denuncia del PP, no es buena la política gubernamental en el imperio de las amapolas viciosas, ¿cuál es la alternativa que se propone? Rajoy no dijo, y debiera hacerlo para que sepamos a qué atenernos por ambos lados, si es partidario de que nuestras tropas, humanitarias o beligerantes, abandonen el escenario afgano y, por ampliación, cuál es el modelo de política exterior que nos propone. Anímese, señor Rajoy, háganos partícipes de sus proyectos. Usted, de haber sido inquilino de La Moncloa, ¿hubiera pagado rescate por los secuestrados de Al Qaeda en el Magreb Islámico? Una alternativa sin definición y contenido, puramente platónica, no es una alternativa política solvente.
ABC - Opinión
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